¡Hola a todos los usuarios y gente que se pase por aquí! Después de más de tres meses de haber terminado mi fan fic anterior, Metroid & Halo: Two Worlds United, he decidido iniciar con este otro, de nombre "Metroid: A New Story" (no confundir con Another Side Story. Gracias por el chiste, Rodriguez). Je, je..., je (ya no me acuerdo qué iba a poner en esta ección)... Bueno, ¡vamos a darle!
Sinopsis[]
¿Alguna vez te has preguntado cómo serían las cosas si vivieras las misiones de Samus Aran? Sentir sus misiones en carne propia, pelear tú mismo contra los piratas, explorar planetas desconocidos... En fin, eso es lo que pienso hacer en esta historia, mostrando un relato en primera persona (similar a los otros fan fics de otros usuarios de aquí, así como al que tengo de Neon Genesis Evangelion en The Legend of Zelda Wiki) de una personificación mía. Espero que les guste. Y sin dar más vueltas ni nada de eso, ¡disfruten de la historia!
Lista de avisos, actualizaciones y notas
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Adiós, Samus[]
Prólogo
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El preludio |
Todos conocen a la persona de nombre "Samus Aran". "La cazarrecompensas más poderosa de la galaxia", "la Cazadora", "la salvadora de la humanidad", etc. Prácticamente no existe nadie en toda la Vía Láctea que no haya oído hablar de ella al menos una vez en su vida. Pero... ¿te has preguntado qué pasaría si ella desapareciera? Puede que esta pregunta sea fácil de responder, ya que conoces el entorno: los piratas espaciales (o cualquier otra organización hostil, como el imperio Kriken) tratarían de apoderarse de la galaxia, y puede que la Federación no salga bien librada de eso. Lo sabes muy bien. Y puede que esto se vuelva realidad muy pronto... Los piratas nunca se han dado por vencidos, a pesar de todas las derrotas que han sufrido (la mayoría, por no decir todas, a manos de su mayor enemiga, la "Cazadora"). Motivados por el deseo de eliminar a su mayor enemiga de la faz del universo, han ideado multitud de planes, todos realizados en varios planetas: Zebes, Tallon IV, Éter, etc. Y sin embargo, en todas sus oportunidades han perdido. Al menos hasta ahora... Eso nos lleva hasta una flota de ataque pirata, la cual se encontraba en órbita sobre el planeta Daiban. En la sala de mando de la nave nodriza pirata, se encontraba el líder de los piratas, Ridley (junto a muchos piratas operadores) apreciando una vista del planeta, sus gigantescas urbes y su tráfico constante de naves que entran y salen. — Señor Ridley, estamos preparados para atacar al objetivo. - informa uno de los piratas a su superior. — Excelente. - comenta este en respuesta, escuchándose su tono de voz profundo. - ¿Hemos sido detectados? — Negativo, señor. Todos los escudos de invisibilidad funcionan perfectamente. - dice otro. — Maravilloso. ¿Cuál es el estado de las armas, naves y tropas? — En perfecto estado y listas para combatir. - habla uno más. — Estupendo. - volvió a responder, zarandeando su cola. - La Federación por fin sabrá lo que los piratas espaciales somos capaces de hacer. Y muy pronto, Samus Aran dejará de ser una molestia para nosotros. Muy pronto... - suelta el reptil volador, entrecerrando sus ojos y dibujando una expresión de lujuria en su cara. |
Capítulo 0
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El final de una leyenda |
— ¡A todas las unidades: se solicita su presencia en el salón de asambleas de la Federación! ¡Hay un ataque pirata! ¡Repito: hay un ataque pirata! - ordena un capitán federal. Se había desatado todo un caos en la ciudad capital de la Federación en Daiban, Centralia. La flota de ataque pirata está atacando el planeta, enfocándose principalmente en el edificio para la Federación Galáctica: el salón de asambleas. El ejército se ha hecho presente, al igual que se solicitó la presencia de la famosa Samus Aran por parte del mismísimo presidente Keaton. Al exterior del salón de asambleas, uno de los soldados, Anthony Higgs, dispara a un comandante pirata con ayuda de su cañón de plasma, acertando y matándolo. — Hombre, ¿estos piratas no podían esperarse para atacar otro día? - se queja, cuando recibe una transmisión entrante. — ¡Atención a las unidades 16, 24 y 62: están atacando los distritos residenciales de la Ciudad del Norte! ¡Diríjanse hacia allá inmediatamente! — Bueno, pues ahí voy. - suspira, dispuesto a dirigirse a esa ubicación, cuando uno de sus compañeros de la unidad le llama. — ¡Cuidado, Anthony! ¡Por allá! - señala este hombre hacia la izquierda. Un pelotón de piratas los está mirando, todos apuntando con sus armas. Su líder, otro comandante como el recién eliminado, suelta un gruñido que, al parecer, es la orden de atacar. Justo antes de que disparen, un federal despliega un generador de escudo para protegerse junto a sus compañeros. — ¡Corre, Anthony! ¡Por acá! - le grita uno para que se refugiara. Higgs corre hasta el escudo, disparando ahora con su pistola congelante a los piratas que lo atacan. Logra ponerse a salvo. — ¡Uf! - recupera un poco de aliento. - Gracias, Ignacio. - le agradece. — No es nada. Ahora, ¡dispara! - le responde su compañero, identificado como "Ignacio". Ahora protegidos por esa barrera azulada con hexágonos, los soldados responden con mayor efectividad. Sin embargo, dos N.T.A.s llegan para dejar refuerzos, además de enfocarse en ellos. Y para añadir más puntos malos, el escudo se desvanece. — ¡Oh, mierda! - replica Ignacio, viendo que estaban desprotegidos. — ¡¿Cómo es que aún no corrigen ese defecto?! - se queja otro de los soldados. Sorpresivamente, algo cae del cielo entre los dos bandos, levantando una cortina de humo. De entre el polvo, se observa una especie de brillo y, posteriormente, una figura humanoide. Se escuchan disparos, tanto de los piratas como de la silueta. Esta los ataca, a ellos y a sus naves, provocando varias explosiones y vaporizándolos a todos, sumado al rugido de los invasores al ser derrotados. — ¿Pero qué...? - Anthony está estupefacto. Los soldados de la Federación miran hacia donde se encuentra su silueta salvadora, que se asoma entre el polvo que empieza a disiparse: armadura naranja con amarillo, visor y luces verdes, cañón verdoso. Todos saben inmediatamente quién es, no era nadie más que ella. — ¡Hey! Es un gusto volver a verte, princesa. - reconoce Anthony al instante, saludándole con la mano. Esta reconoce la voz y lo ve. — Anthony. - comenta Samus, haciendo transparente su visor y dejando ver su rostro. — Así que también te solicitaron aquí. — Efectivamente. Son órdenes del presidente del consejo de la Federación. — Guau. Si es por él, entonces sí que es importante. Su charla se ve interrumpida por un rugido del que Samus sabe quién es. — Debí suponerlo... — ¿Acaso se trata de tu amiguito, princesa? - le pregunta, recibiendo una mirada de ella, y no de alegría. Sorpresivamente, Samus y Anthony son interceptados desde aetrás por el dragón espacial. Los toma con sus garras y vuela con ellos hasta una zona algo alejada de la batalla, algo lejos del salón de asambleas, en medio de una pradera. Ahí ambos lo observan mejor, apreciando su piel morada, ojos amarillentos y alas rojizas. — ¡Ah! ¡Suéltanos, maldito! - ordena Samus, intentando soltarse, sin éxito. — Como digas. - responde Ridley, arrojándolos al suelo. Ambos caen al piso desde una altura de más de diez metros, recibiendo el golpe con la espalda. Samus se pone de pie sin mucha dificultad, pero lo que le preocupa es el estado de su amigo, ya que no se fía mucho de los trajes de batalla del ejército. — ¡Anthony! ¿Te encuentras bien? - le pregunta, sonando preocupada. Antes de que su amigo le respondiese, su némesis aterriza enfrente de ellos. Samus carga su rayo y apunta hacia su enemigo, opacando su visor. — Ridley... — Nos encontramos de nuevo, Samus Aran... Sólo te diré una cosa: uno de nosotros no vivirá para contarlo, ¡y vas a ser tú! - afirma, y comienza la batalla. Ridley empieza la pelea usando su cola para atravesar a Samusa, quien usa su defensa sensorial para esquivarle. Esta, a continuación, le apunta (aún con su arma cargada) y dispara un supermisil que lo aturde temporalmente, así que trepa por su cuerpo hasta llegar a su rostro y abrir forzosamente su boca para usar otro proyectil explosivo. Sin embargo, Ridley se recupera, la tomó con su garra y la arroja lejos, por lo que falla con el misil cargado. A continuación, acumulan carga en su boca, proceso interrumpido por un disparo de plasma en el hombro derecho, que lo hizo soltar un rugido de dolor y cubriendo la zona dañada con su garra izquierda. Era Anthony, que se había reincorporado y se veía en perfecto estado (aunque su traje no muestra la misma condición). Samus le llama la atención. — ¡No lo hagas, Anthony! Voy a encargarme de él. - le dice, estirando la mano y haciéndole una señal de alto. — Esta vez no, princesa. ¡Quiero formar parte de la acción! - responde él, dispuesto a ayudar. Antes de que Samus respondiera, Ridley aterriza justo enfrente del soldado, rugiéndole con toda furia. — ¡Eso sí que no! - dijo de nuevo ella, lanzándose contra su némesis, pero siendo repelida por un latigazo de su cola. — ¡Éntrale, reptil! - grita Anthony, retando al pirata líder a un duelo. Ridley carga su aliento de fuego, pero antes de lanzarlo, Higgs congela su boca con varios disparos rápidos de su pistola de hielo. Luego, rápidamente le apunta con su cañón de plasma y dispara, mismo que fue esquivado por el dragón, que alzó el vuelo. — ¡Ah, mierda! - se queja. El dragón vuela hacia él velozmente y con furia, recibiendo un zarpazo y dañando aún más su traje de batalla. Varias partes de este se resquebrajaron y se rompieron. — ¡Anthony! - se alarma Samus. Tras golpear al soldado con ambas garras y arrojarlo otra vez, gira hacia Samus y trata de estrangularla con su cola. — ¡Tu fin está cerca, Aran! - dice, emocionado y mostrando en su rostro una expresión siniestra que deja ver su alegría. Su diversión es interrumpida otra vez por Anthony, que le ataca con su pistola para dañarlo. Ridley se cubre de las balas de gas ultrahelado con su ala derecha. — ¡Eh, reptil! ¡¿No sabes cómo tratar a una dama?! - le grite, señalándole con el dedo, ordenándole indirectamente que soltara a su amiga. — ¡Anthony...! ¡No lo hagas...! - suelta Samus, estirando su mano. — ¡Ah! ¡Ahora me encargaré de ti! - exclama Ridley en respuesta, soltando a su enemiga y procediendo a atacar al otro. La cazarrecompensas cae al suelo, algo agitada, observando cómo SU archinémesis intenta matar a Anthony a zarpazos (y de como este esquiva todos los ataques a duras penas). El creciente miedo de Samus por perder a alguien cercano como lo es Anthony (como pasara en su niñez con sus padres en K-2L) provoca que su armadura comience a desvanecerse de vez en cuando, en partes, dejando ver su traje Zero. — ¡¿Qué me pasa?! - se pregunta, mirándose a sí misma. — ¡Ja! ¡Tienes tanto miedo que hasta tu propio traje lo siente! - se burla Ridley, haciendo una pequeña pausa en su combate personal. Como consecuencia, recibe varios balazos fríos en la cara que resiente. — ¡Ja, ja! ¡Bajaste la guardia! - se ríe Anthony por su ataque. En respuesta, le mandan lejos con un coletazo. — ¡Anthony! - grita de nuevo Samus, alarmada. Su rival se le acerca y lo observa, aún tendida en el suelo. — Y en cuanto a ti... - comenta el dragón, lanzando un ataque de fuego que ella no pudo esquivar, recibiéndolo de lleno y quedando muy agotada y con niveles de energía muy bajos (notándose esto en las luces de su armadura, brillando intermitentemente de color rojo) - Tú has sido una verdadera molestia desde que nos conocimos. Ahora me voy a encargar de ti. ¡Hasta nunca! - prepara la punta filosa de su cola para matarla y la mueve como cuchillo en aras de atravesarla. — ¡No... podrás! - suelta Samus, usando las pocas fuerzas que le quedaban para levantarse. Como si estuviera hecha una estatua, no se mueve (y encima el ataque fue muy rápido), recibiendo la empalada y siendo atravesada de lado a lado. — ¡Oh, no! ¡Samus! - Anthony, ve todo. La armadura de Samus ya no se regeneró, por lo que no pudo protegerse. Ridley contempla la escena que acaba de crear inconscientemente, riendo como un loco. — ¡Ja, ja! ¡Lo logré! ¡Al fin lo logré! ¡He vencido a Samus Aran! - dice triunfante, terminando por soltar un rugido de victoria. Se burla de ella. - ¿Ves? ¡Te lo dije! ¡No vivirías después de esto, Aran! - mira a Anthony. - Y tú... ¡Tú fuiste el responsable de la muerte de la cazarrecompensas más poderosa de la galaxia! — ¡No, no es cierto! - le responde. — ¡Sí, sí lo es! ¡Es tu culpa! ¡Ahora soporta el cargar con ese dolor! ¡Ja, ja, ja! Aún con Samus empalada (y a quien le salía sangre por la boca), Ridley regresa a la zona central de la batalla. Anthony lo persigue por detrás, corriendo. Ahí da un discurso a toda la muchedumbre que lucha entre sí. — ¡Contemplen todos esto que acaba de ocurrir, sobre todo ustedes, miembros de la Federación Galáctica! - exclama en voz muy alta, haciendo que tanto federales como piratas voltearan a verlo. Todas las tropas de la Federación observaron horrorizadas a la cazadora atravesada por la cola del reptil volador (que la mostraba como si fuese un trofeo), mientras que los piratas alzaron rugidos y gruñidos. — ¡Observen! ¡La poderosa Samus Aran ha sido derrotada! ¡Ya nadie podrá salvar a la civilización galáctica de nosotros, los piratas espaciales! ¡Ahora prepárense para nuestro próximo ataque! ¡Será su fin! Con esa última frase, Ridley se marcha del planeta junto con las tropas piratas restantes (que muestran señales de alegría, no por haber ganado la batalla, sino por la muerte de su mayor enemiga). Antes de irse, agita su cola y Samus cayó al vacío (que no soltó ningún grito), no sin antes soltar siendo atrapada por Anthony. Con esa última acción, la flota pirata se retira de Daiban. Tras observar la partida de la nave pirata, desesperado, Higgs trata de hacer que su amiga responda, a pesar del sangrado extremo y la pérdida de varios órganos internos. — ¡Samus, responde! ¡Por favor, di algo! ¡Lo que sea! - le suplica Anthony. Sorpresivamente, tuvo respuesta. — An... thony... - responde Samus, notándose que le cuesta hablar y hasta respirar. — ¡Samus! — Quiero... pedirte algo... — ¡Lo que quieras, princesa! ¡Sólo dímelo! - toma su mano. — No permitas... que Ridley se salga con la suya. Quiero que alguien detenga... a los piratas. Encuentra a esa persona... Has lo que sea necesario... Te lo encargo... - termina la cazarrecompensas, exhalando por última vez y haciendo que su mano se caiga. Y así, la luz de Samus Aran se apagó para siempre. La cazarrecompensas más poderosa de la galaxia había muerto, dejando un enorme vacío que sería muy difícil de rellenar. — ... Así se hará, princesa. - le responde, manteniéndose firme. Anthony no soportaba que su vieja amiga en sus días del ejército partió, pero pudo mantener su compostura. Se mantuvo firme. Después de unos cuantos minutos, y ya en pleno atardecer, recuerda las últimas palabras de Samus, "Has lo que sea necesario. Te lo encargo". Ya sabía lo que tenía que hacer. La mira una vez más, seguidamente hacia la puesta de sol, se pone de pie y dice: — Princesa, haré lo que me pediste. Encontraré a esa persona. Los piratas espaciales se arrepentirán, sobre todo ese dragón. Te lo juro. Anthony regresa a la explanada del salón de asambleas y se acerca al comandante de su unidad, que estaba recibiendo el informe acompañado de algunos soldados, entre ellos Ignacio (en donde se dicta el número de bajas, del 26%), esto mientras carga el cuerpo de su difunta amiga. — ¿Bajas del 26%? Vaya, ¿por qué no estoy sorprendido? - decía el comandante, revisando los datos. Tras notar que los soldados que lo rodean miran a sus espaldas, él hace lo mismo, encontrándose con el soldado perdido y su "compañera". — Comandante Michael Benedict Rogers, señor. Anthony Higgs reportándose. - dice serio. — ¿Soldado? — ... ¿Qué harás al respecto, Anthony? - le pregunta Ignacio. — Cumpliré con la promesa que le hice a Samus: vencer a los piratas espaciales, en especial a ese lagarto volador. Por otra parte, en el cuartel general de la Federación, situado en la ciudad de Arcadia, en la Tierra, el comandante Adam Malkovich es informado sobre el ataque pirata en el planeta capital de la Federación y la muerte de Samus, esto en su despacho personal. — Su muerte ha dejado un enorme vacío. En lo que a nosotros respectaba, ella siempre me consideró como un padre, pero desde aquel incidente..., ella se alejó de mí, a pesar de que lo que hice fue por el bien de todos. En fin, gracias por notificarme. Puedes retirarte. - se dirige a un soldado, el que fue a informarle. — Sí, señor. - se retira. Tras irse este sujeto, luego de unos pocos segundos, se abre la misma puerta. El vicepresidente del consejo, Brandon Williams, entra en la oficina del comandante para hablar con él. Trae consigo una carpeta y, en ella, algunos documentos. — ¿Vicepresidente Williams? ¿Qué se le ofrece? - preguntó Adam. — Vine por lo del informe de la muerte de Samus Aran. - afirma el visitante. — Ya he sido notificado, y el presidente del consejo federal también lo sabe. No veo motivos para seguir hablando del tema. — Mire, comandante Malkovich, quisiera saber una cosa: ¿qué es lo que pensaba de Samus Aran antes de su muerte? ¿Qué opinaba de ella? Recuerde que esto quedará entre nosotros dos. — ... - piensa un poco y habla. - Ella estuvo bajo mi mando cuando estuvo en el ejército. Llegó a decirme que me consideraba como una especie de "padre". Aunque, luego de la muerte de mi hermano Ian, ella se distanció y se convirtió en la cazarrecompensas más reconocida de la galaxia. Déjame decirte que su partida me dolió y, aunque ya no la vi tan seguidamente, sólo quería que estuviera bien. Ahora que ya se fue, lamento no haber podido disculparme con ella, por haber actuado de manera tan rencorosa. Luego de unos pocos segundos de silencio, el visitante prosigue como si nada. — De acuerdo, comandante Malkovich, gracias por sus palabras. Ahora, quisiera que prestara atención a esto. Le da la carpeta, cuya primera hoja lleva por cabecera "Proyecto S.A (Proyecto Samus Aran)". Comenzó a pasar todas las hojas y leerlas. — "Proyecto S.A", ¿eh? — Consiste en elegir a alguien que sirva como el sucesor de Samus Aran. Así de simple. — Lo considero algo innecesario, pero tras haber inspeccionado los documentos, debo reconocer que no le encuentro puntos negativos. - comenta Adam tras leer todas las hojas. — ¿Entonces lo aprueba? — ... Sí. Pero no quiero ningún problema, que tengo mis dudas. — Le prometo que no habrá ninguno. - finaliza el vicepresidente, dando media vuelta y procediendo a salir de la sala. - Con su permiso, comandante. Gracias por su tiempo. Cuando sale, Brandon Williams enseña una sonrisa que no deja ver buenas intenciones. Llega a otra habitación, casi a oscuras, sólo iluminada por la luz de una computadora empleada por una científica de cabello corto rojizo y ojos verdes. — Tenemos la aprobación, doctora Madeline Bergman. Busque a los prospectos y encuentre al indicado. - dijo el hombre nada más entrando. — Entendido. - comenta la mujer, poniéndose a trabajar. Tras un rato de examinar la base de datos de todos los ciudadanos de la Tierra (porque se enfocaron únicamente en dicho planeta), encuentran a los candidatos ideales, resultando en cinco personas: tres hombres (un mexicano, un chino y un español) y dos mujeres (una colombiana y una nórdica), cuyas fotos de perfil se proyeccionan en una holo-pantalla. De los cinco (de los cuales solamente mencionaremos los nombres de los demás: nórdica - Astrid Haugen; colombiana - Isabella Rodríguez; español - Raúl García; chino - Chang Li) uno de los hombres (el mexicano) es escogido para formar parte del Proyecto S.A, en base a sus características. — Bingo. - suelta el hombre. Luego de la selección, regresa nuevamente al despacho del comandante. — Disculpe otra vez las molestias, comandante Malkovich, pero hemos encontrado al sujeto perfecto. — ¿Ah, sí? Quiero conocerlo. Le muestra una ficha holográfica del elegido, que incluye una foto de él y otros detalles, como su nombre, edad, peso, altura, etc. — ¿Él? - pregunta el comandante, no muy convencido. — A pesar de los problemas que posee, ha sido considerado el candidato perfecto. — ... De acuerdo. Quiero que vayan a buscarlo. Tengo que hablar con él. — Si me lo permite, señor, yo quiero buscarlo personalmente. - se incluye una persona más: Anthony Higgs. — ¡Anthony! - exclama Adam. Él y Brandon están sorprendidos. — Le prometí a Samus que buscaría a esa persona. Ahora que la han encontrado, quiero ir a buscarla, pero necesito su autorización. — Orden concedida. Tráelo aquí para que podamos hablar sobre el proyecto. — Como ordene, señor. - sale de la habitación. Mientras se dirige al hangar, recordaba nuevamente las últimas palabras de Samus, y piensa: — << Princesa, estoy cumpliendo con lo que me pediste. Espera un poco, y verás que se hará realidad. Ese tonto de Ridley sabrá lo que se siente morir. >> En uno de los hangares del cuartel, le espera un transporte Hygieia. Aborda la nave y viaja hacia la vivienda del sujeto. Durante el camino, pensó una última vez. — << Aquí vamos. >> El transporte aéreo del ejército federal vuela por el cielo de la Tierra rumbo a su objetivo. Las cosas van a ponerse serias a partir de lo que sigue. |
Una nueva historia[]
Capítulo 1
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Una historia comienza |
Hola, mi estimado amigo/a. Me llamo Helio, Helio Cabrales. Vivo en Monterrey, México. En cuanto a apariencia, soy algo moreno, cabello oscuro, ojos cafés, 1.71 metros de altura, y soy zurdo. También tengo 18 años. Primero que nada, hay algunas cosas que quiero decir. En todos estos años han trascurrido muchísimas cosas, así que aquí te nombraré algunas:
Bueno, prosigo. El día de hoy es miércoles 16 de mayo, y estoy en mi casa, viendo un documental del universo en la televisión holográfica, cuando alguien llama a la puerta. Como mis padres y mi hermano habían salido, pues no me queda de otra más que abrir. Afuera está un hombre más alto que yo, de más de dos metros, con un traje de batalla azul con gris y un cañón acoplado a una especie de "mochila" en su espalda, y un arma de fuego. — ¿Tú eres Helio Cabrales? - me pregunta. — ... Sí. ¿Qué se le ofrece? - respondo, temeroso. Este pulsa un botón de su casco, haciendo que su visor se retrajera y dejándome ver su rostro, de un tono más oscuro que el mío. — Me llamo Anthony Higgs. Pertenezco al ejército de la Federación Galáctica. - me responde, alarmándome. ¡¿Ejército de la Federación Galáctica?! ¿¡Qué quería el ejército de la Federación Galáctica conmigo!? Me invade el pánico y no sé qué decirle. Me dejé llevar por mi miedo y solté lo que pensaba (no sin antes poner una expresión de miedo en mi cara), poniéndome de rodillas frente a él y suplicando. — ¡Por favor perdóneme, señor! ¡Yo no hice nada! ¡Le juro que soy inocente! - qué exagerado, ¿no?. Esto provocó que soltara algunas risas. — No te preocupes, muchacho. No vengo aquí para arrestarte ni nada de eso. - suena más alegre. — ¿Ah, no? — Claro que no. Me encuentro aquí porque has sido seleccionado en un proyecto. — ¿Proyecto? ¿Y por qué no me lo notificaron? — Te lo explicarán mejor en el cuartel general de la Federación. — De-de acuerdo, pero... ¿qué le vamos a decir a mi familia? — Por eso no te preocupes. El comandante Malkovich se encargará de informarles personalmente. — Ah, v-vale. Lo acompaño, cierro la puerta (las luces de la puertas se tornan rojas) y vamos a su nave. Mientras, intento sacar algún tema de conversación. — Ehh... disculpe, señor. — No me gustan las formalidades, niño. Te diré algo: tutéame y llámame Anthony. - pasa su brazo por detrás de mi cuello y hablando todavía de una manera muy amigable. — De acuerdo..., Anthony. Sólamente caminamos al parque cercano a mi casa un poquito para llegar a la nave, de color azul con algunas secciones blancas, un enorme cristal en la sección de la cabina y el emblema de la Federación en uno de sus lados, y otras cosas más. — Oye, Anthony, ¿no hay algo más rápido? — Este vehículo es propiedad de la Federación Galáctica. Además, recuerda la velocidad de las naves actuales. Llegaremos en un santiamén. Entramos por una escotilla en la parte trasera. Adentro está el piloto. También tiene su rostro expuesto, dejando ver su abundante barba oscura, cara de cuarentón, ojos cafés y cejas algo pobladas. — ¿Entonces es él? - pregunta al verme. — Sí, es él. - responde Anthony por mí (aunque yo no iba a decir nada), y se sienta en el asiento del co-piloto. — Uh... Hola. - saludo tímidamente, justo antes de tomar asiento junto a ellos. — Bueno, ya no perdamos el tiempo. ¡Vámonos, Ignacio! — Sí, señor. - responde... Ignacio, en tono de broma. Unos pocos minutos después (¡aleluya!, porque tengo poca paciencia), llegamos a Arcadia, la capital de la Tierra, fundada tras la Tercera Guerra Mundial, construida sobre una isla artificial frente a la costa oriente de Estados Unidos. Aterrizamos en un hangar dentro del cuartel general de la Federación. Quedé maravillado por esa enorme edificación (si de por sí el ambiente y las vistas ya eran hipnóticos...). Caminamos por otros minutos (atravesando en el proceso un pasillo con vidrieras a las que me pegué como tarado. Es como contemplar mi ciudad desde el mirador de una de las montañas que la rodean) hasta que arribamos a las afueras de una oficina. — Bueno, Helio, aquí se encuentra el hombre que me mandó a buscarte. No quiero que vayas a portarte mal con él ni nada, ¿entendiste? - me advierte Anthony, sonando como mi mamá. — ¿Y por qué lo dices en un tono tan maternal? - le pregunto. — El comandante Malkovich es alguien bastante serio. Te recomiendo que no bromees con él, o te podría ir mal. — ... Entramos, primero él y luego yo. Es una sala con un escritorio con cosas, una estantería llena de libros, una bandera de la Federación (¿para qué?) y un ventanal que da vista a la ciudad). Sentado en su escritorio, firmando unos documentos, se encuentra un hombre de atuendo formal, con traje blanco con azul (guantes y zapatos blancos) y una gorra con los mismos colores, además del emblema de la Federación en ella. Ya no me cabía duda. Es él. — Señor, este es el chico. - le informa Anthony sobre mí (mis nervios simplemente no se van). Se levanta y se pone frente a mí. — Es un gusto conocerte, Helio Cabrales. Soy el comandante Adam Malkovich. - se presenta, ofreciéndome su mano. Para evitar ser descortés (y aún con miedo), respondo el gesto. - Sé que estás algo confundido y asustado, pero créeme cuando te digo que no tienes por qué preocuparte. A pesar de lo que me dijo, no dejo de sentirme nervioso (¿y cómo no, teniendo a un comandante de la Federación Galáctica enfrente de mí?). — ... - sólo puse una sonrisa falsa. — ¿Te encuentras bien? - me pregunta quien me recogió. — S-sí, claro. — Dime, Helio, ¿has oído hablar de Samus Aran? - me pregunta el comandante. — P-por supuesto. Todo el mundo sabe sobre ella, lo que ha hecho y cosas así. — ¿Y no te enteraste recientemente de que ha muerto? — ¿Qué? ¿Ha muerto? - no me lo creo. ¡La noticia aún no había salido en la televisión! — Así es. Murió a manos del líder de los piratas espaciales, un dragón espacial llamado "Ridley". — Y casi consigo que eso no pase... - susurra Anthony. — ¿Eh? - exclamo con curiosidad. — Sólo recuerda que estás cumpliendo con tu promesa, Anthony. — Cierto, comandante. Cierto... - suspira. ¿Acaso él estuvo de testigo en el evento? Me invaden unas inmensas ganas de preguntarle, quiero saberlo todo. Sin embargo..., prefiero no hacerlo ahora, para evitar algún inconveniente (y para no desviarme del tema, que ese es un problema mío). Además, noto que nos fuimos un poquito por la tangente, así que les llamo la atención. — Eh... — Oh, perdón. - se disculpa Anthony. — Bueno, Helio, ¿sabes por qué estás aquí? - me pregunta el comandante. — Pues... Anthony me dijo que fui escogido en un proyecto, aunque ya no me contó más detalles. — Así es. Fuiste escogido para participar en un proyecto reciente de la Federación: el "Proyecto S.A". El Proyecto S.A consiste en que alguien logre llenar la enorme pérdida que ha representado la muerte de Samus Aran. - me explica. - Verás, Helio: tú y otros cuatro muchachos, todos ustedes de la misma edad, fueron escogidos de entre todos los habitantes de la Tierra por ser los más parecidos a Samus en cuanto a varios factores, como inteligencia, fuerza, capacidad estratégica, etc. Al final, tras un minucioso análisis, tú resultaste ser el indicado, y es por eso que estás aquí y ahora. — << ¿Qué me vieron para que me hayan escogido...? >> - pensé. Por alguna razón inexplicable, el comandante me invita a dar un tour por todo el cuartel. Para no verme grosero (de nuevo), acepto. Obviamente no íbamos a recorrer un edificio tan grande, así que sería un tour rápido. Sin embargo, en el camino, mi mente se llenó de pensamientos. "¿Por qué yo?", "¿Por qué no alguien más?", "Cómo voy a lograr reemplazar a Samus Aran, viendo el enorme agujero que ha dejado?", y así. Además, también me entraron ganas de decirle al comandante que estaba pensando en rechazar la oferta, aunque... bueno, ya parecía ser algo tarde para decirlo. En fin, que no entraré en detalles sobre eso y hablaré sobre el tour. El comandante Malkovich me lleva por varias partes del cuartel. Primero que nada, salimos de su oficina y recorrimos el mismo pasillo de antes, donde se ve el atardecer. Tras bajar por un elevador, pasamos por una sala médica en su respectiva sección, conectada a una sala de entrenamiento. Pero lo que más me gustó de todo el recorrido fue una sección que parecía un museo, con representaciones holográficas de seres inteligentes que pertenecieron a varias civilizaciones, algunas aún presentes y otras ya extintas. Entre ellas estaban: Annunaki, Chozo, Lyrianos, Grises y más; una en específico me llamó poderosamente la atención: figura humanoide, muy alta, de tres metros de altura, piel muy blanca y ojos muy oscuros (y algo de cabello, también muy negro). — ¿Néfilim? - leo el nombre de la proyección. — Fueron una especie considerada peligrosa en tiempos ancestrales, junto con los Annunaki y los Draconianos. Afortunadamente, hoy en día se consideran extintos. - me explica el comandante sobre dicha civilización. Aun así, mi interés no desapareció. — ... Cuando vuelva, voy a descargar esta entrada. - comenté al respecto, ya que las entradas se pueden descargar. Y así seguimos unos minutos más, dando vueltas por ahí y dejándome ver cosas nuevas, aunque hubo zonas a las que no pude tener acceso... aún (ya que todavía no formo parte oficialmente de la Federación). Tras ese "pequeño" recorrido, accedemos a una habitación nueva, con un proyector, pero está apagado. — Bueno, ya te he dado la guía por el cuartel. Ahora sólo falta que me contestes una pregunta: ¿realmente quieres formar parte del Proyecto S.A? - me cuestiona. Con esa última pregunta, me puse a pensar. ¿Realmente valdría la pena intentar suplantar a Samus Aran? Sería una tarea titánica, sí, pero no imposible. Obviamente no pude evitar mostrar una expresión de miedo en mi cara mientras reflexionaba, cosa que el comandante y Anthony no pasaron por alto, así que el primero comenta al respecto. — Tímido, ¿o no? — Eh..., sí. Disculpe, señor. - me considero un penoso. - << Debieron de haber checado bien mis datos antes de hablarme. >> - pienso, ya que... sufro de cierto trastorno: el... síndrome de Asperger (más vale tarde que nunca, ¿no lo crees?). Tras pensarlo muy bien, tomando en cuenta todo lo que podría obtener, lo que podría pasar y lo que podría hacer, saco una conclusión final. — ... De acuerdo. Voy a formar parte. — Sabía que podía contar contigo. - me comenta el comandante. - Ahora que aceptaste ser parte del Proyecto S.A, también significa que te integras de la Federación Galáctica. Ya tienes acceso a todas las bases y estaciones espaciales de la Federación, y recibirás varios beneficios. — ¿Todo eso? - le pregunté a Anthony, quien se calló en todo el rato. — Oye, cuando eres parte de la Federación, tienes acceso a muchas cosas nuevas. — Y ya que eres un federal, ha llegado el momento de tu primera misión. — ¿Ya? - no esperaba una misión tan pronto. — ¿Pensaste que tendrías un descanso? — ¿Hay algún problema? — Ah, no. No hay problema, señor. - contesto temerosamente. ¿No podían, mínimo, dejar pasar unos días? Es que... tengo algo de flojera... - Entonces... ¿qué quiere que haga? El comandante activa el proyector, mostrando imágenes de un planeta cubierto por nubes marrones, dos lunas pequeñas y fotos de su superficie, llena de mesetas, azotada por lluvia y con el cielo de color gris. Es como ver un día lluvioso, al final de cuentas. — Verás, hace unos días, la Federación perdió el contacto con un escuadrón enviado a un planeta que antes era habitado por los Chozo: Zebes. Al parecer, se había detectado actividad pirata en la zona. — No me diga: quiere que yo vaya a investigar, ¿cierto? — En efecto. Actuarás justo como hizo Samus Aran en su primera misión como cazarrecompensas. — Bueno, pues entonces... acepto. ¿Y con quién voy? — Lamento informarte que irás completamente solo. — ¿Qué? — Si vas acompañado, puedes correr el riesgo de que los piratas espaciales te detecten. — << Uy... ¿Así qué chiste? >> — Como esta es tu primera misión, seré muy breve: ve a Zebes y descubre lo que le pasó a esos hombres. Si es posible, socórreles. Eso es todo. ¿Alguna objeción? - da por finalizado el resumidísimo informe. — Ah. N-no, señor. No hay duda. Ninguna duda. - le respondí. — Oye, chico, has esta seña. Es una costumbre en el ejército de la Federación. Ahora tienes que hacerla. - me indica Anthony que levante el pulgar (en mi caso el derecho). Le hago caso. — Perfecto. Primero que nada, vamos a prepararte. Tras decir eso último, el comandante Malkovich me lleva de nuevo a la sección del "laboratorio", a una zona nueva, donde hay una máquina compuesta por un cristal transparente sostenido por dos soportes en el suelo y techo, con a muchos cables. — ¿Y esto? - pregunté, señalando a la máquina. — Es una máquina de adaptación corporal. Es de origen Chozo. - me explica mi nuevo superior. — Chozo... - repito esa palabra en voz baja. — Gracias a dos de nuestras científicas, una experimentada y otra igual de joven que tú, conseguimos el ADN Chozo de Samus Aran. Ahora te lo vamos a transferir con ayuda de esta máquina. — Ah, ya. Y... ¿cómo le hago? Tengo que entrar, ¿no es cierto? - pregunto, siendo la respuesta más que obvia. — Así es. Entro en la máquina por medio de unos escalones (no sin antes que me ordenaran desnudarme. ¿Para qué? No sé, porque no me dijeron. ¿No quieren que se moje mi ropa o algo?), y esta se selló. Allí adentro me sentí extrañamente... tranquilo. Como el interior del cristal es de más de dos metros, puedo estirarme sin problemas. Levito (ni idea. No me quisieron explicar nada), y luego de eso, paso a entrar en un extraño proceso de relajación, tanto física como mental. No sé por qué, pero estoy bastante calmado. Por otro lado, me vi rodeado por una aura roja y blanca, y varias líneas delgadas de energía entran en mí (nada fuera de lo normal, hasta ahora). Admito que estar allí adentro fue casi como volver a nacer (con razón Samus Aran dijo que estar en esa máquina se asemeja a la última etapa del embarazo). Luego de unos pocos minutos, el proceso de adaptación termina. La cápsula central de la máquina se abre y salgo de ella. Anthony se adelanta a los demás y me da la ropa para que me cambie, y lo hago muy rápido, que me da pena que me vean desnudo. — ¿Cómo te sientes? - me preguntó el comandante, acompañado de tres operadores, dos hombres y una mujer. — Así que ahora poseo genes Chozo... - repetí en voz baja, mirando la palma de mi mano derecha y cerrándola. Sé que esas aves humanoides podían adaptarse muy rápidamente a cualquier ambiente, pero para hacerlo con otras especies, como los humanos (en el caso de Samus), usaban este tipo de máquinas, ya que la adaptación evolutiva a un nuevo ambiente toma bastante tiempo (por eso los humanos que nacen en Marte aún no se diferencian tanto de los terrestres). Luego de eso, ahí mismo, el comandante me da un traje unitalla, de cuerpo completo, de color azul con marcas de un tono más oscuro y otras rosadas en la sección del pectoral derecho, mano derecha y espalda (al parecer porque se dieron cuenta de que soy zurdo). — ¿Y este traje? — Es un denominado "traje Zero". Tendrás que usarlo para los viajes espaciales. — ¿Acaso este no es el de Samus Aran? — El suyo fue desgarrado por Ridley. Este es una réplica, creada específicamente para ti. — Ah, vale. Me pongo el traje (claro, no sin antes que el comandante se saliera del vestidor para darme privacidad). Al hacerlo (¿para qué me cambiaba? Si supiera que haría esto, me esperaba. ... Con algo de pena, pero me esperaba), este... se me pegó al cuerpo (menos mal que no estoy gordo). Afortunadamente, no sentí nada de peso extra, no pesa nada. Después, me llevan a otra sección de la zona (y me obligaron a llevarme mi roma en la mano. Qué impráctico...), con una máquina de color oscuro con rayas azules, de apariencia redonda. Adentro había una abertura con la forma y tamaño de un cuerpo humano, con un máximo de altura de más de dos metros. — ¿Y esta máquina? — Es una máquina de crecimiento muscular. Esta máquina aumentará tu masa muscular por medio de vibraciones. — ¿... Entonces piensan aumentar mi musculatura a lo Capitán América? ¿No que me parecía a Samus Aran en cosas como la fuerza? — En tu caso, te acercas más a la inteligencia y estrategia que a la fuerza. Además, déjame decirte que solemos usar con nuestras tropas para el mismo propósito. — ... Creo que ya mejor no pregunto qué debo hacer, porque es obvio. — Efectivamente. Confía en mí, no sentirás nada doloroso. - me da confianza el comandante. Aunque dudoso al principio, decidí confiar en él (por obvias razones). Al menos esta vez no tuve que quitarme mi nueva ropa... Qué suerte, y es que no quería volver a hacerlo. La máquina se cierra tras recibir la orden de uno de los operadores, y empieza la magia. Siento una especie de vibraciones por todo mi cuerpo (y hasta me sentí calientito...), y noto cambios físicos casi imperceptibles, pero... sentía más fuerza de la que tenía anteriormente. Unos minutos después, el proceso finaliza y salgo. — Hmm... - miro mi mano, viéndome algo... desilusionado por no cambiar mucho. — Sólo queda entregarte esto. - el comandante me entrega personalmente la pistola paralizadora de Samus Aran (con todo y funda). — Uh... ¿Y ahora qué hago, viendo que ya me prepararon al máximo? - pregunté, tomando la pistola y amarrando su funda en mi pierna izquierda. — Anthony te llevará al hangar 42. Por mi parte, yo ya he hecho lo que tenía que hacer. Nos veremos pronto. - se retira de vuelta a su despacho. Miro a verlo. Su visor está retirado, dejando ver su cara, que sigue mostrando felicidad (ojalá yo fuera igual de alegre que él...). También está de brazos cruzados y recostado en la pared, con su pierna derecha apoyada en la misma. — ¿Cómo te sientes después de todo esto? - me pregunta compasivamente. — Pues... bien. — Estupendo. Y ahora, al hangar. - nos pusimos en marcha. Me lleva hasta otro de los muchos hangares del cuartel. Al llegar, aprecio una nave en forma de disco, con un color amarillento, un cristal verdoso en forma de "V" y tres "patas" acomodadas en forma triangular en la parte inferior, acabadas en extremos redondeados. Conocía esa nave de antes, la he visto muchas veces. ¡Es la nave espacial de la mismísima Samus Aran! — Guau... La nave de Samus Aran... ¿Pero cómo? - exclamé, sorprendido. — Tuve que pilotearla yo mismo. Créeme, fue algo difícil porque nunca me tocó manejar algo que no es mío, pero seguro que a ti te va bien. — ¿Qué? — Anda, ve y sube a tu nuevo vehículo. - me motiva a subirme. Entonces... la nave ya es... mía... La abordé por medio de un pequeño elevador en la parte inferior, entre los tres "soportes". Una vez arriba, contemplo asombrado el interior. Sólo diré que... está lleno de artefactos y un ordenador (lo que se puede esperar, vaya), y enfrente del asiento, una pequeña esfera que, supuse, es el "timón". Me siento, pues, en el asiento (y hay otros dos más atrás. Todos juntos forman un triángulo), momento en que se activan todos los dispositivos, y escucho algo o, mejor dicho, a alguien. — Tú debes de ser el nuevo... Es un gusto conocerte. - oigo una voz femenina digitalizada. La reconocí al instante. — Espera un minuto... Conozco esa voz... ¡Samus Aran! — Sé que puede sonar algo raro hablar con una máquina, pero te ayudaré en lo que pueda. Ya he sido informada de toda la situación. Antes de que pudiese decir algo más, recibo una transmisión entrante, que respondí (con indicaciones, que no sé contestar en cosas de las que no conozco su funcionamiento adecuado). Es Anthony otra vez. — ¡Hey! Te conecté a la red de comunicación de la Federación. Ahora puedes consultarme. - me saluda a través de una pantalla holográfica (con su mismo tono alegre). No dudé en hacerle una pregunta que se me acababa de ocurrir sobre lo de Samus. — Anthony, me debes una explicación. - le solicito una respuesta sobre la nueva IA. — Pues verás, normalmente las mentes transferidas a computadoras son las de líderes militares y científicos, pero con Samus hicimos una excepción especial, y acabas de presenciarlo. — Ah, ya. - solté, entendiendo el tema. — Bueno, te dejo, que ya tienes trabajo. ¡Suerte en tu misión! - se despide, desconectándose. Pocos segundos después, recibí un mensaje de parte del comandante Malkovich. Se contactó de la misma manera. — Helio, este es el archivo de misión de tu primer encargo como miembro oficial de la Federación Galáctica. Espero que tengas suerte en tu misión. - es muy breve. — He recibido el informe. - me comenta Samus, proyectando el mencionado archivo. El documento digital muestra lo siguiente: "--- Archivo de misión 09532 --- Hace unos 7 días, se perdió la comunicación con el equipo Celta de la infantería de marines de la Federación Galáctica. --- Terminación del contrato --- Localiza a los soldados y, de ser necesario, bríndales ayuda. --- Confirmación de datos --- La última transmisión emitida procedió del planeta Zebes, en el sistema FS-176. Actualizando con las últimas coordenadas recibidas..." Luego de leer el informe (corto, pero directo al grano) y de recibir las coordenadas por parte de mi nueva IA, comienzo a pensar en cómo mi vida cambiará a partir de ahora, siendo el sucesor de Samus Aran, imaginando las cosas que están por llegar, en todo lo bueno y en todo lo malo (porque siempre habrá de ambos). Al final, miro decidido hacia el frente, tomo algo de aire y digo: — De acuerdo, Samus, ha llegado la hora. Andando. - dije, poniendo mi mano sobre la "esfera-timón" (la llamaré así). — Buena suerte, Helio. - me responde. Enciendo los motores (me guardé el miedo de manejar una nave espacial. ¡Soy un inexperto, un novato! ¿Cómo creen que sé conducir? ¡Ni siquiera he manejado un aeromóvil!) y usé la esferita para dirigir la nave (de nuevo con instrucciones. Fue un poquito complicado al principio, pero al menos no choqué con nada). Abandono el cuartel general de la Federación y vuelo al espacio. Fuera de la atmósfera, giro hacia atrás, observando el planeta en el que nací y crecí (y al que volveré muy pronto, después de todo vivo en él), y después de un momento, sigo adelante, volteo y pongo rumbo a las estrellas. Da inicio mi primera misión como cazarrecompensas, mi propia "misión Zero"... ¿Habré hecho bien en formar parte del Proyecto S.A.? |
