Metroidover
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lo tengo tamién subido en http://www.fanfiction.net pero practicamente no recibe visitas u,u

mi idea era que igual aquí llegaba a más gente. Tengo más capítulos ya escritos así que si consigo que le interese a alguien iré publicando los que faltan n,ñ

más que nada quiero una critica sobre mi forma de escribir XD así como regalo de navidad jaja y si es dura mejor que mejo

soy nueva en la comunidad así que un saludo ^^



1.

La sobrecogedora mirada de la mujer estaba clavada en sus ojos. Tenía nauseas y los nervios se pronunciaban en su grasienta piel como resbaladizas gotas de sudor frío. La agitada respiración había estado a punto de delatar su estado, pero había logrado torpemente mantener la compostura.

Sabía de lo que era capaz. Lo sabía. Lo había visto con sus pro­­­­­­pios ojos. Era letal. Infalible. Y él estaba a escasos metros de aquel ser invencible.

La idea lo hizo estremecerse, pero no de pavor, si no de suficiencia. Pensar en tener postrado ante él a la tan reconocida caza recompensas, Samus Aran, lo llenaba de unos meritos que ni si quiera le correspondían. Despojada del Power Suit y mostrando así su turbadora silueta femenina, hacía difícil pensar posibles todas sus hazañas. Se humedeció los labios. Tan esbelta y bien proporcionada. Caminó hacia ella cauteloso, se sujetó su marcada mandíbula y frunció el ceño, en un intento vano de disimular sus lascivos deseos. Hermosa, masculló... ¡Pero él lo había visto! no podía dejar de repetírselo a sí mismo como una grabadora. Las ideas fluían en su mente y lo suyo no era pensar. No podía ser cierto que ella hubiera sido la única responsable de la destrucción del planeta SR388, Zebes o la reciente aniquilación de las fuerzas de elite de la Federación Galáctica. Retrocedió sobre sus pasos. Nuevamente notaba como el sudor resbalaba por su frente y aquellos ojos cristalinos perforaban por dentro su retina. Creía a veces sentir el poder que emanaba de su cuerpo, haciéndole sentir escalofríos y, aunque sabía que en aquel momento él era la autoridad, no pudo evitar sentirse intimidado por ella…

La habitación era un enorme bloque rectangular y sus gruesas paredes de aleación de titanio, supuestamente indestructibles, relucían con la afabilidad propia de la luz artificial. Los soldados, unos veinticinco hombres bien armados, se apiñaban ordenados por rango y función a lo largo de una de ellas, a excepción de un par a los dos lados de Samus que la vigilaban con desconfianza.

Al final de la sala se levantaba una enorme puerta, el triple de gruesa que las paredes y de un material más ligero y resistente. La cerradura se mostraba como dos gigantescas barras aceradas entrecruzadas en posición de X.

Samus tenía una cierta idea de lo que podía haber detrás. Conocía de sobra lo aficionada que era la Federación a las armas biológicas y lo ocurrido en la Nave Botella, posiblemente también en los Laboratorios Biometrox, la habían puesto de sobre aviso.

El Power Suit no respondía a su voluntad como fielmente había hecho siempre. Estaba claro que lo habían bloqueado, aunque resultaba difícil pensar que los limitados

conocimientos humanos pudiesen dañar un sistema tecnológicamente tan avanzado. Aquello no tenía sentido. Buscó con la mirada, furiosa, al responsable de su estado y, en su lugar, dio con el capitán Williams: Un ser no demasiado inteligente ni preparado para el combate, un cobarde inútil y desagradable, pero muy cómodo para usar como cabeza de turco cuando se deseaba traspasar las leyes de la ética, la moral o la política. Fácil de sobornar, no hacía demasiadas preguntas y raras veces era consciente del verdadero motivo de su participación.

El cabo se acercó inseguro al capitán y le susurro algo al oído. El desconcierto que este último mostro ante la preocupación del otro hombre y su imposibilidad de responder a las preguntas coherentemente, desencadeno inquietud entre los soldados. Estaba claro que la sucesión de acontecimientos no era imprevisible solo para ella después de todo.

Dos metros por encima de la gran puerta pasaba desapercibida una cristalera, que pertenecía a otra habitación. Ocupaba todo el largo de la pared del fondo y se comportaba como un espejo para los ojos curiosos del exterior. Dentro de ella se encontraba el hombre al cargo del experimento, denominado por el mismo ZMB-2, y su equipo de científicos perturbados, para los que la vida no era más que un juguete de piezas intercambiables.

Todo estaba preparado para dar comienzo a la prueba y él estaba listo para introducir en el ordenador la clave que abriría la puerta. Un inapreciable torrente de adrenalina recorrió su cuerpo. Si resultaba un éxito, restauraría su prestigio como científico y dejaría por los suelos a Madeline Bergman quién, en su momento, había impresionado con sus investigaciones de resultados imposibles, arrebatándole la fama y consumiendo a velocidad de vértigo sus ambiciosos sueños. Sin embargo, el incidente con la IA y el estado, al que él calificaba altivamente de “demente”, que había demostrado al tratarla como a una hija, lo dejara en el punto de mira de los altos cargos… y él había sabido aprovecharlo.

Prudente, y aun con estas ideas aflorando en su mente, ordenó a un miembro de su equipo que comunicara al capitán que iban a comenzar y que estuviesen preparados para la posible reacción de Samus. La mujer, de ojeras enrojecidas y piel blanco leche, se coloco con sus dedos sudorosos el micrófono cerca de los labios y en un susurro convirtió sus palabras en la sentencia que condenaba definitivamente sus vidas.

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