Capítulo 2
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Misión Zero |
Avanzo hasta situarme bastante lejos de la Tierra, a un millón de kilómetros (y no, no es ningún punto de Lagrange). En el camino, aprovecho para practicar un poco, que Samus me confiesa que ella movió la nave desde que salimos del planeta. Puf... Pensé que había sido yo... Qué desilusión, no soy un "pro". — Activa el generador de agujeros de gusano. - me instruye Samus otra vez. — Je, je... Menos mal que esta nave posee tecnología Chozo, porque de lo contrario me tomaría millones de años en llegar. - dije en tono de broma, aunque me equivocaba. Tras oprimir varios botones (cuando en realidad no tenía que hacer nada más, ya que las coordenadas están fijadas), muevo una palanca que dispara un rayo blanco que forma una fisura en el espacio-tiempo con forma redonda. Aunque asustado al principio, me decido en atravesar esa fisura, no sin antes girar la nave de vuelta hacia la Tierra una vez más. La aprecio antes de partir (aunque ya sé que volveré en un rato); ah, y también me levanto y apoyo mi mano derecha sobre el cristal de la cabina. — << Volveré pronto... >> - pienso. Regreso a sentarme y atravieso el umbral. Viajo por el hiperespacio, una dimensión formada por la distorsión del espacio-tiempo (con colores arcoiris), y atravieso quién sabe cuántos años-luz en cuestión de simples segundos. Al salir del agujero de gusano, observo mi objetivo, el mismo planeta de espesa atmósfera nubosa (como el antiguo Venus o Titán). — Entonces... ese es Zebes. - dije. Samus escanea el planeta, cuyos datos aparecieron en una holo-pantalla enfrente de mí, entre ellos la composición atmosférica (tengo suerte de que haya oxígeno), fuerza gravitatoria (menor que en la Tierra, así que me sentiré más liviano), entre otros. Mientras observo el planeta (tanto con mis ojos como en los datos), y a pesar de que no veía por dónde me observaba, mi compañera cibernética se da cuenta de algo en mí. — ¿Ocurre algo? — No, nada. Es sólo que... nunca había salido de la Tierra. - sueno algo desganado. — Cuando estaba viva, me la pasaba viajando por el universo, explorando planetas desconocidos en nombre de la Federación. Pero... ahora que soy una inteligencia artificial, puedo seguir haciéndolo contigo. — ... — ¿Dije algo malo? — No, nada. No es nada. - termino la conversación. Proseguí a dirigirme hacia Zebes. Paso por la atmósfera sin problemas y aterrizo en la superficie, zona denominada como "Crateria". — Bueno, aquí me bajo. Deséame suerte. - me despedí de mi ciber-compañera, aunque ya sabe que volveré en un ratito. — Buena suerte. Así que ahora me encontraba en el legendario planeta Zebes..., aquel mundo donde mi ahora inteligencia artificial se forjó en un entrenamiento con los Chozo desde pequeña hasta adolescente (uf... Once años de entrenamiento... Ni siquiera yo aguantaría tanto...), donde llevó a cabo su primera misión como cazarrecompensas completamente sola contra los piratas y su líder Mother Brain, y donde han pasado otras cosas más... Increíble. Bajo de la nave, notándose desde antes la caída de lluvia (la Tierra no es el único planeta con un ciclo hidrológico activo). Antes de avanzar más, dirijo mi mirada hacia el cielo nublado, observando cómo las gotas (que al parecer también son de agua) caen. — ¿Quién diría que algún día experimentaría una lluvia alienígena en primera persona? - comento. Por fortuna, y para ahorrarme un largo camino, aterricé en las proximidades de las ruinas de una antigua ciudadela Chozo llamada (valga la redundancia) "Chozodia". Cerca de la entrada observo una nave atracada (que, de acuerdo con los informes que me pasaron, es la "NFG Pan"), expuesta a la lluvia. Es la nave de los marines, pero... ¿dónde están ellos? — Tengo un mal presentimiento... - pensé en voz alta. Me alejo de mi nuevo transporte personal y... me empapo todo (la precipitación es torrencial. Rayos...), corro para ya no mojarme demasiado y entro a la ciudadela con mi pistola paralizadora en mano. Avanzo por los pasillos del lugar atravesando antiguas viviendas Chozo, zonas ceremoniales y demás, todo en penumbras (¿acaso pensabas que habría antorchas encendidas mágicamente como en los videojuegos? Pues te equivocas). Durante una buena parte del trayecto, no me encontré con nada ni con nadie. No hay ni una sola alma a la vista, elevando más mis temores. Sin embargo, al dar la vuelta en una esquina, de lejos observo una estancia iluminada (completamente contrastante con todo mi recorrido) y, frente a la entrada, los restos de una una torreta defensiva. Eso me dijo lo que podría haber allí, así que corro hacia esa zona apuntando con el paralizador. — ¡Alto! - suelto, apuntando hacia el frente y con lo que me topo. Encontré un campamento improvisado, con contenedores, aparatos y demás cosas, pero todo estaba hecho un desorden, como si una pelea hubiese ocurrido hace no mucho(que las luces parpadeen constantemente le da un ambiente de película). Ahí están los federales, pero todos... muertos. Todas las armaduras presentaban agujeros, grietas, cascos rotos y sus visores, azules, presentan el mismo comportamiento de la iluminación de la recámara. ¿Por qué esto no me sorprende? — Ya decía yo que nada bueno podía salir de esto... - suelto. Llegué incluso a mover el cuerpo de uno, aún a sabiendas de que no se movería, y así fue. - Mmm... ¿Por qué habrán montado un campamento tan lejos de la entrada? - pienso en voz alta en esa incógnita. Antes de marcharme, observo que, en medio de la estancia, hay una estatua con forma de pájaro humanoide, sentada, sosteniendo una esfera de piedra. Estaba rodeada por varias máquinas, así que supuse que estaban estudiándola, hecho respaldado porque uno de los muertos está tirado junto a un ordenador cercano a la escultura de roca. — ¿Y esto? - me pregunté. Sin embargo, no le di mucha importancia, así que me retiro de allí, un poquito desilusionado por el resultado de la misión, de vuelta a la salida (por fortuna, la pistola cuenta con un pequeño rastreador térmico incluido, así que no me perderé porque ha marcado todo el camino que seguí). Más o menos a la mitad (mientras recorría un enorme pasillo), de repente, escuché ruidos parecidos a pasos. Como estaba por dar vuelta en una esquina, me asomo por ahí. Al hacerlo, veo a los que provocaron el ruido: seres humanoides, con enormes pinzas en lugar de manos, una pequeña cabeza sin cuello y boca pequeña. Van caminando hacia la izquierda, acompañados de varios robots voladores. — Piratas espaciales... - susurro. ¿Quién no los conoce en estos tiempos? Algunos de ellos se quedaron en esa parte de la encrucijada, vigilando (donde noté que se comunicaban por medio de rugidos y gruñídos). Pasé de largo y evité que me notaran. Me pongo a buscar la razón de su presencia (¿será que me vieron llegar? ¿O es por la presencia de la Federación? Si es por la primera, pues ya la regué horrible). Sigo avanzando (y, sin notarlo, subiendo) hasta que me llega la sensación de detenerme. No sé por qué me ha llegado esa sensación, pero lo hice. Llegué a una estancia bastante grande, iluminada por algunos rayos de sol provenientes de algunas fisuras en el techo. Allí, pintado en la pared, está pintado una especie de guerrero Chozo, llevando puesto lo que parece ser una armadura de combate. Este retrato central tiene varios pequeños rodeándolo, como de dos Chozo con lo que parece ser bastones. Mi curiosidad me invade por completo, y me aventuro en acercarme para apreciarlo mejor. Mientras me acercao para verlo más detenidamente, una enorme puerta de piedra bloquea la entrada, sacándome un susto. — Ay, no... - exclamo, Ya sé que se avecina algo feo. Vuelvo a mirar hacia la pintura. Cuatro haces de luz, procedentes de cuatro símbolos extraños situados en forma de "X" que rodean la pintura, se concentran en un... ¿espejo? Tras esto, se proyecta otra imagen más del mismo retrato, pero esta nueva imagen (que identifiqué como un holograma) mostró algunos cambios, como el hecho de que ahora sí parece "llevar puesta" una armadura de combate (ya que su rostro es cubierto por un "visor", además de que varias zonas de las hombreras y el pecho pasan a ser verdes, en contraste con el tono azul-grisáceo del resto de la figura). Lo primero que hizo el holograma, al que llamé "Guerrero Chozo fantasma" (porque... fue lo primero que se me pasó por la cabeza), es mostrar una imagen mía, reflejada en ese "espejo" que tenía. — ¿Eh? - exclamo, confuso, viéndome a mí mismo. - Hey..., no me veo nada mal. - comento, auto-halagándome. Mientras estoy "hipnotizado" viendo mi imagen y me acerco para tocarla (locuras de la vida), se forma un símbolo extraño (con la misma apariencia que los otros), y antes de que hiciese nada, ese símbolo lanza un rayo contra mí, pero no un rayo cualquiera, ¡sino un relámpago! Reacciono muy rápido y esquivo el ataque (hasta con voltereta incluida. Nunca en mi vida hice piruetas, créeme). Menos mal que actué rapidito, o de lo contrario me habría llevado una descarga. — Guau... ¿Así que este es el poder de los Chozo? - comenté asombrado, viendo lo rápido que reaccioné (ya que suelo ser bastante lento). El holograma comienza a flotar erráticamente por la estancia, separándose finalmente de su "base", la pintura. — Ahora sí se va a poner feo. - suelto. Aquí inicia la verdadera prueba Chozo. Obviamente no me darían el traje así como así (de hecho, ¿quién lo haría? ¡Nadie!). El espejismo flota por toda la estancia con violencia (y, mientras, yo alejado. No dejaré que me toque. ... A lo mejor es contagioso). De vez en cuando a muestra ese símbolo, así que supe mi tarea a realizar. — ¡Toma! - disparo una carga máxima del paralizador (apenas lo vengo probando). El disparo eléctrico impacta en el símbolo holográfico, provocando que una réplica de dicha marca (pero de color azulado con bordes blancos) se plasme en la pared, en la esquina superior izquierda. Noté que el holograma se volvió algo más blanco. — Ah... Ya entendí... - ya sé cómo podía vencer. Espero hasta que repita la jugada para dispararle, pero lo hice algo tarde y el disparo se refleja, por lo que me da de lleno (regresó con el doble de velocidad), dejándome... paralizado (como en Pokémon, que no me puedo mover). — ¡Ah..., mierda! - solté a duras penas. Tras lograr recuperarme, el símbolo reaparece, y no dudo nadita en disparar, esta vez acertando. Otro símbolo se ilumina, haciendo que el holograma volviese a aumentar su color. Y vuelvo a esperar para acertar el tercer disparo. Mientras tanto, el holograma sigue lanzándome rayos y electrificando el área, impactos que evitaba apoyándome en la pared e impulsándome de ella (cosa que no hacía antes, al parecer también por el ADN Chozo. ¡Más beneficios de los que desconocía!). En cuanto cambió el espejo al símbolo, ataco y acierto una vez más. Tres de cuatro. Sólo me falta uno más. La última ronda se puso más difícil. Los ataques eléctricos contra mí aumentan su ritmo como al doble, así que tenía que moverme demasiado. Además, el cambio del espejo también es muy frecuente, llevándome varias descargas en el proceso (por fortuna no me dio una arritmia ni nada por el estilo. Las descargas afectan al corazón, ¿y por qué no sufrí? Pues... no tengo idea). Finalmente la última oportunidad llega, el símbolo se manifiesta. Apunto rápidamente mi paralizador hacia el símbolo y solté... — ¡Hasta nunca, espejismo! - suelto el gatillo. El disparo impacta en el símbolo (imagínate la escena con acercamiento al proyectil y en cámara lenta, así como en película de acción), activando la última réplica en la esquina inferior derecha de la pared, y el holograma del guerrero regresa a su "base". — Finalmente... he vencido... - digo, victorioso y algo agotado, guardando la pistola paralizadora en su funda. El "espejo" de la pintura se ilumina. Otra vez soy reflejado, pero ahora mi imagen es reemplazada por otra: la de una armadura de color amarillo, un casco rojo con un par de tubos bajo las mejillas y un visor verdoso con forma de "T" curveada, zona del pecho también roja (y con una marca verdosa en forma de ">" en el pectoral derecho), cañón verde metálico en el brazo izquierdo y hombreras planas (ah, y la mano derecha poseía una esfera verdosa en su torso). Luego de observar esa imagen durante unos segundos, me envuelvo en un resplandor blanco y las marcas rosadas de mi traje Zero brillan (aunque no lo noté). Otros cuantos segundos después, me veo dentro de un visor con forma de "T" (con bordes azulados). Un mensaje encriptado en símbolos extraños (presumiblemente letras Chozo) aparece frente a mis ojos y, tras una actualización (en el que una barrita y un círculo representaban una especie de escaneo), me sale otro mensaje, pero ahora en idioma humano (o bueno, en español). — "Traje de batalla Chozo activado. Cañón calibrado. Módulo de carga activado. Unidad morfosfera activada. Bombas de Morfosfera activadas. Visor de combate activado. Visor de escaneo activado. Otros sistemas activados y operativos." — Chido... - exclamo, sorprendido. Ya tengo mi propio traje Chozo (esto amerita un pase de toma de pies a cabeza. Lo merezco)... Observo mi entorno a través del visor (activando en ello un dispositivo de realidad aumentada, mostrando cosas como un radar-mapa de proximidad, una barra de energía con un "99" junto a un medidor de carga debajo y un monitor corporal en la esquina inferior derecha). Una pared tallada se ve sospechosa, así que la escaneé (tuve que oprimir unos botones del casco para cambiar al escáner. Me tomó varios intentos, ya que son varios botones). — "Sabemos que tendrás un futuro difícil, y es posible que tengas que hacer frente a los peligros del espacio. Por tal motivo, hemos dejado esta armadura legendaria aquí, para que puedas reclamarla tras una prueba para la que sabemos te hemos preparado. ... Sabemos que hemos dejado el universo en buenas manos, y que tú serás quien lleve el sobrenombre de 'Guardián de la galaxia', o mejor dicho, 'guardiana'. Para ti, Samus Aran, la Elegida, sabemos que el universo estará a salvo en tus manos." En cuanto termino de leer el escrito, inmediatamente digo... — ¡Un momento! ¿"Elegida"? ¿Cómo que "Elegida"? Creo que hay un error aquí. Mi mente se llenó de dudas otra vez. ¿Realmente esta armadura es para mí? ¿Acaso era para ella y me la he robado? ¿En verdad era para Samus Aran? ¿O acaso le escribieron esto para cuando visitó esta zona hace años? Todas estas preguntas provocan que piense que la gente nos comparará a partir de ahora (inseguridad a tope). Mientras reflexiono por mi lectura, la enorme puerta de piedra se abre, y me voy de ahí. A medida que regreso hacia la salida, miraba estupefacto mi nueva armadura, a pesar de mis recientes pensamientos (donde noté que el cañón tiene dos óvalos, uno a cada lado, brillantes y de color amarillo, y unos propulsores en la espalda. Muy curioso...). Aún no me podía creer que estaba portando una armadura de origen extraterrestre (y que se supone es hecha por la especie más avanzada de la galaxia, según muchos loquitos). Sentí la necesidad de probar mis nuevas armas, pero no encontraba alguna zona de práctica (ya sabes, alguna galería de tiro o algo parecido), así que me quedo con las ganas de entrenar. Mientras, noté que el cañón tiene un gatillo interno, pero no lo usé por no tener algo a lo que cargarme. Ni modo, me pondré loco cuando regrese a la Tierra (y de paso les presuma a todos lo que llevo. ¡Se morirán de la envidia, ja, ja, ja!). Al regresar a la encrucijada de antes, veo a más piratas de los que había antes (¿y cómo no, si hice un ruidote? Entre la pelea y la puertota de piedra, cualquiera lo habría escuchado a doscientos metros de distancia, mínimo). Aunque traté de pasar de largo, uno de sus sensores con forma de ojo me detecta, soltando las alarmas. — ¡Ah, mierda! - exclamo. - << Pues hala, ya tengo a mi sujeto de pruebas. >> - pienso. Como dije más arriba, el cañón tiene un gatillo interno, así que lo jalo, disparando un rayo rojizo que lo destruyó. — ¡Pues tenga, por metiche! ¡Y por arruinar mi sigilo! El pequeño espectáculo llama la atención de los piratas, que me avistan y se me echan corriendo amenazantemente, con sus pinzas abiertas y dejando ver unos pequeños cañones dentro de estas. — Uy. ¡Con su permiso! - me limité a decir, y corro. Y que se arma la persecución, con los crustáceos humanoides pisándome los talones (no soy un atleta, como podrás ver. Me canso rápido, no tengo mucha resistencia) y destruyendo algunos murales y estatuas por accidente mientras me disparan rayos morados en forma de churro (tenía que decirlo). — ¡Eh, cabrones, están destruyendo patrimonio Chozo! ¡Y esos desaparecieron hace años! - les recrimino mientras todos corremos como si estuviéramos en una competencia olímpica. En cierta zona de la ciudadela, parece que los perdí de vista, por lo que me calmo un poco y avanzo caminando para recuperar el aliento. Prosigo y, sin darme cuenta, regresé al campamento improvisado de los marines. No oculté mi sorpresa, y rápidamente poso mi mirada sobre la esfera de piedra de la estatua. Esta vez sí me interesó saber sobre ella, y la escaneo (ya sé qué botón es, por fortuna) para ver qué me decía. — "Esta capa de roca con forma esférica envuelve una mejora Chozo. Dispárale para revelarla." - me indicó mi escáner. Le disparo, deshaciendo la capa de roca y dejando ver otra cosa: una pequeña cápsula de cristal con un misil en su interior. Lo toco y brillo. Tras esto, el tanque desapareció, pero mi traje me indica algo (además de que un contador de misiles con cinco unidades aparece a la derecha de la barra de energía). — "Misiles habilitados." — ¡Ajá! ¡Bingo! - exclamo, alegre. Los piratas llegaron nada más solté esa frase, como por arte de magia (además de que oí sus pasos al acercarse, por lo que no me sorprendo demasiado). En cuanto me observan, apunto a uno de ellos y, bien creído, hago algunas cositas (instrucciones, porque esto es nuevo para mí. Soy... un inexperto) y activo la configuración de misiles. Menos mal que esperaron pacientemente, cual enemigo de videojuego RPG. — ¡Tenga! - disparo el misil, y aunque quiso esquivarlo, este era teledirigido, así que... no la libró. - Pum. Ya dije, no la libró, pero el resto sigue ahí. Los "espectadores" de la pirotecnia me apuntan y atacan con sus rayos en forma de golosina que me dan ganas de ir a comprar, mismos que yo esquivo (y de paso noto que los bordes del visor se tornan verdes cada que un disparo me roza, además de que me entra un escalofrío cuando un ataque pasa muy cerca mío y, por último, los propulsores de mi espalda dejan una estela verde con cada pirueta. En resumen, me veía ma-ma-lón) y, a su vez, uso cualquier objeto en la estancia como refugio, todo mientras terminamos por destrozar, en conjunto, todo el campamento, dejando el lugar a oscuras. En determinado momento, se detienen y sueltan un grito, señal de que habían pedido refuerzos, y lo veo muy rápido. Los bordes de mi visor se volvieron verdes otra vez y me entra un escalofrío (como una especie de "sentido arácnido"); giro hacia atrás y un pirata va punto de golpearme con su pinza derecha. En un rápido acto defensivo (y con algo de miedo, soltando un "¡Aaah!") muevo mi cañón hacia arriba, golpeándolo en la quijada (aunque no tengan cuello) y apartándolo con una patada. — Oh... - solté, pensando en un nombre para dicho movimiento (el de alzar el cañón), llegando rápidamente a uno: "contragolpe". Con el pirata alejado, escapo y se arma otra persecución (y también pensé en un nombre para el esquive fregonsísimo: "defensa sensorial"). Al estar en una zona más abierta (al parecer una sala de reuniones), hago un alto y confronto a mis perseguidores (ellos me ven valiente, pero la verdad es que me orino del miedo). En plena pelea, sin embargo, cuando estaba disfrutando el momento, mis misiles se agotaron (¿qué se puede esperar? Cinco misiles no iban a durar mucho, ¿verdad?). Viendo eso, los piratas se me aproximan, y no sólo de enfrente, también por detrás. Aunque estaba confiado, la situación comenzó a ponerse fea, ya que comenzaron a llegar bastantes de ellos (puedo decir que eran decenas). Ya me ganaba el miedo, y esto se intensificó cuando todo el batallón enemigo me acorrala contra la pared. Menos concentrado que antes, apunté mi cañón contra un pirata, pero éste inesperadamente se desvanece por unos cuantos segundos (esto lo hizo brillando y volviendo a materializarse). — ¡Ay, no! ¡Ya se presentan los efectos secundarios! - solté, sin saber lo que pasaba. Para añadirle más tensión, todo el brazo izquierdo de la armadura hace lo mismo que el cañón, y así con todo el resto. Viendo mi momento de... inestabilidad, los piratas me apuntan con sus armas, pero yo (que había logrado reconcentrarme milagrosamente y mantener toda mi armadura activada, a pesar del terrorcito que me cargaba) tacleo a los de enfrente (claro que recibiendo algunos cuantos disparos, por lo que mi medidor pasó de registrar 99 unidades de energía a 39). — ¡Adiós, tarados! - les apunto con el índice, y echo a correr a la salida. Ya perdiendo a los piratas de una, regreso a la entrada de las ruinas, a mi nueva nave y ¡adiós!, al espacio. Lejos del planeta (y tras relajarme, recargar mis niveles de energía y munición balística en una maquinita que estaba ahí, conectarme a la base de datos y de comunicaciones de la Federación y descargarme una actualización llamada "visor de órdenes". Quiero estar mejor preparado), quiero hablar con mi compañera cibernética sobre varias cosas, como lo de la "Elegida" y los problemas que tuve con mi armadura recién adquirida. — Uh... Samus, creo que tengo un pequeño problemita con este traje. Resulta que me entró el pánico y... - le hago saber, pero ella me responde con otra cosa. — Helio, estoy recibiendo un mensaje del comandante Malkovich. — Je, je. Qué bueno que ahora no hay que esperar miles de años para obtener la respuesta. - bendigo la comunicación cuántica (otra de las maravillas de la tecnología humana). Mientras, mi IA abre una transmisión del comandante vía radio. — Helio, necesitamos que vuelvas a la Tierra inmediatamente. Los piratas están invadiendo el planeta. — ¡¿Qué?! — Todo apunta a que portaban escudos de invisibilidad y, por ello, burlaron todas las defensas, incluyendo al ejército federal. Se está efectuando una batalla en la órbita del planeta, pero tú bajarás a la superficie. ¿Ha quedado claro? — ¡Sí, señor! - respondí, ya decidido. No iba a permitir que los piratas me quiten lo que más quiero en el mundo: mi familia y mi mascota, un perro de raza dálmata (¿qué tal, eh?), con el que tuve un inconveniente en el pasado, y es que... lo secuestraron. Afortunadamente lo recuperaron y me lo devolvieron. Qué alivio. Regreso a la Tierra por medio de otro vórtice. Nada más salgo de él, vuelo rápido a mi planeta. Una flota pirata comandada por una gigantesca nave morada y muchas pequeñas, verdes (que me recordaron a... ejem... espermatozoides. ¡Ay! ¡¿Por qué tengo una mente tan enferma?!), con un emblema de un dragón rojo en su parte superior, estaba confrontando al ejército de la Federación en la órbita terrestre, acompañados de los sistemas de defensa orbitales (podría ayudar, pero el comandante me ordenó bajar. Son sus órdenes, no puedo contradecirlas o me irá como en feria). — Maldita sea... Uno ya no puede ni salir de su planeta a gusto porque luego lo invaden. - me quejo. En eso, vuelvo a ser contactado por el comandante Malkovich. — Helio, los piratas han invadido todas las ciudades del planeta. El ejército ha recuperado casi todas, pero aún hay algunas que siguen en proceso. En cuanto a ti, dirígete a tu ciudad natal, más específicamente a la zona sur. Hay varios edificios derribados. Tu misión es apoyar a los soldados, eliminar a los piratas y rescatar a los heridos. - me informa brevemente y se desconecta. — ¡Ah! ¡Pero qué molestia! - me quejo otra vez, sonando más molesto. — Así son los piratas. Son tan molestos como una piedra en el zapato. - comenta la digitalizada. Me abro paso a través del tiroteo de láseres azules y rojos (con algo de ayuda de Samus, que soy tan inexperimentado que puedo llegar a recibir varios tiros por menso) y reingreso a la atmósfera. Llego raudo y veloz al sitio indicado y aterrizo (no voy a saltar. Me dan miedo las alturas). Encuentro tres edificios, uno destruido parcialmente. — ¡Oh, oh! - replico, y entro. Mi radar detecta varias presencias, así que corro a inspeccionar. En el camino no vi a ninguna persona... viva, y termino topándome con nueve Zebesianos apuntando los cañones interiores de sus pinzas contra una chica (lo sé porque escuché su voz). — Ah, no. ¡Eso no! - suelto, y les hablo. - ¡Oigan, cangrejoides! - todos voltean. - ¡Vengan por mí! ¡No se metan con la gente indefensa! - muevo mi mano para decirles que me sigan. Dejan de lado a la chica y se centran en mi figura, que es más amenazante por tener el modelo básico del traje de Samus Aran. Los alejo de quien era su víctima hasta una zona más cercana a la entrada (recibiendo disparos de todos ellos en el proceso, dejándome con sólo nueve unidades de energía y las luces de mi armadura brillando en rojo y con una pequeña alarma dentro de mi casco. ¡Vaya comienzo...!). En cuanto los tuve en donde quería, miro al techo y noto debilidades en su estructura. No me lo pienso dos veces y disparo un misil, colapsando esa sección y aplastándolos. — ¡Ahí se ven! - me "despido" de ellos, y regreso con la muchacha. Vuelvo sobre mis pasos y doy con ella, y aquí aprecié su apariencia: cabello negro y algo largo (le llega a la cintura. ¡Na-tu-ra-li-to!, que hay muchas que usan extensiones), piel un poco blanca y ojos cafés. Trae puesto un vestido verde limón a rayas blancas, con overol igualmente blanco y bordeados también verdosos que le hace parecer una mesera. — Gracias, Samus Aran. - me habla, con voz temblorosa. Suena... insegura. — << Y aquí vamos... >> - miro hacia un lado momentáneamente. Sabía que no esperaría mucho para que empezaran las comparaciones... ¡Lo sabía! - ¿Cómo te llamas? - le pregunto. — ... - está tan asustada que no me dice nada. Ya notó que no soy Samus (lástima. Ja..., ja...). Se ve sonrojada, pero mi escáner me dice que no es por pena, sino más bien por nerviosismo, como una especie de respuesta física ante el estrés (y de paso la identifico: "Cinthya López"). — Tímida, ¿o no? - le hago la misma pregunta que el comandante me hizo un rato antes, en Arcadia, aunque su miedo habla por ella (y el estado de mi traje y mi extraño cansancio también hablan por mí: me siento... curiosamente agotado). Le ofrezco mi mano para levantarse. Tomo su mano para ayudarle a ponerse de pie (que es complicado hacerlo con tacones, me imagino), notando a su vez que estaba temblorosa (un poco más de lo habitual, diría yo). Pobre de ella... Sentir inseguridad y encima ser atacada por sorpresa por piratas espaciales. Obviamente está en proceso de sufrir un ataque de ansiedad. — Calma, que estarás más segura conmigo. - le comento para tranquilizarla. Y pensar que yo estuve justamente así hace un ratito en Zebes... - Bueno, vamos a buscar a los tuyos. — S-sé dónde están. S-sígueme. - me indica, aún nerviosa. Afortunadamente no tuvimos que viajar por toda la ciudad para buscar a su grupo de conocidos. Para mi buena suerte, todos estaban refugiados en uno de los edificios aledaños, casi intacto. Entramos (con ayuda de ella, que puso su pulgar en un escáner) y bajamos al sótano, protegido por una compuerta automática reforzada. Mi asustada acompañante se acerca a ella y dice unas palabras. — ¡Oigan! ¡Soy yo, Uvita! — << ¿"Uvita..."? >> - pienso, extrañado por su sobrenombre. La miré raro y entrecierro los ojos. Los resguardados detrás de la puerta escuchan a Cinthya y la abren. Veo a muchas personas (más de quince, que medio los conté con la vista), la mayoría con atuendos similares a los de la chica que salvé, con las mujeres usando vestidos idénticos al suyo, pero de otros colores, y los hombres... parecen meseros. En resumen, todos (con excepción de tres sujetos: uno con apariencia de nerd, un señor ya algo mayor con saco y otro hombre, calvo, ¡y todos usando lentes!) se ven como si formaran parte de una cafetería. Qué loco, ¿no? — Ah, ustedes deben ser. - dije, viendo al grupo entero a salvo, y señalándolos ligeramente con mi índice derecho. — Muchas gracias por rescatarla. Se separó de nosotros cuando comenzó el ataque. En verdad te lo agradezco. - me agradece el señor viejito (suena feo, pero es una de las formas en las que nos dirigimos los jóvenes a los adultos mayores. En serio, soné maleducado). Como ya había dejado a Cinthya con sus conocidos (quienes seguramente la llevarán con su familia luego de esto, aunque también podría hacerlo yo, pero no sé dónde vive. Ah, y no mencionaré los nombre de todos, que no nos importan ni vienen al caso, y ni los conozco), decidí que era la hora de irme, así que informo al comandante Malkovich de lo ocurrido. — Comandante, he brindado auxilio a una pobre chica que estaba por ser asesinada. - comenté por medio del comunicador integrado en mi casco. — Muy bien hecho, Helio. Sabía que podía contar contigo. — ¿Quiere que haga algo más ahora, señor? — Protege a esas personas, que tengo entendido que las pocas ciudades aún no recuperadas del planeta sufren por igual. Hasta el momento no me han notificado de las bajas de soldados y civiles, pero no nos confiemos. Por lo pronto, brinda protección a esa gente, sobre todo a esa chica, que tengo la sensación de que sufre de una crisis de ansiedad. — Yo también pensé en eso último, señor. Claro que lo haré. Cambio y fuera. - corto comunicaciones con el comandante y volteo hacia el grupo. - Bueno, gente, me tendrán por aquí cerca un rato. Siéntanse afortunados. Durante más de una hora, permanezco afuera del edificio, haciendo de guardia junto a otros soldados (que, como la policía en las películas, siempre llegan tarde. ¡Qué cliché!) y defendiendo de los ataques de más piratas que llegaban cada cierto tiempo. Tras muchas oleadas, las fuerzas enemigas se marchan del planeta (creo que se aburrieron). Todos nos aliviamos. El ejército de la Federación se retira, yo quedo solo donde estoy y me comunico otra vez con el comandante, quien me vuelve a felicitar y me dice que me ha depositado mi primer pago en una cuenta que creó recientemente para mí (¡mi primer trabajo realizado con éxito! ¡Qué bien!). Posteriormente, reingreso a la edificación y les notifico a todos que la invasión ha cesado y, por ende, debo retirarme. — Bien, damas y caballeros, mi deber aquí ha terminado. Ya pasó todo, así que no me necesitan más. Cuídense. - digo adiós y voy para mi nave, pero alguien me toma del brazo: Cinthya. - ¿Eh...? — ¡No! ¡Por favor, no te vayas! - me suplica, aferrándose a mi brazo derecho. En esta ocasión fui yo quien se sonroja (y que las luces de la armadura brillen en rojo por baja energía, sumado a mi cansancio y mis jadeos, no ayuda de mucho). — L-lo lamento, pero tengo que irme. - suelto, un poco confundido por su acción. - << Ah, caray... ¿Y esta qué tiene? >> — P-por favor... - suplica de nuevo, ahora con voz aún más temblorosa que antes. — ... - intento pensar en algo que decir, pero nada, no sabía qué hacer. Ella se pone a llorar por la presión de que estuvo a punto de morir, mientras yo moría de vergüenza (repito: el estado de mi traje hace que las personas piensen en otra cosa). El grupo se me queda mirando. — ¿Qué? ¡No me culpen! ¡Es ella, que no me quiere soltar! - exclamo, apenado. Teniéndola aferrada como sanguijuela, no podía ni siquiera levantar el cañón porque la espantaría. Sólo me quedo ahí, quieto, mientras ella sigue con lo suyo (y, por otra parte, yo me siento más nervioso aún). Los minutos pasan, y dos de sus compañeros (más precisamente el de rosa y el de morado) se acercan a nosotros para quitármela de encima, ya que les hice una seña con el dedo, apuntándole a ella, para que me ayudaran (es que la incomodidad me ganó). — ¿Ella suele ser así? - pregunto (y sólo a mí se me ocurre hacer tal pregunta en esta situación... Grandioso...). — No te preocupes por esto. Es sólo que... ella es algo reservada. - me responde la señora de vestido rosa. — << Reservada, ¿eh...? >> - pienso. - ... De acuerdo, gente, salgamos. Ya dije que no hay moros en la costa. Los piratas se han ido. - les digo, y me siguen al exterior. Con mi deber finalmente terminada, me dispongo a marcharme de ahí. Camino a mi nave y, viendo que estaba yéndome de una manera muy fría (en apariencia), volteo a verlos a todos. — Bueno..., me retiro. Espero... que podamos volver a vernos pronto. - todos esos sentimientos de vergüenza se transforman en algo más: tristeza. Me veo cabizbajo. Antes de abordar mi nave, levanto mi mirada y observo a Cinthya (aunque parecía que los estaba viendo a todos) y pensé... — << Sé que apenas nos acabamos de conocer, pero... a pesar de todo, quiero decirte que... eres tan hermosa y bonita... >>. Sí, esos sentimientos comenzaron a invadirme (está bien, lo confieso: creo... que ya me pegó el flechazo de Cupido, a primera vista, supongo). Muy extraño (pero no en el ámbito biológico, sino más bien para mí) es que, de repente, me dieron ganas de estar con ella, de hacer que esa inseguridad suya desaparezca, a pesar de haberla conocido muy recientemente. Ay de mí... Levanto mi mano en señal de despedida y todos me responden, ella incluida. — << Cuídate, Cinthya. >> - me despido de ella mentalmente, y me retiro ahora sí. Regreso al cuartel federal para hablar personalmente con el comandante (y no se me olvida recuperar la energía que perdí, junto con la munición de misiles). Durante el vuelo, no dije absolutamente nada. Estaba pensando en Cinthya. Incluso Samus se da cuenta de esto. — ¿Ocurre algo? — ¿Eh? Ah, no, nada... No pasa... nada... - intento no sonar raro. — ¿Seguro? — Sí. Se forma un pequeño silencio que se me hizo muy largo, demasiado largo, por lo que no pude evitar soltarlo todo. — ... Está bien, miento: quiero regresar a Monterrey. — ¿Lo dices por la chica esa? - me pregunta, exaltándome. — ¡¿Qué?! ¿Cómo lo sabes? — Recuerda que estoy conectada a la computadora de esta nave, y también ahora lo estoy a tu traje. - me recuerda que la conecté a mi armadura tras salir de Zebes y antes de regresar a la Tierra. - Además, acabo de hacerte un pequeño diagnóstico médico, y veo que estás algo alterado. — ... Bueno, pues... — No te preocupes por ella, estará bien. Además, puedes visitarla cuando vuelvas. — Sí..., tienes razón. Poco después, llego al cuartel general (en Arcadia ya había anochecido). Recorro los pasillos, perdiéndome por unos minutos, hasta dar con el despacho del comandante. — Hola, Helio. Me da gusto verte de nuevo. Y veo que el Proyecto S.A ha dado frutos. - me comenta, recibiéndome y observando mi nueva armadura. — Bueno, sí... Podría decirse que sí. ¿Sabe la razón del porqué del ataque? — Todo apunta a que, debido a la muerte física de Samus Aran, los piratas atacarán a la Federación como nunca antes. El propio Ridley lo advirtió tras la invasión a Daiban. — Ah, ya veo. - respondo, algo tajante, volteando a un lado. En eso, me llegó una idea a la mente. - Oiga, comandante, ¿no podría llevarme de nuevo a la sala de entrenamiento? Es que quiero aprender a usar bien este traje. — Por supuesto que sí. Acompáñame. - vamos para allá. Qué "misión Zero" tan movida, ¿no crees? Obtuve una armadura de combate Chozo, conocí a personas nuevas y, sobre todo, a Cinthya López. Parece que formar parte del Proyecto S.A tuvo sus beneficios, después de todo. |
Capítulo 3
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Fuerzas de la Federación. Persecución |
Seguimos a miércoles 16 de mayo. Vamos a una de las muchas salas de entrenamiento que observé durante mi "tour de bienvenida" (que estaba desocupada. ¡Plus!). El comandante me presenta al responsable de operar la cabina durante las sesiones, un chico mayor que yo tanto en edad como un poco en estatura), que usa una bata de laboratorio y lentes (al parecer por miopía. Pobre). Le acompaña otro más, frente a un ordenador. — Helio, él es Michael Philips, responsable de operar esta sala de entrenamiento. - me presentó al que estaba a cargo. Este volteó a mirarnos al escuchar la voz del comandante (aunque no le noté nada de nerviosismo... aparentemente). — Hola. Mucho gusto. - no suena tan asustado como Cinthya. — Ho-hola. Esto... Quisiera practicar un poquito con este nuevo traje, que no sé muy bien cómo usarlo. ¿Puedo? - explico el porqué de mi presencia. — Por supuesto que sí. ¿Empezamos? — Sí, claro. Si es por eso que estoy aquí. Lo prepara todo para la sesión. Antes de irme, no pude dejar de mirar al compañero de Michael (y no era porque no viera siniestro o algo. Es que no sabía su nombre). Le pregunto cómo me llama, y me dice que su nombre es "Jason Mathews". Ya con esa duda respondida, continué con mi camino. El comandante me acompaña a la parte principal, la inferior, y me dice que me esperará, ya que tiene algo más para mí. Caray, apenas voy empezando y ya me atiborran de cosas... Bueno, así es la vida laboral, ¿no? Y más si trabajas para la Federación y eres el sucesor en proceso de Samus Aran. Me coloco en medio de aquella estancia cuadrada y de color azul. — ¿Preparado? - me pregunta Michael Philips, acompañado del otro y mi OJ. Todos me van a supervisar (¡qué nervios!). — ¡Sí! — Bien, vamos a comenzar. Antes de empezar de verdad, hago una preguntita rápida. — Eh... ¿Esto es obligatorio? — No necesariamente. Además, este es tu primer entrenamiento como cazarrecompensas, así que, ya sabes, concéntrate. - me resuelve (parcialmente) esa duda. - En fin, vamos a comenzar. Frente a mí aparecen varios blancos con forma redonda y de color azulado, flotantes. — << Hologramas... >> - pienso. — Prueba a usar tu rayo, tanto normal como cargado. - recibo mi primera instrucción. Apunto a las dianas con ayuda de una retícula verdosa y redonda rodeada por cuatro líneas en forma de "X" y disparo. Con los disparos normales ya tengo algo de experiencia, pero con los cargados... es otra cosa: no sé cómo usarlos. Pregunto que cómo se usa el rayo cargado, y sólo se limitan a contestarme "Descúbrelo tú mismo.". Pierdo como dos minutos moviendo cosas de mi cañón para... descubrirlo, empezando a creer que ya estoy impacientando a mis "inspectores". Hago otras estupideces hasta que pienso en algo: mantener jalado el gatillo interno de mi arma. Lo pongo en práctica y funciona, ya que la boca de la misma se abre y acumula energía (junto a un sonidito particular que me gustó). Apunto a otra diana y suelto el gatillo, liberando un ataque más potente. ¿El resultado? Pum, destruido. Sigo practicando hasta estar completamente identificado con esta nueva forma de atacar. Les hago saber a los de arriba que ya me aburrió disparar a lo tonto, por lo que pido cambiar. Me obedecen y me dicen que cambiemos a la morfosfera (junto con sus bombas). Aclaro que no tengo ni idea de cómo convertirme en una esferita metálica, y me comentan... que me concentre (así, nada más). Cierro los ojos y bajo la cabeza. Me concentro, repitiendo en mi mente la frase "Conviértete en pelota, conviértete en pelota.", y en cuestión de segundos (que yo pensé que serían minutos), varias líneas brillantes verdosas me rodean esféricamente, y... me vuelvo energía que queda comprimida dentro de una pequeña pelota metálica de un metro exacto de diámetro, la dichosa "morfosfera". Sobre las bombas, primero ruedo como imbécil para... disfrutar un poquito. Luego me reconcentro, dejo (sin querer) tres explosivos azulados que detonan casi instantáneamente. De hecho, las tres pequeñas explosiones hicieron que Michael se cubriera los ojos (vaya delicado). Regreso a mi forma normal después de concentrarme una vez más y que unas líneas brillantes aparezcan, expandiéndose y que la esfera se envuelva en un brillo verdoso. — << Mmm... Esto ha estado demasiado fácil...>> - pienso. — Es momento de subir de nivel. Pasa al centro de la sala. - me indicó de nuevo, haciendo que una parte de la sección central de la estancia comenzara a brillar. Me dio curiosidad (además de que forzosamente tenía que hacerle caso), así que me acerqué. En cuanto me puse en dicha zona, esta se desmaterializó, haciendo que caiga varios metros (aunque por suerte, y por razones que ya expliqué antes, la caída no me dolió). — ¡Eh! ¡Tramposo! ¡Tramposo! - exclamé, pensando que haría otra cosa. — Prueba a usar el salto trepador para salir de allí. - me dijo mi "instructor". - Solamente tienes que apoyarte en la pared. Volví a hacerle caso. Me apoyé en la pared y, mientras me resbalaba de vuelta hacia abajo, di una patada y me impulsé lejos de ella. Usé dicha técnica entre paredes, impulsándome en ellas para salir de esa "celda" improvisada. — Hey. Qué bien que saliste de ahí. - me felicitó, provocando que gire a verlo. — << Vas a ver, ¿eh? >> - lo amenacé mentalmente, además de mirarlo con cara de desafío. Varios Zebesianos holográficos (ocho en total) me rodearon, todos apuntándome. — Ahora, prueba a esquivar todos los disparos. - me informaron. Los holo-piratas me dispararon con sus rayos con forma de... churro, a lo cual yo respondí con la defensa sensorial, esquivando cada disparo con todo y voltereta (incluso con varias piruetas hacia atrás). En una de esas esquivadas, sin querer jalé el gatillo interno del cañón, donde me di cuenta de que la carga fue instantánea, y no de unos pocos segundos. — Guau... - solté, viendo mejor lo ágil que soy ahora. — Es hora de la última prueba. - me informó Matthews, dando a entender que ya iba a terminar. Los ocho Zebesianos desaparecieron, pero otros cuatro aparecieron rodeándome, uno a cada lado. Los observé a todos mientras pasaba mi mano sobre mi cañón, listo para atacar. El que se encontraba detrás de mí inició la contienda disparándome con el cañón de su tenaza izquierda contra mi espalda, a lo que respondí esquivando con la defensa sensorial, cargando mi arma instantáneamente y disparándole en la cabeza, destruyéndolo. El siguiente en actuar fue el de la derecha, quien se acercó a mí e intentó enfrentarme cuerpo a cuerpo. Mientras, el de la izquierda me apuntaba y me disparaba con sus dos cañones. Y por último, el de enfrente también se acercó a mí, pero de un salto. Esquivé todos los ataques con la defensa sensorial y, rápidamente, me convertí en Morfosfera y dejé algunas bombas, que aturdieron a los hologramas. De manera veloz regresé a mi forma normal y me monté encima del Zebesiano que tenía enfrente de mí, donde aproveché para acertarle un disparo cargado justo en la cabeza, eliminándolo. Posteriormente, di un giro rápido y apunté al pirata situado detrás de mí, lanzando un Misil (apenas se me ocurrió usar uno...) que impactó en él, eliminándolo. Con ese destruido, pasé a enfocarme en el de la izquierda. Lo enfoqué rápidamente y le disparé un Misil, pero este esquivó el proyectil de un salto (y eso que los Misiles son teledirigidos) y se acercó a mí, agarrándome con una de sus tenazas. Me libré de él con una patada y lo aparté de mí. Terminó cayendo al piso, así que corrí rápidamente hacia él, lo sometí y le propiné un disparo cargado en la cabeza, eliminándolo también, dejándome únicamente con el de la derecha. Enfoqué al pirata que me quedaba y también le lancé un Misil, pero este igualmente lo esquivó saltando. Le lancé los dos que me quedaban (ese tanque que recogí en Zebes me dio 5 misiles, cuando pensé que daría sólo 1), y el resultado fue el mismo, obligándome a depender del rayo (aunque, de todas formas, no tenía por qué preocuparme, ya que eran hologramas y no me bajarían nada de energía). El pirata se acercó a mí y me agarró con sus dos tenazas, arrojándome lejos de él. Mientras me levantaba, disparó con sus dos cañones, por lo que los esquivé con la defensa sensorial, levantándome en el acto y cargando mi rayo (aprovechando el momento). En vez de acercarme, esperé a que hiciera algo, cosa que se vio reflejada al ver cómo se abalanzaba sobre mí. En eso, lo enfoqué con el auto-objetivo y solté... — Hasta aquí llegas. - comenté, soltando el gatillo y disparando el rayo cargado justo en su cabeza, acabando con él. Así, finalmente di por concluido el entrenamiento (o al menos eso parecía, ya que no hubo más enemigos). — Te felicito por tu desempeño. Para ser tu primer entrenamiento, lo has hecho bastante bien. - me felicitó mi "inspector", observando las estadísticas de mi entrenamiento en el monitor de su compañero. - Y por cierto, veo que te has quedado sin munición. - comentó, viendo que me quedé sin balísticos. — << No me digas... >> - pensé. ¿Y cómo le hago para recargarla? ¿Tengo que regresar hasta la nave? - pregunté, viendo que tal parecía tenía que hacer eso. — Lo único que tienes que hacer es agarrar tu cañón en posición vertical y concentrarte. Hice lo que me dijo (creo que ya he repetido eso muchas veces este rato, ¿no crees?). Sujeté mi cañón en posición de guardia, alzando mi cañón y sujetándolo, y me concentré. Un brillo dorado-anaranjado envolvió mi cañón. Y de repente, mi contador de misiles pasó de 00 a 05. — Guau... - solté, viendo tanto el brillo como el contador relleno. - << Mmm... Conque puedo recargar Misiles sin necesitar un productor de munición, ¿eh...? >> - pensé. — Esa es una de las ventajas de poseer una armadura Chozo. Me lo contó Samus Aran. Además, cuando tengas poca energía, puedes usar la misma técnica. Funciona tanto para la munición como para la energía. — << Mmm... Interesante... >> - volví a pensar. — Muy bien, Helio. Hemos terminado con el entrenamiento. - me comentó, confirmando que habíamos terminado. Escuché esas palabras, sin embargo, mi mente y pensamientos volvieron a enfocarse en otra cosa (o debería decir en alguien más): Cynthia. No podía quitármela de la cabeza, por más que quisiera. Seguía recordando lo que había sucedido recientemente, el ataque pirata a la Tierra, y el cómo tuve que rescatarla de los Zebesianos. Su cara triste... Ya sabía (y ya sabes) lo que eso significaba. — << Cynthia... ¿Qué estará haciendo? >> - pensaba. Mi instructor se dio cuenta de mi falta de concentración, así que me llamó. — ¿Ocurre algo? - me pregunta, haciendo que vuelva en mí. — No, nada. - respondí tajantemente. — ¿Qué vas a hacer ahora? - me preguntó. — Mmm... - recordaba. - ¡Ah, claro! El comandante Malkovich me dijo que fuera con él cuando terminara de entrenar. — Pues no pierdas el tiempo y ve con él, y recuerda: no lo hagas enojar. - me dijo, aconsejándome. — Sí, claro. Lo tendré en cuenta. ¡Nos vemos! - terminé despidiéndome de él (y de su compañero, aunque este no me hizo caso). Regresé a la oficina del comandante (que, por cierto, se encuentra en los niveles superiores del edificio), donde este se encontraba en una situación similar a cuando lo conocí, ya que estaba firmando unos documentos en papel (estamos tan avanzados tecnológicamente, ¿y el papel sigue siendo empleado? Lamentablemente, sí). — Hola, Helio. No tardaste mucho. - comentó el superior, saludándome y dando a entender que el entrenamiento fue muy corto (corto, pero intenso, diría yo). — Sí, sí. - respondí. - Bueno, emm... ¿Tiene preparado algo para mí? ¿O algo? - le pregunté, en espera de algo, o de nada para regresar a mi casa a descansar. — Ahora no. Te puedes tomar el resto del día. — ¡Por favor...! Quisiera demostrar qué puedo hacer con esta nueva armadura. - supliqué, pareciendo en cierta manera un niño pequeño que le pide algo a sus padres. — ... De acuerdo, veré qué encuentro. - me respondió, poniéndose a buscar en una lista holográfica. Podría haberme ido (o decirle que no quería hacer nada más), pero la emoción de poseer una legendaria armadura de combate Chozo que es del mismo modelo que la de Samus Aran no se alejaba de mí. Aún me sentía emocionado, y quería demostrar lo que puedo hacer. Esto lo pensaba mientras miraba por el ventanal hacia el exterior (que, por cierto, no he dicho la hora, y es que son 17:43, momento perfecto para una escena de atardecer). Luego de un par de minutos, volví a mirar hacia el comandante, momento en el que vi que el detuvo su dedo en una frase que tenía un cuadrado a su lado izquierdo. — ¿Ha encontrado algo, señor? - le pregunté en espera de una respuesta. — Así es. Ahora quiero que vayas al sistema Bermuda. Quiero que vayas y conozcas al general al mando de las Fuerzas de la Federación, y de paso les ayudes a capturar a un líder pirata. — Fuerzas de la Federación, ¿eh? - solté. - << ¿No habría sido más fácil que viniera él mismo a presentarse? ¿O es que está demasiado ocupado? >> - pensaba. Por lo que he visto en la televisión y la Cosmonet (o sea se, la versión actual del antiguo Internet, que se extiende a toda la galaxia), las Fuerzas de la Federación nacieron de un proyecto conocido como "Operación Gólem" que, a pesar de que tuvo una respuesta inicial bastante negativa (en el caso de la Tierra, fue neutra), terminó por convertirse en una rama más de la Federación. Además de que han mostrado de lo que son capaces, siendo los responsables de un arma pirata que tenía por objetivo destruir este mismo edificio en el que estamos. Por lo menos, desde ese incidente es que la gente confía en dicha rama federal. — ¿Y? ¿Aceptas? - me volvió a preguntar. — Cla-claro. - acepté, aunque no me di cuenta de que llevaba dos misiones seguidas, o bueno, lo ignoré. — Bien. Entonces te mandaré las coordenadas. Buena suerte. - me contestó, dando por terminado el informe. Mientras me dirigía hacia la compuerta, el comandante me llamó la atención otra vez. — Ah, y antes de que te vayas, ya te mandé Segurus (así se llaman los créditos) a tu cuenta federal por la misión de reconocimiento y el rescate de esa chica. Recuerda, recógelos cuando puedas. - me recordó, haciendo que volteara a verlo (ya que estaba dándole la espalda). — Claro. Lo haré. Lo veo luego. - me despedí, abandonando la estancia. Regresé hasta el hangar, donde (con ayuda de mi nuevo Visor de Órdenes, valga la redundancia) ordené a mi nave que se preparara para despegar. La abordé y me senté. — Samus, vamos a... - dije a mi IA, cuando ella se me adelanta. — He sido informada, y ya he recibido las coordenadas. Vamos al sistema Bermuda. - dice. Antes de activar los motores, decidí ver primero qué decía el informe que me enviaron. — Bueno, primero que nada, veamos ese nuevo archivo de misión. - comenté, por lo que Samus mostró el archivo de la misma manera que el anterior. El archivo de misión era el siguiente... "--- Archivo de misión 07428 --- --- Terminación del contrato --- --- Confirmación de datos --- — Listo. Ya lo leí. Vámonos. - dije tras leer el informe. Con las coordenadas ya fijadas, encendí los motores y salí de la Tierra en menos de... 3 horas, creo (porque mi visita a Zebes duró tan sólo 1 hora y media, y el rescate de Cynthia y el ataque pirata duraron otra media hora, aunque dentro de las ruinas y en Monterrey perdí la noción del tiempo, pareciéndome que fueron unos cuantos minutos). Cuando estuve lo suficientemente alejado del planeta, activé nuevamente el generador de agujeros de gusano y entré en el portal. Al atravesarlo, me topé con una enorme nave delante de mí. En eso, varios cazas grises con líneas amarillas, cristal de cabina verde y tres turbinas se acercaron a mí. — Se encuentra cerca de la NFG Égida. Por favor, identifíquese. - recibí una orden por medio del radiotransmisor (sí, a pesar de los avances tecnológicos, aún se utilizan las ondas de radio). — ... De acuerdo, les diré. Soy el cazarrecompensas Helio Cabrales, clave 1754556. Vengo aquí porque... - me identificaba, cuando el soldado recibió la transmisión de alguien más, por lo que procedió a responderle. — Espera un momento, por favor. - me dijo, momento en que oí que hablaba con alguien más. - ¿Sí? Sí, señor, acaba de llegar. ... Ajá. ... De acuerdo. ... Entendido. - escuché (ya que dejó la transmisión abierta). - Ya sabemos quién eres y a qué vienes. Puedes proseguir. Aterriza en el hangar 3. — De acuerdo. - comenté, finalizando la transmisión, tras lo cual los cazas se retiraron. Antes de acercarme a la nave, observé hacia el interior del sistema planetario, notando que los tres planetas que lo componían, uno azul, uno marrón y uno verdoso, se encontraban algo cerca entre sí (sin embargo, en cuanto los escaneé, noté que sus resonancias orbitales estaban acomodadas de tal manera que nunca se acercaban demasiado ni corrían el riesgo de colisionar). Hasta me dieron ganas de ir a cada uno, bajarme y explorar, pero eso quedará para otro día. Aceleré mi vehículo y aterricé en el mencionado hangar 3. Una vez dentro de la Égida, tuve que preguntar por el general, que se encontraba en la sala de mando de la nave, conocida por ellos como "barracones" (menos mal que me pasaron el mapa del interior de la nave para hacerme la vida más fácil). Atravesé salas y pasillos, mencionando en particular una plataforma de entrenamiento, que contenía un campo de tiro (quisiera probarlo) y un simulador de combate; un hangar, en donde había naves que ellos llaman "lanzaderas"; y los talleres, donde daban mantenimiento a la característica principal de las Fuerzas de la Federación: los Mekas, poderosas armaduras mecanizadas (que según me informé, están basadas en la armadura que ahora traigo puesta. ... ¿Basadas?). Y por fin, luego de dar varias vueltas por la nave (a pesar de contar con el mapa), llegué al dichoso cuartel, donde había varios Marines (que, por cierto, llevaban un traje diferente al de los demás) en varias consolas. Sobre ellos, en un pequeño mirador, se encontraba el general: un señor con un traje igualito al atuendo formal del comandante Malkovich, junto con un casco con visor amarillo. — << ¡Por fin! ¡Luego de siglos! >> - pensé. - Eh... Oiga, disculpe... - dije para llamar su atención. Funcionó. — Ah. Así que tú eres el nuevo cazarrecompensas de la Federación. Es un gusto conocerte. Me llamo Alex Miles. Soy el general al mando de las Fuerzas de la Federación. - se presentó el general Miles. — Uh... Claro, claro. - contesto. - Sólo por si acaso, me llamo Helio Cabrales. — Mientras venías hacia aquí, el comandante Malkovich se contactó conmigo y me ha informado de todo. Y creo que ya sabes por qué estás aquí. — Sí, también lo sé. Vengo a conocerlo y a ayudarles a atrapar a un pirata. — En efecto. El líder pirata al que buscamos es este. - me explicó, mostrando un holograma de un cyborg de armadura verde con visor amarillo (que le cubría toda la cara), un sable retraíble en la mano derecha además de un cañón y algo de cabello (o algo parecido) saliendo de la parte trasera del casco. — "Weavel"... - comenté, viendo la identificación. — Este sujeto forma parte del Mando de los piratas espaciales. En cuanto supo de tu presencia en Zebes, se dirigió él mismo a este sistema para intentar apoyar a las tropas locales, pero afortunadamente, el escuadrón Del Fuego Naciente lo captó en el planeta Excelcion, que es donde tenemos nuestras instalaciones. Posteriormente, otra unidad lo avistó en Talvania, donde se sospecha que se encuentran las sedes piratas y sus tropas. - me explicó, mostrándome la imagen de los piratas de este sistema, bastante diferentes de los Zebesianos. — Hmm... - solté, viendo la imagen del objetivo. — ¿Ocurre algo? — Me sorprende el hecho de que, a pesar de pertenecer a la misma especie, sean tan distintos en apariencia. — Es como pasó con nuestros antepasados. Ya sabes, diferente tono de piel, acento, costumbres... Claro, antes de que la globalización hiciera de las suyas y todas las razas se mezclaran. — ... - pensé. — Bueno, acompañarás a los escuadrones Rangers y Admirers a Talvania. Creemos que Weavel sigue ahí. - me dijo al fin lo que tenía que hacer. — << ¿Acaso quieren traerme de un lado para otro? >> - me quejaba mentalmente. — ¿Tienes algo más que decirme? - me preguntó por último, dando a entender que la misión iba a comenzar. — No, señor. — Entonces ¡andando! Antes de regresar hasta el hangar, me surgió una duda. Y como obviamente no me la iba a guardar, se la dije al señor. — Espere. Sí tengo algo más que decirle. — Pues dime. — ... Se me olvidó pedirle su frecuencia. — Ah. Ya veo. Entonces deja te la doy. Tras que me brindara la frecuencia de las Fuerzas de la Federación, regresé hasta mi nave (por lo menos esta vez ya no me perdí), la abordé y salí al espacio. Poco después, dos naves salieron de la Égida, mismas que identifiqué (o mejor dicho escaneé) como "lanzaderas" y que llevaban en su interior a dos escuadrones de cuatro soldados. Seguí las lanzaderas, llevándome hasta Talvania, el planeta más alejado de los tres. Al atravesar la atmósfera (no sin antes escanear el planeta para saber más de él, como hice con Zebes), observé que el paisaje estaba lleno de construcciones (y no eran humanas), todas con predominantes diseños circulares. Además, todo cubierto por una neblina verdosa. — Oigan, ¿alguien sabe quién construyó todo esto? - pregunté, en espera de que alguien me respondiera. Afortunadamente fue así, porque el piloto de la lanzadera de los Rangers me respondió. — Este planeta fue habitado por una antigua raza cibernética. Estas construcciones llevan abandonadas durante siglos. - me dijo, solucionando esa curiosidad. Llegamos a nuestro destino. Las compuertas de las lanzaderas se abrieron, por lo que ambos escuadrones saltaron a tierra. Yo hice lo mismo, cayendo justo enfrente de ellos. Las dos lanzaderas se retiraron, y yo ordené a mi nave que hiciera lo mismo. En eso, recibimos una transmisión. — Soldados, se encuentran a las afueras de una fábrica abandonada, que los piratas han modificado para que manufacture armas. Seguramente Weavel sabe que podríamos estar tras él, por lo que las instalaciones deben de estar bien vigiladas. Sepárense y traten de capturarlo. Tengan cuidado. - nos informó el señor Miles con todo y su imagen en el mensaje. Aquí haré un paréntesis. Antes de que pasase algo más, y tras el informe del general Miles, decidí escanear los ocho mekas que me acompañaban, primero los Rangers y después los Admirers. Los Rangers estaban compuestos por Robert DeNiro en el meka azul, George Lucasson en el rojo, Amanda Higgins (sí, también hay mujeres) en el amarillo, y Emily Robinson en el verde; y en el caso de los Admirers, Juan José Ulloa en el azul, Frederick Cornelius Parker en el rojo, Edward Von Yack en el amarillo y Edeuteria Ramírez en el verde. Luego de recibir el informe, todos entramos a la fábrica, con cuidado de evitar detecciones (y lo digo más que nada por lo ruidosos y grandes que son los mekas). Como en la entrada había tres pasillos, decidimos dividirnos. Los Rangers se fueron por la izquierda, yo por en medio y los Admirers por la derecha. Por lo tanto, me centraré solamente en mí. En lo que a mí respecta, pasé por una especie de ventilador que expulsaba el característico gas verdoso del planeta con algo de fuerza. Por fortuna era a intervalos regulares, por lo que pude pasar sin recibir daño. Después, observé por la esquina de un corredor a varios de los piratas locales, cada uno acompañado de un robot volador que mi escáner identificó como "arquitecto". Aproveché un momento en el que no había nadie para pasar como Morfosfera. Y por último, llegué a otra encrucijada, esta vez no habiendo nadie ni nada, así que pasé sin problemas. Al atravesar esa última sección, terminé en un mirador al aire libre, donde noté otras edificaciones cercanas, como una especie de planta de tratamiento, pero que en vez de agua, era un líquido verdoso y corrosivo. — Rangers, Admirers, ¿cómo les ha ido? - pregunté por mi comunicador. — Por suerte, nadie nos detectó. - informa DeNiro. — Lo mismo puedo decir. - informa Ulloa. Mi radar no detectaba ninguna presencia cercana, así que me senté. Los dos escuadrones llegaron luego de unos minutos, sin ningún rasguño en sus mekas. Entonces nos quedamos a la espera de algo más. Luego de más o menos cinco minutos, observamos que alguien salía del edificio aledaño, el mismo que había visto antes en mi informe: cíborg, de armadura verde con visor amarillo que le cubría la cara y algo de cabello saliendo desde detrás del casco. — Weavel... - comenté, haciendo que todos miraran hacia donde yo. Usé la mira zoom que tenía en mi visor para verlo mejor. De repente, sin saber cómo ni por qué, este volteo hacia nosotros, hacia mí. Claramente no pude ocultar mi sorpresa (y mi miedo, en cierta medida). — ¡Está mirando hacia acá! - solté, sonando sorprendido. Seguidamente, unos "bips" comenzaron a sonar, primero despacio y aumentando la velocidad. — Oh, no... - comentó DeNiro. Se produjo una explosión electromagnética (de color azul). Los mekas de mis compañeros cayeron en posición de rodillas y se desactivaron temporalmente, mientras que yo sufrí de estática, problema que se solucionó luego de unos segundos. — ¡Mierda! ¡Es una trampa! - exclamé. Varios soldados piratas aparecieron de la nada (creo que traían algún dispositivo de invisibilidad) y comenzaron a atacarnos. Haré otro paréntesis para describirlos. Poseían armadura gris, aunque dejaban ver su piel roja, un par de enormes colmillos, ojos rosados y un par de guadañas (una en cada brazo) amarillas. También había varios que poseían placas amarillas en sus armaduras y espadas láser aún más largas, y de color rosado brillante. Ahora sí, fin del paréntesis. Como yo era el único que se recuperó a tiempo, cargué mi rayo y disparé contra ellos, aunque todos se apartaron y el disparo impactó en la pared. Viendo esto, empleé mis misiles, los cuales eliminaron a dos de los diez piratas. — Sí, pasó justo lo que dijo el general. - se quejó Parker, viendo el resultado del ataque sorpresa. — << ¿Y aun así nos enviaron con ese riesgo...? >> - pensé al oír eso. Como los mekas aún no se componían, me convertí en Morfosfera para llamar la atención de los piratas restantes. Comencé a rodar entre ellos (esquivando todos sus disparos, que eran de color morado) y depositaba bombas. Esto lo hice con tal de ganar tiempo. Ya aturdidos, regresé a mi forma normal y los eliminé a todos con disparos cargados. Con la amenaza eliminada (por el momento), volví a mirar hacia donde estaba Weavel, observando que corría hacia el interior del otro edificio. — ¡No, no, no, no! - solté, viendo cómo Weavel se daba a la fuga. — ¡Todos! ¡Persigan a ese pirata! ¡Recuerden: tenemos que capturarlo vivo! - ordenó el general Miles. Los mekas se autorrepararon (por lo que decía mi escáner, gracias a cápsulas que contenían nanorrobots), así que todos fuimos tras él. Los dos escuadrones y yo nos pusimos manos a la obra. Todos dimos un salto (pero le pido a alguien que me lleve. Me da miedo saltar tan alto) para ahorrarnos tiempo. Yo me convertí en Morfosfera en medio del aire para soportar el golpe (y luego volví a mi forma normal al aterrizar), mientras que los mekas usaron unos propulsores que tenían en sus pies y espalda para amortiguar. Cuando tocamos tierra, otro escuadrón de piratas aparece, pero estos eran diferentes, teniendo una estructura corporal parecida a la de los gorilas, con enormes puños, la misma cara descrita antes, su enorme mano derecha cubierta por una placa y zonas amarillentas en sus piernas y parte de su cuerpo superior. — ¡Nosotros nos encargamos! ¡Tú encárgate de él! - me indicó DeNiro, comenzando a cargar el cañón de su meka. El líder de los Rangers disparó su rayo cargado (algo más poderoso que el mío, a decir verdad), que impactó en las piernas amarillentas de un denominado "Demoledor" por mi escáner, acabando con él (y provocando una pequeña onda de choque con su caída). Parker le siguió el juego lanzando un misil contra otro de ellos (bastante más poderosos que los míos), con el mismo resultado. Aproveché ese espacio en que los mekas y piratas se enfrentaban para escabullirme como Morfosfera hacia la planta de tratamiento. Tras atravesar un portón de apariencia industrial, observé el interior del edificio, consistente en lagos del mismo líquido verdoso, plataformas de malla ciclónica sobre el mismo, cintas transportadoras (para no sé qué) y más. — ¡Sal! ¡Sal de donde quiera que estés! - grité, apuntando con mi cañón hacia todas partes. Obtuve una respuesta. El general pirata venía conduciendo una especie de motocicleta (claro que no como las de antes, sino que voladora, sin ruedas y que podía volar, dejando un camino de luz a su paso) sobre una de las cintas. — ¡¿Y encima tiene un vehículo personal?! - solté al ver cómo manejaba su vehículo (al que llamaremos "aero-deslizador"). El enemigo bajó de la cinta, dio varias vueltas alrededor de mí y salió por donde entré (también me apuntó con su mano izquierda. Creo que se estaba burlando de mí). Corrí para no perderle el paso (aunque bueno, con ese aero-deslizador suyo, ¿cómo no me iba a sacar ventaja?). Afuera volví a toparme a las Fuerzas de la Federación, que venían desde la zona debajo del mirador, ya sin ningún pirata cerca. — ¿Dónde está? - me preguntó DeNiro. En eso, volví a escuchar el sonido del aero-deslizador, provocando que gire mi cabeza. — ¡Allí! - contesté, apuntando hacia el lugar de donde provenía el sonido. Volvió a aparecer. Dio vueltas, pero alrededor de todos nosotros. Se estacionó delante nuestro. Oprimió unos botones en un panel de su brazo derecho y, en cuestión de segundos, una nave grisáceo, con patas puntiagudas, protuberancias filosas y cristal de cabina naranja con luces amarillas a lo largo del cuerpo, llegaba volando. Observamos cómo subía con su aero-deslizador, entraba en su nave y se alejaba volando. — ¡Derríbenlo! - grité, apuntando hacia la nave con el índice. Todos comenzamos a dispararle a la nave con tal de dañarla y derribarla (tanto disparos normales como cargados y misiles), pero nada sirvió. El general pirata logró escapar. — ¡Me lleva...! - digo mientras veo cómo la nave salía al espacio. No podía creer que había fallado. Alrededor de unos cinco minutos después (donde no hicimos nada), recibimos una transmisión del general Miles. — Soldados, no se preocupen. Aunque Weavel haya abandonado el sistema Bermuda, hemos sido capaces de rastrearlo. Se dirige este lugar. - nos habla el general por el transmisor, enviándonos la ubicación: Crossex, en el planeta Jasdam. — << "Crossex"... Hmm... >> - dije, pensativo. — Helio, tú adelántate. La tecnología que posee tu nave te permite llegar más rápido. Nosotros te alcanzaremos. ¡Ve! - me indicó, cortando la comunicación. Mientras las Fuerzas de la Federación eran recogidas por las lanzaderas, yo llamé a mi nave con el Visor de Órdenes y me puse manos a la obra (no sin antes recibir las coordenadas y despedirme de los escuadrones). Con ayuda del generador de agujeros de gusano, llegué a Jasdam, uno de los planetas principales de la Federación (después de la Tierra y Daiban, por supuesto), de colores rojizos y marrones y conocido por sus ciudades en forma lineal, además de contar con una luna llamada Seccram. Crossex era una de las ciudades más importantes del planeta, con más de 8 millones de habitantes, entre humanos y otras especies. Se encontraba cerca del ecuador de dicho mundo. Volé sobre los edificios de la ciudad, con ese aire neblinoso (ya que el día estaba nublado) y observando las autopistas por las que transitaban decenas de vehículos voladores (como en la Tierra). Estaba por preguntar sobre la ubicación de Weavel, pero mientras volaba, logré dar con él. Era perseguido en una de las autopistas, siendo seguido muy de cerca por patrullas de la Policía Federal. Se había iniciado ya una persecución. Yo me uní a ella. Me vi obligado a no emplear las armas de mi nave (que olvidé mencionar que tiene, pero son un lanzamisiles, un par de torretas de rayo de poder gemelo y un rayo de plasma retráctil) por temor a matar accidentalmente a los automovilistas. A pesar de ello, tenía algunas ideas en mente. — ¡Samus, opera la nave! Voy a hacer algo. - le dije a la IA de mi nave, ya que tenía pensado realizar una de mis ideas. A pesar de estar volando, bajé a través del elevador de mi nave para apuntar hacia Weavel (pero no salté, sino que me quedé ahí). No podía usar las armas de mi nave, pero sí las mías. Lo enfoqué y le disparé un misil. Claramente logró esquivarlo, al igual que todos los disparos de los policías federales (que por cierto, eran energéticos. Hace mucho que no se usan armas con balas, excepto en el ejército de la Federación). Seguí intentando con los misiles que me quedaban en el contador, casi acertando en el primero, fallando en el segundo, rozando en el tercero y, por último, acertando en el cuarto, aunque no fue suficiente para detenerlo. Subí al interior de mi nave y usé un microproductor de munición para reponer los misiles (sé que dije que no necesariamente tenía que reponer de esta manera, pero quería probar). Iba a volver a bajar, pero la nave de Weavel volvió a aparecer, esta vez enfrente de mí. — ¡Ay! ¡No puede ser! - dije. — Helio, toma asiento. Vamos a entrar en combate. - me comentó Samus, indicándome que me preparara para la batalla. Dejé la persecución a un lado momentáneamente. Me concentré en la nave de Weavel. Activé el rayo de plasma retráctil y disparé, pero la nave enemiga se movió ágilmente y evitó los disparos. Insistí e insistí con ese rayo, pero no funcionó, pues la nave era muy rápida. Iba a cambiar al lanzamisiles cuando uno de esos (que no lancé yo) impactó en ella, forzándola a retirarse. Eran las Fuerzas de la Federación, que habían llegado. — ¡Hasta que al fin...! - exclamé, viendo que tardaron algo en llegar (aunque no hubo mucha diferencia). Con la amenaza fuera, volví a la persecución, acompañado de varias lanzaderas. Todas las naves nos unimos a las patrullas de la policía, montando una escena digna de una película de acción. Mientras, Weavel se abría pasó a través de los vehículos. Aprovechando el momento, me contacté con los pilotos de las lanzaderas (quienes, a su vez, se contactaron con los policías) para planear una manera de capturarlo. Se las conté y la pusimos en práctica. Para ello, nos separamos. Las patrullas siguieron persiguiéndolo, llevándolo justo a nuestra trampa, exactamente en una intersección. Terminó completamente rodeado: enfrente de él, varias lanzaderas y varios mekas, el de mero enfrente con su cañón cargado; detrás, dos de los policías de las patrullas federales apuntándole con sus pistolas; a su derecha, otras patrullas de la Policía Federal; y a su izquierda, me encontraba yo, ya abajo de mi nave, con mi correspondiente arma en el mismo estado que el del meka, apuntándole. — Ni siquiera lo intentes. - solté. Vimos que blande su guadaña láser. Deduje qué es lo que iba a hacer, por lo que rápidamente reacciono y agarro su brazo antes de que haga algo más. — Te dije que no lo intentaras. - le volví a decir. — Así que tú eres el nuevo cazarrecompensas de la Federación... - me dijo (claro, traducido al idioma humano). — Sí. ¿Por qué? — No creas que sólo por el hecho de que me hayas capturado significa que hayas debilitado a los piratas. Hay más generales piratas allá afuera que tratarán de liberarme y de hacerte sufrir. Ya lo verás. — Tal vez..., pero no hoy. - terminé con esa conversación, sujetándolo de ambas manos y volteándolo hacia los policías. - Llévenselo, muchachos. Luego de una intensa persecución y todo, Weavel, el general pirata, fue capturado. Pasé de estar inicialmente decaído a sentirme feliz... y cansado. — No cabe duda que el comandante Malkovich tenía razón sobre ti, jovencito. Te felicito por tu desempeño. Me aseguraré de que te envíen otra buena paga a tu cuenta. - me felicitó el general Miles. — Gracias..., gracias. - comenté, algo cansado. — Me gustaría que nos ayudaras en próximas misiones. — Claro..., claro. Pero... será luego. Ahora quiero regresar a mi casa. Tengo mucho que contarle a mi mamá. Además, me siento muy cansado. - me despedí, terminando la comunicación. Y así, me despedí del general Miles y puse rumbo nuevamente a la Tierra (más precisamente, regresé a Monterrey). Para días posteriores, se me había ocurrido algo que podría alegrarme (o perjudicarme, uno nunca sabe)... |
Capítulo 4
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Tiempo compartido. A solas |
Me despierto para comenzar este día. Han pasado tres días desde el ataque alienígena (aún no he logrado superarlo, en especial por lo que sufrí). Noto que una de mis pertenencias no está, una prenda. Me enojo. — ¡¿Quién agarró mis cosas?! - grité, enojada, mientras me levanto de mi cama. Bajé al comedor. Allí se encontraba el resto de mi familia: mi mamá, mi papá, mi hermana mayor, mi hermana menor y mi hermanito (sí, tengo tres hermanos, y soy la segunda). Todos estaban almorzando, pero voltearon al verme alterada. — ¿Ya vas a empezar? - me preguntó mi mamá. — ¡Es que no se vale que tomen mis cosas sin mi permiso! - digo, aún enojada. — Ya, Cynthia. Tienes que relajarte. - me dijo mi hermana mayor, que es quien suele hacerme entrar en razón. — ¡¿Cómo voy a relajarme si alguien tomó mis cosas mientras dormía?! - le respondí, enojándome más. - ¡A ver! ¡¿Quién fue?! — Ay, esta niña... - dijo mi padre. Luego de ese "drama", terminé por sentarme a almorzar. Mientras comíamos, me la pasé haciendo cara de "fuchi" a mi hermana mayor, mi hermana menor, mi hermanito no dijo nada y mis papás simplemente observaron. Luego de eso, tomé una mochila con mis cosas (entre ellas la ropa que me pongo en el canal) y fui al gimnasio (a pesar de todos los implantes cibernéticos, todos tenemos que seguir en forma haciendo ejercicio y comiendo sano) y con mi nutrióloga (si te preguntas qué ropa traigo puesta, es una blusa oscura de manga larga cubierta por una sudadera amarilla, además de pantalones de mezclilla y tenis oscuros. Allí estuve desde que salí de mi casa (como a las 8 a.m.) hasta mediodía, donde regresé a mi casa para jugar con mi sobrinito (lo malo es que a veces me quedo dormida cuando juego con él. Pobrecito...). Pasó el tiempo y llegaron las 3:30 p.m., por lo que supe que tenía que volver a irme. Tomé el transporte y llegué a las instalaciones del canal, completamente reconstruidas tras el ataque (esas impresoras 3D son milagrosas, hasta podría decirse que son mágicas). Llegué a la entrada del personal, pasé mi ojo sobre un escáner 10 de retina, lo leyó y desbloqueó la compuerta de entrada, por lo que accedí. De ahí, pasé al interior de las instalaciones (y de ahí al estudio del programa) por medio de un acceso subterráneo (si te preguntas qué tan alto es el edificio del canal, te diré que hay un estudio por cada programa, y entre noticieros, programas de deportes y otros, pues sí que es alto). Entré a los camerinos del estudio. Allí ya estaban todos mis demás compañeros. Bueno, la mayoría, ya que aún faltaban Marina y George. No saludé a nadie ni dije "Buenas tardes". Simplemente entré enojada y me encerré en uno de los cuartos. (Nota del autor: Ya no lo aguanto. No más secretismos. Creo que mejor muestro quiénes son los que aparecen aquí, ya que parece que no tienen idea de quiénes son. Pues bueno, aquí está la imagen. Los mencionaré a todos, primero por colores y desués a los que faltan: Manuel Padilla [conocido como "Snuppy"] y Gabriela Ramírez, rojo; Carlos Rafael [apodado como "Ruso] y Valeria Garza, naranja; George [en verdad llamado Jorge Alfredo, pero no le gusta que le llamen así], amarillo; Alejandro Sotelo y Cynthia López [que, como ya se sabe, se apoda "Uvita"], verde; Ruly [Raúl] Noyola y Jessica Correa, azul; Bárbara ["Barbie"] Flores, acua, Luis Fernando Aguirre ["Chocolove"] y Giovanna ["la Wera"] Sosa, rosa; y Brandon Meza y Marina Sotelo, morado. El señor que aparece ahí es el señor Mario Bezares [apodado de cariño por todos "Mayito"]; el de la máscara es Sergio de la Rosa, apodado "Ninjarín; el de la cara de vela derretida es Irving López, llamado Irving "Tomato"; el gordo con apariencia de guardia [no presente en el ataque pirata] se llama Iván Fematt Palacios, apodado "la Mole"; y por último, la de traje multicolor y un sombrero con la leyenda "FELICIDADES" [y que tampoco estuvo presente] se llama Liz Elizondo. Ahora sí, con todo esto aclarado. Continuemos con la historia.) — ¡Y luego dicen que el amargado es uno...! - comentó Brandon al ver mi estado de ánimo, llegada y entrada. — ¿Te pasó algo, mi vida linda? - me pregunta el señor Mario. — ¡No, nada! - respondí desde atrás de la puerta, enojada. — ¿De veras? Porque podemos ayudarte. - propuso Valeria. — ¡Que no! — Vamos, Cynthia. ¿Cómo quieres que te ayudemos si no nos dices nada? - dijo ahora Barbie. Luego de tanta insistencia, terminé por ceder y explicarles el porqué de mi enojo. Algunos se rieron (como Brandon o Carlos Rafael), mientras que otros me mostraron su apoyo abrazándome (claro que salí de donde estaba para contarlo todo), ya que comencé a llorar al pensar en lo que pasó, en cómo me enojé por algo tan trivial, y en cómo sentí que mi familia estaba en mi contra (sí..., suelo ser algo bipolar). — ¿En verdad tienes que molestarte por pequeñeces? Recuerda: son sólo eso, pequeñeces. - me dijo la señora Giovanna (o "la Wera", como le llamamos) mientras me abrazaba. — Es que... Es que... ya saben cómo soy, y cómo reacciono. - dije entre lágrimas, apoyándome en el señor Mario, quien era al que me aferraba. — Ya, mi vida linda. Recuerda que no tomaron esa prenda tuya con el fin de que te enojaras. Además, seguro que te la iban a devolver más tarde. Recuerda también que la familia es lo único que tenemos, y si tienes un conflicto con alguien de los tuyos, comenzarás a sentirte culpable. Yo no quiero verte de esta manera. Yo quiero verte feliz, con buena actitud. ¿De acuerdo? — Mmm hmm... - solté, aún con los ojos llenos de lágrimas. — Bueno, seguiremos hablando de esto más tarde, porque el programa ya va a empezar. - dijo Gaby, cortando el rollo. — Ay, Gabriela... Siempre tienes que arruinar estos momentos... - se quejó el señor, reprochando las palabras de Gaby. — Señor, así se pone usted muy a menudo. Para que vea lo que se siente. — En fin, como sea, preciosa de mi corazón, ya hablaremos de esto entre cortes, ¿sí? - me dijo de nuevo, todavía abrazándome. — S-sí. - afirmé. Todos esperamos a que terminara el programa que se da de 15:30 a 16:30. Luego de eso, empezó el programa. Mientras el señor Mario, Gabriela y "la Mole" abrían el show, los demás esperamos en los camerinos. Después de una graciosa introducción parte de los tres, los demás entramos como 25 minutos después de empezar el show. — ¡De izquierda a derecha, ellas son: de azul, Jessica Correa. De morado, Marina Sotelo. De acua, Barbie Flores. De rosa, la "Wera" Sosa. De rojo, su favorita, Gaby Ramírez. De naranja, Valeria "Garri". Y de verde, Cynthia "Uvita"! Todo iba bien para mí cuando, a eso de las 5, se abrió la compuerta de entrada del estudio. Alguien entró: era él. Había venido a ver el programa. Estaba mirándome a través de ese visor verdoso, a un lado de la entrada del estudio. Comencé a ponerme nerviosa, viéndose en que me sonrojé y en que mi mano empezaba a temblar. — ¡OK, señores! Ahora vamos con... - decía el señor Mario, cuando alguien más habló. — ¡Señor! ¡Uvita se está poniendo roja! - dijo Brandon, siendo el primero en darse cuenta de mi cambio de estado. Los demás no tardaron en dirigir su mirada hacia mí. — ¿Te pasa algo, mi vida linda? - me preguntó el señor, por lo que no tuve otra opción. — N-no. No me pasa nada. Es que... - trataba de decir, pero me interrumpieron. — Señor, creo que ya sé por qué se pone nerviosa. Se está enfocando en aquel. - volvió a decir Brandon, apuntando hacia la entrada. — ¡Hey! ¡Tenemos un invitado! Muchachos, tráiganlo y denle la bienvenida al estilo de este programa. - dijo el señor de nuevo, dando una orden. Todos mis compañeros (sólo los hombres, no las mujeres) fueron a por él. Pensé que usaría ese cañón suyo para atacarlos, pero por suerte no fue así. Llegaron a donde estaba y lo trajeron a jalones. En cuanto estuvo en medio de nosotros, lo rodearon, lo abrazaron en grupo y comenzaron a brincar (cosa que solemos hacer cuando alguien cumple años). — ¡Ah! ¡Ooh! ¡Eh! ¡Hey! ¿Quién hizo eso? - dijo mientras le hacían el "abrazo de bienvenida". — Muy bien, niños, creo que ya fue suficiente. - comentó el señor Mario al respecto. Cuando todos los hombres se separaron de él, el señor se acercó para hablarle. - Miren quién vino a vernos. ¡Pero si es la famosa Samus Aran! - dijo el señor en tono de broma, a lo que él bajó la cabeza y la movió de un lado a otro. - Nah, no te creas. Y dinos, papacito de mi corazón, ¿cómo te llamas? - le preguntó, poniéndole una mano en su hombro. — ... Bueno, creo que casi todos ustedes ni muchos que ven este programa lo saben, así que me presento. Me llamo Helio Cabrales. — Helio Cabrales... Me parece más que excelente. Ahora dinos, ¿a quién vienes a ver? — ¿A quién vengo a ver...? - en este momento, las luces de su armadura comenzaron a brillar en rojo, igual que cuando lo abracé y lloré desconsoladamente. - Bueno..., sólo puedo decirles que... que es una chava de aquí. No sé si recuerdan la invasión que aconteció hace unos días, pero yo fui el que los salvó a ustedes. - presumió, aunque no se le escuchaba así. — ¡Señor! ¿Ya vio su cañón? - le preguntó Brandon al señor Mario, tomando el cañón de Helio con su mano y mostrándolo ante la cámara y ante todos. — Ándale, pues. Y... ¿de casualidad dispara? — Creo que en este momento no está calibrado, así que no puede disparar. En eso, Irving se acercó y habló. — Mayito, se me acaba de ocurrir algo. ¡Quiero que nuestro nuevo amigo se quede a jugar con nosotros! — ¡Órale! ¡Me parece más que excelente! Dime, muchachito, ¿te quedas a jugar con nosotros? — ... Bueno, creo que ahorita no tengo algún trabajo o algo, así que no hay ningún problema. — ¡Eso! - exclamaron Mario e Irving a la vez, ambos en tono de alegría. - Pero será más adelante, al momento de los TomaRetos, así que te pido de favor que tomes asiento. — Uh... Sí, señor. - accedió, pasando a sentarse. — ¡OK, señores! Después de esta inesperada visita, vamos por más, ¡porque si le cambia...! — ¡Se lo pierde! - respondieron los demás (menos Helio, que volteó a todas partes mirando al resto), dando a entender que íbamos a comerciales. — ¡Después de esta visita tan sorpresiva, vamos a comerciales, señores! ¡No se vaya ni le cambie! ¡Primero el concurso de películas y luego los TomaRetos! ¡Estamos en Acábatelo! - narró Irving, justo antes de ir a comerciales. Helio pasó a sentarse. Pasó el segundo bloque (el de los videos de parodias de películas) y llegó el tercero, donde tocaban los juegos y le indicaron a Helio que bajara. En eso, observamos cómo los ayudantes de Tomato (apodados "Tomatitos"), dos hombres y dos mujeres, entraban al estudio, trayendo consigo los materiales para el "TomaReto". Entre ellos había varios bloques y un trampolín propulsor, que nos impulsaría arriba con un supersalto. — << No... Ese juego no... >> - pensé, preocupándome al ver de qué juego se trataba. — ¡Y aquí está el TomaReto de "Salta los bloques"! - habló Irving en tono triunfante. — ¡Órale! - dijo el señor Bezares. - Y creo que empezaremos con nuestro invitado. — Primero que nada, debido a nuestro invitado, tenemos que hacer una breve explicación de lo que trata este reto. - dijo Irving, acercándose a Helio y dándole detalles. - Mira, lo que tienes que hacer es correr hacia los bloques, usar el trampolín y ver qué tan alto llegas. Como verás, es muy simple y muy sencillo. — Demasiado, diría yo. - dijo él. — Bueno, me parece más que excelente. Ahora, vamos a empezar con los hombres. — ¿Qué chiste, Mayito? ¡Si con esa armadura le va a ganar a todos! — ... Totalmente de acuerdo. Tienes toda la razón. ¿Podrías quitártela, por favor? — S-seguro. Helio prosiguió a quitarse su traje de batalla. Pero no lo hizo pieza por pieza como esperaba, sino que se envolvió en un destello brillante y, menos de un segundo después, ya no lo traía puesto. Pero, además, traía algo más escondido: musculatura, más que cualquiera de los del programa tuviese (ni siquiera Gaby y Valeria, que son las que mas tiempo al gym le dedican, están tan trabajadas), además de revelar que llevaba un traje unitalla, pegado a la piel, de color azul, con marcas oscuras en los laterales y rosas en el pecho derecho, mano derecha y espalda. — Ay, papá. Pollito... - comentó el señor Bezares. — Ya, Mayito, no pierdas la cabeza. Mejor comencemos con esto. - le dijo Irving para que conservara la razón. — Me-me parece perfecto. — ¡Estamos listos! Gabriela se puso frente a las cámaras e hizo la cuenta de "3..., 2..., 1... ¡TomaReto!" El primero en saltar fue Manuel (era por colores), quien saltó los 3 bloques (olvidé mencionar cuántos bloques eran) sin problemas. Le siguió Carlos Rafael, quien le siguió. Siguió George, igual. Alejandro sorprendió al hacer un mortal durante el salto. El pequeño Ruly fue el que más saltó (aparentemente) por su estatura. Por último, Brandon, Luis Fernandn y Christian, con los mismos resultados. Al final, siguió Helio, quien tomó algo de carrerilla y sorpresivamente saltó los bloques con un mortal, justo como hicieron los demás (a los chicos les gusta hacer eso cuando saltan), pero yendo más allá al hacerlo hacia atrás. — ¡Órale! - exclamó Irving, sorprendido. — ¡Maravilloso! - exclamó el señor Bezares, compartiendo el mismo sentimiento. — Dinos, papacito lindo, ¿dónde te enseñaron a hacer cosas así? — ... Bueno, esto lo aprendí en el cuartel general de la Federación, por si alguien está interesado. Aunque no creo que se pueda... - respondió Helio. — De acuerdo, Mayito. Ya han pasado los hombres, así que creo que es momento para que las mujeres demuestren de qué están hechas. — Me parece más que excelente. Niñas, es su turno. — ¡Estamos listos! Después de otr conteo, Gabriela fue la primera en saltar, lográndolo apenas. Le siguieron Valeria, la Wera, Jessica... Y al final quedé yo. Dejé que las demás pasaran antes para prepararme mentalmente para afrontar este reto, para cerciorarme de que no me iba a volver a romperme el cuello. Además de eso, recibía mensajes de apoyo de todos mis compañeros. — ¡Vamos, Uvita! ¡Tú puedes! - dijo Irving. — ¡No puedo! ¡No puedo° - repetía. — ¡El "No puedo" no existe en tu mente! - dijo el señor Mario. — ¡No importa las veces que caigas, aquí estaré yo para atraparte! - dijo Barbie. — ¡Tú puedes! - dijo Valeria. Por su parte, Helio me tomó de los hombros y, con una mirada seria y centrada en mí, me dijo... — Tú puedes superar todo lo que se te ponga enfrente. Es sólo cuestión de que te lo propongas. Ante todas las frases motivacionales, en especial la última, me ganó el sentimiento y comencé a llorar (por cierto, vi que Helio suspiró después de motivarme). Me sentía incapaz de lograrlo, a pesar de todo lo que me decían. Sentí que fracasaría. Incapaz de todo, volví a abrazar a Helio por sorpresa. — ¿Uh? - soltó (si trajese su armadura puesta, las luces de la misma habrían vuelto a ponerse rojas. Parece que lo pongo bajo presión, y eso no me gusta), terminando por terminar el gesto. — ¿Qué pasó, Uva...? - preguntó Irving. — Le-le ganó el sentimiento. - comentó el señor Bezares. — No te preocupes. Yo he estado en situaciones similares y hasta peores. - me susurró Helio para hacerme sentir mejor. - Créame, señor. Traía algo más, pero tuve que dejarlo en la entrada. - comentó a los demás. — Yo me sacrifico por ella, señor. - dijo Gabriela. — Yo también me sacrifico. - dijo la "Wera" Sosa. — Y yo. - dijo Barbie. — Yo también. - dijo Jessica. — Yo igual. - dijo Marina. — Y yo. - dijo Valeria. — No, no, no. Lo que tenemos que hacer en esta situación es esperar a que Uvita se relaje, se calme y vuelva a sentirse capaz. - recalcó el señor. - Por lo que... en lo que Cynthia se calma, ¡si le cambia...! — ¡Se lo pierde! - respondieron todos los demás. Mientras pasaban los 3-5 minutos de comerciales, el resto del elenco se acercaron a revisarme, mientras Helio no me soltaba (o, más bien, yo no lo soltaba, y no es que fuera una loca, sino que, junto a él, me siento segura). (Otra nota del autor: Esto que está pasando se encuentra basado parcialmente en este video. Dejo el enlace aquí para que lo veas.) — ¿Te sientes bien? - preguntó él. — Sí..., claro. Es que... es que... - decía, a duras penas. Extendí mi mano derecha (ya sonrojada, como todo mi cuerpo) para que supiera a lo que me refería: temblor extremo en las manos y nerviosismo. Él tomó mi mano temblorosa nuevamente para examinarla y, de paso, para que no temblara tanto. - Ay, no... Está pasando otra vez... — Por lo que me contó Christian mientras esperábamos nuestro turno para saltar, parece que tienes un anécdota difícil con respecto a este juego. ¿Me puedes contar? - me pregunta, apretando mi mano con la suya para evitar mis temblores. — ... - no sabía si decirle. — ¿Alguien puede decirme qué le pasó? - preguntó a los demás, viendo que yo no quería decir nada. — Hace como un mes, en este mismo reto, no saltó bien y se fracturó el cuello. Al principio no tuvo problemas aparentes, pero ya después cayó al suelo y tuvimos que llevarla al hospital. — Auch. - se limitó a decir, imaginándose la escena. Esos pocos minutos pasaron. Volvimos al aire. — ¡Muy bien, gente! ¡Volvimos y, al parecer, Uvita no se ha recuperado del todo, por lo que pasaremos de nuevo con los hombres! ¡Además, incluiremos un bloque más! — ¡Seguimos entonces con Manuel Padilla "Snuppy", Mayito! — ¡Órale! ¡Va! - soltó el señor. — Señor, yo digo que, por amistad, todos ayudemos a Uvita a saltar ese muro de bloques. - sugirió la Mole para aliviar mi situación, hecho que se vio reflejado en los "¡Sí!" que dijeron los demás. — Bien. Bien lo dices. - le comentó el señor Bezares, señalándolo con el índice y aprobando lo que dijo. Todos los presentes comenzaron a agarrarme (pero no del mal sentido) y me llevaron hacia los bloques mientras Irving narraba todo de una manera épica. Al llegar a los bloques, todos me ayudaron a saltarlos, incluyendo el uso del trampolín. Al final, Helio me atrapó para evitar que me cayera (en serio, si hubiese traído su armadura puesta, las luces de esta estarían enrojeciéndose a cada rato. Me pregunto si será por pena o por culpa mía...). — ¡Señoras y señores, Uvita finalmente ha logrado saltar los bloques! ¡Finalmente ha superado sus miedos! - narró Irving el evento, acompañado de música de triunfo de fondo. — ¡Me parece más que maravilloso! ¡Ahora volvemos con los hombres! - exclamó el señor Bezares, a lo que se retomó el curso del juego. Y así siguieron pasando los equipos de hombres y mujeres (aunque a mí me excluyeron porque volvía a ponerme igual de nerviosa), siendo eliminados la mayoría en el proceso, quedando únicamente Helio en el equipo de los hombres y Valeria en el de las mujeres. — Me parece increíble que sólo nuestro invitado haya llegado hasta la final. ¿No es acaso sospechoso? - preguntó Irving, recalcando el que Helio sea el unico hombre en saltar más de 7 bloques. — No lo creo. Es sólo por su entrenamiento. - dijo el señor Mario. Al final pusieron 8 bloques. Primero fue Helio, quien logró saltarlos todos (hecho celebrado por los hombres), mientras que Valeria no pudo, dándole la victoria al equipo masculino. — ¡No puede ser, Mayito! ¡Valeria ha fallado! ¡Por lo tanto, la victoria es para los hombres! - celebraba Irving, de nuevo poniendo música de triunfo al fondo. — OK, señores. ¿Y qué quieres de premio, amigo mío? — ¿Puede ser lo que sea? - preguntó él. — Efectivamente. Lo que sea. — ... De acuerdo. Entonces... quiero un beso de... Cinthya "Uvita". Obviamente todos se sorprendieron (e hicieron bulla). Casi en el acto nos pusieron a ambos frente a frente. Él, por su parte, no mostró nerviosismo aparente (no traía su traje puesto, así que no podía deducir nada). Poco a poco fuimos acercándonos (o más bien, nos acercaban a la fuerza) hasta estar a centímetros del otro. Aquí todos se apartaron y comenzamos a acercarnos. Fue lento, muy lento, pero se dio. Nos besamos. Y no sé cómo describirlo. — ¡Eso es, señores! ¡Con este beso más que maravilloso celebramos la victoria de los hombres! - - Y ahora, ya para despedir, ¿cómo te sentiste, amigo mío? — Tengo que admitirlo: me ha gustado. No pensé que fuera a participar de manera tan directa en este programa. - respondió. — Esperamos verte por aquí muy pronto. — Me parece perfecto. Hasta estaba pensando en venir seguido. — Me parece más que excelente, señores. ¡Nos vemos mañana! ¡Dios los bendiga! ¡Jireh! Y terminó el programa tras una despedida locutada por Irving (si te preguntas el horario de emisión, es de 16:30 a 19:00, precedido por otro programa juvenil y sucedido por un noticiero). Comenzaron a apagar las luces y los que vinieron a vernos se retiran (las compuertas de entrada al estudio se abren para que haya más espacio para las personas). Nosotros también nos retiramos a los camerinos. Yo iba a eso cuando alguien me tomó del brazo. Era él. — Eh... Disculpa. — ¿Sí? - solté. — ¿Puedo... decirte algo en privado? — Sólo espérame un ratito. Voy a cambiarme y te veo en la salida. - le contesté, tras lo cual soltó mi brazo y alcancé a los demás. Mientras, él se retiró al exterior del edificio junto con el resto de visitantes. Apenas entré a los camerinos, escuché algo (o mejor dicho, a alguien). — ¿Qué opinas de él? - me preguntó una voz familiar: Gabriela. — Puede que tenga una armadura, pero creo que es diferente. - le respondí. — ¿Diferente en qué sentido? — Pues... no sé. — ¿Aún recuerdas cuando te salvó hace unos días? - me preguntó de nuevo Gaby. Una lluvia de imágenes comenzó a azotar mi mente. Comencé a pensar en lo que ocurrió recientemente. El derrumbe del edificio principal de Multimedios (sí, así se llama el canal, y es bastante visto en el sistema solar y las estrellas aledañas), la masacre que provocaron los llamados Zebesianos, lo que varios de ellos estaban a punto de hacerme si Helio no hubiese hecho acto de presencia, lo feliz que me puse al tener a alguien que me protegiera en ese momento (ya que los demás me buscaron antes de encerrarse, pero entonces fui acorralada por los piratas y, por ende, me dejaron a mi suerte. Ni siquiera Iván y Christian habrían hecho eso), cuando le abracé por haberme ayudado. Fue mi forma de darle las gracias. Viendo que estaba tomándome demasiado tiempo en responder, Gaby chasqueó los dedos frente a mí para hacerme reaccionar. — ¡Uvita, reacciona! - me dijo, sacándome de esa "lluvia" de imágenes. — Perdón. - me limité a contestar. — Para mí que le gusta, je, je, je. - se entromete Brandon en nuestra plática. — Yo opino lo mismo. - dijo Barbie. — ... - Marina no dijo nada. — Señor, ¿usted cree que a Uvita le guste el pariente muy lejano de Samus Aran? - le preguntó el pequeño Ruly al señor, en busca de una respuesta. — No, papacito de mi corazón. Él no pertenece a la familia de Samus Aran. Y con respecto a la primer pregunta, no puedo asegurarte nada. Pasó en total una media hora hasta que todos nos empezamos a ir. Al salir de las instalaciones del canal, allí estaba él (ya con su traje de batalla puesto), esperando pacientemente y preguntándole algo a Barbie (que salió antes ue yo). Ella me vio primero, así que le notificó a Helio de que yo ya había salido, por lo que prosiguió a retirarse. — Comenzaba a preguntarme el porqué tan tarde... - dijo a modo de saludo. — Hola. - saludé. — Emm... ¿Te molesta que hablemos un ratito? - me dijo dudoso. — ... No, para nada. - respondí, después de pensármelo un poco. Entramos al edificio aledaño (que es usado como un hangar para todos los vehículos de los trabajadores), hasta la azotea. Nos sentamos encima del casco de su nave (que, por cierto, dejó flotando en el aire. Y claro, no sin antes hacer que baje. Yo no puedo dar esos saltos). Ahí comenzamos a platicar. — ... No te miento. Pensé que tendría un problema si atracaba mi nave en este edificio, pero por fortuna no me pasó nada. Tuve suerte de que esos androides guardias no me hayan confundido con un criminal..., ni con Samus Aran. - me contaba. - Eso sí, tuve que dejar esta pistolita en la entrada por cuestiones de seguridad. Pensaron obviamente que podría matar a alguien. — Ja, ja. Ya sé. Eso suele pasar. - comenté yo. — Y... sobre lo que pasó hace unos días... — ¿Sí? — ¿Ya has podido superarlo? Al igual que con Gabriela, una lluvia de imágenes volvieron a inundar mi mente, pero ahora él estaba ahí, protegiéndome de esos invasores. Cuando eliminó a varios de ellos con misiles, o cuando atacó a otros haciendo piruetas y acrobacias... Ese tipo de imágenes me circulaban la cabeza tal como me había pasado antes y que, al igual que con Gaby, llamó la atención de Helio, que me hizo tratar de reaccionar. — ¿Hmm? ¿Pasa algo? - me pregunta, haciendo que vuelva en mí. — No, nada. No pasa nada. — Ah, sí. ¿Recuerdas que hace rato dije que tuve que dejar algo? Pues deja te lo muestro. - me dijo. - Sabía que debí desactivar la armadura... - susurró. - Deja lo hago. Luego de un resplandor, Helio se vio sin su traje puesto. Además de verse de nuevo en el que él llama "traje Zero", también llevaba una pistola parecida a las antiguas. — Antes de que te lo preguntes, esta pistola no mata. No es letal. Sólo paraliza. - me explicó, sacándome de esa duda. — Ah. Vale. — Bueno, sólo quería que me vieras "por el interior" momentáneamente. Será mejor que vuelva. - dijo, tras lo cual tomó una pose y toda su armadura volvió a aparecer, cubriéndolo. - Bueno, será mejor que te lleve a tu casa. Tus papás deben de estar preocupados por ti. ¿Dónde vives? No me sentía capaz de nada. No sabía qué hacer, o qué pensar. A pesar de lo que me dijo, no sabía todavía si confiar en él. Aun así, le dije dónde vivía, a donde me llevó personalmente. Claro que el atraque de una nave icónica como lo es la de Samus Aran hizo que todos mis vecinos creyeran que se trataba de ella (creo que pasará mucho antes de que la gente deje de hacer comparaciones). Al ver que la nave de Samus Aran aterrizaba en el barrio, todos salieron de sus viviendas para verlo, incluyendo a mi familia, que se llevaron la mayor sorpresa al verme descendiendo de ella junto a "Samus Aran". — Bueno, eso ha sido todo. - me dijo, activando nuevamente su nave para partir. Todavía tenía sentimientos encontrados, notándose en mi cara de preocupación. — Eh... En serio, ¿ocurre algo? — N-no. Nada. N-no es nada. - solté, notándose mi voz entrecortada. — Y... ¿cuándo cumples años, por cierto? — Muy pronto. Cumplo años el 3 de septiembre. Cae en lunes. — Lunes... 3 de septiembre... De acuerdo, veré qué puedo hacer. A ver si tengo ese día disponible. Dio una vuelta hacia su nave y esta descendió. Sin embargo, antes de abordarla, volvió hacia donde mí y me dijo algo. — Ah, por cierto. - me dijo, haciendo que volteé a verlo. - Sólo quiero que sepas una cosa. - se acerca a mí y pone sus manos en mis hombros. - Haré todo lo que sea posible para estar presente ese día en tu cumpleaños. — Uh... Vale. - solté, provocando que suelte una sonrisa. — Bueno, ahora sí, me retiro. Nos vemos luego. - se despidió, abordando su nave por medio de un pequeño ascensor. Abordó su nave y se fue. Espero que prometa lo que me ha dicho y vaya al programa para felicitarme el día de mi cumpleaños. Ahora pasaré al fin de semana (ya que estábamos a martes), para ser más exacta tras terminar el programa del viernes. Tras la arreglada y toda la hora que pasó para que nos fuéramos, me topo con la inesperada sorpresa de que Helio fue a visitarme otra vez, sólo que ahora no entró. — ¡Hey! ¿Qué tal? - me saludó enérgicamente. — Eh... Hola. - respondí. — Perdón por no haberte avisado antes, pero quería que esto fuera una sorpresa. — ... De acuerdo. No hay problema. — Sé que sonaré como un secuestrador o como alguien que anda ligando, pero... ¿quieres que te lleve algún lado? — Bu-bueno, usualmente tomó café con Gabriela los sábados y domingos, así que... ¿por qué no? — Perfecto. Entonces tendremos que conseguirte un traje Zero como el mío, pero para ti. Pero lo haré mañana. Pasaré por tu casa al mediodía. Espérame. - me dijo, tras lo cual abordó su nave y se fue. Paso ahora al día siguiente. Informé a mi familia de a dónde iba a ir (ya les había hablado de quien me llevó no era Samus Aran, sino un hombre). Él, por su parte, llegó a la hora fijada, es decir, al mediodía. Traía consigo otro traje unitalla, pero de color morado del lado izquierdo del cuerpo y rosa del derecho, además de unas marcas amarillas en la caja torácica y otras blancas en las piernas, manos y cuello (este traje está basado en este disfraz). — No quiero sonar pervertido ni nada, pero tienes que quitarte toda la ropa para ponerte este traje. - me comentó el inconveniente. Regresé al interior de mi vivienda para ponerme mi nuevo atuendo que, según Helio, me permiten soportar las enormes velocidades de una nave caza y sus bruscos movimientos y frenos (ya que normalmente se usan los cruceros espaciales de pasajeros). Ya con el traje, regresé hasta la nave de... Helio y la abordé por un pequeño elevador inferior (ah, y en el interior hay asientos para tan sólo 2 pasajeros). Ya en su interior (me senté en el asiento derecho), y tras asegurarme, Helio movió una esferita que hace de timón y zarpó (o mejor dicho, zarpamos) al espacio. Fue un viaje de otro mundo (literalmente). Pasamos por los terraformados Marte y Venus, las minas glaciales de Mercurio, los asentamientos en la Luna (como el lago Shackleton), las minas del Cinturón de Asteroides y otros lugares más, como la base de la Federación Galáctica en Titán o la reserva marina de Europa (luna de Júpiter). Incluso fuimos a otros planetas con vida, como Gliese 667 Cc o Ross 128 b y Tau Ceti e, estando estos dos últimos poblados por especies inteligentes. En fin, un viaje maravilloso. Después de todo eso, regresamos a la Tierra, en donde, en el caso de Monterrey, ya había anochecido. Volvió a dejarme personalmente en mi casa (menos mal que eran las 21:03 cuando llegamos). — Bueno, eso ha sido todo. Espero que te haya gustado. Ah, y te puedes quedar el traje como recuerdo. - me comentó, dando a entender que el viaje había llegado a su fin. — Gra-gracias. Me has llevado a explorar lugares que no había visto nunca. - agradecí. — Y recuerda que podemos hacer más viajes así. Sólo dime cuándo. - me dijo de nuevo, ya que ahora lo tengo en mi lista de contactos (ya que él me lo pidió). — De-de acuerdo. Adiós. - me despedí. — Adiós. - se despidió. — En cuanto bajé de la nave y entré a mi casa, él se elevó y se fue. Había sido una experiencia magnífica, muy contrastante a cuando fue al programa, y la verdad lo agradezco bastante. — Gracias..., Helio. Muchas gracias... - dije, mirando al cielo desde mi ventana. |
Capítulo 5
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Norion bajo ataque. Una nueva compañera |
El día de hoy es viernes 1 de junio. Ya he visitado a Cynthia en persona varias veces en estos días. Ay... Me encantaría poder seguir hablando de eso. Sin embargo, ahora no es momento para hablar de eso, ya que ahora estoy en medio de una misión. Me encuentro de otra batalla espacial, pero esta vez no sobre la Tierra, sino en Norion, en el denominado "sistema solar de la Federación" (ah, y por cierto, ya conocí al almirante general Castor Dane y a la unidad Aurora 242). Esta vez sí estoy participando de manera directa en el conflicto, y no como en la Tierra, donde sólo transité. — Recuerda, Helio: no debes permitir que tomen la base del Sector Zero de Norion. - me recordó la UA 242. — Sí, sí, ya sé. - dije, mientras lanzaba misiles a varios cazas piratas (ah, y si te preguntas de qué se trata la flota pirata ahora, son enormes cargueros y cazas fang). Un trío de naves piratas intentó atacarme por detrás, pero hice la misma maniobra que en Star Fox (o sea, el giro hacia arriba. Y sí, me caí de mi asiento, por andar de altanero) y evité todos esos disparos. Seguidamente, Usé mis torretas de rayo de poder gemelo y abrí fuego, acabando con ellos. — ¡Ja! ¡Coman eso, pedazos de...! - carcajeé, burlándome y emocionándome. No canté victoria por mucho tiempo. Un escuadrón entero de las mismas naves (como unas 5) apareció y comenzó a dispararme con sus láseres rojos, por lo que hice rápidos movimientos y empleé mis misiles, mandando a volar a varios, pero otros siete se unen a la persecución, obligándome a hacer lo mismo. Aunque recibo varios disparos, me encargo del ataque con mi rayo de plasma retráctil (que por cierto, es de mira automática. ¡Genial!). — ¡Ja, ja, ja! ¡Tomen eso! - solté, emocionándome más. — Helio, creo que te estás emocionando demasiado. - me comentó Samus. — ¿Tú no sentías lo mismo al participar en una batalla espacial? ¡Se siente la adrenalina recorriendo tu cuerpo! ¡Se siente bastante bien! — Muchacho, la flota pirata ha llegado a la superficie del planeta. Están atacando la base y los bosques aledaños. Tendrás a otra cazarrecompensas de apoyo. ¡Ve! - me ordena el almirante Dane. — ¿Otra cazarrecompensas? ¿Cómo se llama? - pregunto, no quiero quedarme con la curiosidad. — Dime, ¿conoces a "Sailor V"? — ¿"Sailor V"? ¿Cómo no la voy a conocer? La he visto varias veces en la tele y en la Cosmonet. Es otra cazarrecompensas reconocida, muy famosa en el sistema solar. - explico. — Bueno, chaval, no pierdas el tiempo. Baja al Sector Zero y protégelo. ¡Ve ahora! - me ordenó finalmente el almirante. Dejé la acción de la batalla espacial a un lado y atravesé la atmósfera del planeta verdoso. En cuanto visualicé la base, atraqué en el hangar de carga A. Una vez abajo, ordeno a mi nave que vaya a los bosques vecinos para que pelee allí (lástima que no puedo quedarme en ella para mínimo ver). — Uh... Señor, no veo a nadie más por aquí. - le comenté al almirante, viendo la falta de mis refuerzos. De la escotilla de mi izquierda, salieron varias tropas piratas apuntándome con sus armas (estos nuevos piratas también eran diferentes a los Zebesianos y a los del sistema Bermuda, siendo algunos delgados y otros musculosos, pero contando con seis ojos). — ¡Hmm! - solté. Los piratas accionaron sus armas contra mí, pero mi defensa sensorial me permitía esquivar y, de paso, cargar mi rayo rápidamente, por lo que lo cargué varias veces para acabar con varios de ellos. Seguí así hasta acabar con todos. De la escotilla de mi derecha salieron varios Marines de la Federación, algunos con sus armaduras dañadas. — Qué lentos. - les dije, viendo que aparecieron después de la acción. — ¡No es nuestra culpa! Otra unidad de piratas ha intentado desactivar el generador A. - excusó uno de ellos. — Hmm... - suspiré. - Bueno, no importa. Les pido que vayan a vigilar el resto de la base. Puede que pase lo mismo con los otros generadores. — Sí, señor. - me respondieron todos, yéndose por la misma escotilla por la que llegaron los piratas, dejándome solo durante unos segundos, cuando recibí una transmisión. — ¡Helio, alguien ha intentado derribarme! ¡Alguien que reconocería hasta viéndolo de lejos! - me comunica Samus. — ¡¿Eh?! ¡¿Qué es eso?! - exclamo, usando el zoom de mi visor para verlo con mejoría. Algo enorme aterriza frente a mí (por no decir que quiso hacerlo sobre mí), soltando una nube de polvo. Una figura parecida a un pterodáctilo se ve detrás de esa cortinilla de polvo. Un par de ojos amarillentos me miran desde detrás del polvo. Me paralicé por completo al ver esa mirada tan siniestra, no sé por qué. Observé detenidamente a esa enorme y nueva figura: piel morada y rasposa (como la de los reptiles), cuerpo humanoide (es decir, con la misma cantidad de extremidades que un humano), garras muy filosas, picos en los codos y talones, y por último, alas rojizas. Esta figura soltó un rugido furioso. Posteriormente, prosiguió a hablarme. — Así que tú eres el sucesor de Samus Aran, ¿eh?... - me dijo. — S-s-sí... - contesté, con obvio miedo, viendo el tono tan siniestro que le dio mi traductor. — Bueno, entonces ha llegado la hora de que conozcas al asesino material de Samus Aran. — ¡¿Q-qué?! - exclamé, conociendo al dichoso Ridley en persona, siendo también quien intentó derribar mi nave hace unos momentos. — ¡Yo, el gran Ridley, un miembro del Alto Mando de los piratas espaciales, fui el responsable de la muerte de la legendaria Cazadora, aquella que todos consideraban indestructible! ¡Y también lo seré de matar a su sucesor! Estando cubierto, descubrí algo feo: que puede exhalar fuego. Antes de que pudiese hacerme algo, me convertí en Morfosfera y lo esquivé, además de que me alejé de él. Ya lejos de él, cargué mi rayo y disparé (además de que lo enfoqué para medir su barra de vida), pero el reptil alzó el vuelo y evadió el disparo, que terminó por impactar en la pared. Proseguí a la configuración de Misiles. Le disparé todo mi arsenal de balísticos (aumentado a 25 gracias a que conseguí varios tanques de misiles), acertando en algunos y fallando en otros. Al parecer, los Misiles les hacían un daño considerable. Harto de tanto disparo (y aprovechando que tuve que concentrarme para recargar mi munición), el dragón intentó caer sobre mí y atacarme con su aliento de fuego, ataque que evité con mi defensa sensorial. Con mi contador relleno, disparé varios Misiles a quemarropa, provocándole algo de daño. En respuesta, este intentó darme un zarpazo, fallando. Estaba por disparar más de mis Misiles cuando recibí el azotón de su cola. — ¡Ah, mierda! - exclamé, momento en que el dragón (o dragón espacial, de acuerdo con mi visor de escaneo) volvió a posarse sobre mí. — ¡Ya no me volverás a molestar jamás! - me dijo, y acumula fuego, amenazando con acabar con mi vida. Está a punto de matarme, y llego a pensar en que ya no volveré a ver a Cinthya pero, como si de un milagro divino se tratase (o bueno, conveniencias del guión), algo pasa. Se escucha una voz nueva, femenina, gritando: — ¡Cadena de Venus! Una cadena energética envuelve la cola del reptil, dándole una descarga eléctrica (y obviamente él se queja con un rugido). Posteriormente, se escucha otra cosa. — ¡Boomerang creciente! U proyectil amarillo, en forma de luna creciente, le corta algo de piel del pecho. Y por último... — ¡Rayo creciente! Un torrente de rayos amarillos le impactan, seguidos por uno más potente. Estoy impresionado. ¡Todo pasó en menos de treinta segundos! — << ¿Qué demonios...? >> - pensé. Al fin ha llegado "Sailor V", mi compañera. Antes de pasar a más, la describiré físicamente. Mi salvadora nacida en Venus (sí, es una humana de otro planeta) usa una armadura blanca con hombreras planas (como las mías), algo en el pecho en forma de "X" roja (con una esfera redonda en el centro, amarilla), secciones que a veces combinan el azul con el rojo (la parte superior de su cuerpo, sus brazos y por encima de las piernas) y unas más en amarillo (los antebrazos y un teclado en su muñeca derecha, como el que tengo yo en mi cañón), casco con visor rojo en forma de antifaz (y una insignia de una luna creciente en su frente, su logo característico), botas azules y un emblema en el dorso de su mano derecha: dos lunas crecientes juntas. No se le ve ningún arma visible, ¿entonces de dónde disparó todo lo anterior? ¿De lo que he descrito antes? — ¡¿Bonitas horas en llegar, eh...?! - le recrimino, ya que se ha tardado. Empezamos bien... — ¡No tenemos mucho tiempo! ¡Rápido, ataca! - me dice. — << Sí, jefa... >> - le contesto mentalmente. Le hago caso. Enfoco a Ridley y me preparo para disparar más misiles, pero este alza el vuelo. Sin embargo, antes de que escape... — ¡No irás a ningún lado! - dice Sailor V, y engancha su cadena de luz de nuevo en su cola. - ¡Voltaje! El dragón recibe otra descarga, aparentemente más severa que la anterior, y suelta un rugido por lo mismo. Después, cae al piso, quejándose. — ¡¿Cómo es posible que una niña humana que acaba de verme por primera vez en mi vida ja sido capaz de derrotarme tan rápido?! - se expresa abiertamente porque Sailor V le ha ganado. . ¡Para que veas que no sólo Samus Aran puede vencerte así de fácil! - le contesta ella, apuntándole con el índice. — Hmm... - dice Samus en mi comunicador. ¿Qué tiene? Ella va a atacarle otra vez, pero el muy miedoso extiende sus alas y sale despavorido. Corre como alma que lleva el Diablo. — ¡Vuelve acá, maldito! ¡Ven y pelea como hombre! - le grito, ocultando mi miedo interno. Sailor V y yo nos quedamos mirando a donde se fue el cretino de Ridley (¿no que muy intimidante? ¡Si fue el que salió intimidado!). — Artemis, creo que ya he cumplido con mi deber. Trae el Lucero de Magallanes ael hangar A de inmediato. - se comunica la cazarrecompensas Venusiana con un tal Artemis. Empleo mi visor de órdenes para hacer lo mismo, y ambas naves llegan casi al mismo tiempo. Miro detenidamente la suya: tiene forma de luna creciente (¿es que le gustan tanto las medias lunas o qué?), de color amarillo (como la mía), luces blancas en la parte superior y cristal rojizo. — ¡Ah, no! ¡Todavía no! ¡La pelea aún no ha acabado, muchachos! ¡El Sector Zero aún no ha sido asegurado, las cosas no terminan todavía! ¡Deben asistir a las tropas de las avanzadillas subterráneas y proteger a la unidad Aurora 486! - se comunica con nosotros el almirante Dane, sorprendiéndome. — ¡Oiga! ¿Y cómo sabe que íbamos a hacer eso? ¿Acaso nos está mirando? - le pregunto. — Intuición, muchacho. Además, los vigilo. - suena como un acosador. - Y ahora, ¡andando! — Sí, sí. - sueno desganado. — ¡Sí, señor! - responde Sailor V, más seria. Hablando de ella, la observo de reojo (me da curiosidad) y noto que desmaterializa su casco, justo como hago yo con toda mi armadura, pero oprimiendo un botón de su teclado (¿quién diría que los humanos lograrían igualar a los Chozo en algo? Quien haya conseguido tal cosa es un maldito genio). Bajo ese caso, aprecio a una chica de más o menos mi edad, cabello rubio y muy largo (le llega debajo de la cintura. ¿No se lo ha cortado en su vida?) adornado por un listón rojo (la hace ver muy inocente, y hasta infantil), y ojos azules (de hecho, me recordó a Samus, pero más joven y radiante). Me sorprendo, es... muy bonita (piensa en Cinthya, ¡piensa en Cinthya!). Tras pasar su mano por su cabello (slow-motion añadido a la escena para más... ¿deleite?), Sailor V nota que la miro (espero que no me malinterprete), así que voltea. — ¿Qué me ves? ¿Tengo algo raro? - me pregunta. — No, nada. No es nada. - respondo, tajante. — ... - entrecierra los ojos. No está muy convencida. Quiero conocerla, y es que si tengo una nueva compañera, quiero llevarme bien con ella y ser su amigo. Aunque se vea muy seria, es posible que no sea así realmente. Voy a comprobarlo. — ... Así que, Sailor V, ¿cómo te llamas? Yo me llamo Helio Cabrales. - me presento para romper el hielo. — Me llamo... - duda en contestar, pero accede. - ... Minako. Minako Aino. — ¿"Minako Aino"...? Hmm... Interesante nombre. - voy un poco más allá. - ... Oye, ¿sabes si hay alguna sociedad de cazarrecompensas o algo así? Me imagino que debes trabajar para alguien. ¿O lo haces también para la Federación Galáctica? — Je, je. - suelta unas risillas. ¿Qué pasó con la seriedad? - Disculpa, pero recuerda que no podemos darnos el lujo de platicar en este momento. Tenemos que salvar a la unidad Aurora 486. — Cierto, cierto. Vamos. - yo quería hablar más... - << ¿Qué estará haciendo Cinthya en este momento? >> - pienso. — Ay... Quisiera saber qué hacen Armand y Katherine en estos momentos... - dice antes de subir a su vehículo. ¿Quiénes son "Armand" y "Katherine"? Ambos abordamos nuestras naves y vamos juntos al fondo del cañón, por el que corre un río de agua. Mientras viajábamos por el sendero del río, inspeccionábamos cada cueva que encontrábamos, por si había piratas escondidos ahí, pero encontrándonos con murciélagos y Shriekbats adaptados al planeta. Estuvimos así como por media hora, inspeccionando y buscando, topándonos con varias bandas de piratas en varias cuevas, pero estos eran eliminados por nuestros ataques conjuntos (o por los Shriekbats). Seguimos inspeccionando algunas cuevas durante el camino a la base, hasta que Samus detuvo la nave en una en particular, que contaba con unas compuertas metros más adelante de la entrada. — Helio, detecto lecturas de Marines en esta cueva. Ve y ayúdales. Yo me quedaré aquí junto con Artemis. - me informó Samus. — ¿Qué? ¿Ya te conectaste con la otra nave? - le pregunté. — Es algo que las IAs podemos hacer. ¡Ahora ve! La nave bajó al suelo y descendí por el elevador. Debido a esto, Sailor V hizo lo mismo para acompañarme (piensa en Cynthia, piensa en Cynthia...). — ¿Sabes lo que voy a hacer? - le pregunté a Sailor V. — Sí. Tu IA se lo informó a la mía. — << Creo que Samus debió de haber hablado así cuando estaba en vida... >> - pensé. - Muy bien. ¡Entonces vamos! - exclamé, y ambos nos adentramos en la cueva con nuestras armas alzadas (en su caso, la cadena energética). Caminamos durante algunos minutos hacia el interior de la cueva (que por cierto no estaba a oscuras, sino que contaba con iluminación), topándonos con los cadáveres de algunos piratas y Marines (qué lamentable). Me llevé tremendo susto cuando, al dar vuelta en una esquina, nos topamos a un soldado federal herido, sentado en el suelo, jadeando de dolor. — ¡Ah! - solté, bajando mi cañón. — ¡Oh, qué bueno que son ustedes! Pensé que sería alguna criatura salvaje. - nos dijo. — ¿Te encuentras bien? - le preguntó Sailor V. — Sí. Un pirata me disparó en la rodilla, pero afortunadamente me encuentro bien. - respondió el Marine. — << ¡No manches! Te dispararon en la rodilla y no puedes levantarte. ¿Cómo vas a estar bien? >> - pensé. — Ven. Te ayudaré a levantarte. - dijo mi acompañante, ofreciéndole su mano para levantarlo. - Helio, yo lo llevaré a la Olimpo para que sea revisado. Tú mientras dirígete a la Base Démeter. - me indicó mi compañera, levantando al Marine y llevándolo a su mano (claro este no podía caminar bien). En vez de seguir mi camino, investigué más ese campamento subterráneo improvisado. No encontré nada fuera de lo normal: tiendas de campaña, robots de entrenamiento, cazas Stiletto e iluminación. Inspeccioné todo el lugar con ayuda de mi mapa de proximidad-radar para encontrar más Marines, encontrando a otros dos heridos, uno del brazo y otro del tobillo. Le comuniqué esto a Salor V para que regresara a por ellos, ya que había dejado al otro en su nave ya. Para ahorrarle tiempo, le ayudé a llevarlos a ambos (podrían haber usado un Stiletto, pero el que sabía manejar tenía su brazo roto. Auch. No quiero ni imaginármelo). Nos encontramos en la entrada de la caverna, y le cedí a mis dos "compañeros temporales" para que los llevara a la Olimpo a los 3. — Gracias por hacerme el favor. - me agradeció Sailor V. — No hay de qué. Pero estamos perdiendo tiempo. Será mejor que los lleves rápido a la Olimpo y vuelvas casi de inmediato. - le ordené, sintiéndome un líder momentáneamente. — De acuerdo. Voy y vuelvo enseguida. - se despidió, subiendo a los Marines que llevé a su nave, abordándola junto con ellos y viajando al espacio. Con la nave de Sailor V perdida de vista, estuve dispuesto a subir a la mía, cuando mi defensa sensorial me alertó de algo y esquivé (muy a la Matrix) varios disparos de piratas ocultos en la cueva de enfrente, a los cuales eliminé de unos cuantos misiles. Con ese obstáculo fuera, proseguí con mi camino, al que rápidamente se reintegró Sailor V. Después de todo eso, finalmente llegamos a la Base Démeter, situado al final del cauce del río (muy largo, por cierto) y cuyo flujo rodeaba el edificio. Se trataba de un complejo de forma rectangular con una torre de como 100 metros de altura en cada esquina, incluyendo zona de entrenamiento, hangares y demás; además, contaba con un patio interno lo bastante grande como para albergar a 4 fragatas Griffin perfectamente acomodadas, con una torre en medio de esa zona jardinosa; además, contaba con el emblema de la Infantería de Marines en el muro frontal. Pertenecía a la dichosa rama de la Federación. Por eso precisamente allí se libraba la mayor batalla entre federales y piratas. Los piratas usando tanques con forma insectoide y los federales con vehículos todoterreno de 6 llantas y torretas Mk XII Hydra. Aprovechamos todo el ambiente para descender (no sin antes hacer lo mismo que en la Base Zero: comandar las naves para que atacaran los alrededores, precisamente a los enemigos, obviamente). — ¡Rápido! ¡Entren! ¡Protejan a la Unidad Aurora 486! - nos informó un Marine que disparaba desde la entrada, tras lo cual entramos (claro, no sin antes darme la vuelta para ver cómo las naves combatían las tropas piratas. Avanzamos por el interior de la base, no muy diferente a los complejos militares de la Federación en cuanto a diseño y arquitectura (así me ahorro descripciones innecesarias). En cierta habitación descargamos el mapa del complejo, encontrándonos con que la 486 se encontraba en lo más profundo de la base. Seguimos atravesando toda la base, ayudando a veces a eliminar a los piratas infiltrados y sus aerominas. — ¡Mierda! - exclamé, viendo que el camino se había bloqueado. — ¡Rápido! ¡Por aquí! - me indicó Sailor V, tomando rumbo hacia un camino alterno. Rápidamente le seguí. Seguimos avanzando por el interior de la base hasta que por fin llegamos al jardín central, donde extrañamente no había ningún pirata, por lo que deduje que aún no habían avanzado lo suficiente. En la entrada de la torre se encontraba un Marine vigilando la entrada. — Qué bueno que han llegado. He sido informado de todo. Por favor suban a través de este elevador. La Unidad Aurora 486 los está esperando. - nos dijo, dejándonos pasar. Detrás de la escotilla había un elevador lo suficientemente grande como para 10 personas, pero como éramos 2 no hubo ningún problema. Ascendimos de forma diagonal. — Individuos Helio Cabrales y Sailor V accediendo al ascensor de la Unidad Aurora. Permiso de nivel 5 concedido. - dijo el Marine que nos atendió por medio de megafonía. — Entendido, J-42. Abriendo cámara. - dijo el otro, identificándolo como "J-42". El elevador terminó su recorrido diagonal ascendente. Nos encontramos con un Marine protegiendo unas puertas de acceso. El Marine pasó su visor por un escáner que reconocí como aquellos empleados en lugares tanto civiles como militares. Tras pasar su vista y ser reconocido, las enormes compuertas se abrieron. Adentro se encontraban otros 2 Marines. Al fin pudimos encontrarnos cara a cara con la Unidad Aurora 486, un superordenador orgánico, igual que la 242, siendo la responsable de haber terraformado el planeta. No se diferenciaba mucho de la otra, ya que también estaba dentro de un tanque con un líquido azulado del que salían cables de diferentes grosores. — Finalmente han llegado, Helio Cabrales y Sailor V. - nos saludó con una voz artificial masculina. — Uh... Así es. - contesté. - << Ya es la segunda de estas que veo en menos de 2 horas... >> - pensé. — Unidad Aurora 486, ¿qué es lo que debemos hacer? - dijo Sailor V, yendo directo al grano (ya que yo soy bastante distraído. Con suerte logro mantener la armadura activada...). — Uh... Sí. ¿Qué se supone que debemos hacer? — Será mejor que comencemos. - dijo la UA, dando por iniciado su discurso. - Como podrán haber visto, el Sector Zero de la Federación y el planeta Norion se encuentran bajo ataque por parte de los piratas espaciales. — << Vaya, no me digas... >> - pienso inmediatamente. ¿Para qué hablar de lo obvio? — La Séptima Flota tiene el control en la órbita del planeta, pero en la superficie no todo está ganado. Tenemos consciencia de que los piratas están atacando varios centros de entrenamiento, campamentos y centros de avanzada. Las tropas han logrado un buen avance, entre las cuales se encuentra la recuperación del Sector Zero y sus generadores, acciones llevadas a cabo por ustedes, pero aún no es suficiente. Hemos dividido las zonas atacadas en 2 mitades. Su misión es cubrir cada uno una de las zonas y ayudar a las tropas. — Sí..., señor, señora. - dije, ya que, siendo un superordenador, no sabía si decirle "él" o "ella" (aunque, siendo una computadora, obviamente no tiene sexo, pero sólo personalidad basada en los mismos). — Bueno, será mejor que se pongan en marcha. Esta zona está bien protegida por el momento. Los llamaremos si necesitamos ayuda. - nos ordenó la UA. — Entendido. - dijimos ambos a la vez. — Prometo dar todo mi esfuerzo. - dijo Sailor V, tras lo cual salimos de la estancia. — ¡Oh, sí! ¡De vuelta a la acción! - exclamé, emocionado, mientras tomábamos el elevador pero hacia abajo. Ambos volvimos a la entrada de la base, sabiendo que las cosas estaban bajo control momentáneamente. Claro que nos topábamos con piratas y Marines enfrentándose, así que ayudábamos (lógicamente) a estos últimos. Cuando regresamos a la entrada, ambos llamamos a nuestras naves, yo con mi visor de órdenes y un pequeño teclado en mi cañón y ella con un brazalete y también un teclado con varios botones en su muñeca derecha. En eso, se me ocurrió una idea. — Oye, ya sé. ¿Y si cambiamos de nave para generar más confianza? - propuse. — ¿Eh?... - pone cara de confusión (¿y cómo no? Mi propuesta es algo extraña teniendo en cuenta que apenas nos conocemos). — ¿Acaso me crees capaz de chocar tu nave contra una montaña? Créeme cuando te digo que yo no soy de esos. - intentaba convencerla. — Es que... no sé... Aún no te tengo mucha confianza... — Oh. Ya veo... - solté, viendo que iba a rechazar mi propuesta. — Pero eso no significa que no pueda darte la oportunidad. Sólo te pido que no le pase nada a Artemis. — ¿Artemis? — Mi inteligencia artificial compañera. Ha sido mi compañero en todas mis misiones. — Ya veo... De acuerdo, tendré cuidado. — Muy bien. — A cambiar. - solté, poniendo rumbo a la nave de Sailor V. NOTA: Fragmento narrado por Sailor V. Intercambiamos naves. Él a la mía y yo a la suya (aunque tiene función de autorreparación, me preocupa que le pase algo). No podía creer que abordase la nave de la legendaria Samus Aran. Llegué a colaborar con ella en varias misiones, pero nunca a estar en el interior de su mítica nave (me pregunto qué pensarían las chicas si les digo de esto). Abordé la nave por medio del elevador inferior, me senté en el asiento del piloto, intenté acostumbrarme al nuevo estilo de mando (tardé un poquito, pero no tanto). — Así que es cierto, Samus Aran... Te convirtieron en computadora... - le dije a la IA en busca de una respuesta, que afortunadamente tuve. — Así es. Y tengo que admitir que me siento con más libertad a pesar de tener mi conciencia digitalizada en un ordenador. - me respondió Samus Aran con su voz digitalizada. Fijé mi mira en el timón: una pequeña esfera conectada a una máquina que mostraba pantallas holográficas. Posé mi mano sobre ella (no sin antes activar los motores) y la moví un poquito, provocando que la nave se moviese bruscamente hacia adelante, pegándome al asiento. — Ah, sí. Te va a costar un poquito al principio. A mí me pasó. - se comunicó Helio conmigo, mostrándose una imagen de él desde el interior de mi nave. Moví un poco mejor la pequeña esfera-timón y despegué. Era algo complicado al principio, pero logré acostumbrarme rápido. — ¡Cuidado! - gritó Samus, moviendo ella la nave y apartándome de un poderoso aliento de fuego. Era otra vez ese general pirata volador, que se había recuperado del ataque de misiles de Helio (¿no se suponía que había huido al espacio?). — Creo que te equivocas, reptil. ¡Soy Sailor V! - dije, levantándome del asiento y señalándome haciéndo un gesto con la mano. - ¡Samus! ¡Ataca! — Entendido. - respondió Samus, sacando a relucir el arsenal de armas de la nave. Primero vinieron unas torretas de rayo de poder gemelo, pero el dragón lograba esquivar los disparos sin problemas. Seguidamente prosiguió con un rayo de plasma retráctil que, a pesar de ser muy poderoso, ni siquiera alcanzó a rozarle. Y por último, unos potentes misiles. Estos sí alcanzaron a tumbarlo, pero logró recuperarse rápidamente. Al estar de nuevo frente a mí, volvió a cargar su poderoso aliento de fuego con el que trató de derribarme, pero fue interrumpido por alguien más: Helio. Helio llegó en mi nave y lo repelió con las ametralladoras de plasma con las que contaba. — Je, je. Llegué a buena hora, ¿verdad? - se comunicó conmigo. — Gracias por salvarme. - le agradecí, aliviada. — ¡Nos volveremos a ver, niños mocosos! ¡Lo juro! - dijo, tras lo cual se retiró volando nuevamente hacia otra nave pirata grande que sobrevolaba la zona, abordándolo y huyendo. — Bueno, yo regreso a la Base Démeter. Devuélveme mi nave más tarde, ¿sí? — Por supuesto. Puedes confiar en mí. — Bien. ¡Nos vemos más tarde! - se despidió, llevándose mi nave de vuelta a la Base Démeter. — Sailor V, necesitamos ayuda al oriente de la Base Démeter. Un acorazado pirata está causádonos problemas. Determinada, que tomé el timón de la nave rumbo al bosque oriental. Me necesitaban una vez más. NOTA: Fagmento narrado por Helio. — ¡Tengan! - solté, disparando un misil que acabó con varios piratas debido a la onda expansiva. Seguía con la acción en la base. Dejé la nave de Sailor V como antes (ah, y ya me llevo bien con Artemis, IA masculina a cargo de la nave de mi nueva compañera) y combatía con misiles y rayos cargados a los piratas que habían logrado colarse al jardín central, donde se encuentra el acceso a la Unidad Aurora 486. Me encontraba combatiendo junto al Marine que vigilaba la entrada y otros más que habían llegado. Lográbamos mantener la situación bajo control. En cierto momento, parecía que los piratas habían recibido un mensaje, por lo que prosiguieron a retirarse. Claro que no se lo dejaríamos tan fácil. Los Marines y y los perseguimos por detrás para asegurarnos de que ninguno regresara. — Nosotros regresaremos a nuestra posición. Tú ve tras ellos. - me informó uno de ellos, tras lo cual regresaron al jardín central. Regresé a la entrada y me asomé, viendo cómo las naves y tanques piratas se retiraban de la base. Aun así, la batalla no había terminado. En cierto momento Sailor V me informó que se había encargado de los problemas en el oriente, así que fuimos al poniente de la Base Démeter, en un centro de avanzada. Pusimos rumbo allá. Nos encontramos con una base con una enorme torre en medio. Había un acorazado pirata atacando, seguido de tanques y naves. ¿El responsable? Ridley, quien atacaba personalmente la base con su aliento de fuego. — ¡¿Otra vez?! ¡Ya van 3 veces que me encuentro con él! - se quejó Sailor V al verlo. — ¿A poco ya lo viste 3 veces? Eso sí es mala suerte. - dije. Habríamos seguido con la plática, pero Sailor V recibió una comunicación, al parecer de la Unidad Aurora 242. — ¿Hmm? ¿Qué? ¡¿Qué?! ... Entendido. Voy para allá. - dijo, tras lo cual, volteó a verme. - Problemas en la órbita. Debo volver a la Olimpo. — De acuerdo, pero recuerda lo que te dije: que mi nave no sufra ningún daño. — Hola de nuevo. - dije de una manera un tanto siniestra, antes de oprimir el botón de las ametralladoras de plasma. No pudo evitar el ataque. Recibió todos los impactos, provocándole heridas muy severas, por no decir mortales. Por consecuencia, soltó un rugido desgarrador y cayó al suelo (y estábamos como a 50 metros de altura del suelo). Con eso, se me ocurrió algo: atacar a las naves y tanques piratas con las ametralladoras. Empleé la idea, con resultados más que satisfactorios. Todos los vehículos enemigos explotaban (y caían al suelo, en el caso de las naves) tras recibir una ráfaga de disparos (me pregunto por qué no se me ocurrió antes). Mientras lo hacía, recibí una transmisión de la Unidad Aurora 486. — Helio, estás muy cerca de lograr tu objetivo. Sigue así. - me felicitó. Seguí con mi idea, que continuaba funcionando a la perfección. Los cazas y tanques piratas seguían cayendo como moscas frente a las ametralladoras de plasma de la nave de Sailor V. Sin embargo, algo evitó que continuara con ello: un aliento de fuego. — ¡Cuidado! - soltó Artemis, moviendo la nave y evitando el ataque. Adivina quién era. Así es: era Ridley. A pesar de recibir tanto plasma, logró sobrevivir y atacar, por lo que emprendió el vuelo para intentar atacarme. — Hmm... Un hueso duro de roer. - dije, aunque no pude contener mi sorpresa. Estaba a punto de emplear nuevamente las ametralladoras, cuando un punto brillante llegó desde la lejanía y soltó contra Ridley, que recibió los impactos de unos misiles. Era Sailor V, que había regresado, y había empleado los misiles de mi nave. — ¡Maldición! ¡Ya nos veremos! - se despidió de una buena vez, volando hacia otro acorazado pirata que se dirigía al espacio para retirarse. Bajé al exterior de la base que salvé, bajé de la nave (no sin antes agradecer y despedirme de Artemis) y observé como los cazas piratas restantes, así como los tanques que sobrevivieron a la masacre, se retiraban. Ahora sí, la batalla había terminado. Mientras observaba el cielo, recibí primero una transmisión del almirante Dane, después de la Unidad Aurora 242 y por último de la 486. — ¡Excelente trabajo, muchacho! Sabía que la Séptima Flota podía contar contigo. Hablaré al comandante Malkovich para que mande Segurus a tu cuenta. Te contactaremos de nuevo si necesitamos ayuda, a ti y a Sailor V. — Muy buen trabajo, Helio. Has logrado salvar Norion de los piratas espaciales. Tal parece que tu apodo de "sucesor" de Samus Aran no es en vano. Buena suerte en tus próximas misiones. — Bien hecho, Helio. Gracias a ti, el Sector Zero y el planeta Norion están a salvo. Esperemos contar con tu apoyo contra futuras amenazas. Ahora, volveré con Sailor V. Ella regresó en mi nave, bajó de ella, se pone frente a mí (que romántico se oyó eso, ¿no crees?) y observamos la retirada de las tropas enemigas. — Y finalmente se van... - solté, aliviado. — Ah, y con respecto a la pregunta que me hiciste hace rato, sí, hay una sociedad de cazarrecompensas como tal, pero no te recomiendo que se suscribas a ella. Por lo que me comentó un par de amigos, hay gente demasiado ruda en ella. - me respondió a la pregunta que le hice hace rato. — Ah, OK. Y gracias por traer mi nave como te lo pedí. ... Ah, y la tuya tiene muy buen armamento. Esas ametralladoras de plasma son muy útiles. — Gracias. ... ¿Sabes? Pienso que eres alguien interesante. — ¿Ah, sí? - pregunté, sorprendido. — Podemos ir a Venus y platicar de esto en mi casa. — ¿En tu... casa...? Es que... Es que... - me delato yo solo. — Je, je. - soltó de nuevo unas risillas. - Por lo que veo, te sientes atraído hacia alguna chica, y respeto eso. Sólo quiero que vayamos a mi casa en Venus a pasar un rato. ¿Eso tiene algo de malo? — N-no... - comento, aún sonrojado (pero el visor no deja ver esto). — ¡Pues perfecto! ¡Entonces vámonos a Venus! ¡Sígueme! - me indicó, sonando alegre, como si nada de lo anterior hubiese pasado. Otra misión cumplida. Logramos proteger un planeta, una base muy importante para la Federación y una unidad Aurora (o debería decir dos, contando a la 242). Además, he hecho una amiga que también es cazarrecompensas. Vaya..., parece que la suerte me sonríe... |
Capítulo 6
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Días de descanso |
(Recordando la fecha: viernes 1 de junio.) Venus, segundo planeta del sistema solar tras Mercurio, otro más terraformado por la humanidad. Tras un largo proceso que no me aburriré en describir, se convirtió en un mundo neblinoso, volcánico (pero mucho más moderado) y agrícola (gracias a lo anterior, ya que creo que la tierra volcánica es más fértil, o algo así), con días de 25 horas exactas. A este planeta (lo del "planeta con el día más largo" y también "el planeta más caliente" del sistema solar le corresponden a Mercurio, como debería de haber sido) iba en compañía de Sailor V tras la misión de Norion. Aterrizamos en una casa (muy lujosa en apariencia, debo decir) en las afueras de una ciudad llamada Nuevo Londres (el nombre y sus características lo dicen todo). Como no hay más espacio, lógicamente atraco mi nave afuera de la residencia mientras ella deja la suya en un porche (qué mal... ¿Y el estacionamiento para invitados?). Ella entra primero y yo espero a que me abra la puerta (que, al abrirse esta, sonó como las que aparecen en Mega Man Zero 3 y Mega Man Zero 4. Ojo, no las de los jefes), y cuando lo hace, veo que ya no porta su armadura, pero sí un traje ajustado muy similar al mío, pero de color blanco con toques naranjas (y creo que la forma de "V" cercana a la cadera es roja), junto con un brazalete muy parecido a un reloj en su muñeca izquierda. Yo no hago lo mismo, soy demasiado penoso, pero eso sí, como la gravedad es muy similar a la terrestre, no tendré mucho problema con respecto al movimiento. Dejo de notar el ambiente del exterior, comparable al norte de Islandia, y me invita a entrar. — Pasa. Siéntete cómodo. - me dice, dándome la libertad de acomodarme como me plazca, aunque tampoco quiero abusar. — Uh... Gracias. - agradezco, sonando algo inseguro. Me sorprende qué tan lujosa es su casa. Es bastante espaciosa, con un porche en donde está estacionada su nave, un robot de trabajo que Minako tiene a su propiedad (¿cuánto le costó? Creo que son algo caros), y pasando a describir el interior, está la sala con un sillón enorme (pero también hay otros) y una televisión holográfica, al fondo, una cocina y, junto a esta, ventanas y una puerta que dan al patio trasero (¿acaso noté una cancha de voleibol? ¿O es que no vi bien? Porque mi hermano jugó a ese deporte durante sus años de estudio) y, cerca de la estancia principal, unas escaleras hacia la planta alta. — ¿Quieres? - me ofrece de un jugo que saca de su refrigerador. — No, gracias. - me niego. — Bueno, como gustes. Ella se sirve en un vaso y se sienta a un lado mío, en el sillón grande. — Sabes, no esperaba que vivieras en una casa así. Se ve que tus padres son muy trabajadores. - comento. — Sí..., mis padres trabajan mucho... y no se ven tan seguido por aquí. - suena decaída, y mira al suelo. ¿Dije algo malo? — ¿Eh...? — Mis padres... están de viaje, y no han regresado. Ya va mucho tiempo de que se fueron..., y los extraño muchísimo. — ... - creo que ya le toqué la fibra sensible (¿tan pronto? ¿Nuevo... récord...?). Alguien más se hace presente: un gato blanco de ojos verdes (con un collar también verde en su cuello que tiene unos agujeritos y la marca de otra luna creciente en él). Se deja notar con un "miau". — Oh. Hola, Artemis. Mamá llegó. - le habla Minako, haciéndole señas de que se acercara. El felino se sube al sillón y se acurruca en sus piernas (mira qué canijo...). — ¿Artemis? - repito. Pero si ese... es el nombre de la inteligencia artificial. — Sí. Así se llama mi gato. - me explica ella mientras que a él... le hace cariñitos con la mano mientras él ronronea (lo está disfrutando... Tenemos a un niño mimado aquí, señores). . ¡Pero así se llama también tu IA! ¿Cómo están las cosas? ¿Nombraste primero al gato y luego al programa? ¿O cómo? Quiero saber. — Ji, ji. Primero obtuve a este pequeñín, me llevaron a adoptarlo en mi decimotercer cumpleaños; a la IA la conseguí poco después, gracias a una amiga muy brillante. - me relata, y el gato... está que si bien relajado mientras le dan amorcito (ni mi perro es así de encimoso). Después de esa pequeña anécdota, ella enciende la televisión holográfica y la vemos, entre lo que vimos una televisora local (llamada "Venus TV"), un canal de documentales sobre la Federación y la señal del canal de Cinthya (y qué casualidad que estaban pasando justamente ese programa, así que le pedí a Minako que si le dejaba ahí, y accedió). — Por cierto, me enteré de que salvaste a alguien de ese programa, ¿no es cierto? - me preguntó Sailor V. — Sí, así es. Es a la de verde a quien salvé de una pandilla de Zebesianos. - le respondí. — Anda... Pues felicidades. Y... ¿acaso te atrae? - me volvió a preguntar inocentemente, provocando que me ponga nervioso. Estaba a punto de responder cuando alguien tocó a la puerta, salvándome de una respuesta incómoda. Minako abrió la escotilla de entrada. Eran 2 personas, hombre y mujer. Él llevaba una gabardina color café junto a una camisa interior blanca con corbata y pantalones de un tono marrón claro y zapatos negros (y su cabello era marrón). Ella, por su parte, portaba una blusa azul con botones amarillos y vestido del mismo color azulado, con zapatos de tacón (no se me olvida su cabello, que era pelirrojo). Además, llevaba una gorra en la cabeza con un logo dorado en ella. Parece que es policía, y no precisamente de la Policía Federal. Creo que ambos tenían los ojos azules. — ¡Armand! ¡Catherine! - dijo Sailor V, alegre de ver a sus aparentes amigos. Minako corrió hacia ambos y los abrazó. Parecía que no los veía desde hace un tiempo. Comencé a sentirme incómodo. — Eh... Siento que ahora no debería estar aquí... - comenté. — Helio, ellos son Armand y Catherine. Son mis amigos. - me comentó, presentándome a sus amigos, quienes me saludaron. Tuve que responder al gesto. — Eh... Sí. Bueno, Minako... Hmm... ¿Sabes qué? ¿Te molesta si te llamo Mina? - le dije, ocultando que no quería incomodarlos. — No, no hay problema. — Bueno, entonces me retiro. Fue un gusto conocerte y haber estado aquí. Espero que no te moleste si vuelvo a visitarte posteriormente. - le dije. — No, claro que no. — De acuerdo, entonces me voy. Adiós. - me despedí. — Adiós. - respondió ella. Me despedí de Sailor V, digo, Minako Aino, y regresé a la Tierra. Volví a mi residencia (debido a que las calles solamente estaban hechas para vehículos, y no para naves, y a que mi casa no contaba con porche, tuve que dejarla flotando sobre mi residencia con ayuda de los propulsores anti-gravedad que posee en las patas engranadas). Allí me esperaba mi madre, que al parecer no le habían informado bien de dónde estaba. — ¿Dónde has estado? Me has tenido muy preocupada. - me dijo. — Estuve en Venus, con una nueva amiga. - me tragué lo de Norion. — Sé que estuviste en una batalla. Recuerda que me informan de todo lo que haces. - me volvió a comentar, recordándome que la Federación la mantiene al tanto de todas mis misiones. En otras palabras, no podía mentirle. — ... Bueno, primero fue eso. Después lo otro. — De acuerdo, siéntate y come. - me dijo, ya que eran pasadas de las 6 de la tarde. Volví a sintonizar la señal del canal de Cinthya y vi el resto del programa (por cierto, no he dicho cómo se llama, ¿verdad? Pues se llama "Acábatelo"). Esto lo hice mientras comía una pizza con refresco (je, je). Claro, no sin antes quitarme la armadura y el traje Zero y ponerme ropa más adecuada. Luego de eso, llegó mi papá de su trabajo (por cierto, no he hablado mucho de mi familia. Pues verás, mi madre es ama de casa, mi padre es paquetero, por lo que transporta bienes en la Tierra y en el Sistema Solar; y mi hermano, que, pues, ya casi termina sus estudios) y se dispuso a cenar. De paso, mi madre le contó sobre mi misión en Norion y mi estadía en Venus (¿por qué tiene que contar todos los detalles?), mientras mi hermano escuchaba música de Kiss (no entiendo por qué le gusta música tan antigua). Pasaron las horas y llegaron las 12 de la noche, y me acosté a dormir. Fue un día muy movido con todo eso de Norion y Sailor V. Desperté al día siguiente. 10 de la mañana. Me levanté de mi cama y me fui directo a la sala a ver la tele. Nuevamente sintonicé el canal (que si no lo he dicho antes, se llama "Multimedios"), pero esta vez era otro programa. Era como los antiguos programas de telerrevistas matutinos. Tomé unas palomitas y lo vi. Duró hasta el mediodía. Luego de eso, le dije a mi madre que iba a salir (ya me había cambiado y puesto el traje Zero). Abordé mi nave y encendí los motores. — ¿A dónde piensas ir? - me preguntó Samus tras que se encendiese su ordenador. — Voy al cuartel general en la Ciudad Capital. Voy a ver si el comandante Malkovich tiene buenas nuevas. - respondí. — ¿Para qué? Si puedo contactar con él. — ... Nah, prefiero ir y preguntarle en persona. - afirmé, tras lo que encendí los motores, tomé el mando y emprendí el vuelo al cuartel general. Llegué al cuartel general de la Federación en cuestión de minutos. Atraqué en uno de los muchos hangares que tenía (no en el mismo que la primera vez). Volví a caminar por los anchos pasillos de esa enorme edificación, volviendo a toparme a humanos y habitantes de otros planetas en ellos (aunque estos últimos en menor cantidad). Durante el camino pasé por una sala de entrenamiento (aparte de la que yo estaba), lo que me hizo recordar que tenía ropa en un vestidor cerca de otra sala de entrenamiento, así que me puse a recordar el camino a seguir a la anterior sala. Al llegar, observé que estaba siendo ocupada por un soldado del ejército de la Federación que portaba un denominado "cañón de plasma". Miré cómo empleaba su cañón y su pistola congelante para eliminar a los enemigos holográficos. En cuanto terminó, continué con mi camino hacia el vestidor, cuando en eso una voz me llamó. — Oye, muchachito, nos volvemos a ver. - me dijo una voz masculina. — ¿Eh? - dije. El soldado oprimió un botón del lateral izquierdo de su casco, dejando ver su rostro, que resultó ser alguien familiar. — ¿Me recuerdas? - me preguntó. Inmediatamente supe quién era. — ¡Anthony! - exclamé, reconociéndolo. — Ha pasado ya un tiempo... — Sí, ya sé. — Bueno, quisiera quedarme un rato a charlar, pero tengo una misión que cumplir. — Oh, ya veo. — ¿Tienes algo más que quieras preguntarme antes de que me vaya? — Ahora que lo recuerdo..., sí, tengo una pregunta. ¿Por qué sobrerreaccionaste cuando el comandante Malkovich habló de la muerte de Samus Aran si sabías que ella había sido convertida en una máquina? - le hice esa pregunta que quería hacerle desde hace tiempo. — Bueno, je je..., lo que pasa es que aún podía soportar el hecho de que quien fuera mi amiga durante mi tiempo en el ejército hubiese muerto enfrente de mí y de una forma tan violenta. Sin embargo, me alegré cuando me informaron de que podíamos transferir su conciencia a una máquina. Eso sí, aún no consigo superar el hecho, y por eso es que actué así. — Ah, okey. - respondí, aliviado por tener la respuesta. — Bueno, me retiro. Como ya te dije, tengo una misión importante. Nos vemos después. - se despidió, alejándose de mí y haciendo un gesto con la mano. — ¡Nos vemos! - le respondí el gesto. Ahora que Anthony se había ido, proseguí con mi camino al vestidor. En cuanto llegué, fui directo al casillero donde se encontraba la ropa que llevaba puesta ese día que me puse el traje Zero por primera vez (menos mal que llevaba una mochila). Una vez que recogí mi ropa, fui decidido al despacho del comandante Adam Malkovich para comprobar si me tenía preparada alguna misión. No tardé mucho en llegar (y eso que no contaba con el mapa de mi armadura). — Oh, hola, Helio. No esperaba verte. - me saludó. — Eh..., sí. Hola. Venía a ver si tenía alguna misión para mí. - saludé y dije mis intenciones por las cuales estaba ahí presente. — No, por ahora no. — ¿Ah, no? — Esta vez no. Además, siento que te he puesto bajo mucha presión últimamente. Es por eso que no te hablaremos en unos cuantos días. Tómate unos días de descanso hasta que tengamos una misión lista para ti. — D-de acuerdo. Con su permiso. - me despedí, sorprendido porque eso fue muy rápido. Como tenía el día libre, decidí darme un tiempo. Primero que nada, salí del cuartel. Luego de eso, preferí regresar a Monterrey para ver qué me encontraba (y de paso me gastaba algunos créditos, porque ya tenía bastantes). Invité a toda mi familia a un restaurante (y si te lo preguntas, sí, la comida también es hecha en laboratorio, pero cocinada y todo eso por robots). Por mi parte, comí algunas piernas de pollo algo grandes, pizza, helado de chocolate y un refresco de manzana. Luego de eso, volvimos a mi residencia, donde me puse a jugar videojuegos hasta que llegaron las 4 de la tarde. Sabiendo eso, volví a visitar a Cinthya al lugar donde trabaja, sólo que esta vez con ropa civil y sin usar mi armadura. Por cierto, no me he tomado la molestia de describir el estudio, así que lo haré: entrando, a la izquierda, hay una escotilla que conduce a un pequeño pasillo; a la derecha, unas escaleras que llevan a las tribunas con capacidad para ¡250 personas!, metálicas, de color negro. Enfrente de las tribunas, se encontraba un espacio amplio, con 6 pantallas en el lado izquierdo, una enorme en la pared del fondo y 3 en el muro derecho (y, añadiendo, estaba el logo del programa pegado en la pared). El escenario cuenta con 2 elevaciones que recorren los bordes, las cuales hacen de escalones, y hay una rampa a la mitad del recorrido izquierdo. En las paredes de los lados hay 3 columnas bordeadas iluminadas. Además, hay un telón en la esquina izquierda del escenario (conectado al pequeño pasillo de la compuerta al lado de la entrada. Y frente a él, en la zona de los escalones, líneas amarillas). Enfrente de la pantalla central hay una mesa triangular, de color azul con blanco en el centro, con patas transparentes y base roja. En el suelo del escenario hay marcas rojas (en forma de rayas) y amarillas, estas últimas en forma de ">" apuntando hacia la pantalla gigante. Las paredes son de color rojo (la izquierda de un carmesí con rayas horizontales, y la derecha de un tono más claro con marcas negras que parecen redes) y con el suelo azulado, incluyendo el techo negro (entre el techo y las paredes rojas hay una zona como la mesa, de azul con blanco en medio. Encima hay una zona blanca y ya finalmente el techo negro) y con farolas para iluminar. Y de vuelta a las tribunas, están compuestas por varios "escalones", con el suelo de color grisáceo con marcas circulares y paredes rojas con amarillo, con una franja negra atravesando los muros por la mitad y con el logo de la empresa en medio de la pared central (una estrella de 5 puntas rodeadas por 5 líneas negras que hacen parecer que gira hacia la derecha), que toma forma de "V" en torno al logo y está iluminada por detrás por luces de color amarillo verdoso. (Uf, qué descripción) Cuando entré, vi que había por lo menos 50 personas en las tribunas, todas esperando a que empezara el programa. Había señores, parejas, niños, ancianos, de todo tipo. Me senté hasta la parte de arriba. Pasaron 10 minutos más y empezó el programa (con presentación y todo). Apareció en escena el señor Mario, portando un saco diferente al de la primera vez que lo vi (el que le vi era rojo, este es verde). En cuanto entró, todos empezaron a aplaudir por orden de la señora responsable del público, yo incluido (si te preguntas cómo se transmite el programa a las demás locaciones, se hace por medio de 3 drones esféricos flotantes que llevaban incorporadas cámaras). — Muy, pero muy, pero muy buenas tardes tengan todos ustedes. Me da mucho gusto que nuevamente nos veamos en esta loca y divertida cafetería... ¡que se llama...! - inició, a lo que todos gritaron "¡Acábatelo!". Y así empezó el programa, indicando que le gustaba que estaba contento de estar nuevamente ahí y otras cosas más. Unos 10 minutos después, entró Gaby Ramírez, la del vestido rojo, y comenzaron a contar cosas chistosas. Unos pocos minutos después entró Iván Fematt, el que aparece vestido de guardia de seguridad, y les siguió la corriente. Pasaron otros tantos minutos minutos más y... — ¿Están listos para divertirse? - dijo el señor Mario por micrófono al público. — ¡Sí! - dijeron Gaby, el señor Iván y la gente del público (yo no lo hice porque pensé que me vería ridículo). — ¿Están listos para gozar? — ¡Sí! — ¿Están listos para disfrutar? — ¡Entonces, abren sus cinturones porque... ¿saben qué?! — ¡Co-men-zamos! - dijeron todos. Y así comenzó definitivamente el programa, después de 20 minutos de presentaciones. Primero aparecieron las mujeres para bailar junto al señor Mario, quien cantaba. Luego de eso, aparecían los hombres. Y al final, aparecía el señor Sergio, con una máscara de color verde fosforescente y un chaleco verde (del mismo color que su máscara) y negro (dividido así de manera vertical) con marcas grises, con una camisa interior de manga larga de color blanco, con la parte final de las mangas con los colores del arcoiris; bajo el nombre de "Ninjarín". Mientras, Irving narraba todo. Y así llegó el primer corte con el señor Mario (que si no he dicho cómo se apellida, es Bezares) diciendo... — ¡Si le cambia...! - dijo, a lo que los demás dijeron "¡Se lo pierde!", dando paso al primer corte. Aquí debo recalcar que, durante los aproximadamente 5 minutos que duró el corte, intenté acercarme a ella, intenté hablarle, pero pensé que no me reconocería si no llevaba la armadura puesta (además de que pensé que llamaría la atención de nuevo si la llevaba... de nuevo), así que me sentí invadido por una enorme inseguridad, una inseguridad tal que me impidió hablarle en todo el programa, incluidos los demás cortes. En cuanto terminó el programa y vi que se fue, me sentí inútil, incompetente, estúpido, por no haber hecho algo que regularmente hubiese logrado con algo de normalidad. Total, que a las afueras de las instalaciones del canal decidí esperarla. Pasaron alrededor de 40 minutos hasta que vi que salió. Ya no traía su vestido verde y zapatos de tacón, sino una blusa de manga larga de color gris, pantalones de mezclilla y tenis negros, y una mochila. Viendo que estaba por irse, y yo nada más me quedaba mirándola como un baboso, decidí finalmente ponerme en acción. — Eh... Hola. - le dije, llamando su atención. — Ah, hola. - me dijo, alegre. — ¿No sabes quién soy? - le pregunté, aunque ya me estaba viendo venir la respuesta. — Mmm... No. - me respondió. — Sabía que no me reconocerías sin ello. - dije, decepcionado. — ¿Sin qué? - volvió a decir, extrañada. — Sin mi armadura de batalla. - aclaré. — Espera. ¿Tú eres...? — Sí, soy yo. Soy Helio. — ¿Eres tú? Qué sorpresa. ¿Cómo estás? — Contrario a nuestros encuentros anteriores, hoy no me encuentro bien. Más bien, me siento inseguro. — ¿Inseguro? ¿Por qué? — Porque me sentía diferente en comparación a como nos topábamos antes. Me sentía pequeño. Sentía que volvía a ser alguien más del montón. Y eso no me gustó. No me gustó nada. De repente, comencé a llorar. Empecé a sentirme impotente, impotente por no actuar de la misma manera (soy algo extraño, ¿no crees?). Cinthya notó esto y preguntó. — ¿Por qué lloras? - me preguntó. — Ni siquiera yo me creo que actúe como un cobarde frente a ti, cuando la primera vez que nos vimos tú eras la temerosa. - le respondí, entre lágrimas. — Bueno, pero fue por circunstancias diferentes. — Lo sé, pero... aun así... — Oye, no quiero que llores. - me dijo, pensamiento que compartí hacia ella el día de la invasión pirata, pero que no le dije. Se acercó a mí. — P-pero es que... — No me gusta verte así. Quiero que te tranquilices y la próxima vez hablaremos mejor, ¿okey? — O-okey. — Oye, tengo que irme. Mi papá me está esperando. — E-está bien. — Bueno, bye. - se despidió, caminando hacia la esquina. — B-bye. - le respondí, haciendo un gesto con la mano. Y así se fue. Yo, por mi parte, me sequé las lágrimas y proseguí a marcharme, algo más aliviado porque por fin le había hablado (la próxima vez intentaré hablarle más confiado. Espero poder lograrlo). Ya de vuelta en mi casa (porque atraqué mi nave algo lejos del canal), mi madre me recibió. — ¿Cómo te fue? — Bien. - dije, ocultando el hecho de que le lloré a Cinthya. No quería que nadie se enterase de nada, mucho menos mi hermano menor. — ¿Hay algo que quieras contarme? — No, nada. Nada interesante. - dije, terminando la plática. Me fui a mi habitación a volver a jugar videojuegos, claro, no sin antes llevarme la cena en un plato. Jugué durante al menos 2 horas. Después, tomé mi laptop y me metí a mis redes sociales para chatear con algún amigo, y afortunadamente así fue. Una amiga llamada Karime. Hablé con ella vía videollamada hasta que fueron las 10:30, tras lo cual prendí la televisión y me puse a ver un documental sobre los piratas espaciales. Así hasta que llegó medianoche y me dormí. Desperté al día siguiente. Bajé al comedor para desayunar. Volví a ver el mismo programa matutino de antes, llamado "Vivalavi". En cuanto terminó, fui a ponerme mi traje Zero para activar mi armadura (forzosamente lo necesito para activarla, según me comentó la otra vez el comandante Malkovich "fuera de cámara"). Ya preparado, abordé mi nave y encendí los sistemas. — ¿Qué vas a hacer, Helio? - me preguntó Samus. — Voy de paseo. O debería decir "vamos". - le respondí. - Prepárate, Samus, que vamos "de rol". - continué, tomando el mando y activando los motores. Volé al espacio en busca de alguna aventura que pudiese realizar. Tenía muchas opciones, como visitar Marte, a Sailor V, o alguna otra colonia humana, pero al final opté por volver a visitar al general Miles en la NFG Égida para disfrutar de algo que vi la primera vez que estuve en esa nave. Así que introduje las coordenadas del sistema Bermuda y me puse en camino. — ¿Al sistema Bermuda? - me preguntó Samus. — Así es. - respondí. — ¿Otra vez? Pero no has recibido un llamado del general Miles. — Lo sé, lo sé. Pero es que vi algo en la Égida que me llamó la atención. Además, quiero ver si me dejan participar. - dije, seguidamente activé el generador de agujeros de gusano y en un abrir y cerrar de ojos llegamos al sistema Bermuda. De vuelta en el espacio de las Fuerzas de la Federación, tuve que volverme a identificar para poder acceder a la nave. Una vez ahí, pasé por los pasillos buscando esa sección en particular que vi cuando buscaba al general Miles en mi primera visita. Volví al "cuartel", pasé por las varias zonas que lo componían, hasta que por fin di con mi objetivo: una especie de estadio adentro de la nave. Ahí se dan partidos de "Blast Ball", deporte en el que se emplean Mekas y bolas metálicas de gran tamaño. Me senté en las tribunas del estadio y observé un partido, que dura 5 minutos, según me contó uno de los miembros de las Fuerzas de la Federación que se sentó junto a mí. 2 equipos de 3 mekas, uno de color dorado y otro de color índigo, movían la bola con disparos. Vi cómo usaban varias cosas, como escudos, algo llamado "adrenalina" y observando cómo algunos eran expulsados de sus mekas. El primer partido fue ganado por el equipo dorado. En el segundo hubo empate, por lo que fueron a muerte súbita, siendo ganado al final por el equipo índigo. Y por último, el tercer partido lo ganó el dorado. En cuanto terminó el partido, me aburrí de ver lo mismo y me fui a otra parte de la Égida (menos mal que tengo autorización para pasearme por la nave, y lo mejor es que nadie me regañará). Me pasé por el campo de tiro, donde me dieron la oportunidad de participar a pesar de no portar un meka (aunque me dan ganas de subirme a uno). Empleé mi cañón para disparar a los blancos, que poseían forma rectangular y varios colores: rojos y amarillos con la silueta de un soldado pirata, y azules con la silueta de un Marine. Encima de mí había un marcador de puntos y una lista de récords. Viendo que había una cuenta regresiva que indicaba que la secuencia iba a comenzar, pensé positivamente. — Hmm... Veamos qué puedo hacer. - pensé, decidido. En cuanto empezó la secuencia, enfoqué mi mira en los blancos rojos y los destruía con disparos normales, mientras que con los amarillos debía utilizar el rayo cargado. Si disparaba a los blancos azules, me restaban puntos, así que debía tener cuidado. Afortunadamente, no le di a ninguno de esos. Cuando terminó el tiempo, vi mi puntaje en la tabla de récords. ¡Increíble! Conseguí más de 10000 puntos, superando a un tal Axel Ross (creo que me ganaré a un enemigo en la Égida). Viendo que quedé hasta arriba del top, me fui corriendo antes de que alguien lo viese y se enojara. El siguiente lugar al que fui fue el puente de mando, donde estaba el general Miles (tal vez no pudiese hablarme debido a que podría estar muy ocupado, pero no pierdo nada por intentarlo). Durante el camino, pasé por un pasillo con ventanales al espacio, donde observé varias lanzaderas como las de los escuadrones a los que acompañé, con el planeta denominado "Excelcion" de fondo. Cuando dejé esa vista panorámica, seguí mi camino hasta el puente de mando, donde estaba el general junto a otras personas. — Hola Helio. ¿Qué te trae por aquí? - me saludó. — Pues estaba aburrido en mi casa, así que decidí darme una vuelta por acá para entretenerme. — ¿Acaso quieres volver a ayudar a mis hombres en algunas misiones? — ... Bueno, ¿por qué no? - acepté la propuesta. Acompañé a un escuadrón de las Fuerzas de la Federación, el escuadrón Sombra, al planeta Excelcion para supervisar una base abandonada (todavía me falta explorar un planeta del sistema, el que llaman "Bion", pero ese ya lo exploraré después). Me contaron que el planeta había sido ocupado por la Federación, instalando bases aquí y allá, pero que el impacto de un asteroide provocó una edad de hielo en todo el planeta (algo así como la Tierra cuando se extinguieron los dinosaurios, sólo que en este caso sin extinciones masivas). Al final, la supervisión fue bastante aburrida, ya que solamente veíamos a los científicos mover cápsulas con criaturas llamadas "saltoides de hielo" de un lado a otro, además de verificar otras zonas, como una mina o un centro de investigación. Fastidiado de hacer lo mismo, le comuniqué al general Miles que me retiraba del sistema, claro, no sin antes de despedirme de todos. Volví a la Tierra, pero me quedé en la órbita. Me recosté en el asiento del piloto, pensando en lo que quería hacer a continuación. Suspiré. — ¿Ocurre algo? - me preguntó Samus. — Es que... quería que habláramos a solas. - contesté. — ¿A solas? — Sí. A solas. - dije, tras lo cual comencé la discusión. — Pues... adelante. — ... ¿Qué sientes al ser un ordenador? — Pues verás, antes de morir ordené que hicieran lo posible por detener a los piratas espaciales, incluso si eso conllevaba hacer algo con mi cuerpo. No sé dónde se encuentra mi cuerpo físico ahora, pero en cuanto a tu pregunta, se siente raro, como si tuviera acceso a muchas más cosas que no podría hacer con mi cuerpo. — De acuerdo. Ahora, quería hacerte otra pregunta. ¿Por qué no pediste que te clonaran? — No me gusta la clonación de personas. Siento que es algo anti-ético. — Vale... Ahora, ¿qué opinas de mí al ser tu sucesor como protector de la galaxia? — ... Opino que, quien quiera que hubiese sido el elegido, le pediría que continuase con mi trabajo. Lastimosamente, ahora que ya no tengo cuerpo, ya no puedo hacer nada. — ¿Pero no podrías convertirte en un cyborg o androide? — Ahora que lo mencionas, no suena nada mal. Sin embargo, rechazo la propuesta, puesto que ya tengo control total de mi propia nave. — Okey. — ¿Algo más que quieras decirme? — ¿Extrañas a Anthony Higgs? — Él me vio antes de que te entregaran la nave. Ese día nos despedimos por última vez. Sé que le costó verme morir, y también sé que carga con una enorme culpa desde ese momento. Helio, la próxima vez que lo veas, dile que no se sienta culpable. Al fin y al cabo, en cierta manera sigo viva. — ... De acuerdo. — Ahora sí, ¿algo más? — ¿Por qué hablas tanto como una inteligencia artificial que cuando estabas viva? — Era una persona muy reservada y callada. Sentía que si me ponía sentimental, me vendría abajo. Y mira lo que me pasó. — Oh... — ¿Ya es todo? — Sí, es todo. ... Bueno, en realidad no. Quisiera hablar contigo de una persona. — Adelante. — ¿Recuerdas el día en que la Tierra fue invadida por piratas espaciales? Bueno pues, ese día conocí a una chava que... que... - en este momento me sonrojé. — Te noto raro. ¿Acaso te atrae? — B-bueno..., es que... no se me ocurre qué más decir. ¿Sabes qué? Mejor damos por sentada esta conversación, que ni siquiera las tengo con mi mamá. — Vale, como tú gustes. Tomé nuevamente el control de mi nave y reingresé en la atmósfera, volviendo a Monterrey. Ya algo cansado, volé a la meseta de Chipinque, al sur de la ciudad, que forma parte de la Sierra Madre Oriental. En cuanto encontré un lugar apropiado, atraqué, bajé de la nave y me senté en el suelo a contemplar la perspectiva. Observé la ciudad, sus edificios, sus horizontes, su majestuosidad. En eso, comencé a pensar en lo que hablé con Samus sobre ser un protector de la galaxia. ¿Realmente llegaría a serlo? ¿En verdad sería capaz de continuar con el legado de alguien que muchos consideran insuperable? ¿Los piratas espaciales llegarían a tenerme tanto miedo como a Samus Aran? Pensamientos como este inundaban mi mente, mientras observaba la ciudad y la puesta de sol, el cual se ocultaba a un lado del Cerro de las Mitras. — Helio, recibo un mensaje de tu madre. Dice que vayas a cenar. - se comunicó Samus conmigo por medio del transmisor en mi casco. — Oye, no me des los detalles. Sólo dime que llegó un mensaje. - le dije. Me levanté y volví a abordar mi nave, dejando atrás ese ambiente boscoso. Regresé a mi casa a cenar. El resto del día fue aburrido, así que me saltaré al siguiente. Me levanté a las 11 de la mañana. Después de almorzar (y de lavarme los dientes. Soy una persona que cuida su higiene), volví a subirme a la nave. Quería unos minutos a solas. — Helio, recibo una transmisión del comandante Malkovich. - me informó Samus, pasando a mostrar una imagen del comandante. — Helio, ven al cuartel general. Tenemos una nueva misión para ti. - me dijo, cortando comunicaciones casi inmediatamente, sin darme tiempo de preguntar nada. Con esa llamada corta pero directa, finalmente tenía una nueva misión, por lo que volé rápidamente hacia el cuartel general. Me dirigí al despacho del comandante Malkovich. Cosa curiosa que debo mencionar es que no me perdí (lo cual es un alivio, ya que siempre termino tomando caminos equivocados). — Hola de nuevo, Helio. Muchas gracias por tu puntualidad. - me saludó nada más verme entrar. — Vayamos al grano. ¿Qué es lo nuevo que tiene para mí? - le pregunté, serio. — Verás, necesito que vuelvas a ver al almirante Dane. Quiere volver a verte. — ¿Para qué? ¿Infiltración? ¿Espionaje? - barajé las posibles razones por las que tenía que ver al almirante. — El almirante Dane sólo me ha pedido que te informe que quiere volver a verte. No tengo más detalles al respecto. Es posible que él te diga todo cuando estés allá. — Mmm... - suspiré. - ¿Pues ya qué? — Relájate. No estarás solo en tu misión. Lo único que me dijo el almirante es que tendrás compañeros. — << Pues eso es mejor que nada... >> - pensé. - De acuerdo. — ¿Alguna objeción? - me preguntó. — No, señor. — Entonces, ¡en marcha! Luego de un par de días de descanso (tal parece que la Federación quiere abusar laboralmente de mí, y eso que apenas tengo 18 años), tengo una nueva misión. Regresé a mi nave y encendí los motores. — De vuelta al sistema solar de la Federación. - dijo Samus. — Sí, así es. - dije, tomando el mando de la nave. Despegué de la Tierra y volví a Norion. ¿Quiénes serán mis nuevos compañeros? Veamos qué es lo que pasa ahora. |
Capítulo 7
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Obteniendo nuevas mejoras |
En cuanto salí del agujero de gusano, me encontré nuevamente con la majestuosa NFG Olimpo y la Séptima Flota sobre Norion (ah, y por cierto, me enviaron el informe de misión, pero ya no pienso mostrarlos. Ahorrémonos las cosas). Tuve que volver a identificarme como pasó con la Égida (esta va a pasar a ser molesto). Nuevamente atraqué en el hangar de aterrizaje 5. Rápidamente caminé hasta la sala de reuniones, donde supuse que se encontraba el almirante Dane. Y así fue. Estaba acompañado por el holograma de la Unidad Aurora 242. — Listo. Ya llegué. Vine tan rápido como pude. ¿Cuál es el problema? - dije, entrando con prisa. — Verás, Helio: en este sistema hay un planeta llamado Elysia que alberga un enorme complejo flotante llamado "Cielolab". Dado que es de origen Chozo, creemos que podrías encontrar algo ahí para aumentar tu poder en combate. - informó la UA. — Vale... ¿Y por qué no voy yo solo? ¿Acaso eso no facilitaría las cosas? - pregunté, queriendo saber la respuesta. — De acuerdo con tu expediente, no te gusta estar solo, no puedes soportar estarlo. Es por eso que en esta misión estarás acompañado por 3 cazarrecompensas. — << ¿Por qué quieren que esté acompañado siempre? ¿Acaso no confían en mí? >> - pensé. La escotilla detrás de nosotros se abrió, dando el paso a los 3 mencionados. Uno tenía piel azulada con extremidades con forma extraña y portaba una armadura azul, otro era un cyborg y la última tenía un cuerpo rosado transparente, compartiendo este color sus ojos y cabello. — Helio, ellos son Rundas, Ghor y Gandrayda. Ellos serán tus compañeros en esta misión. Los escaneé a los 3 para saber algo más de ellos. Descubrí que Rundas era un "creído" (o sea, un engreído, alguien que se cree mucho) proveniente de Phrygis, luna de Bes III; Ghor era un benevolente samaritano nativo de Wotan VII y Gandrayda era una jovenzuela (de más o menos mi edad, pero en otras cifras) que residía en Jovia XII. — Por lo que me contaron, ellos ayudaron a Samus Aran a defender Norion de una invasión pirata hace tiempo. - comenté. — ¿Así que este pequeñín será el que acompañaremos el día de hoy? - preguntó Rundas, con un tono "frío" en su voz (y por cierto, si te preguntas cómo le entiendo a todos, desde alienígenas hasta humanos que hablan otros idiomas, es por el Módulo Traductor de mi casco). Y sí, se estaba burlando de mí. — No empieces, Rundas. Recuerda que hay que ser bondadosos. - dijo ahora Ghor, con una voz robótica, defendiéndome. — Hmm... Hombres... - dijo Gandrayda, cruzándose de brazos y volteando hacia la derecha. — Contrólense todos, por favor. - dijo el almirante, llamando la atención de todos. Luego prosiguió con su discurso. - Helio, ellos 3 poseen habilidades especiales que te ayudarán a atravesar varias zonas del complejo, ya que aún no cuentas con las habilidades necesarias. Cielolab no ha sido completamente explorado por la Federación. Sin embargo, contamos con que la Unidad Aurora 217 se encuentra estacionada ahí. - dijo, dirigiéndose ahora al trío. - Rundas, Ghor, Gandrayda, ustedes ayudarán a Helio. — ¿Entonces ellos 3 me ayudarán a explorar Cielolab? - le pregunté al almirante, queriendo dejar claras las cosas. — Tal afirmación es correcta, Helio. - me dijo la UA 242. — Bueno, muchacho, no pierdas el tiempo. ¡Ve allá! — Les enviaremos un mapa de Cielolab para que no se pierdan. También le informaremos de esto a la Unidad Aurora 217. - terminó la 242, tras lo que todos nos pusimos en marcha. Elysia era el tercer planeta del sistema solar de la Federación, siendo el más alejado de su estrella. Un gigante gaseoso, como Júpiter, de color marrón-ocre, y sin lunas visibles (algo raro en un planeta gaseoso). En cuanto atravesamos la atmósfera superior (cuyas nubes eran de un tono amarillento), observé, sobre un mar de nubes, un montón de estructuras metálicas con propulsores debajo. Aterrizamos en una de ellas, lo suficientemente grande como para albergar mi nave, la de Rundas, la de Gandrayda (de color rosa como ella, con forma de medio círculo con 4 patas que servían como las de mi propio vehículo, sólo que con una forma más suavizada; y 2 propulsores en la parte trasera) y la armadura de combate de Ghor, que le servía como transporte personal. En cuanto todos bajamos, contemplamos el paisaje mecánico. — Conque esto es Cielolab... - dije, observando las "islas" a lo lejos. — Cielolab es un complejo observatorio creado por los Chozo, pero usado ahora por la Federación Galáctica para detectar posibles amenazas. - me explicó Ghor, de nuevo con su tono amable, y ya que se había bajado de su armadura. — Admito que este lugar es impresionante. - comentó Rundas. — ¿Podríamos movernos ya? Recuerden que no estamos aquí para turistear. - nos recordó Gandrayda. De acuerdo con mi mapa, nos encontrábamos en la zona central de Cielolab. Avanzamos por los pasillos de la edificación flotante, mirando de reojo a algunos robots flotantes, unos flotantes de dos placas de color marrón y luces de azul verdoso, otros que también flotaban, con un par de garras y que disparaban rayos verdes a las paredes, y otros más con una rueda y una garra. Los escaneaba a todos para obtener algo más de información. Seguimos avanzando hasta que llegamos a la "salida", en el exterior, donde se encontraba algo, algo que mi escáner identificó como "tirolina". — "Escaneo finalizado. Esto es una tirolina, un medio de transporte diseñado para viajar entre las diferentes islas de Cielolab. Se requiere de tecnología de enganche para poder utilizarlo." - decía el escaneo. — Mierda... Lo que me faltaba... - dije, luego de ver el escaneo. - Oigan, necesito ayuda. Al parecer requiero de algo que no tengo en este momento. ¿Me ayudan? - les pregunté a mis compañeros. — ¡Pues claro! Si para eso estamos aquí... - dijo Gandrayda. — Yo lo haré. Espera aquí. - dijo Ghor, regresando al hangar. — Bueno, yo me adelanto. ¡Los veo del otro lado! - dijo Rundas, tras lo cual dio un salto y creó una "tabla" de hielo con la que "surfeó" por el aire. — ¡Espérame! - le dijo Gandrayda mientras se alejaba, convirtiéndose en un pirata volador y yendo en la misma dirección. Tuve que esperarme unos cuantos minutos mientras Ghor regresaba. En eso, le di una revisada a la información que obtuve al escanear al robot de las placas marrones, denominado "databot". Hablaba de cosas antiguas, como los Chozo. Mientras leía, Ghor llegó montado en su armadura de combate. Se quedó en el aire. — ¡Súbete! - me ordenó, dándose la vuelta para que me agarrara. — ¡¿Qué?! - exclamé, asustado, empezando a creer que quería que me lanzara hacia él, con el consiguiente riesgo de caer al vacío. — ¡Agárrate de una puta vez o dejaré que te caigas! - me ordenó de nuevo. — << Pero qué carácter... >> - pensé, mientras me animaba a dar el salto. Salté al vacío. Alcancé a aferrarme a él (por poquito y resbalo). — ¡Sujétate bien, que esto estará agitado! - me dijo. Avanzó muy rápidamente por el camino de la tirolina. Mientras, yo gritaba del miedo por la adrenalina y por el temor a caer (segurito que Ghor estaba pensando "Qué niñita..."). Luego de un aproximado de 2 minutos (que se me hicieron muy largos), nos topamos a Rundas y Gandrayda, que habían esperado pacientes. — Qué bueno que llegan. Ya me estaba impacientando. - comentó Gandrayda. — Bueno, sigamos. Puede que nos encontremos con algo en este edificio. - dijo Rundas, siendo optimista. Entramos a través de la escotilla. Nos encontramos con un ascensor y un módulo de interfaz a un lado, con una mano Chozo impregnada (una garra con 3 garras delanteras y una trasera). Aunque pensé que no funcionaría, lo usé, y para mi sorpresa, sí funcionó (no sé si se deba a mi armadura Chozo). — Vaya, ¿quién diría que funcionaría? - solté, sorprendido. — Bueno, no tienes por qué quejarte. Considéralo de buena suerte. - comentó Rundas. Todos subimos al ascensor (por cierto, Ghor volvió a dejar su armadura de combate en el exterior) y llegamos a una sección inferior, donde había más robots y creo que unas dinamos. Rodeamos y llegamos a otra escotilla por la que entramos. Encontramos unas puertas de contención en medio de una habitación redonda, con 6 vainas metálicas alrededor. Todo parecía de lo normal, hasta que escuchamos que las 7 vainas comenzaron a soltar ruidos. Todos nos pusimos en posición de ataque: Rundas apuntó una de sus "manos", Ghor apuntó su arma (un Rayo de Plasma caliente), Gandrayda creó aros de energía rosas y yo apunté mi cañón. Todas se abrieron. De la central salió un robot humanoide de color café, volador, y con una especie de capa roja; mientras que de las otras 6 salieron robots no voladores, de color bronce, un pecho robusto con varias pantallitas en él, una pistolita en la mano izquierda y un cuchillo en la derecha. — ¡¿Y ustedes quiénes son?! - amenacé, apuntando mi cañón con los misiles preparados. — No tienen por qué preocuparse. Somos los Elysios, los habitantes de Cielolab. - dijo uno de los androides, el que flotaba, identificado por mi escáner como "señor de lata". De paso escaneé al resto y los identifiqué como "hombres de lata". — Emm... ¿Hola? - dije, no muy convencido, aún apuntando. — ¿Podría saberse la razón de su presencia en Cielolab? - volvió a decir. — Este muchachito requiere de actualizaciones, y como este observatorio y su traje son de origen Chozo, creemos que aquí puede encontrar algunas mejoras. - explicó Rundas, bajando su guardia al ver que no había amenaza. — ¡Oye! ¡Yo iba a decir eso! - me quejé, dejando de apuntar. — Pues están en el lugar correcto. Hace siglos que nuestros creadores dejaron algunas mejoras para la Salvadora. — ¿Otra vez con el rollo de la Salvadora? ¿Acaso no los actualizaron con la historia de un sucesor o algo? - exclamé, viendo que mencionaban a Samus Aran por todas partes. — Lo siento, pero por lo que sé, nuestros registros no hablan de ningún "Sucesor". Sólo de una Salvadora. — ... De acuerdo... - comenté, decepcionado, y volviendo a creer que tenía algo que no era para mí, situación que no pasaba desde que obtuve mi armadura en Zebes. — Los llevaremos a una sala donde hay un objeto que puede ayudarte. Acompáñennos. Los robots comenzaron a guiarnos a través de varios pasillos, hasta llegar a donde no quería: otra tirolina. — Síganme. El objeto se encuentra en aquella isla. - afirmó el androide, apuntando a una isla algo alejada, tras lo que comenzó a alejarse. El señor de lata flotó hacia el objetivo, mientras que los hombres de lata se retiraron. Rundas y Gandrayda le siguieron el camino, pero tuve que volver a esperar a que Ghor llegara y me aferrara a su armadura, con todo y miedo a caer incluido. Luego de que todos estuviésemos del otro lado, proseguimos. — Ustedes tienen suerte de poder volar, pero yo tengo que aguantarme el miedo cada que hay que cruzar una tirolina. - me expresaba a mis compañeros. — Descuida. Yo vuelo rápido para que no te preocupes. - me respondió Ghor. — << Ajá... Pero en cuanto te montas encima de esa armadura tuya, piensas otras cosas... >> - pensé. Me saltaré una parte del camino, pero sí mencionaré que pasamos por un puente (como se supone debería ser desde el inicio, y no en tirolinas. Me pregunto en qué pensaban los que construyeron este lugar) para llegar a otra isla más y nos topamos a versiones más débiles de los hombres de lata, de color gris, llamados "hombres de latón" (ah, y también hubo una charla entre el señor de lata y yo. Bastante corta, a decir verdad). — Tú, que portas una versión moderna de las antiguas armaduras Chozo, puedes respirar este aire. - me informó el señor de lata. — Sí... Prefiero no arriesgarme. - dije. Nos llevaron a una sala de máquinas. Ahí, el señor de lata posó su mano sobre un escáner de mano (¿quién diría que hasta las manos de los robots funcionan?) donde se encontraba una estatua Chozo, con una esfera de objeto en sus manos. — Esa estatua contiene un objeto que te ayudará a transitar por nuestro hogar. Anda, tómalo. - dijo el señor de lata, señalando a la esfera de objeto. Disparé a la esfera para revelar su contenido. Se trataba de una mejora en forma de gancho. La toqué y mi traje la asimiló. En eso, un mensaje apareció en mi visor, igual que cuando obtuve los misiles. — "Rayo Enganche obtenido." - decía el mensaje. — Rayo Enganche, ¿eh? - dije, viendo cómo las luces de mi cañón pasaron a un blanco al tener el rayo activado. — Espero que te sirva de ayuda. - dijo el señor de lata. — A ver, voy a probarlo. - dije, poniendo rumbo al exterior. Volví sobre nuestros pasos hasta regresar a una de las tirolinas. Enfoqué la sujetadera con mi auto-mira y disparé el rayo (por cierto, la boca de mi cañón se abrió, al igual que cuando uso los misiles y el rayo cargado, aunque de una manera diferente. La configuración es diferente dependiendo de la situación). Un haz con forma de liana de color azulado salió proyectado y se enganchó en la tirolina, por lo que terminé por despegarme del piso y me moví a través del cable. Me movía a toda velocidad a través del cable en dirección a otra isla (menos mal que ningún robot se me acercó durante el recorrido), mientras sentía la adrenalina de la velocidad. Al otro lado, ya cuando me bajé, dije... — Guau... - comenté, observando mi cañón y el color blanco de sus luces. Estaba maravillado con lo que acababa de utilizar. Ahora disponía de un rayo liana similar al de Sailor V, sólo que azulado en vez de amarillento (ya tengo algo qué presumirle la próxima vez que la vea). Preguntándome cómo podía volver a la configuración original, descubrí que sólo tenía que oprimir un botón, que hizo que las luces del cañón volvieran a su tono amarillo. Mientras no lo notaba, mis compañeros y el señor de lata me siguieron el rastro, y ya me habían alcanzado. — Te divertiste, ¿eh? - me preguntó Ghor, viendo cómo me encontraba. — He de admitirlo: esto me será útil en el futuro. - dije, ocultando la emoción que aún tenía. — Como ya dije, esa mejora fue dejada por nuestros creadores para la Salvadora, pero veo que te servirán mejor a ti. - dijo el señor de lata. - Bueno, ahora que has obtenido el Rayo Enganche, hay otra mejora que seguro te servirá. — ¿Otra? - pregunté. — Así es, otra. Estas instalaciones cuentan con múltiples mejoras, además del Rayo Enganche. Te enviaré la ubicación, y te acompañaré para que no haya problemas. — ¡Pues vamos por ella! - dije, decidido. Pasamos por un lugar llamado Isla Espolón. En eso, vi un holograma redondo en el piso y me convertí en Morfosfera para entrar en él mientras los demás se iban volando (ahora ya no tengo que depender de Ghor, por suerte). Activé un cañón que me disparó hacia la isla a donde llegaron los demás, donde una parte del piso se acomodó para "atraparme" (hubo varias placas que se acomodaron una sobre otra para formar una especie de blanco). Menos mal que no le pegué a nadie. Proseguimos. Adentro conocimos a una forma de vida voladora, redonda, de color marrón con tubitos con interior azul y rayas en el cuerpo que van de pedúnculos a otros, llamado Puffo aéreo. Luego de tener que agarrarnos todos a una cornisa verdosa brillante (y de esquivar a todos los Puffos), llegamos a otra escotilla que daba acceso a una sala importante: la cámara de la Unidad Aurora 217, donde se encontraba la dichosa computadora dentro de su tanque, conectado a la estructura del edificio mediante cables. — Así que esta es la Unidad Aurora 217... No es muy diferente de la 242. De hecho, se ven iguales. - comenté al verla. Interactué con la terminal de Unidad Aurora para hablar con la supercomputadora. — Saludos, Helio Cabrales y compañía. Hemos sido informados por la Unidad Aurora 242 de la situación actual, y estamos en toda disposición de ayudarte a mejorar tu arsenal. - dijo la UA 217, con una voz digitalizada masculina, en contraste con la femenina de la 242 (¿no mencioné eso antes?). — Uh... Hola. Sí, hemos sido enviados por la Federación con ese objetivo. - dije. — Hemos detectado otra mejora en esta zona. Será mejor que vayas por ella. - me recomendó, diciéndome lo mismo que el señor de lata. — << Eh... Ya me dijeron eso. >> - pensé. — Buena suerte. - se despidió la UA. Proseguimos con nuestro camino. Tomamos un elevador para subir a una estancia superior y salir al exterior. En vez de usar otra tirolina, empleé otro cañón que se encontraba ahí, el cual me disparó a grandes velocidades hacia un blanco en otro edificio flotante, acortando el camino (para mí, porque los demás tuvieron que seguirme la pista). Allí nos encontramos con otra estatua Chozo que también contaba con una esfera de objeto entre sus manos. Disparé a la esfera, tras lo que la estatua se retrajo en el piso. El objeto en cuestión tenía la forma de una pequeña criatura cuadrúpeda con cabeza como de dragón sosteniendo en su boca una esfera azulada con la letra "I". — ¡Espera! ¡Primero tengo que hacer algo! - me advirtió el señor de lata. Sin escucharlo siquiera, toqué la mejora del Rayo de Hielo, asimilándola y provocando que las luces de mi cañón pasaran a un color celeste. — "Rayo de Hielo obtenido." -indicaba mi DRA. Sin embargo, eso también provocó que unas rejillas me bloquearan el paso. — Oh, oh. - dije, observando esto. No me había fijado que era un elevador, así que esa pequeña fracción de la sala descendió girando hacia abajo. — ¡Oigan! ¡Ayúdenme! - gritaba. Abajo me encontré con una estancia algo grande, donde me aguardaba una sorpresa: un enorme robot bípedo, de color café, con 3 antes, un cuerpo redondo con un "ojo" amarillo y un cañón en él. Rápidamente lo escaneé, descubriendo que se lamaba "robot de defensa" y que su punto débil se encontraba protegido por una armadura. Me puse en guardia y me preparé para la batalla. Enfoqué mi mira en el robot y disparé hacia las antenas (el proyectil básico era de un azul blanquecino, con una estela algo más larga que la del rayo original), pero el robot era muy ágil y se la pasaba brincando de aquí para allá, por lo que mis disparos no acertaban. Y el hecho de que creara ondas sísmicas no ayudaba mucho. Entonces se me ocurrió algo: utilizar mi nuevo rayo para congelar los pies del robot y así facilitarme las cosas. Puse el plan en marcha. Cargué mi rayo de hielo y disparé contra una de las extremidades inferiores del robot, pero este volvió a saltar, posicionándose en uno de los 4 balcones. — ¡Ah, pues! ¡Detente de una vez, mierda! - le grité, enojado. Volví a utilizar mi recién adquirido rayo enganche, esta vez para hacerlo bajar, pero en cuanto disparé el rayo, el androide saltó a otra cornisa. — ¡Ah, mierda! - solté. El robot de defensa soltó varias bombas hechas de no quiero saber qué cosa, las cuales explotaron cerca de mí, bajándome la barra de energía considerablemente y entorpeciéndome la vista temporalmente. Luego de este ataque, dio un salto hacia donde yo me encontraba, provocando más ondas sísmicas y, además, preparándose para su próximo ataque: un lanzamisiles que poseía. Varios de los proyectiles me impactaron, reduciendo mi energía aún más. Ya harto, cargué mi rayo de hielo y disparé contra el pie izquierdo del robot, esta vez teniendo éxito. Aproveché estos segundos de ventaja para disparar a las 3 antenitas y destruirlas. Posteriormente empleé mi rayo enganche sobre la cubierta metálica de su CPU, dejándolo al descubierto. Hecho esto, volví a cargar mi rayo de hielo para congelar parte de su disco duro y destruirlo con misiles. Pude disparar varios proyectiles, pero el robot se recuperó y se reintegró, haciendo reaparecer nuevamente sus 3 antenitas y llenando la sala de vapor. Volvió a subirse a una de las cornisas. — Ay, no... - solté, viendo que la visibilidad era menor. Algo confundido porque no podía verlo bien, recibí más impactos de "bombas orgánicas" (así las llamé), dejándome en números rojos. Tanta era la insistencia del robot de defensa que no podía ni concentrarme (para recuperar energía, no para enfocarme en él). En cuanto la sala se vació de vapor, volví a enfocarlo mientras saltaba al suelo para generar más ondas sísmicas. En cuanto tocó tierra, disparé el rayo de hielo cargado, ahora contra el pie derecho, y disparé contra las antenitas otra vez, obligándome a abrir la armaduraa que cubrá su CPU, y en eso se me ocurrió algo: cargar el rayo y disparar un misil. Puse en marcha esa fórmula (donde noté que se gastaron 5 misiles del contador) y el CPU del robot terminó hecho añicos, provocando que explotara y sus partes se desperdigaran por la sala, además de dañar uno de los proyectores holográficos, para ser más preciso el que tenía atrás. Ya con el robot destruido, el elevador se reactivó y subió, reuniéndome nuevamente con mis compañeros cazarrecompensas y con el señor de lata. Además, aproveché para concentrarme y recuperar energía y munición. — Qué bueno que estás bien. - me dijo Ghor, preocupado por mi bienestar. — Veo que te has enfrentado a un robot de defensa. Por eso te dije que esperaras, para evitar que activaras el sistema de seguridad y te vieras obligado a enfrentarlo. - afirmó el señor de lata. - Bueno, creo que es la hora de informarle a la Aurora. Acompáñenme. - dijo el señor de lata. Volvimos a la cámara de la Aurora. Volví a interactuar con la terminal y pude (o pudimos) hablar con ella (o él, no sé cómo decirle). — Nos alegramos porque hayas obtenido el rayo de hielo, Helio. Esta arma te ayudará en el futuro. Por otra parte, la pérdida del robot de defensa no es ningún problema. Podemos reconstruirlo. - decía la UA 217. — Umm... De acuerdo... - comenté. — Le enviaremos el informe a la Federación para que esté al pendiente de la situación. — Bueno, por lo menos no fue una pérdida de tiempo. - comentó Gandrayda, notándose feliz del resultado de la misión. — Bien, creo que ha llegado la hora de que nos marchemos. - dijo Ghor, informando de que ya teníamos que irnos. — Bueno, Unidad Aurora, nos retiramos. Con permiso. - me despedí, comenzando a apartarme de la plataforma de comunicaciones. — Buena suerte en su viaje. En especial a ti, Helio. - se despidió, tras lo que su tanque soltó burbujas e impidió verla, al igual que antes de contactarla. Ya con nuestro objetivo cumplido, había llegado la hora de marcharnos. — Los acompañaré hasta el hangar. - se ofreció el señor de lata. Regresamos al exterior, por el camino por el que llegamos, donde usé otro cañón cinético para acortar distancias. (ahora que lo pienso, podría haberla comandado remotamente para que me recogiese. Me pregunto por qué no lo hice). Desde ahí, volvimos a una zona llamada "Anillo" y de ahí, al "Hangar Principal". Allí, nos despedimos (o mejor dicho, me despedí) del androide flotante que nos acompañó en toda nuestra estadía en ese observatorio. — Bueno, eso sería todo por nuestra parte. Ya tenemos que irnos. ... Adiós. - le dije, haciendo una señal de despedida con la mano. — Espero que tengan buena suerte en su viaje. - se despidió el señor de lata, tras lo que se hizo invisible y mi radar detectó que desapareció. Posiblemente regresó al depósito donde lo encontramos junto a los hombres de lata, ya que mi escaneo del Banco de Datos decía que puede teletransportarse (creo que debí decir eso antes, ¿no crees?). Todos despegamos del hangar y salimos rumbo al espacio, de vuelta a la Séptima Flota. Volvimos a atracar en la NFG Olimpo (cada quien en un hangar diferente. Yo de nueva cuenta en el 5) y nos reunimos en el Hangar de Aterrizaje 4, donde avanzamos en grupo hacia la cámara de la Unidad Aurora, pasando obligatoriamente por el Bioescáner para detectar posibles amenazas en nuestros cuerpos (hacer esto cada que vienes es tan molesto como tener que identificarse en cada parte del territorio de la Federación). Una vez que nos dieron acceso a la cámara de la Aurora (nos topamos al almirante Dane, pero este estaba ocupado con otras cosas), hice lo mismo que en Cielolab: posarme sobre la plataforma e interactuar con la terminal. Esto hizo que la Unidad Aurora se revelara de entre lo oscuro del líquido. Le expliqué todo lo que habíamos vivido en Elysia, mientras mis compañeros permanecían detrás de mí. — ... Y eso ha sido todo. Creo que no era necesario decirlo, ya que la UA 217 debió haber informado ya antes, pero no perdía nada con decirlo. - explicaba. — No tienes por qué preocuparte, Helio. A pesar de que 217 informó de lo acontecido, se agradece tu informe personal. Se enviará el informe al comandante Malkovich, que te depositará tu respectiva recompensa, a ti y a todos tus compañeros. — Genial. - comentó Rundas desde atrás. — Ahora que no tienes nada que hacer, puedes volver a tu residencia. Como ya sabrás, el comandante Malkovich te informará de tu próxima misión cuando tenga alguna disponible. — Vale. — Bien, eso es todo. Buena suerte. - se despidió la 242, repitiéndose el mismo proceso que con la 217 en Cielolab. Volvimos a ver al almirante, quien estaba en el "Puesto de Observación del Puerto", en el Puente de Mando de la nave. — Bueno, almirante, nos retiramos. - le dije. — Muy bien. Que tengan suerte. - me dijo, sin siquiera voltear a verme. Volvimoa al hangar 4, donde se bifurcan los caminos. Había llegado la hora de despedirme de mis compañeros. — Bueno, eso sería todo. - dije, conteniendo mi tristeza por saber que ya no los vería más. — Así es. Es una lástima... - dijo Rundas. — No tienes por qué sentirte triste. La Federación puede volver a contratarnos para trabajar en equipo. - dijo Ghor para animarme. ¿Cómo supo que estaba triste? ¿Acaso es psíquico? — Recuerda, gasesito: volveremos a vernos. Eso tenlo por seguro. - me dijo Gandrayda. — ¿Gasesito? - me extrañó que me llamara de esa manera. — Te llamas Helio, ¿no? El helio es un gas noble, y eso es lo que eres: noble. - me volvió a comentar la Joviana, lo que me hizo sentir extrañamente feliz. — Vaya, pues gracias. - agradecí el gesto. — Bien, llegó el momento de que nos vayamos. Hasta la vista, muchachito. - se despidió el Phrygisiano, yéndose al hangar donde estaba su nave. — Nos vemos en otra ocasión.- se despidió ahora Ghor, caminando por el mismo lugar que Rundas, pero tomando un camino diferente. — Yo igual me retiro. Hasta luego, gasesito. - se despidió por último la chica del cuarteto, haciéndome un gesto de despedida con la mano, gesto que respondí. Yo, por mi parte, regresé al hangar de aterrizaje 5 para abordar mi nave. Una vez adentro, encendí los motores. — ¿Cómo te fue informándole a la Aurora? - me preguntó Samus (a quien no mencioné en todo este rato, pero me felicitó cuando le dije que había recolectado 2 mejoras en Elysia, y descubierto una más: los Súper Misiles). — Pues ya sabes que bien. Ahora, vámonos. Ya me quiero ir a mi casa. - le respondí, tomando el mando de la nave. Mientras me alejaba de la flota para regresar a la Tierra, mi mente se llenó de pensamientos respecto a lo pasado en Cielolab. Ahora tenía a más amigos cazarrecompensas, aparte de Sailor V. Quizás algún día formemos todos un grupo y busquemos grandes recompensas por el universo. ... Creo que me estoy dejando llevar demasiado por mi imaginación, ¿no crees? Luego de abrir el agujero de gusano que me llevó a la Tierra, lo atravesé y me encontré con el hecho de que en la zona donde vivo ya era de noche, mientras que en la Ciudad Capital ya estaba atardeciendo. Decidí ir allí primero antes que a mi casa, sólo para cerciorarme de que el comandante realmente estuviera informado de todo (no confío en nadie, ni en mí mismo). Aterricé en uno de los muchos hangares del cuartel general. Avancé por los pasillos hasta dar con la oficina del comandante Adam, quien estaba de pie, observando el atardecer desde el ventanal de su sala. — Uh... ¿Señor? - pregunté, llamando su atención. — Oh. Hola, Helio. ¿Qué te trae por acá? - me preguntó. — Venía a ver si las Unidades Aurora 217 y 242 enviaron el informe sobre mi misión en Cielolab. Pienso que quizás... - decía, cuando fui interrumpido por mi superior. — No tienes que preocuparte. Las Auroras enviaron sus informes. Sé que has asimilado el rayo de hielo y el rayo enganche, y te felicito. — Sólo por si acaso, también descubrí los Súper Misiles. — Muy bien. Veo que te fue de maravilla en tu misión. Y sobre tu recompensa, ya te fue depositada. Puedes extraer créditos de tu cuenta en cuanto quieras. — ... - me quedé en silencio, algo que llamó la atención del comandante. — ¿Qué pasa? — No, nada. Es sólo que... ¿realmente es necesario que haga todas mis misiones acompañado? La única que he hecho solo es cuando obtuve mi armadura, y nada más. — ¿Acaso te hace sentir incómodo? Hago lo mejor para ti en base a tu expediente. — No, pero... como que ya cansa luego de un rato. — ¿Quieres que deje de asignarte compañeros? — Es que... no sé... — Por lo de pronto, será mejor que te vayas a tu casa a descansar. Ya hablaremos de esto con más detalle en otra ocasión. — ... De acuerdo. Con su permiso, señor. - me retiré, apenado. Creo que lo hice enojar. Regresé al hangar donde estaba mi nave y subí en ella. — ¿Cómo te fue? - me preguntó Samus. — Eso no importa ahora. - dije, cabizbajo, y puse en marcha la nave. Al final, volví a mi casa en Monterrey, donde al menos no eran las 12 de la noche, sino las 9 y cuarto. Por lo tanto, llegué de inmediato a cenar. Luego de eso, vi la televisión hasta la medianoche, donde me fui a mi cama. Antes de dormir, reflexioné sobre lo que pasó este día. Obtuve 3 nuevas mejoras (incluyendo la "oculta") y tengo 3 nuevos amigos. — << Hmm... Me pregunto qué nuevas aventuras me deparará el destino... >> - pensé, y me quedé dormido. |
Capítulo 8
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Nombre clave: Sailor V |
Abrí los ojos. Desperté aproximadamente a las 10 de la mañana. Me siento en mi cama. Me acomodo el cabello. Para no dejarle todo el trabajo a mi robot de trabajo (que, si no recuerdas, o no sabías, se llama Voltio), tiendo yo misma la cama. Ya tendida, bajo a la sala, donde se encontraba mi mascota: un gato blanco de ojos azules. — Buenos días, Minako. - me dio Artemis los buenos días, y sí, Artemis también es el nombre de mi gato. Se comunicó conmigo a través de un transmisor en su collar, con una luz circular de color blanco. — Hola, Artemis. - le respondí. — ¿Qué tienes pensado hacer el día de hoy? — No lo sé... ¿Pasear por las estrellas, tal vez? Digo, la Federación no me ha dicho nada últimamente... Y las chicas están ocupadas en sus asuntos... Además, creo que Armand y Catherine también ocupados. Creo que mejor voy a la Oficina de Comisiones para Cazarrecompensas a ver qué encuentro, porque la verdad, estos días sin trabajo son muy aburridos. - comenté, dejándome caer sobre el sillón y encendiendo la televisión holográfica. Comencé a sentir hambre, así que le ordené a mi robot de trabajo que hiciese lo que debía hacer. — Voltio, prepara el desayuno. — Sí, señorita Minako. - me respondió, con su particular voz robótica (valga la redundancia). Estaba viendo el canal SSN, donde hablaban de un enfrentamiento entre marines de la Federación Galáctica y piratas espaciales en el planeta Jigrad, con un saldo de 55 marines lesionados y 43 piratas abatidos. Le cambié de canal, encontrándome con el que veía Helio cuando vino hace unos días (o debería decir ya, semanas). Volví a cambiar de canal, topándome con el Noticiero de Charybdis, con Tyull Hovan, donde no mencionaron nada importante. Mientras tanto, Voltio preparaba mi desayuno (y todo esto porque... no sé cocinar). — Minako, ¿no crees que depender de la tecnología te puede volver un poco... tonta? - me preguntó Artemis, mientras el gato me miraba (hasta parece que lo controla). — Nah... ¿Cómo crees? Además, creo que Voltio ya terminó de hacer el desayuno. - le respondo, pasando a dirigirme a mi robot asistente. - Voltio, ¿ya está terminado? — Afirmativo, señorita Minako. Me senté en la mesa y me comí lo que Voltio me preparó: un pedazo de filete de res acompañado de algunos frutos rojos y un vaso de refresco de cola (recuerda que en Venus se practica la agricultura debido a los volcanes). Luego de comer, fui al baño. Allí, me quité la pijama (y el moño rojo que suelo portar), me di un baño y, al salir (y tras secarme y volver a ponerme el moño) y ponerme el traje que hizo mi amiga Mizuno para adaptarme al ambiente espacial (y para lograr activar mi armadura, como pasaba con Samus Aran y con Helio), activé mi traje de combate. Si no sabes cómo es mi armadura, te la describiré. Es primordialmente blanca, con la parte del pecho de color rojo con un círculo amarillo en medio. La parte media de los brazos es naranja. Una parte del cuello y de la parte inferior, arriba de las piernas, es azul con rojo. Por la parte de mi casco, cuento con un visor con forma de antifaz de color rojo y unos tubos que sirven de respiradores en ambientes sin oxígeno. En mi mano derecha contaba con un dispositivo por la que disparaba mi "cadena de Venus" y el "rayo creciente". Luego de activarla, Artemis volvió a hablarme. — Minako, estás recibiendo una transmisión. Sin embargo, no es de la Federación. - me informó. La atendí rápidamente. Al final resultó ser otra amiga. — ¿Hola? ... Sí. ... Claro, no tengo nada que hacer. La Federación no me ha dicho nada. ... ¿A ti sí? ... ¿En serio? ¿En dónde te veo? ... ¿Allí? ... De acuerdo. Voy para allá. Te veo en un rato. Como ya tenía puesto el traje, me puse en camino (no sin antes despedirme de mi gato Artemis, quien se quedaba bajo cuidado de Voltio). Me dirigí al vórtice galáctico X3316, en el extremo de la galaxia. Pasé por el sistema de Tau Ceti, de donde provino un enemigo al que derroté con ayuda de unas amigas (y que, de hecho, salió en las noticias, como el SSN). Una vez allí, me dirigí a Outlaw, donde se encuentra una cantina llamada "La escupidera del roedor" (no me preguntes el porqué del nombre); la descripción del lugar es simple: imagínate una cantina cualquiera, con botellas de licores en una barra, televisiones holográficas en las esquinas y columnas, robots de trabajo como trabajadores y uno ayudando al encargado del lugar: un humanoide con características similares a los humanos, pero con la piel de un color gris azulado (procedente de Tau Ceti) y 4 dedos en manos y pies. Cuando entré, observé que, en una de las mesas, estaban sentados mis 2 conocidos: Zampda Kepptra, una Aldebarana; y Ramko Semdri, un Tauriano. Antes de pasar a más, describiré a mis conocidos. Zampda poseía piel oscura y cabello negro, además de ojos también negros; era alta, llegando a medir más de 3 metros de altura; también portaba una armadura de combate amarilla (llena de bastantes protuberancias trapezoidales, haciéndole ver algo robusta) con algunas partes en color y un cañón de color café en el brazo derecho que contaba que contaba con un generador de partículas (me hizo recordar a Samus Aran y, ahora, a Helio) que le permitía lanzar potentes disparos rojizos. Y por último, el casco contaba con un par de respiradores (como los míos y los de otros cazadores) y un visor redondo de color negro. Debajo de esa armadura llevaba puesto un traje ajustado (todas las civilizaciones usan trajes así para los viajes espaciales) de color café que le cubría todo el cuerpo salvo la cabeza, el cuello y las manos (que también eran de 5 dedos). Por su parte, Ramko, a diferencia de lo que puedas llegar a pensar, no es un toro humanoide; es un ser bípedo, de piel roja, con 4 ojos amarillos, con 4 brazos con 4 dedos, una altura de 4 metros (aproximándose al tamaño de un meka, o inclusive rebasándolo), portaba una armadura anaranjada que le cubría el pecho, la parte superior de la espalda y tenía las piernas cubiertas por un pantalón ajustado de color negro, en las cuales llevaba 4 pistolas en sus respectivas fundadas, cada una imitando los rayos de la fallecida Samus Aran (y que ahora Helio está intentando obtener). Debajo de la armadura del pecho portaba una camiseta ajustada (ya no tengo que repetirlo) de color blanco, contrastando con el pantalón, pero haciéndolo parecer similar a cierto alien de cierta serie de Cartoon Network. En fin, sigamos. Ellos estaban sentados en una mesa del fondo, tomando whisky, cuando me vieron en la entrada. Yo procedí a acercarme a esa mesa, abriéndome paso entre los clientes. — ¡He-hey! ¡Pero si es la muchachita! - saludó Ramko, haciendo un gesto de saludo con una de sus 4 manos. Y sí, me llamaba "muchachita". — Sí, sí, hola. - exclamé. - Bueno, Zampda, ya estoy aquí. ¿Para qué te contrataron? — Más bien nos contrataron. A los 3. - dijo Zampda, dándole un trago a su vaso. — ¿A los 3? - pregunté, sorprendida, ya que no había sido notificada, ni por ellos ni por Artemis. — Sí. Los 3 fuimos contratados para una misión de sabotaje. Tiene que ver con los piratas espaciales. — Hmm... Conque piratas espaciales, ¿eh? — Si quieres saber más detalles acerca de la misión, entonces será mejor que nos vayamos. - añadió de nuevo Ramko. — De acuerdo. ¡En marcha! - ordené, así que los 3 proseguimos a salir de esa taberna, claro, no sin antes que ellos pagaran sus bebidas. Todos procedimos a abordar nuestras naves. Por si lo olvidaste, te recuerdo que la mía tiene forma de bumerán; la de Zampda era la clásica nave en forma de plato invertido, de color plateado, eso sí, algo grande, de 10 metros de diámetro; mientras que la de Ramko era una esfera metálica lo suficientemente grande como para que él cupiera dentro, con 4 soportes como patas de aterrizaje. — Bien, Minako, me ha llegado el archivo de misión. - me informó Artemis, y pasó el informe en la pantalla. — << ¿Hasta ahora...? >> - pensé. "--- Archivo de misión 09532 --- --- Terminación del contrato --- --- Confirmación de datos --- Las coordenadas de la torre enemiga se transfirieron a mi computadora. Estaba lista para partir. — ¿Están listos? - pregunté por comunicación a mis compañeros, aunque la respuesta era más que obvia. — Sí. - dijo Zampda. — Afirmativo. - dijo Ramko. — De acuerdo. ¡En marcha! - dije, tras lo que todos pusimos rumbo al sistema Ángstrom. Nos tomaría llegar un día completo llegar hasta allá (Helio tiene suerte de contar con una nave con tecnología Chozo, que le permite recorrer el espacio dando enormes saltos en distancias). Los 3 nos metimos en criostasis hasta que llegáramos al sistema. — Hasta mañana, Minako. Te despertaré en cuanto lleguemos al sistema. - se despidió Artemis de mí, luego se activó la unidad de hibernación. Zampda, Ramko y yo pasamos un día entero en criostasis. Pasadas 24 horas, Artemis me despertó. — Buenos días, Minako. Ya llegamos al sistema Ángstrom. Nos encontramos en órbita sobre Solairon 12. - me informó. Acomodé mi asiento luego de la criostasis. Abrí comunicación con Zampda y Ramko para ver si ya habían despertado también. — Zampda, Ramko, ¿me reciben? - me comuniqué con mis compañeros. — Sí, ya desperté. - me respondió Zampda. — Estaba soñando cosas padres... - me respondió Ramko. Observé por el vidrio de la cabina. Estábamos sobre el planeta, donde se apreciaba su atmósfera marrón y llena de polvo por ser un planeta desértico, como su compañero orbital, 2466 URSA. — De acuerdo con las coordenadas, la torre se encuentra en medio de un cañón. - dije, repasando el informe. — La torre se encontraba rodeada por un escudo de invisibilidad, pero afortunadamente logramos encontrar y destruir el generador que provocaba la invisibilidad y hacerla visible. - me informó la Aldebarana. Bajamos al planeta, donde, en la zona en la que aterrizamos (que sí era en medio de un valle), se encontraba en proceso una tormenta de polvo. Yo aterricé mi nave, al igual que Zampda, mientras que Ramko dio un salto desde la suya y aterrizó con fuerza en el suelo. — Minako, esta tormenta de polvo me tiene preocupado. Ten cuidado. Y recuerda: la gravedad en este planeta es mayor a la de Venus debido a la masa del mismo. Recuerda activar tu módulo gravitatorio. - me informó Artemis, y si te preguntas en qué consiste ese módulo gravitatorio fue inventado por mi amiga Mizuno para moverse libremente en el agua y en planetas con una atracción gravitatoria diferente a la de Venus, la Tierra o mundos similares. Y sí, está basado en una mejora Chozo. Antes de bajar, y a pesar de que fui entrenada para soportar mayores gravedades que las de la Tierra y Venus, activé (con ayuda de un pequeño teclado en mi brazo derecho) el módulo gravitatorio (ya que, como sabes, el cuerpo humano es muy frágil frente a los cambios bruscos de gravedad). Me reuní con mis compañeros. Desde la lejanía, cuando hubo un "intermedio" entre los vientos que llevaban polvo y pequeñas piedras, contemplamos la enorme torre, siendo patrullada por soldados piratas con armaduras grises con partes puntiagudas que los protegían de las tormentas (equiparables a las del antiguo Marte, pero más fuertes). Era más que obvio que las tormentas de polvo del planeta eran la razón principal por la que el ejército de la Federación ni la infantería de Marines podían actuar. Por eso decidieron contratarnos a nosotros 3. Nos acercamos al exterior de la torre (con un poco de dificultad por la tormenta que estaba ocurriendo), donde al parecer, del lado en el que estábamos, no había alguna entrada. — ¿Cuál es el plan? - pregunté. — El plan es simple: Ramko trae consigo potentes explosivos. Vamos a colocarlos en puntos estratégicos de la estructura de la torre. Sería complicado avanzar, al igual que ocurrió en la invasión a Zebes. Además, investigaremos acerca de los experimentos que se están llevando a cabo aquí. - me informó Zampda. — ... Muy bien. Comencemos con la operación. - dije, dando por iniciado el operativo. Zampda fue por la izquierda y Ramko por la derecha, ya que también había accesos para vehículos (pero no para los nuestros). Yo, por mi parte, empleé la "cadena de Venus" (o sea, el haz de luz amarillo que usé durante la batalla contra el tal "Ridley" en Norion para electrocutarlo) para engancharme en un soporte que colgaba, que llevaba a una puerta. Abrí la puerta, esperando que no hubiera piratas cerca, y así fue Entré. El interior tenía tintes rojos y anaranjados con negros. A falta de un mapa, me guiaba por mi rastreador térmico, que me indicaba toda clase de información sobre el entorno (le debo mucho a mi amiga Mizuno. Debería visitarla). Con ayuda de mi radar, detectaba cualquier clase de amenaza que estuviese cerca de mí, como tropas de los piratas o robots de patrulla, que eran voladores. Afortunadamente para mí, había lugares donde podía esconderme, como en zonas oscuras (donde tenía que darme la espalda) y en pasillos con más puntos de enganche, donde podía usar la cadena de Venus. Seguí avanzando hasta llegar a lo que creo que era un laboratorio, debido a la presencia de ordenadores y cápsulas de contención. Allí me topé con unas extrañas criaturas. — ¿Y esto? - me pregunté a mí misma en voz alta. Los seres vivos que encontré parecían una especie de medusas voladoras, con 3 o 4 núcleos dentro de una membrana verdosa. En su parte inferior contaban con 4 colmillos y una mandíbula. — Artemis, ¿estás viendo esto? - me comuniqué con mi IA, que veía todo desde mi DRA. — Por supuesto que sí. - me contestó. — ¿Sabes qué son estas cosas? — De acuerdo a los archivos de la Federación, esas cosas son los famosos "Metroides". — Metroides, ¿eh? Así que estos son las famosas criaturas que los piratas suelen utilizar una vez y otra vez y que han sido eliminadas por Samus Aran en un sinfín de ocasiones. Sólo había oído hablar de ellos y los he visto en imágenes, pero nunca en persona. — Pero debido a que Samus Aran ha fallecido, los piratas ven más posibilidades de que nadie los detenga en su afán de conquistar la galaxia usando a estas criaturas. — Pero tenemos a Helio. Seguramente haya conseguido algo para detenerlos. — Es posible. — ¿Y qué hago ahora? — Debido a que no cuentas con un arma congelante, evita confrontarlos. Por lo pronto, sigue avanzando. Antes de continuar más, me comuniqué con mis compañeros (sin mirar a mi alrededor) para saber cómo les iba. — ¿Cómo les va, muchachos? - pregunté. — Por mi parte, perfecto. Ya he dejado un rastro de piratas y robots pulverizados. En serio que adoro este cañón. - comentó Zampda, sonando alegre. — ¡Mierda! Estuve a punto de ser detectado. Pero no importa, ¡porque voy a por ellos! - me comentó Ramko, escuchándose algo agitado y emocionado al decir lo último. — Muy bien. Sigan así. - dije, cortando comunicaciones con ambos. De repente, las alarmas saltaron en la habitación, lo que provocó que las vainas de los Metroides se abriesen, dejándolos libres. Además, las salidas se sellaron. No me había percatado que un robot pirata de vigilancia me había detectado (cosa que estuvo de pasarle a Ramko). — Maldita sea... - pensé en voz alta. — ¡Minako, debes encontrar la forma de salir de ahí! ¡Los Metroides son muy peligrosos! - me advirtió Artemis. A falta de un arma congelante (debí haber pedido una pistola de hielo del ejército de la Federación, o pedirle a Mizuno que me fabricase granadas congelantes), esquivaba a cuanto Metroide se lanzase sobre mí, ya que ya he visto cómo acaban los que son víctimas de sus garras. Estuve haciendo eso por varios minutos. Todo parecía perdido, pero entonces una de las salidas explotó. Era Ramko, que usó su pistola de hielo para congelar a todos los Metroides. Seguidamente, usó su pistola de plasma para eliminarlos de una vez. Me sentí aliviada de que me hubiesen salvado. — Uf. - dijo tras usar su pistola de plasma. - Me debes una, ¿eh, muchachita? - me dijo, mientras colocaba explosivos en la pared. — Sí, claro. Te lo pagaré otro día. Por el momento, salgamos de este laboratorio. Él se marchó, creyendo que le seguiría, pero se dio cuenta y regresó. — ¡Eh! ¿Qué pasa, muchachitaa? - me preguntó. — Voy a quedarme un ratito aquí. Voy a hacer algo. - le contesté. — Está bien. Pero no te vuelvas a topas con Metroides, ¿eh? - se despidió. Él prosiguió por su cuenta a seguir colocando explosivos. Antes de irme de ese laboratorio, ya tenía algo en mente, y me fijé en los ordenadores que había cerca de las vainas de contención abiertas. — Minako, ¿qué planeas? - me preguntó Artemis. — Artemis, voy a analizar todos esos ordenadores y quiero que guardes toda la información disponible. - le indiqué. Ahora pasaré a la parte de Ramko. Mientras yo me quedé en el laboratorio analizando todas las computadoras, él siguió con su objetivo principal: colocar potentes explosivos en la estructura de la torre. Aniquilaba a cuanto pirata y robot se interpusiese en su camino gracias a sus 4 pistolas, que también tenían la capacidad de recarga. — ¡Vengan aquí, malditos piratas! ¡Los voy a hacer papilla! - gritó Ramko, completamente confiado. Los piratas accionaron sus armas contra Ramko, pero su gruesa piel y su armadura le permitieron salir ileso. Entonces desenfundó sus 4 pistolas y disparó, acabando con la mayoría, mientras que otros huyeron. Inconforme por esto, Ramko persiguió a los piratas cobardes y los abatió con su pistola de plasma y sus disparos cargados. — ¡Ja, ja! ¡Pero qué débiles son! - dijo, contento. Llegó a otro laboratorio, pero esta vez no había Metroides, sino que más piratas. Estos interactuaban con ordenadores, similar al laboratorio anterior. Sin hacer ruido, apuntó a 4 de ellos con cada una de sus pistolas y las cargó todas. El sonido de las cargas llamó la atención de los piratas, pero ya era muy tarde. Ramko ya había soltado los gatillos y los proyectiles cargados impactaron, rompiendo la armadura de us portadores y matándolos. Los demás reaccionaron disparando contra el Tauriano, pero su armadura y piel eran resistentes. Como consecuencia, todos los piratas presentes en ese laboratorio se vieron envueltos en una lluvia de balas de la cual nadie logró sobrevivir. Hecho esto, colocó explosivos en las paredes de dicho laboratorio. — Je, je... No va a quedar nada de esta torre. Ahora proseguiré con Zampda. Al contrario que Ramko y yo, que fuimos descubiertos (o en el caso de Ramko, que se dejaba ver por todos), ella prosiguió sigilosamente a través de los pasillos de la torre. Si alguien se le interponía, utilizaba su poderoso cañón para deshacerse de él o eso. Además, su fuerza sobrehumana le permitía agarrarse de salientes en el techo y así pasar desapercibida para los piratas y sus robots vigilantes. En un pasillo, cuando su radar le informó de la presencia de un pirata acercándose, esta volvió a aferrarse al techo. En cuanto el pirata pasó debajo de ella, se soltó y se dejó caer sobre él, cargando su cañón y disparándole, acabando con él. Afortunadamente, no había más piratas ni robots patrulla alrededor. — Veamos... - dijo, descargando el mapa de la torre. Acto seguido, se comunicó con nosotros. - Minako, Ramko, he descargado el mapa. Se los paso. — Ya era hora... - comenté, algo resignada por depender casi totalmente de la suerte. — En serio que te tardas... - comentó Ramko. — Oigan, no es mi culpa. Como sea, ahí les va. En cuanto nos pasó el mapa, escuchó pasos aproximándose hacia ella, así que abandonó rápidamente esa habitación. Sin moros en la costa, revisó el mapa en su casco por medio de un modelado 3D. Observó 2 puntos en otra zona de la torre, uno de color rojo y otro blanco, correspondientes a Ramko y a mí. Viendo esto, observando que yo estaba rodeada de piratas y Ramko se enfrentaba a otro grupo de ellos, siguió avanzando. Llegó a una sala de ordenadores. Allí, descargó la información de todas las computadoras halladas en esa amplia sala. — ¡Ajá! ¡Bingo! - dijo Zampda, comenzando a escanear todos y cada uno de los ordenadores y almacenando la información como si fuese Helio (al parecer las armaduras Aldebaranas y las Chozo son muy parecidas. ¿Coincidencia?). Posteriormente prosiguió a destruir esa sala y las fuentes de las que sacó información, ya que ya la había recolectado. Toca el turno de enfocarnos en Ramko de nuevo. Este aún continuaba con su tarea: colocar explosivos. Volvió a toparse a un grupo de piratas, y desenfundó sus pistolas para dispararles, con éxito (si te lo preguntas, no todos los Taurianos son así. Él es una excepción). También usaba su enorme fuerza (comparable a la de Zampda) para subir a pisos que no podría alcanzar (o, para no alargarme, diré que daba supersaltos). Allá arriba, se topó con otro laboratorio Metroide, así que ya sabrás lo que hizo: deshacerse de todos los presentes y las criaturas flotantes con sus pistolas, en especial la de hielo. — Je, je, je. Vamos bien. - se dijo a sí mismo. Y ahora volvemos conmigo. Me deshacía de cuanto pirata se interpusiera en mi camino con ayuda de mi cadena de Venus, electrocutándolos. Sin embargo, no era mi única arma, pues con un pequeño teclado que poseo en la muñeca derecha puedo activar el Rayo creciente, que olvidé mencionar que es otro rayo blanco-amarillo que también usé en Norion (además de mis puñetazos y patadas voladoras). Durante mi travesía, me topé con más laboratorios con Metroides, pero afortunadamente ahí sí me fijo en si hay robots de patrulla cerca. — Ramko, ¿cómo vas con los explosivos? - le pregunté a mi amigo Tauriano por comunicación. — Me faltan unos cuantos y ya. - me dijo. - ¡Mierda! Vienen más piratas. Mejor me escondo. ... No. Mejor acabo con ellos. ¡SEH! Mientras tanto, yo seguí recolectando información en todo ordenador que se me cruzara. — Zampda, ¿cómo vas? - me comuniqué ahora con mi amiga Aldebarana. — Pues yo ando escaneando todo. ¿Y tú? - me dijo. — Yo igual. En eso, recibí un mensaje de Ramko. — Listo. Los explosivos comenzaron a dar la cuenta atrás. Detonarán en 3 minutos. Ahora, cada quien salga como pueda. Con el tiempo encima, todos proseguimos a salir de esa torre. Por mi parte, busqué la salida más cercana, situándose en un mirador lo suficientemente amplio como para que mi transporte aterrizara ahí sin problemas. Debido a esto, comandé mi nave remotamente para que me recogiera. Sin embargo, tuvo que lidiar primero con algunos esquifes piratas (nada que la ametralladora de plasma no pueda enfrentar). Con la amenaza exterminada, me reuní con las naves de Zampda y Ramko y, juntos, nos alejamos de esa posición. El operativo salió a la perfección. La torre comenzó a explotar en varias secciones, y luego esta empezó a derrumbarse. Mientras, nosotros 3 observábamos desde nuestras naves. — Bien hecho, Minako. Te felicito. Lo hiciste muy bien. - me felicitó Artemis. Debido a que no detectábamos más presencia pirata en lo que alguna vez fue la torre, decidimos marcharnos del planeta (antes de irnos, alcancé a apreciar cómo algunas naves piratas se iban también, pero a mayor velocidad. Los dejamos ir porque ya no era necesario enfrentarlos, ya que nuestro objetivo estaba cumplido). Los 3 fuimos al Sistema Solar, teníamos que informar sobre nuestra misión. Zampda y Ramko fueron al cuartel general de la Federación e hicieron lo propio, mientras que yo volví a mi residencia en Venus (no sin antes informarles de ello). Ya tendría tiempo de hablar con ellos otro día. Estaba cansada. Desmaterialicé mi traje y me quité el que tenía debajo, y lo puse en su correspondiente sitio (no creas que lo arrojo por ahí). En cuanto llegué, volví a asearme y me puse ropa cómoda. — Minako, ya he sido notificado. Se te ha depositado la recompensa por la misión. - me indicó Artemis (a través del collar del gato. Recuérdalo). — Uf... Menos mal... - exclamé, cansada. Mientras descansaba en mi sillón, recibí una transmisión en la pulsera que llevaba en mi muñeca derecha (que me sirve para comunicarme y transformarme, además del traje ajustado). Era de Helio. — Hola, Mina. - me saludó, donde aprecié que las luces de su cañón ya no eran amarillas, sino celestes. — ¡Helio! ¿Qué tal? ¿Cómo te ha ido? - le saludé enérgicamente. — Pues fui a un observatorio Chozo que se encontraba en un gigante gaseoso y obtuve nuevas habilidades. Si quieres te las presumo luego. ¿O estás disponible ahora? — Pues... ahora vengo llegando de una misión. - comenté. - ... Sí, ven. Quiero que me muestres qué conseguiste. - dije tras pensarlo un poco. — De acuerdo. Llego como en 2 horas. ¡Nos vemos! - se despidió, terminando con la transmisión. Aproveché esas 2 horas para programar a Voltio y hacer que organizara toda la casa (creo que Artemis tiene razón. Depender de la tecnología me va a hacer tonta). Llegó luego de un rato, cuando ya toda la casa estaba limpia. A falta de espacio, volvió a dejar su nave atracada afuera de mi residencia (pobrecito). Cuando abrí la puerta, observé que miraba hacia abajo (aunque no del todo) y estaba sosteniendo su cañón (pero no en posición de ataque, sólo lo sostenía). — Anda, pasa. - le ofrecí. — Ehh... Claro, claro. - dijo, con su característica timidez. Ya en la sala, le ofrecí sentarse, a lo que accedió tímidamente (ay, este muchacho...). — Así que obtuviste algo en un observatorio. - comenté, rompiendo el hielo. — Sí. Fui al planeta Elysia y atraqué en un observatorio Chozo llamado Cielolab, donde obtuve nuevas mejoras. Me platicó más a detalle sobre la búsqueda que obtuvo en ese observatorio, como que se enfrentó a un robot de defensa, o que conoció a una especie de androides ancestrales, entre otras cosas. — ... Y eso sería todo. Se supone que hay cosas que no debo contar por ser "secretas", pero aquí no vi nada como eso. - dijo tras darle un trago a su vaso con refresco, pues había desmaterializado su casco para narrar la historia. — Vaya... Tuviste un día fascinante. - comenté luego de haber oído todo el relato. — Y eso que no te he enseñado mis nuevas mejoras. — Lo creas o no, conozco el lugar indicado. — ¿Ah, sí? — Ven. Acompáñame. Le dije que me siguiera al patio, donde hay una escotilla en el suelo, que conducía a una sala de entrenamiento subterránea. En ella hay paredes de color blanco franjas azules. También hay varios robots de entrenamiento con los que practico con la cadena de Venus. — Usa esos robots para entrenar. Yo lo hago con la cadena de Venus y el rayo creciente. - le comenté. — ... Bueno, si no te molesta... - dijo. — ¡Y fuera ya esa timidez! ¡Que venga la seguridad! - lo animé, dándole una palmada en la espalda. — ... De acuerdo. - volvió a decir tras dar un suspiro. Primerameente enfocó su cañón hacia uno de los robots. De ahí, oprimió unos botones en su cañón y las luces del mismo pasaron a un color celeste. — Este es el rayo de hielo. Observa. - me informó, dando el primer disparo. Un proyectil de energía de hielo azulado impactó en el robot, envolviéndolo en una capa de hielo por ser pequeño (son los que usan los marines de la Federación en sus prácticas de tiro y hacer sus apuestas para ver quién era el mejor). También hizo lo mismo con los demás robots, que se regeneraban cuando eran destruidos. También me demostró lo efectivos que eran los tiros cargados. — Bueno, ya te demostré qué puedo hacer con el rayo de hielo. Ahora toca el rayo enganche. Y qué bueno opción tengo. - me dijo, observando el punto de enganche que había en el techo. La parte frontal de su cañón se abrió y se extendieron 4 salientes. Disparó un rayo azulado que se enganchó en el dispositivo magnético en el techo, por lo que se despegó del suelo y acabó colgado. Comenzó a columpiarse (creo que aprovechó para divertirse) de un lado a otro. Unos minutos después, usó ese impulso que tenía para darle una patada a uno de los robots, destruyéndolo. Mientras se columpiaba hacia atrás, dio un giro y le propinó otra patada a otro robot. Luego de esto, se desenganchó del techo para usar su rayo contra los robots, enganchando su rayo en ellos y arrojándolos contra el suelo o la pared. — De acuerdo..., creo que ya fue suficiente. - dijo, — Sí, ya lo creo. Hiciste muchos destrozos. - comenté respecto al espectáculo que me brindó. — Bueno, ahora tocan los súper misiles. Enfocó su mira en uno de los robots que estaban frente a él y comenzó a cargar su rayo. En cuanto estuvo cargdo al máximo, la punta de su cañón se abrió de nuevo, mostrando un aro alrededor de la punta sostenido por 4 sostenes en forma de palo. Disparó un misil envuelto en un aura anaranjada que, en cuanto impactó, provocó una explosión de tamaño considerable que destruyó a toda la fila de robots. También noté que Helio retrocedió un poco al disparar el misil. — ¿Ves? Este lo descubrí en medio de la batalla contra el robot de defensa, y es muy poderoso, pero me consume 5 misiles de mi |contador. Creo que tengo que ir al cuartel general de la Federación para que me proporcionen más tanques. - me comentó respecto a los súper misiles. — Oh... - solté, sorprendida, ya que, a pesar de que aún no había encontrado todas las mejoras para estar a la altura de Samus Aran, ya contaba con armas muy poderosas. — Mmm... Déjame probar algo. - dijo. De repente, se convirtió en esa esferita que vi en Norion. La esfera comenzó a brillar. Parecía que estaba cargando algo. — ¡Minako, será mejor que salgas de ahí! ¡Detecto que esa esfera está acumulando energía! - me indicó Artemis. Salí casi corriendo de ahí. Pocos segundos después, una poderosa explosión sacudió mi sala de entrenamiento. Alertada por lo que podría haber pasado, volví a bajar a ver qué fue lo que se dañó. Adentro, pude constatarme de que, a pesar de la intensidad de la explosión, solamente los robots habían sido completamente vaporizados (y sus generadores). La integridad de la sala estaba intacta (de nuevo, gracias a mi amiga Mizuno. La visitaré pronto). — Uf. Menos mal que la sala estaba bien reforzada. - me alegré de no haber perdido nada. Observé cómo Helio regresaba a su forma normal. — Hey... Así que también puedo cargar las bombas... - comentó él, alegre. — ¿Eh? - esclamé, confusa. — De acuerdo a lo que me ha dicho Samus, estas bombas son llamadas "Bombas de Energía". — ¿Y qué con esas bombas? — Por lo que sé, estas bombas pueden vaporizar tanto a muchas criaturas como a humanos, así que te recomiendo que te alejes cuando me haga Morfosfera y comience a brillar, ¿eh? A menos, claro, que tu armadura soporte las altas temperaturas. — Ja, ja. Sí, lo haré. — ... Bueno, creo que eso sería todo. Hasta ahora son todas las mejoras que he obtenido... o descubierto que tengo. Cuando tenga más, vendré a mostrártelas, ¿vale? — De acuerdo. - respondí. — Bien, me retiro. Nos vemos en otra ocasión. - se despidió, por lo que prosiguió a marcharse a su nave. En cuanto se fue, me quedé pensativa. Con ese llamado rayo enganche, ya no soy la única que posee un rayo que se pega a objetos magnéticos (fue lo primero que no pude evitar notar). Además, con esos misiles no tendrá problemas con los piratas. Y qué decir de ese rayo de hielo. En fin, que dejé de pensar y salí de la sala de entrenamiento. Como ya estaba atardeciendo, le ordené a Voltio que preparara la cena. Cené, vi la televisión y esperé a que anocheciera. Mientras tanto, me senté en el sillón mientras veía la tele, acariciando a Artemis, que se acostó en mis piernas para que, bueno, ya sabes cómo son los gatos. Antes de que llegaran las 25 horas, me aseguré de lavarme los dientes (creo que no soy la única que se preocupa por su salud bucal), desactivar a Voltio y ponerlo a recargar su energía, y por último, ponerme mi pijama y me acosté junto a Artemis en mi cama (recuerda que es un gato, y puede moverse a otras partes si se incomoda). — Buenas noches, Minako. Que descanes. - me dijo mi IA antes de dormirme. — Buenas noches. - le respondí, y cerré los ojos para dormir. Tuve un día agitado. |
Inventario
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Rayos[]Rayo normal[]Descripción: Este rayo posee la particularidad de combinarse con otros rayos de tecnología Chozo o foráneos para aumentar sus capacidades ofensivas. Cuenta con un amplio ratio de disparo y su disparo normal llega muy lejos. Debido a que el cañón de la armadura de batalla Chozo cuenta con un módulo de recarga en su interior, éste puede cargarse para aumentar su potencia. Anotaciones de Helio: Pues... ¿qué puedo decir? Es el rayo normal del cañón. Lo bueno es que sus disparos son de largo alcance (muy largo alcance). Pues la descripción de la base de datos indica que se le puede combinar con otros rayos para aumentar su potencia, y eso está padre. Rayo de hielo[]Descripción: Este rayo tiene la capacidad de congelar enemigos debido a su naturaleza helada. Si un enemigo aéreo es congelado, caerá al suelo debido a la acción de la gravedad. Es muy efectivo contra enemigos de fuego o para atrapar a enemigos comunes en capas de hielo durante los combates. Anotaciones de Helio: Este rayo lo conseguí antes de una dura batalla contra un robot de defensa Chozo (si hubiera sabido lo que pasaría, habría dejado que el señor de lata hubiese hecho lo propio para saltarme la batalla). En cuanto a lo que ofrece, me gusta. Además, he notado que cuando lo disparo hacia el frente, deja un rastro de hielo que se crea en el piso conforme avanza. Curioso, ¿no? Ah, y también descubrí que puedo desactivarlo para volver a usar el rayo normal. Simplemente tengo que oprimir un botón azulado en el círculo derecho del cañón. Rayo enganche[]Descripción: Este rayo funciona como una cuerda, permitiendo columpiarse desde ciertos dispositivos o mecanismos. Además, también puede usarse de manera ofensiva, ya sea para arrancar escudos enemigos o para atraer al oponente cerca del usuario, permitiendo atacar físicamente. Anotaciones de Helio: Finalmente ya encontré algo que presumirle a Sailor V cuando la veo (y ya lo hice). También podría usarla para hacerla de vaquero y lanzarlo contra vacas y toros, pero el maltrato animal está prohibido desde hace siglos, además de que yo no soy así. Mejor me conformo con los robots de entrenamiento. También me imagino arrastrando enemigos hacia mí y dándoles patadas. Je, je. Misiles[]Misil normal[]Descripción: Consiste en un proyectil balístico teledirigido. Su poder es comparable al de un disparo cargado. Es útil contra enemigos que se encuentren muy lejos, además de los que son ágiles. Además, puede destruir ciertos elementos, como el radion o ciertos escudos. Anotaciones de Helio: Pues estos explosivos fueron la primera mejora que encontré, así que, en cierta manera, les tengo algo de aprecio (aunque pueda sonar algo absurdo). Al menos son rápidos y persiguen al objetivo... En estos momentos tengo un contador lleno de una cantidad considerable, pero siento que aún no son suficientes misiles. Creo que le pediré a la doctora esa que me fabrique más tanques. Súper misil[]Descripción: Estos misiles están cargados con energía del rayo, lo que los vuelve un arma letal, destructiva y mortal. Pueden destruir elementos como la cordita y otros materiales fuertes. También es eficaz para acabar con seres de gran tamaño o con blindaje débil, destruyéndolo con facilidad. Anotaciones de Helio: A pesar del aprecio que tengo hacia los misiles normales, no puedo negar el tremendo poder que poseen los súper misiles. Digo, si con uno me bastó para destruir a un robot de defensa..., ¿vómo será cuando vuelva a enfrentarme a Ridley? No puedo esperar para volver a usarlos (aunque bueno, ya se los mostré a Sailor V)... Morfosfera[]Descripción: Esta mejora se encuentra basada en una habilidad que poseían los Chozo de convertir sus cuerpos en esferas, debido a su anatomía. Para poder transformarse, el usuario es convertido en energía. Sirve para poder entrar por pasajes estrechos. Anotaciones de Helio Nunca pensé que me convertiría en una pelota metálica. Al menos esta mejora me ayudará a recorrer grandes distancias en menos tiempo (ya que me da flojera caminar). Y también debo destacar las bombas y las de energía, en especial las últimas. ¡Puedo aniquila a cualquiera que se me oponga! Bombas[]Descripción: Son pequeños explosivos energéticos que la morfosfera genera. Detonan alrededor de un segundo después de ser colocadas. Sirven tanto para destruir enemigos como para aturdirlos. Pueden ser colocadas hasta un máximo de 3 a la vez. También sirven para destruir ciertos materiales, como la arenisca o la aleación talloniana. Anotaciones de Helio: Estas bombitas son como el rayo normal: el arma básica de la morfosfera. Por lo que sé, hay ciertos materiales que pueden ser destruidos con estas armas. Me pregunto qué otras cosas podré romper con estas cosas... Tan sólo espero que Manchas (o sea, mi perro mascota) no me vaya a perseguir cuando juegue con él y me convierta en morfosfera... Bombas de energía[]Descripción: Las bombas de energía son un arma muy poderosa. Consisten en bombas cargadas que, al explotar, provocan una tremenda explosión de calor, capaz de matar a una gran cantidad de seres vivos (entre ellos los humanos) y de destruir muchos materiales comunes. Por ende, es recomendable usarlas con precaución y sólo en momentos de absoluta necesidad. Cuando se usa una, hay que esperar cierto tiempo antes de usar la próxima, por lo que se vuelve a hacer énfasis en usarlas únicamente en situaciones de emergencia. También sirve contra materiales como el bendecio, dencio y materiales resistentes. Anotaciones de Helio: Aunque hasta ahora sólo he usado una (menos mal que no destruí la sala de entrenamiento de Sailor V cuando la usé), es más que evidente que estas bombas son una de las razones por la que los piratas le temían tanto a Samus. ¿Y cómo no? Si es capaz de vaporizarlos en un instante... Je, je, je... A ver si no abuso de eso y me aprovecho de amenazar a alguien con matarlo si no me da lo que quiero... ... ¿Pero en qué estoy pensando? ¡No debo dejar que el poder me controle! Trajes[]Traje normal[]Descripción: Se trata de la armadura básica. Al igual que con el cañón, es compatible con cualquier tipo de tecnología para aumentar, en este caso, su nivel de defensa al usuario. Cuenta con un escudo energético que se representa con las 99 unidades en el DRA del usuario, el cual disminuye con cada daño recibido. La cantidad de energía del escudo puede ser aumentada con tanques de energía y módulos de energía. Asimismo, se puede regenerar con la concentración y mediante estaciones de recarga, junto con los misiles. Anotaciones de Helio: Vaya, ¿qué es lo que se me ocurre para este caso? Es la armadura con la que todos me han visto, desde Cinthya hasta Sailor V, pasando por mi familia y creo que decenas de personas en la galaxia cuando aparecí en Acábatelo (creo que debí haber pensado en eso. También debería averiguar hasta dónde llega la señal de ese canal). En fin, que ya le diré a la doctora Madeline Bergman que me haga unos cuantos tanques de energía, porque en todas las peleas duras que tengo, siempre termino con la energía baja, a pesar del hecho de que la puedo recargar concentrándome. Visores[]Visor de combate[]Descripción: Este es el visor estándar. Contiene un dispositivo de realidad aumentada (DRA) que permite obtener datos sobre el entorno, como la localización, la presencia cercana de enemigos o la cantidad de energía disponible. Sin embargo, y igual que todo el traje por defecto, el casco puede actualizarse y descargar nuevos visores. Anotaciones de Helio: Con este casco no necesito de anteojos y de implantes oculares, lo cual me alivia (lástima que no pueda decir lo mismo de mi mamá y de mi abuela). Además, así me salvo de golpes, puñetazos y cosas así. Je, je. Visor de escaneo[]Descripción: Este visor permite obtener información de objetos, enemigos y demás cosas. Además, también sirve para hackear ordenadores, infiltrarse en sistemas de seguridad sofisticados y descargar documentos y archivos secretos. Anotaciones de Helio: Con ayuda de este visor podría hackear la entrada del personal de Multimedios y entrar como si fuera uno de ellos, aunque no me veo la necesidad de hacerlo. No quiero ser deshonesto. También tendré que usarlo para recolectar información de otras organizaciones enemigas, como los piratas espaciales o un denominado "imperio Kriken" (no los he visto en persona, pero sí en imágenes. Qué curiosos...). A ver qué más funciones le encuentro... Visor de órdenes[]Descripción: Esta actualización permite comandar la nave remotamente mediante un teclado incorporado en el cañón. Sirve para aterrizar la nave, llamarla desde la distancia y hacerla atacar, además de emplear mejoras que se le pueden añadir en lugares como los Astilleros Federados de Aliehs III. Anotaciones de Helio: Pues... el nombre del visor lo dice todo. Puedo darle órdenes a la nave (sonó como si mi nave fuese una persona o animal), aunque no tendría por qué hacerlo, ya que Samus controla la nave. En fin, tengo algo más con qué entretenerme. |
Capítulo 9
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Secuestro |
— ¡Muy, pero muy, pero muy buenas tardes tengan todos ustedes! ¡Me da mucho gusto que nuevamente nos veamos en esta loca y divertida cafetería que se llama...! - dijo el señor Mario Bezares (si te preguntas el color de su saco, es rosa). — ¡Acábatelo! - gritaron las personas del público, que eran más que en la ocasión pasada. Me encuentro nuevamente en las instalaciones del canal, viendo el programa en vivo y en directo. Al igual que en ocasiones anteriores, para no llamar la atención, decidí no portar mi armadura, así que no llevaba puesto mi traje Zero. Por una parte estaba feliz de hacer algo que me gustaba, mientras que por otra cada vez falataba menos para mi cumpleaños número 19 (es en julio, día 22. Creo que ya lo comenté antes, y sino, pues ahora lo sabes). ¿Sorprendido por mi edad? Pues recuerda que Samus Aran obtuvo su primer traje a los 14 años. — ¡Señoras y señores! ¡Bienvenidos sean todos ustedes a este divertido programa de todas las tardes que se llama Acábatelo! ¡Y ahora, con ustedes, los meseritos! - presentó Irving, mejor conocido localmente como "Irving 'Tomato'" (con su chaqueta de manga corta de color azul), a los hombres. Pasaron los hombres. SIn embargo, a mí sólo me importaba ver a Cinthya. Y así fue como le tocó el turno a las mujeres de salir por el telón. — ¡Y aquí tienen a las mesesitas de Acábatelo! De rojo, Gaby Ramírez. De naranja, Valeria Garza. De verde, Cinthya "Uvita". - en este momento, me daban ganas de gritar, pero no lo hice para evitar que se me quedaran mirando. Ya sabes que soy muy penoso. - De acua, Barbie Flores. De azul, Jessica Correa. De morado, Marina Sotelo. Y de rosa, la "Wera" Sosa. Después de ellas pasó el señor Juan Sergio de la Rosa, o "Ninjarín", y siguieron bailando. Y de ahí continuó el programa, con secciones, juegos (que no sé si ya mencioné antes, pero se llaman "TomaRetos") y más. Como a eso de las 5:30 de la tarde más o menos, me dieron ganas de ir al baño, así que agarré mi mochila (de color negro con algunas partes grises y la parte interna de los tirantes y la agarradera de color rojo) porque no confiaba en nadie y salí, donde había una imagen holográfica de todo el elenco. Fui al baño, hice mis necesidades, me lavé las manos y regresé (afortunadamente lo hice en un corte). Después de eso, ahora sí vino la hora de los juegos, donde, después de haberle variado en los días anteriores, vuelve el de saltar los bloques (¿soy yo o buscan hacerla sufrir con ese juego?). A pesar de que no lo pareciera, convenientemente llevaba el traje Zero en la mochila por si acaso se daba la ocasión, y así fue. Mientras presentaban a los 2 equipos, de hombres y mujeres (que usaban overoles con el logo del programa en el pectoral izquierdo, de color verde fosforescente para los hombres y rosa fuerte para las mujeres), regresé al baño a ponerme el traje Zero para activar mi armadura. Cuando lo hice, la mochila se desmaterializó al momento de que el traje se activó (sorprendente, ¿no?). Preparado, y con algo de nervios porque había más gente que antes, regresé al estudio, donde Irving ya estaba dando las indicaciones del juego. Sin embargo, al verme en la entrada del estudio (se supone que hay una señora encargada del público, pero esta se va luego de un rato), obviamente comenzó a hablar de mí. — Oye, Mayito, mira quién acaba de llegar. Pero si es nuestro invitado estrella. - dijo, señalándome. — Ah, sí es cierto. - comentó el señor, volteando a observarme. - Niños, niñas, vayan y háganle el "¡Eh, eh, eh!". (si te preguntas qué es eso, pues ya lo viví antes, y es que todos te rodeen, te abracen y empiecen a dar pequeños saltos). Todos los "meseritos" y "meseritas" se acercaron a mí y me recibieron de la forma que ya describí. Seguidamente, tanto el señor como su "asistente" se acercaorn a recibirme. — Mi querido amigo Helio, es un gusto tenerte por aquí nuevamente. - me saludó el señor Bezares, estrechando su mano conmigo. — Eh..., bueno, ya sabe que me gusta venir aquí. - le respondí. — ¿Pero por qué has llegado en un momento tan específico como éste? - preguntó Irving (mejor le digo "Tomato" de ahora en adelante). — Pues... porque quise ayudar a una persona especial a superar este reto. - dije, y creo que todos captaron a quién me refería, ya que todos empezaron a hacerme bulla y a decirme cosas como "chiflado", en el caso de Tomato. — No hace falta que pregunte que si quieres participar. — Sólo si el productor quiere. Todos volteamos a ver al productor, al que llaman Raúl "el Pelón" Ramos (recuerda que los analice a todos el día de la invasión pirata a la Tierra, y descubrí sus nombres), y este asintió. — Perfecto. ¡Se queda a participar! - dijo el señor Mario, señalando hacia abajo. — Mayito, pero que se quite ese traje. Va a hacer trampa. - se quejó Tomato al verme con el traje puesto. — No hace falta. Aún no consigo la mejora que me permite saltar más alto, así que no te preocupes. - contesté, justificándome. Como era de esperarse, formé parte del equipo de los hombres (me pusieron en ese). Luego de dar una explicación del juego y de bla, bla, bla, comenzó la competencia. Primero fueron los hombres, donde iban por colores, dejándome a mí al final. Todos saltamos los bloques (que solamente eran 2. Era el modo "principiante"). Después llegó el turno de las mujeres, donde, al igual que los hombres, todas lograron saltar. — ¡Aumenta la dificultad! ¡Le añadimos un bloque más! - dijo Tomato por el micrófono, por lo que sus ayudantes (llamados "Tomatitos") llegaron y pusieron otro bloque. Llegó el momento de añadir más fuerza en las piernas para saltar. Al igual que con los 2 bloques, nadie perdió. Entonces llegaron los 4 bloques, donde los hombres no tuvimos problema, pero las mujeres... — ¡Empezamos con Cinthya "Uvita"! - dijo, momento en que enfoqué mi vista en ella para analizarla y descubrir que ya comenzaba a ponerse roja del nervio, además de que las manos le temblaban. — Eh... Disculpa. - solté, alzando la mano (ah, y una cosa que seguro te estás preguntando, y te la responderé: tengo el cañón descalibrado para evitar disparar por accidente contra alguien y matarlo). — ¿Qué es lo que pasa, amigo mío? - preguntó el señor Bezares, acercándose, ya que estaba al lado del productor. — Antes de que pase Uvita, tengo que confirmar que ya muestra síntomas de nerviosismo. - cuando dije esto, todos se acercaron a ella para corroborar lo que dije. — Es cierto, señor. - comentó Brandon. — ¿No podría saber el por qué de tanto nerviosismo? — ... Eso lo sabrás durante el corte, ¡porque si le cambias...! - dijo el señor otra vez, girando hacia la cámara. — ¡Te lo pierdes! - respondieron los que estaban a mi alrededor. Luego de que Tomato dijera algunas palabras, fuimos a comerciales. Con curiosidad, me acerqué al productor para preguntarle. — Señor productor, ¿me puede decir por qué Cinthya muestra esos síntomas cuando toca jugar este TomaReto? — Claro que sí. Hemos estado buscando el video, y ya lo hemos encontrado. Míralo en el VAR. - me dijo, y si te lo preguntas, el "VAR" es la tercera pantalla de la pared derecha del estudio (que no recuerdo si dije que tiene ruedas). Me mostraron un video que era creo del mes de mayo (o algo así, pero es de antes de que conociera al grupo), donde se aprecia que todos jugaban el mismo juego. Era el turno de Cinthya, eran 5 bloques los que tenía que saltar. Fue corriendo hacia ellos, saltó y, pues, cayó mal, ya que parecía que se torció la cabeza y las piernas se le doblaron tanto que le quedaron en la nuca. Obviamente no pude evitar soltar un "Auch." y poner una cara de dolor que no se veía porque tenía el visor opaco (aunque podía transparentarlo para que se viera mi rostro). (Nota del autor: El video es este. Ocurre durante los primeros 15 segundos.) — Así que al fin lo has visto... - me dijo una voz reconocible: era Cinthya, que se acercó desde atrás (y si te preguntas qué hacen los demás, pues se toman fotos con los que vienen a verlos o platican entre sí). — Ya veo por qué te da miedo saltar de nuevo. No quieres que te vuelva a suceder. — Así es. - me dijo, apenada. — Bueno, déjame decirte que por eso estoy aquí, porque vine a ayudarte. — ¿Cómo? - me preguntó, ingenua. — Ahorita lo verás. - le dije, transparentando mi visor y guiñándole el ojo (en mi caso, el derecho). Volvimos del corte. Irving volvió a decir unas palabras. — Bueno, Mayito, es momento de empezar con las mujeres. Y es el turno de... ¡Cinthya "Uvita"! — ¡Sale, Uvita! - le siguió el señor Mario. — Alto. - dije, haciendo un gesto de "Pare" con la mano. — ¿Se puede saber qué es lo que ocurre, amigo mío? — Señor Bezares, Cinthya no está preparada para esto, y durante el corte ya supe por qué. No puede hacer bien esto, no sin mi ayuda. - dije, oprimiendo un botón de mi cañón para activar el rayo enganche. - Aquí es donde entro yo. Durante mi ausencia en este programa, he conseguido mejoras para mi traje, entre ellas un rayo con el que puedo ayudarla. — Mayito, ¿esto puede ser considerado legal? — Digo, si en las otras ocasiones la hemos ayudado, ¿por qué no en esta? — Muy bien. ¡Nuestro invitado ayudará a Cinthya "Uvita"! Usé el rayo enganche sobre ella. El rayo la rodeó como si fuese una soga. Yo estaba preparado. — ¿Estás lista? - le pregunté a ella. — Sí. - me respondió, con algo de inseguridad en su tono de voz. — ¡Pues empezamos! - soltó Tomato. A pesar de que no lo pedí, y al igual que en una ocasión anterior, todas las mujeres se acercaron para ayudar. — Vaya, esto no me lo esperaba, Mayito. - volvió a comentar el de los lentes. Conmigo "arrastrándola" como animal (sé que se oye feo, pero es que esa es la descripción gráfica, aunque literalmente no la arrastraba, sino que iba caminando junto a ella, a su ritmo) y con las meseritas dándole empuje, Cinthya se encaminó hacia la torre de bloques, donde se detuvo antes de saltar. Luego de mirarla durante unos segundos, se puso sobre el trampolín y comenzó a saltar varias veces hasta ganar suficiente altura. Viendo cuando alcanzó la altura suficiente, sólo diré que la jalé con mi rayo enganche para que pudiera saltar los bloques, y funcionó. — ¡Y lo logró! ¡Con trampas, pero lo logró! - volvió a decir Tomato. Luego de un pequeño celebro en el que todas las mujeres abrazaron a Cinthya (yo me limité a observar), continuó el juego, y las demás mujeres siguieron, donde algunas fueron eliminadas. Posteriormente llegaron los 5 bloques. Algunos hombres quedaron fuera, entre los cuales estaba yo. Siguió el turno de las mujeres en los 6 bloques, y todas quedaron eliminadas, por lo que los hombres fuimos los ganadores. Luego de que Irving cantara, mandaron a corte, donde me acerqué nuevamente a Cinthya. — ¿Estás bien? - le pregunté. — Escucha: te agradezco que me hayas ayudado junto a mis compañeras. Pero esto es algo que debo aprender a superar por mí misma. - me contestó. — Ah, vale. — Pero en verdad, agradezco tu ayuda. — Entonces a la próxima sólo te motivaré, ¿de acuerdo? - le propuse. — Muy bien. - me contestó nuevamente, esbozando una linda sonrisa en su rostro. Tras el juego, siguieron otras cosas, y al final, llegó la hora de despedirse, y todos en el público se fueron. Sin embargo, tenía algunas dudas, así que me acerqué al productor antes de que se fuera con la "Wera" Sosa. — Oiga, disculpe, quería preguntarle algo. — Sí, claro. Dime. - me respondió, sin la seriedad con la que estaba durante el programa. — ¿Por qué cada que vengo así me deja acceder al área donde está el elenco? ¿Acaso me tiene miedo? — No, no es eso. Es sólo que... desde que nos salvaste aquel día, siento que tengo una deuda pendiente contigo, y pienso que la mejor manera de pagarla es dejándote acceder con mis chicos, algo que no suelo permitir a cualquiera. - me explicó, resolviéndome esa duda. — Oh... - solté, sorprendido. - Ah, y aprovechando, quisiera pedirle algo. — Por supuesto. — ¿El día del cumpleaños de Uvita podría recibirla yo? O sea, que todos formen un pasillo y yo esté al final. Es que... en verdad tengo ganas de hacerlo... — Sí, claro. No hay ningún problema. — ¿En serio? — En serio. — Vaya... Muchas gracias, señor. Se lo agradezco bastante. — Creo que debería de ser yo el que te agradeciera. Y ahora, si me disculpas, tengo que irme. — Espere. Antes de que se vaya, quisiera pedirle algo. ¿No podría ponerme en el mural holográfico que está a un lado de la entrada? — Mmm... Ya veré eso. Por lo pronto, puedes irte. — Sí, claro. Nos vemos otro día. - me despedí. El productor se fue y yo me salí del estudio, donde finalmente habían apagado las luces y desactivado todo el equipo. Cinthya ya se había marchado también. Podía haberme ido yo igual, pero como ya me conoces bien, sabes que decidí quedarme a esperarla. Ya había conseguido ganar más seguridad para hablarle, así que no tendría ningún problema. Pasó como media hora. Ella salió. Traía una blusa gris, pantalones negros de malla y tenis negros con una franja rosa en la base. Esta vez me acerqué cerrando y apretando el puño, tomando valor para decir algo con tal de evitar que se fuera. — Ho-hola. - dije con algo de esfuerzo (aunque no tanto como antes). Logré hacer que volteara. — Ah, hola. - me reconoció, saludándome con alegría. — Creo que ya no hace falta que me presente. Seguro que ya sabes quién soy. — Sí, claro. El que me salvó la vida hace unas semanas de los que tú llamas "piratas espaciales". — Ah, bueno. Entonces ya no hace falta decir nada. Después de todo, ya me conoces y sabes mi nombre. ——Sí..., Helio. — Perfecto. - comenté, y empezó la verdadera conversación. A diferencia de ocasiones anteriores, donde me decía que tenía prisa, esta vez sí pudimos hablar por más tiempo. Le pregunté de hasta dónde llegaba la señal del canal, a lo que ella me respondió que tienen instalaciones en otros planetas y satélites orbitales sobre los mismos que reciben la información de la emisión de origen, es decir, el lugar en donde estábamos. Además, aproveché para tomarme una foto con ella (claro, desmaterialicé mi traje, rematerializando mi mochila), ya que llevaba mi móvil (y si te preguntas cómo son, pues son transparentes, o directamente puedes llevarlos en el brazo, pero preferí no hacer eso). — Bueno, ya tengo que irme. Ya sabes que mi papá me espera. — Sí, claro. Ya lo sé. Nos vemos en otra ocasión. Bye. - me despedí, haciendo un gesto con la mano. — Bye. - se despidió ella, con una sonrisa en su rostro, dirigiéndose hacia donde estaba el vehículo de su padre. — ¡Ah, y espera una sorpresa mía en tu cumpleaños! - le grité antes de que abordara su transporte. Como ya tenía un recuerdo (además de algo que contemplar cada noche y que puedo subir a mis redes sociales), decidí volver a mi casa (recuerda que llevaba puesto mi traje, así que llamé remotamente a mi nave para que me recogiera). Llamé a mi nave y ésta llegó rápidamente. La abordé y fui recibido por Samus. — ¿Cómo te fue? - me saludó. — Pues bien. Pude hablar con ella más tiempo y pude ayudarla con un trauma que tiene. - le contesté, resumiendo lo que hice en mi participación en el programa. Regresé a mi casa, donde atraqué la nave en el espacio que había enfrente de la casa y descendí de ella. Como mi papá ya había llegado de trabajar, aproveché para cenar. Luego de eso, me fui a mi cuarto a jugar videojuegos. Después, vi la televisión hasta que anocheció. Un rato luego de haber visto la tele, me recosté en mi cama a pensar, en este caso en lo que había vivido en el programa (algo que suelo hacer cada vez que voy), con Cinthya. "Pero esto es algo que debo aprender a superar por mí misma."... Yo sólo quería ayudarla..., y lo hice... ¿Qué habré hecho mal? Pensé en eso hasta que fueron las 11:30, momento en que fui a lavarme los dientes para dormirme. Hecho esto, caí rendido en el colchón y abracé a mi oso de peluche (creo que no lo había mencionado hasta ahora, pero tengo un peluche). Desperté. Eran las 10:39 de la mañana. Bajé al comedor a almorzar (o bueno, en este caso a desayunar. Fue cereal con leche, y de chocolate). Mientras lo hacía, me puse a ver Vivalavi. Cuando terminé, me esperé un ratito y me lavé los dientes (en serio, me preocupo mucho por mi salud dental). Seguidamente, miré el programa hasta que terminó y le siguió otro llamado "Telediario", que básicamente era un noticiero. Esta vez sí me puse el traje Zero (o sea, me quité la ropa que traía antes) y activé mi armadura. En eso, recibí una transmisión desde el cuartel general de la Federación. Era el comandante Malkovich. — Helio, ven al cuartel general. Tenemos una nueva misión para ti. - se limitó a decir, y cortó la transmisión. — Bueno, má, voy a salir. A ver si traigo más dinero. - le indicaba a mi mamá que iba a salir. — Con cuidado. - me despidió. Salí de mi casa (si te preguntas dónde está mi papá, pues te diré que se va a trabajar en las mañanas y llega en la tarde-noche). En cuanto puse un pie afuera, activé mi nave remotamente con el visor de órdenes. La abordé y me senté en el asiento del piloto (creo que no he mencionado que hay otros 2 asientos más detrás del mío, a mi izquierda y a mi derecha, y son para acompañantes). — Nueva misión, ¿verdad? - me preguntó Samus. — Así es. Nueva misión. - le respondió, y ajusté las coordenadas para ir al cuartel general en Arcadia (ese es el nombre oficial de la Ciudad Capital. Yo la llamo así porque meramente es la capital terrestre). Volé de Monterrey hasta el cuartel en Arcadia. Aterricé en uno de los hangares y fui recibido por un soldado del ejército. — Bienvenido, Helio Cabrales. El comandante Adam Malkovich desea verte. - me dijo. — Sí, sí, ya sé. - le contesté. — Si lo deseas, puedo guiarte hasta su despacho. - se ofreció a guiarme. Podría haber declinado, pero al final acepté la oferta porque todavía me perdía en ese enorme edificio, aún y teniendo el mapa descargado (es que confundo los pisos muy fácilmente). Un rato después, y varios pisos subidos, llegamos a la entrada del despacho del comandante, donde el soldado me dejó y se fue. Entré al despacho, donde fui recibido. — Hola, Helio. - me saludó el comandante, tan formal como siempre. — Bueno, comandante, ya me tiene aquí. ¿Puede decirme cuál es mi nueva misión? ¿Acaso es para buscar mejoras? - pregunté, yendo al grano. — Verás, la Federación tiene planeado reunirse con el consulado de otra galaxia: el Consejo de Andrómeda. Nos ayudarán a buscar soluciones para combatir a los piratas espaciales. Para ello, deberás partir a Daiban y permanecer en el exterior del salón de asambleas de la Federación. Y no sólo tú participarás en esto. Para garantizar mayor seguridad, el ejército de la Federación, la infantería de marines, las Fuerzas de la Federación y otros cazarrecompensas también vigilarán los jardines, entre ellos alguien que ya conoces: Sailor V. — ... De acuerdo... — Además, tendrás una buena recompensa si no sucede nada malo, o si defiendes a los consejos de alguna posible invasión pirata. — Vale. — ¿Alguna objeción? — No. Ninguna. — Perfecto. Entonces, andando. - me envió a mi misión. Fui al hangar, abordé mi nave (por cierto, no me mencionado que tengo que introducir mi brazo con el cañón en una máquina cuando piloteo mi vehículo), ajusté las coordenadas y viajé a Daiban, planeta capital de la Federación y que visité previamente al conocer al presidente Keaton (esto sucedió "fuera de cámaras", o se me olvidó mencionarlo). En cuanto llegué a la megalópolis capital del planeta, sede del salón de asambleas, observé que el exterior del referido edificio estaba lleno de tropas del ejército, además de marines, las Fuerzas de la Federación, transportes Hygieia y más. Aterricé mi nave cerca de donde se hallaba la de Sailor V, junto a otras 2: una con la clásica forma de un OVNI (es decir, el plato invertido) sostenida por 2 apoyos y la otra siendo una esfera con 4 patas de soporte, ambas de color gris y con el cristal azulado. Supuse que eran de los otros cazarrecompensas que mencionó el comandante Malkovich. — Bueno, llegó la hora. - le dije a Samus. — Ten cuidado. - me dijo. Bajé de la nave y me mezclé entre las filas de los soldados federales, marines y mekas. Me quedé junto a un soldado que portaba un cañón de plasma (me pregunto cuándo obtendré yo mi propio rayo de plasma). — Oye, hace mucho que no nos vemos. - me comentó el soldado. — ¿Eh? - solté, confundido por aquello. Ante esto, este soldado oprimió un botón del lateral izquierdo de su casco, revelando su rostro. — Hola. - saludó. Era Anthony Higgs de nuevo. — ¡Anthony! - exclamé, sorprendido. — ¿También te contrataron para vigilar el salón de asambleas? — ¿Tú qué crees? — Je, je, je. Bueno, al menos nos hemos vuelto a juntar. Y veo que también estás cuidando bien de Samus. — << Qué raro se oyó eso... >> - pensé. - Bueno..., pues sí. Miré hacia otro lado para poder encontrar a Mina y a sus posibles compañeros. Los encontré como a 50 metros de distancia hacia el este. — ¿A dónde miras? - me preguntó Anthony. — Es que estaba buscando a una amiga, y creo que ya la encontré. - le contesté, señalando hacia donde estaba Sailor V. — Una amiga, ¿eh? ¿Y te molesta si te acompaño a conocerla? — No, no me molesta. Ambos caminamos entre los soldados, compuestos de humanos y otras especies inteligentes (aunque los humanos son los que más abundan ahora en la Federación). — ¿Y ellos? - me preguntó Anthony mientras nos acercábamos. — La de armadura blanca es mi amiga. En cuanto a los otros 2, supongo que serán amigos suyos. - contesté, intentando resolver esa duda que tenía. Al verme cerca, Mina volteó a saludarme. — Hola, Mina. - saludé yo primero. — Hola. - siguió ella. — Vaya, nos vimos hace unos días y ahora nos volvemos a ver. Qué cosas, ¿no? - comenté, soltando algunas risillas. Observé que venía con otros 2 cazarrecompensas: uno con una armadura amarilla con partes negras y cafés, además de un cañón marrón y visor redondo negro, similar a Weavel; y un grandulón con una cobertura que le cubría el tronco, además de 4 pistolas enfundadas en sus piernas, 2 en cada lado. No reconocía a qué especies pertenecían, así que los escaneé, descubriendo que quien portaba la armadura amarilla era una mujer Aldebarana y el de la cobertura (que era naranja) y las pistolas era un hombre Tauriano. — Helio, ellos son Zampda Kepptra y Ramko Semdri. Ella es una Aldebarana y él es un Tauriano. - me explicó, presentándome a sus amigos. — ¿Entonces él es el sucesor de la legendaria Samus Aran? Pues está algo chaparro... - comentó el que Minako llamó Ramko Semdri que, según mi escáner, mide como 4 metros de alto (con razón su nave es tan grande). — Ya basta, Ramko. Ya sabes que los humanos jóvenes no son tan altos. - dijo ahora Zampda que, de acuerdo con mi visor de escaneo, medía un metro menos, es decir, 3 (aun así, su nave es algo grande). — Pues no estoy tan joven, ¿eh? Voy a cumplir 19 años. — ¿Nada más 19? Vaya, estamos más o menos de la misma edad, Helio. - me dijo Minako, ya que no la había escaneado hasta ahora, donde supe su edad. — Vaya, así que esta es tu amiga... - comentó Anthony. — Así es. Nos conocimos en Norion durante una invasión de los piratas espaciales. Ya sabes que esos malditos siempre causan problemas... - le expliqué. Nos pusimos a platicar todos, lo mismo que el resto de los presentes, pues había que esperar a que el Consejo de Andrómeda llegara. Un rato después, una enorme nave con forma de huevo, con un propulsor en su parte inferior y 4 alerones a modo de soportes apareció en el cielo. En uno de sus alerones llevaba una insignia, consistente en una galaxia espiral con 2 estrellas en su centro, siendo ambas del mismo tamaño (según yo, posiblemente en representación de los 2 agujeros negros supermasivos de Andrómeda). Todos observamos cómo la nave aterrizó. — Señores, el Consejo de Andrómeda ha llegado. Asegúrense de que no les pase nada. - nos ordenó a todos el presidente Keaton. Todos nos acercamos a la nave para garantizarles seguridad a sus tripulantes, además de para ver cómo eran los visitantes. La misma se abrió, dejando ver a quienes venían a bordo. Los extraterrestres que provenían de Andrómeda eran, entre una de las varias razas que venían a bordo de la nave, unos de piel gris azulada y ojos azules (clro que con pupilas, y negras). Eran un total de 12 razas. Otra de las que venían de visita eran tortugas humanoides bípedas, como de 3 metros de altura, ojos amarillos y con un cañón incrustado en su caparazón, que también era inmenso (aunque no tan exagerado). Como estaba conectado a la red de datos de la Federación, podía saber el nombre de esas razas, así que escaneé a un miembro de cada una de las 12 razas visitantes, siendo en concreto los Zeruadanos, Rinikos, Tórtigos, Rénegos, Amarianos, Ortéligos, Sardianos, Mamos, Ranos, Zepdianos, Octarianos y Piscios. Además, actualicé mi módulo traductor para poder entenderles a todos. En fin, que me desvío. Todos formamos un espacio para que los representantes de Andrómeda pudieran llegar caminando al salón de asambleas de la Federación. — ¿Quién diría que la galaxia de Andrómeda sería tan variada en vida inteligente como la nuestra? - me preguntó Sailor V. — Pues ya sabes, el universo está repleto de vida. - le respondí. Los representantes de las 12 razas de Andrómeda caminaron por el camino que todos habíamos formado. Avanzaron lentamente hasta que entraron en el salón de asambleas. — Perfecto. Hemos recibido al Consejo de Andrómeda. Ahora, si los piratas aparecen, ya saben qué hacer. - indicó el presidente Keaton por comunicación. Todos pasamos a enfocar nuestra vista en el cielo, en espera de algún ataque pirata. Pensé que no habría ningún problema, que la Federación y el Consejo de Andrómeda podrían tener una buena reunión. Sin embargo, me equivoqué, ya que algo ocurrió: una flota de ataque de los piratas espaciales, comandadas por una nave nodriza (la misma que vi en la órbita de la Tierra el día de la invasión y que conocí a Cinthya), apareció en el cielo, disparando láseres rojos en contra de las tropas en los jardínes. — Ya decía yo que esto no iba a terminar bien, después de todo... - suspiré, preparando mis misiles. — ¡Atención todos: fuego a discreción! - ordenó el presidente del consejo de la Federación. — ¡Zampda, Ramko, ya saben qué hacer! - indicó Mina a sus amigos. — Por supuesto. - dijo la Aldebarana, preparando su cañón. — ¡Oh, sí! ¡Aquí vamos! - gritó el Tauriano, feliz, mientras desenfundaba sus pistolas. Los soldados del ejército comenzaron a abrir fuego contra las naves enemigas. Yo, por mi parte, cargué mi rayo y disparé un súper misil contra una de las naves zebesianas, causando estragos en ella y provocando que cayera al suelo envuelta en llamas, donde explotó. En cuanto dejé de posar mi mirada en aquel espectáculo, cargué mi rayo de hielo y apunté hacia una nave que venía directo hacia mí, disparándole justo en el cristal. No alcancé a ver el resultado, pero alcancé a ver que Anthony usó su cañón de plasma para perforar el vidrio y matar al ocupante, haciendo que la nave se estrellara. Además, observé cómo la Aldebarana ocupaba su cañón para disparar potentes rayos rojos hacia las naves, dañándolas y haciéndolas caer (y yo que pensaba que mis súper misiles eran poderosos). No podía usar mucho mis súper misiles, ya que solamente contaba con 30 misiles (la doctora Madeline Bergman se tarda mucho para hacer un solo tanque), así que empleaba mis misiles normales, que hacían menos daño, pero no por eso eran inofensivos. Pasando a los demás, los mekas de las Fuerzas de la Federación también utilizaban sus misiles (que ya quedó como evidencia que son más potentes que los míos) contra las naves piratas, derribando algunas al recibir varios impactos seguidos. Otros empleaban armas que ellos llamaban "iones" para causar estragos electrónicos en las naves, mientras que otros hicieron lo mismo que yo y lanzaron hielo contra las mismas. Por otra parte, los marines y soldados hacían uso de sus rifles de asalto, tanto de las fuerzas del ejército como de la infantería, para encargarse de los piratas que bajaban de las naves (que sí, nuevamente eran Zebesianos). Para esto, Mina usaba su denominado "rayo creciente" para eliminar a las tropas enemigas, junto a las pistolas de su amigo Tauriano que, según me informó en la charla que tuvimos, son una imitación de los rayos Chozo (al parecer, los Chozo tuvieron un encuentro con los Taurianos en el pasado, regalándoles algunas cosas, entre ellas copias de sus rayos). A ellos se les sumó la Aldebarana, que, con sus potentes disparos, eliminaba a los piratas y a sus transportes seguidos (el rayo rojo penetraba a los piratas y alcanzaba las naves, destruyéndolas). Ahora, en lo que a mí respecta, me puse al lado de Anthony para atacar, atacando ambos con nuestras armas congelantes (rayo y pistola de hielo, respectivamente) contra los invasores para rematar con mis misiles y con el cañón de plasma de mi compañero, que lamentablemente tardaba bastante en cargar, así que me veía obligado a cubrirlo. En medio de la batalla, se escuchó un rugido, un rugido que pude reconocer de un hecho anterior. — Ay... No otra vez... - me lamenté. — Es ese dragón, ¿verdad? - me preguntó Mina, que se acercó a mí desde donde estaba. — Lamentablemente, sí. - le respondí. Desde el interior de la nave nodriza, y ya a medio camino entre esta y el campo de batalla, venía volando el mismo dragón de piel morada con alas rojizas, una cresta en la cabeza y ojos amarillos y sin pupilas. Con un ataque de su aliento cinético, logró acabar con parte de los soldados presentes. Sin embargo, eso no pareció importarle, ya que se acercó volando rápidamente hacia donde estaba yo y posarse sobre un montón de soldados como si nada. — ¡Tú otra vez! - le exclamé, apuntándole con mi cañón y cargando mi rayo de hielo. — Vaya... Creí que tras esa pelea en Norion ya no te atreverías a aparecer, pero veo que no te has dado por vencido. ¡Pero no creas que dejaré las cosas así! ¡Te haré lo mismo que a Samus Aran! - me dijo, alzando el vuelo y preparando su aliento de fuego. Antes de que lanzara su ataque ígneo, disparé mi rayo de hielo cargado directo a su boca, por lo que no pudo atacar. Aproveché esto para dispararle un misil. El reptil pudo romper la capa de hielo de su boca y destruyó mi proyectil con su poderosa cola. Enseguida, se lanzó con todo contra el suelo, tumbando a algunos soldados que estaban presentes alrededor. Un meka trató de apoyarme disparándole un rayo cargado, pero Ridley reaccionó a tiempo y esquivó el disparo, además de que perforó la cabeza del meka con su cola (y, por ende, a su piloto). — ¡NO! ¡Maldito! - le grité, cargando mi rayo de hielo nuevamente y lanzándome contra él por matar a alguien. — ¡Ten cuidado con su cola! ¡Con ella fue que mató a Samus! - me advirtió Anthony sobre la cola del reptil volador (ya cuándo...). Me lanzó una bola ignífuga, que destruí con mi disparo cargado. Volví a cargar y disparé contra sus alas. El disparo también falló. Entonces la Federación optó por emplear a varios robots aéreos, denominados FG-1000 y FG II-Graham. Estos robots abrieron fuego contra el dragón espacial, sin embargo fueron destruidos con un simple coletazo. De todos, uno de los FG-II soltó su núcleo. Aproveché la distracción para acercarme a analizar el núcleo, y me decía "Núcleo de rayo difusor.". Lo toqué y mi traje lo asimiló. En eso, e apareció un mensaje en mi DRA. — "Rayo difusor asimilado." — << ¿Rayo difusor? >> - pregunté. Probé el nuevo rayo contra el general pirata. Cargué el rayo de hielo y disparé. El resultado fue un disparo más grande (y ya mencioné lo del rastro de hielo en el suelo) y con disparos cargados más pequeños a su alrededor. Logré congelarle las extremidades, por lo que no podía moverme. Aproveché para correr hacia él, trepar por su cuerpo, abrir su boca a la fuerza y disparar un súper misil (a esto lo llamé "asalto", si es que no lo hecho antes). El haberse tragado el balístico parece haberle dañado el estómago. Como respuesta, él me agarró con su garra izquierda, apretó su garra, se elevó en el aire a una altura considerable (de alrededor de 10 metros) y me arrojó con fuerza contra el piso. — ¡Helio! - gritó Mina, tras deshacerse de un pirata con su rayo creciente. Aprovechando que no me movía porque estaba adolorido por la caída, Ridley me lanzó otra esfera de fuego, la cual no pude esquivar, dejándome en niveles bajos (a pesar de que contaba con un tanque de energía). — Mal... di... to... - alcancé a soltar. En ese momento, me desmayé y mi traje se desvaneció. Por otro lado, Mina sólo se limitó a intentar usar su cadena de Venus para alcanzarme. Yo débilmente logré despertar momentáneamente, reactivar mi traje y activé mi rayo enganche para conectarme con el de ella, pero ninguno de los rayos es tan largo. El tal Ramko dio un salto enorme para tratar de agarrarme, pero no llegó ni a acercarse y cayó al suelo. Debido a esto, volví a perder el conocimiento y el traje se desmaterializó de nuevo. — ¡Helio! ¡No! - gritó Mina a todo pulmón, estirando la mano izquierda. — ¡Eso no pasará! - exclamó Anthony, apuntando su cañón de plasma (que ya se había recargado) y disparando un potente rayo de plasma. Ridley logró esquivar el disparo de Higgs, junto al de los militares, marines y mekas en conjunto. — No... - dijo Mina, cayendo de rodillas en el suelo. — ¡Mierda! - exclamó Anthony, furioso. — Soldados, hemos decidido tomar un descanso en la reunión y contaremos todos las bajas. También repararemos todos los demás. - comunicó el presidente Keaton. Me trasladaron insconsciente a su nave nodriza, las naves y tropas piratas se retiraron junto a su nave insignia y me llevaron a una ubicación desconocida. ¿Qué será de mí? |
Capítulo 10
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Exploración, rescate e invasión |
Poco a poco comencé a abrir los ojos. Desperté. Me di cuenta de que me encontraba tirado en medio de una celda, con una estética de iluminación roja, con tintes naranjas y paredes negras. Me encontraba encerrado por un campo de fuerza rojo. — ¡Hey! ¿Dónde estoy? - grité, en espera de que alguien me contestara, pero fue en vano. Me encontraba solo. Como ya no había vidas federales por evitar freír (como pasó en Daiban, de lo contrario habría acabado con muchos piratas), activé mi armadura y utilicé una bomba de energía para intentar escapar. La onda de calor traspasó el campo de fuerza (qué raro, ¿no...?) y derritió el controlador del campo de fuerza, situado al otro lado del mismo, por lo que este desapareció, permitiéndome escapar. Al poner un pie fuera de mi celda, un robot vigilante volador apareció para hacer un análisis del entorno, encontrándome libre, y haciendo soltar las alarmas. Primero que nada destruí al robot con un misil, seguidamente estuve preparado para lo que viniera. De las 2 salidas del pasillo, vinieron varios tipos de piratas, denominados como "grumetes piratas" por mi escáner. Como no llevaban armadura, y viendo que se veían bastante flacuchos, bastó con dispararles un rayo de hielo cargado para lidiar con uno de los 2 grupos para, después, encargarme de ellos con misiles. Con el otro grupo hice algo diferente. Agarré a uno de ellos con el rayo enganche y lo usé para derribar a los otros. una vez lo hice, lo arrojé con fuerza contra la pared, rompiéndole el cráneo. Con la amenaza eliminada (y con unas balizas que liberan una luz roja retraídas), miré a mi alrededor. — ¿Qué lugar es este? - me pregunté en voz alta. Abrí el canal de comunicaciones, esperando a que alguien respondiera. — Aquí Helio Cabrales. ¿Alguien me escucha? Me encuentro en una ubicación desconocida. Repito. ¿Alguien me escucha? - intenté comunicarme. Esperaba una respuesta de alguien, quien quiera que tuviera en mis frecuencias. Afortunadamente, obtuve una respuesta. — ¿Helio? ¡Helio! ¿Dónde estás? - me respondió Sailor V. — Ya quisiera yo saberlo. Pues... el ambiente tiene un toque raro. Tiene una iluminación roja con naranja y maquinaria negra. — Entonces debes de estar en alguna instalación pirata. Espera, estoy rastreando tu señal. No cierres la comunicación. — De acuerdo. No te tardes. Pasaron unos segundos en los que Minako me rastreaba. Fueron unos segundos que se me hicieron eternos. Volteaba hacia ambas salidas para ver si alguien venía, pero afortunadamente no vino nadie. — ... ¿Ya? - pregunté, impaciente. — Ya. He logrado rastrearte con ayuda de Artemis. Te encuentras en el planeta SN-883, también conocido como "Planeta pirata". Se encuentra en un sistema solar desconocido, inexplorado por la Federación por el simple hecho de que se encuentra fuera de su territorio. Le enviaré la ubicación a la Federación para que te rescate. — Vale. Gracias. Pero... ¿no sería más fácil si vienes por mí? Digo, sería una misión de infiltración y sigilo. Además, podrías pilotear mi nave y traérmela. — Me encantaría hacerlo, pero el presidente nos ordenó a todos quedarnos afuera del salón de asambleas hasta que el Consejo de Andrómeda se retire. — ¡¿Qué?! ¿Y cuánto falta para que termine la reunión? — Eso no te lo puedo asegurar, pero ya llevan rato. Además, una pequeña flota de alrededor de 20 naves salió de la nodriza del Consejo de Andrómeda. No sabemos a dónde se han dirigido. — Vaya... Así que tenemos fugados. — También introduciré las coordenadas en tu nave cuando pueda, para que alguien más pueda llevártela. — Hmm... ¿Pues ya qué? - suspiré, ya rendido. — Quisiera poder ayudarte, pero tengo que seguir las órdenes del presidente. En verdad lo lamento, Helio. — Descuida. No importa. Ya dije que veré cómo me las arreglo para escapar. Por lo pronto, voy a avanzar, así que cortaré la comunicación. — Está bien. Ten cuidado. - se despidió Mina, y corté comunicaciones. Atravesé la salida delantera, que me llevó a un pasillo que me condujo a una estación del mapa. Descargué el mapa global, que me indicó mi ubicación: la "Prisión". Como no había más salidas, regresé sobre mis pasos, volví a la zona de las celdas y avancé por la salida contraria. Crucé varios pasillos con plataformas de cristal anaranjado, y tuve que esconderme varias veces de los piratas y de sus robots vigilantes voladores (afortunadamente encontré varios espacios huecos para entrar como morfosfera). Pasé por un pasillo de cristal transparente, el cual conectaba 2 edificios. A través del cristal, observé, además del cielo oscuro y anaranjado-rojizo del planeta que era iluminado de vez en cuando por algunos relámpagos y acompañados por una intensa lluvia, una estructura con forma de "flor" que tenía una punta en el centro que apuntaba hacia arriba. Esta proyectaba un escudo de energía rojo, con detalles hexagonales y semitransparente, pues cada cierto tiempo el escudo se iluminaba y se dejaba ver. La escaneé para saber su función. — "Escudo de defensa activo. Cualquier ataque de la Federación será repelido." - indicó el escaneo. — Así que tengo que desactivar eso... - pensé en voz alta. Seguí avanzando. Llegué a lo que mi mapa me indicó como una "estación de tránsito". Observé en la pared un mapa de las rutas de tránsito, donde me fijé que la Prisión conectaba con otra denominada "Centro de mando". Escaneé una terminal para activar un escáner de mano pirata, donde se apreciaba una mano de 3 dedos. Pensé que no funcionaría, o que incluso activaría las alarmas al tratarse de una mano humana, pero afortunadamente funcionó y provocó que una especie de tren entrara a la sala por una vía de un lado. Lo escaneé y mi visor lo identificó como "sistema de tránsito". Accioné una palanca en su interior y las puertas se cerraron (por cierto, en el vehículo venía marcado en verde un símbolo extraño, probablemente lenguaje pirata), y se puso en marcha rumbo al Centro de mando. El sistema de tránsito seguía en operaciones. El tren se movía a lo largo del camino de vías. Veía el avance de mi transporte por medio de un holograma. Un rato después, llegué al Centro de mando. Sin embargo, me llamó la atención una zona del planeta llamada "Centro de investigación". Pensé que allí podría encontrar algo útil o desmoronar los planes de los piratas en su mero mundo natal (que por cierto, está más contaminado que la Tierra en los siglos XX y XXI). Crucé por el Centro de mando, teniendo cuidado de los robots vigilantes y de láseres provenientes de instrumentos ópticos (así los identificó mi escáner. Ahora dependo mucho de él para averiguar cosas). Así le hice hasta llegar a otra estación de tránsito, la cual me llevó al Centro de investigación. Luego de un rato más, llegué al referido Centro de investigación. Abandoné la estación de tránsito y crucé habitaciones, con el mismo cuidado de siempre (estaba comenzando a hartarme de eso. Llegué incluso a pensar en dejarme al descubierto y acabar con esos malditos piratas a misilazos, pero guardé la calma y las ansias y preferí seguir sigilosamente). Pasé por una zona de aterrizaje (eché de menos mi nave). Llegué al extremo de utilizar mi visor de órdenes para que mi nave fuese por mí, pero me salió el mensaje: — "Ubicación desconocida. La nave no puede acceder a la zona de aterrizaje por la falta de coordenadas." — Ah, mierda, Mina... - dije, enojado. Como parecía que Minako no había introducido las coordenadas del planeta aún, decidí continuar. Avancé por la puerta del fondo a la derecha (que olvidé mencionar quede las puertas piratas son redondas) y llegué a un ascensor. Usé un escáner de mano para activarlo y subir. Una vez arriba, seguí cruzando puertas y abriéndome camino a través de las instalaciones piratas (como siempre, teniendo cuidado de evitar ser descubierto), como una sala con una especie de gusano gigante con boca y dientes, hasta que llegué a una sala en especial, una que en el mapa se llamaba "cámara de desarrollo de Metroides". — << ¿Metroides? >> - pensé luego de revisar el mapa. Allí, dentro de una máquina que emitía unos campos de fuerza rojos como el que me mantenía prisionero hace un rato, se hallaban una especie de medusas flotantes con una membrana verdosa, núcleos internos rojos (aunque no se notaba mucho por la membrana que los cubría) y una mandíbula inferior con 2 pares de enormes colmillos. — ¿Y estas cosas qué son? - me pregunté de nuevo en voz alta. Las escaneé para averiguar cómo se llamaban, topándome con que se llamaban "Metroides", el mismo nombre que el de la sala. Además, descubrí que son muy vulnerables al frío, por lo que agradecí tener equipado el rayo de hielo. Como estaba concentrado en eso, no me percaté de que un soldado pirata con armadura amarilla, identificado (cada que diga esto, significa que ya lo he escaneado y guardado sus datos) como "soldado pirata de asalto", alzó su mano con una esfera roja que comenzó a emitir un ruido de alerta. — ¡Ah, mierda! - solté. Intenté destruir las balizas lo más rápido posible, y al parecer lo había logrado, pero no me fijé que se me olvidó destruir una, una que estaba bien escondida (o bueno, que no la vi), lo que provocó que más refuerzos, identificados como "piratas de choque", aparecieran y me rodearan. Además, apareció uno más: uno con armadura roja que le cubría todo el cuerpo, que identifiqué como "comandante pirata". El muy desgraciado se teletransportó a otra parte, dejándome a solas con los piratas restantes. Disparé un súper misil contra un grupo de piratas de choque, que terminaron por sucumbir ante el poder del proyectil. Por otro lado, un grupo más comenzó a atacarme con sus rifles de asalto (nada que ver con los del ejército y de la infantería de marines, ya que. si no lo he dicho antes, disparan rayos morados, y no en forma de churro como los de los Zebesianos). Esquivaba todos sus ataques y me escondía donde podía, mientras contraatacaba con mi rayo de hielo cargado. Viendo que otro grupo había llegado, decidí cargarme a todos con una bomba de energía. La explosión resultante los eliminó a todos, dejándome en paz por fin. ... O sea es lo que yo pensaba, ya que, de algún modo (presumiblemente fue el comandante pirata), los Metroides fueron liberados de sus prisiones. — << ... Bueno, por lo menos tengo el arma que les afecta. >> - pensé positivamente. Uno de los Metroides se lanzó contra mí. Yo usé mi defensa sensorial para esquivarlo ágilmente y, de paso, cargar mi arma instantáneamente. Disparé contra él, congelándolo por completo y haciendo que cayera al piso. Para destruirlo rápido, utilicé un súper misil. Los demás, al ver a su compañero asesinado por mí, se lanzaron en mi contra. Uno de ellos logró pegarse a mí, y comenzó a drenar mi energía (hecho que se evidenció en mi barra de energía, que se iba vaciando con rapidez). Para quitármelo de encima, me convertí en morfosfera y puse una bomba. Posteriormente volví a mi forma normal y lo congelé, y lo eliminé con misiles (para ser más preciso, con uno solo bastaba). Ya descubierto que sólo se requería un misil para eliminar a los Metroides congelados, ataqué a un grupo de estos que se hallaban muy pegados. El efecto difusor de mi rayo los congeló, y aunque pude haberlos eliminado individualmente, los abatí en grupo con un súper misil. Con los Metroides exterminados (tuve suerte de que no fueran muchos), recibí una nueva transmisión de Mina. — Helio, soy yo de nuevo. La reunión ha terminado. El Consejo de Andrómeda se ha retirado. - me informó. — Y obviamente no me van a pagar nada... - comenté en voz baja, desilusionado. — Por lo que alcancé a escuchar, no se dirigirían inmediatamente a Andrómeda, sino que harían una tarea más antes de retirarse. — ¿Y no sabes qué clase de tarea es esa? — Eso no pude escucharlo. Sólo sé que ya se fueron. — Genial... — ¿Y cómo te ha ido? — Sigo con problemas. A cada rato tengo que esconderme o destruir robots voladores que me delatan. — Siento mucho no haber podido ayudarte hace rato, pero lo intenté. Por favor, perdóname. — Calma, que ya he dicho que me las arreglaré para escapar de este planeta. — ... ¿Sabes? Ahora que los piratas se han retirado, creo que puedo ir a ayudarte. - dijo, llamando mi atención. — ¿En serio? ¿Pues qué estás esperando? ¡Ven! - dije, casi exigiéndolo como si fuese una orden. — Es exactamente lo que haré. Llevaré a Zampda y a Ramko para que me ayuden. — Perfecto. Entonces voy a ver qué hago para que puedan acceder al planeta, ya que está protegido por un escudo de defensa. — De acuerdo. — Deséame suerte. - me despedí, y corté comunicaciones con ella para avanzar. Noté que el tanque de muestras central, que servía de ascensor entre los 2 pisos, no estaba operativo. Observé en mis alrededores para ver si hallaba algo. Descubrí un cierre de combinación en el que tuve que encajar la punta de mi cañón para activarlo. Moví los paneles circulares salientes para hacer que encajaran entre sí y resolver el puzzle, permitiendo activar un ascensor que me llevaría a una planta subterránea. Descendí y vi una bifurcación. Primero fui por la izquierda, topándome con una terminal que activaba el tanque. Lo activé y, por ende, el tanque central. Del lado derecho, había un panel en la pared que escaneé y dijo... — "Techo desplegado en la habitación contigua. Riesgo de corrosión por la lluvia ácida eliminado." — << ¿Lluvia ácida? Eso mismo me dijeron de la lluvia de Zebes... >> - pensé. Volví a la planta de arriba y usé el tanque de muestras central, que ya estaba operativo (claro, no sin antes escanear los tanques de Metroides, que tenían información de adaptaciones de los mismos a diversos planetas. Me pregunto qué pasaría si hubiese Metroides en la Tierra...). En la planta de mero arriba me encontré con 2 salidas, una a la izquierda y otra a la derecha. También había un par de paneles que no dejé pasar, los cuales contaban con información sobre proyectos con Metroides. Después, como no sabía a qué salida se refería el escaneo de antes, opté por ir a la izquierda. Me encontré dentro de un conducto de ventilación, pero no era pequeñito como para entrar en morfosfera, sino una habitación grande por la que circulaba aire. Aparecieron organismos que identifiqué como "mina puffo" y "garrapata mecánica", siendo ambos robots de vigilancia. Los puffos no me hicieron nada, sólo flotaban por ahí, pero las garrapatas me dispararon nomás verme. Yo contraataqué con misiles. Y para deshacerme de los puffos usé rayos cargados. Esperé a que sus gases internos se disiparan para poder avanzar. Frente a mí había 2 paredes muy cercanas entre sí, así que me arrojé hacia la de enfrente y, acto seguido, utilicé el salto trepador para llegar a la parte superior, donde proseguí mi camino. En la sala conectada, había una vidriera que permitía ver hacia el otro edificio (y en medio algo de tierra), topándome con un soldado pirata que usaba una máquina para obtener un dispositivo identificado como "campo aislante". — Conque campo aislante, ¿eh? - me pregunté en voz alta. Lamentablemente, no podía acceder al edificio contiguo para obtener dicho campo aislante, así que proseguí. Me encontré en una sala con un ascensor desactivado, que debía ser activado mediante palancas de seguridad. Activé el ascensor y subí a la habitación superior, denominada "área de pruebas" (desconozco el porqué). En cuanto llegué arriba, sentí una extraña sensación, como si alguien fuese a aparecer (y no hablo de fantasmas). Mi corazonada acertó, pues en cuestión de segundos, el comandante pirata apareció delante de mí. — Tú otra vez... - le dije. Se teletransportó. Creí que se había marchado de nuevo. Con eso, avancé hacia una terminal que daba energía a un campo de fuerza transparente que mostraba un brillo azulado de vez en cuando. Estaba viendo cómo desactivarlo para tener acceso a la puerta, pero escuché un sonido: alguien se teletransportó detrás de mí. Giré y era él de nuevo. Le apunté y se fue. — ¡A ver! ¡Ven aquí! - grité en la sala, en espera de una respuesta, pero no obtuve nada. Me giré de vuelta a la terminal. Escuché un sonido de teletransporte. Miré hacia atrás y no había nada. Avancé hacia el medio y volví a escuchar el mismo sonido, nuevamente a mis espaldas. Giré rápidamente para ver quién era, pero otra vez no pude alcanzar a distinguir. Regresé a la terminal y muy velozmente dirigí mi mirada hacia atrás, y esta ocasión sí pude alcanzar a ver al tipo que se movía de un lado a otro. Sí se trataba del mismo comandante pirata. Corrí hacia él, pero se teletransportó delante de mí. En ese momento, ambos nos miramos fijamente el uno al otro. — ¡Esta vez no te escaparás! ¡¿Me oíste?! ¡NO TE ESCAPARÁS OTRA VEZ! - le grité, señalándolo con el dedo. — ... Eso ya lo veremos. - me dijo. Luego de unos segundos, ambos corrimos hacia el otro dando un grito de guerra (y además, con las armas listas). Primero traté de darle un puñetazo, pero se teletransportó un poquito lejos y esquivó mi golpe. Después, para acabar rápidamente con él, me convertí en morfosfera y cargué para detonar una bomba de energía. Solté la bomba, pero el muy ágil volvió a teletransportarse y pudo salvarse de la explosión. Si te preguntas dónde se escondió, fue detrás del campo de fuerza. — ¡Eh! ¡Cobarde! ¡Ven aquí y pelea como hombre! O bueno, ¡como pirata! - le grité para que volviera a la arena. Haciéndome caso, el comandante pirata se teletransportó enfrente de mí y trató de golpearme, pero utilicé la defensa sensorial para esquivarlo, momento que aproveché para cargar mi rayo de hielo, que disparé a sus pies para congelarlo en sus manos y pies. Ya teniéndolo inmovilizado, disparé un súper misil que lo arrojó contra el campo de fuerza. Comprobé el estado de su armadura (que por cierto, de acuerdo al escaneo que le hice al verlo la primera vez, me indicaba que era muy resistente), y vi que se había debilitado un 25%. Por lo tanto, me hacían falta otros 3 súper misiles para eliminarla. Activé mi rayo enganche para acercarlo hacia mí y propinarle una patada. Como lo tenía tirado en el piso, volví a disparar mi rayo cargado para congelarlo, esta vez en todo el cuerpo. Aproveché para convertirme en morfosfera y detonar una bomba de energía. Sin embargo, se libró de su prisión de hielo a tiempo y se teletransportó nuevamente detrás del campo de fuerza, salvándose de la explosión (ah, y si te lo preguntas, el elevador se desactivó automáticamente en cuanto me alejé de él). — ¡Ah, pues! ¡¿Otra vez?! ¡Ven aquí, marica! ¡Deja de usar ese dispositivo de teletransportación tuyo! - le grité, insultándolo por miedoso, ya que tengo que esperar a que el medidor de carga de las bombas se vaciara de su color rojo para poner una bomba de energía. Volvió a teletransportarse delante de mí, esta vez propinándome unos cortes con su guadaña (parece ser que las guadañas son comunes entre los piratas...). Pude repelerlo con mi contragolpe y dispararle un misil, el cual si bien no provocó mucho daño, al menos me bastó para hacerme morfosfera y detonar bombas a su alrededor, que hacían también un daño algo bajo. Preparó su rifle de asalto, igual al de otras clases de piratas, y me disparó, pero debido a que seguía rodando, ningún disparo alcanzó a darme. Entonces regresé a mi forma normal y le disparé un súper misil a quemarropa, ocasionando un daño mayor en su armadura y dejando su integridad en un 50%. Para distraerlo un poco, le disparé 4 misiles. Como respuesta, convocó a un escuadrón de piratas de choque, de los que pude deshacerme con otra bomba de energía (tengo que esperarme de 10-15 segundos para que el medidor se vacíe). Para tener más espacio, el comandante pirata chasqueó los dedos y el techo se retiró, dejando ver el cielo naranja, la lluvia que caía con fuerza y bastantes edificios, dejando los bordes de la sala expuestos a la lluvia ácida. Se movió rápidamente y comenzó a disparar su arma otra vez, obligándome a esconderme detrás de uno de los 4 pilares inclinados alrededor del ascensor. Cargué mi rayo de hielo y le disparé otra vez, congelando sus armas, sin embargo volvió a teletransportarse (aunque no esta vez detrás del campo de fuerza) y esquivó mi otro disparo cargado. Miré por todas partes para ver en dónde aparecería, y lo hizo detrás de mí. Le apunté con mi cañón, pero él corrió rápidamente hacia mí antes de que disparara y me arrojó contra la lluvia ácida, que resultó ser muy dañina, ya que pasé de tener 199 unidades de energía a 110 con sólo 3 segundos de exposición. — ¡Ah, mierda! - solté, quitándome rápidamente del borde para evitar recibir más daño. En lo que me reincorporé, observé que el comandante pirata venía corriendo hacia mí, así que esperé a que se acercara lo suficiente para dispararle otro súper misil, dejándole una integridad en su armadura al 25% y tirado en la sección de cristal que rodeaba al ascensor. Estaba a poco de acabar con él. Me acerqué a él caminando mientras le apuntaba con mi cañón y le disparé mi rayo de hielo cargado. El impacto de mi rayo congelante le afectó en todo el cuerpo, lo que, sumado a su cansancio, impidió que pudiera moverse. Para asegurarme, le disparé otra vez. Ahora sí, no tenía oportunidad alguna de moverse. Estaba agotado (no yo, sino él). Ya completamente inmovilizado, le disparé un último súper misil, dejándolo al descubierto y viendo que era un pirata de choque. — Nos veremos en el infierno. - le dije. Me convertí en morfosfera y detoné una bomba de energía (la barra roja del medidor de carga ya se había vaciado), acabando finalmente con él. — Listo. Ya terminó. - me dije en voz alta tras volver a mi forma normal (para que veas que suelo hacerlo mucho y a menudo, aunque no lo mencione). Como ya no había ninguna amenaza, interactué con la terminal del campo de fuerza, desactivándolo y accediendo a otra estación de tránsito. Usé el tren y eso me llevó al principio, a la zona de aterrizaje que había visto anteriormente (a la que accedí interactuando con otra terminal de otro campo de fuerza). Había dado una vuelta en círculo. En eso, recibí una transmisión desconocida. — ¿Hola? ¿Quién es? - pregunté. — No tienes por qué preocuparte. Ya sabemos tu ubicación. - me dijo mi transmisor desconocido. — << Así que Sailor V ya le dijo a la Federación dónde me encuentro... >> - pensé. - ¿Se podría saber quién eres? - volví a preguntar, ya que quería sacarle información. — Eso no importa ahora. Si quieres que te rescaten, es necesario que la Federación realice un asalto a ese planeta. Esto con el fin de debilitar a los piratas y retrasar sus próximos ataques. — ¿Y cómo sabes eso? — Ya te dije que eso no importa. Lo que importa es que deshabilites el escudo de defensa. — Sabes, me estás asustando. — Por ahora, ten en cuenta que la Federación y tus amigos cazarrecompensas ya están cerca de ti. Con nuestra ayuda, lograron llegar muy cerca. — ¿En serio? Vaya, eso me tranquiliza un poco. — Por ahora sólo concéntrate en desactivar el sistema de defensa para que todos podamos bajar. — Entendido. - dije. — Buena suerte. - dijo el comunicador, y la transmisión finalizó. Ya tenía un objetivo claro, así que regresé sobre mis pasos para volver al Centro de mando. En la cámara de desarrollo de Metroides, en el nivel superior, salí por la salida opuesta a la del conducto de ventilación. Era un pasillo al aire libre, por lo que la lluvia me mataría rápidamente. Sin embargo, había un techo desplegado, por lo que no me pasaría nada. Subí a la cornisa y llegué a otra puerta, que me llevó a una sala con más Metroides, pero todos dejados en libertad. — Ay, no... - dije, con una expresión de horror en mi rostro. Uno de los Metroides hizo ruido, lo que llamó la atención de los demás. Intenté regresar, pero la puerta estaba bloqueada. Tampoco quería enfrentarme a tantos Metroides, así que me abrí paso rápidamente a través de ellos con disparos normales de hielo. Llegué a otras paredes que estaban muy pegadas, así que usé el salto trepador para subir y huir de mis perseguidores (parecía todo un miedoso, respirando agitadamente). Arriba, al cruzar la puerta, llegué a una estación de tránsito más, con la que volví al Centro de mando. Una vez de vuelta allí, me dejé guiar por el mapa que había descargado, topándome con un gran ascensor vertical en el que bajé al piso inferior, el cual, de acuerdo a mi mapa, me llevaría al generador. Luego de girar en una máquina en una sala y atravesar un pasillo, llegué a la sala denominada "Generador de defensa". Finalmente había llegado. Sin embargo, no todo iba a ser tan fácil, ya que había piratas de choque, robots llamados "Jolly Roger", torretas denominadas "Tormento" y un tipo de pirata llamado "soldado de asalto pavés". — << Lo que me faltaba... >> - pensé. Todos me atacaron a la vez, pero pude esquivarlo todo con la defensa sensorial. Disparé misiles contra los robots "Jolly Roger", que eran bastante débiles. Contra las torretas Tormento tuve que vaciar mi contador de misiles (y lo malo es que solamente contaba con 30 misiles), y tenía problemas en rellenar mi contenedor con la concentración debido a la cantidad de enemigos que había. A los soldados de asalto pavés les quité el escudo con el rayo enganche y les disparé con el rayo de hielo cargado pues, de acuerdo con su entrada del banco de datos, su armadura era vulnerable a los rayos y no a los misiles. Esquivaba también el ataque de sus granadas EMP. Cuando vi que se me amontonaron todos cerca de mí (me rodearon, tanto piratas como robots), me convertí en morfosfera y detoné una bomba de energía, acabando con todos y dejándome vía libre para desactivar el generador. Subí por la habitación. Hallé la terminal del generador del sistema de defensa y la hackeé. El resultado fue que el generador se desactivó, eliminando el escudo y permitiendo el acceso a la flota. En cuestión de segundos, las torretas piratas comenzaron a disparar sus láseres rojos al cielo. Sin embargo, fueron destruidas por misiles azules, además de que cazas Stiletto (ya me estoy informando de la armada) comenzaron a sobrevolar el paisaje, disparando sus láseres azules contra las torretas restantes. En eso, recibí una transmisión. — Nos vemos de nuevo, chico. - se comunicó conmigo un hombre mayor que logré reconocer. — ¡Almirante Dane! - exclamé. — Y no venimos solos, muchacho. Detrás de la flota de la Federación venían más: era la flota de 20 naves y la nodriza del Consejo de Andrómeda, que no mencioné que está pintada de color morado, al igual que la otra que he visto (si te preguntas la forma de las naves de la flotilla, tienen forma de platillo, como las naves Aldebaranas, pero más pequeñas y de color marrón con el cristal amarillo). Y además, también venían las 4 naves que Mina me mencionó, entre ellas la mía (me pregunto quién la estará piloteando). Mientras observaba el espectáculo que se estaba presentando afuera, recibí una transmisión (creo que ya he usado mucho esa frase, ¿no?). — ¡Helio! ¿Estás bien? - era Mina de nuevo. — Sí. ¿Acaso no me vieron ahorita mismo? - pregunté. — Sí, te vimos. Qué bueno que has logrado desactivar el sistema de defensa. — << De todas formas sigo preguntándome cómo llegué aquí. Supongo que tiene que ver con ese dragón cuando me raptaron en Daiban. >> - pensé. — Hemos aterrizado en la misma zona. Te mando nuestras coordenadas. - me dijo, instante en el que recibí unas coordenadas de una sala llamada "zona de aterrizaje Bravo". Volví a guiarme por el mapa, así que no tardé en llegar. Allí se encontraban Mina, sus amigos y Anthony Higgs, quien al parecer fue quien manejó mi nave. — ¡Helio! ¡Qué bueno que estás bien! - se acercó corriendo Minako hacia mí, dándome un abrazo. — Ya era hora de que llegaran. - comenté, pero sin responder al gesto (no me gustan los abrazos). — Disculpa, pero es que estábamos ocupados. - comentó Zampda Kepptra (ya sabes, la Aldebarana). — ¿Dónde están esos piratas? ¡Quiero hacerlos volar en pedazos! - dijo feliz Ramko Semdri (el Tauriano). — Bueno, ya que estamos aquí, deberíamos divertirnos un poco. - comentó Anthony, mostrando pensamientos similares a los de Ramko. — No. Yo ya tengo bastantes ganas de largarme de este planeta. - dije, algo harto por todo lo que viví en el planeta. — Ah, sí. Con respecto a eso..., alguien del Consejo de Andrómeda quiere verte. - me comentó de nuevo el que piloteó mi nave, lo que me provocó curiosidad. — ¿Alguien del Consejo de Andrómeda quiere verme? ¿A mí? - pregunté, extrañado, aunque tenía la certeza de que tal vez el transmisor desconocido sea quien me habla. — Sí. Por sorprendente que parezca, alguien de nuestra galaxia vecina desea hablar contigo. Dijeron que ayudarían a la Federación a invadir este planeta antes de partir de regreso a Andrómeda, así que será mejor que vayas rápido. — Pero ¿y ustedes? — No te preocupes por nosotros. Podemos encargarnos de todo. - comentó la Aldebarana, confiada. — ¡Sí...! ¡De hecho, voy a ir ahora mismo a patear traseros piratas! ¡Allá vooooooy! - gritó el Tauriano, adentrándose en el interior de las instalaciones por la puerta por la que accedí, siendo seguido por la de armadura amarilla. — Ve, Helio. Ya nos veremos luego. - se despidió Sailor V, y también se adentró en la fortaleza pirata. — ... Bueno, no quiero perderme nada de diversión, así que iré con ellos. Nos vemos luego. - se despidió Anthony, yendo detrás del trío de cazarrecompensas. Me quedé solo en la zona de aterrizaje con las 4 naves. Miré hacia la mía y corrí hacia ella para abordarla. — Hola de nuevo, Helio. Ya te echaba de menos. - me saludó Samus. — Y veo que estás sacando a relucir tu verdadero yo. - le respondí. — Bueno, olvidémonos de eso. Seguramente ya sabes lo que tienes que hacer. Anthony debió de habértelo informado. — Así es, ya estoy informado. Así que pongámonos manos a la obra. Operé nuevamente los controles de la nave y salí por un enorme agujero en el techo que llevaba al exterior. Abandoné el complejo y la atmósfera. Y así abandoné el planeta pirata, dejando todo en manos de la séptima flota y el Consejo de Andrómeda. Me dirigí a la nave nodriza de este último. Aterricé en un hangar al que accedí mediante unas compuertas. Fui recibido por un Sardiano (que, por si no te lo has imaginado, es un humanoide con cabeza de pez que usa un traje con un casco lleno de agua). Como el módulo traductor se actualizó automáticamente cuando escaneé a cada especie, pude entenderle perfectamente. — Saludos, Helio Cabrales. Es un gusto recibirte en nuestra nave nodriza. Por favor, sígueme. Alguien de los 12 representantes quiere hablar conmigo. — ... De acuerdo... - respondí, algo confundido. Lo acompañé por el interior de la nave nodriza que, por cierto, contaba con iluminación amarilla (y el ambiente se sentía diferente al de una nave de la Federación) y con ventanales que permitían ver el exterior, en este caso el Planeta pirata, visto desde el espacio de un color rojizo. Era un Zeruadano (o sea, los de 2 metros y medio de altura, de piel gris azulada y ojos azules), el cual portaba una túnica lila con una tela larga con el logo del consejo. — Saludos, Helio Cabrales. Permíteme presentarme. Me llamo Ypptri Kozov. Fui yo quien te ayudó allá abajo. - se presentó el representante Zeruadano (ya sabes, los altos de 2 metros y medios con piel gris azulada y ojos azules), resultando ser mi transmisor desconocido. — Eh... ¿Hola? - saludé. — La Federación Galáctica nos ha hablado de ti. Eres el sucesor de una legendaria cazarrecompensas con un historial impecable. — Sí, ya sé. Todos lo saben. Soy el sucesor de Samus Aran. - contesté, y la charla continuó. Hablamos de varias cosas, entre ellas del Proyecto S.A. y de mi trabajo con la Federación, además del tema de los piratas espaciales y Ridley. En lo que hablábamos, la Federación abandonó el Planeta pirata, al igual que Sailor V y sus compañeros. Un rato después, la charla terminó. — Bueno, ahora puedes retirarte. - me indicó el señor Ypptri Kozov. — De acuerdo. - asentí. — Nos veremos pronto. Después de todo, tenemos reuniones con la Federación Galáctica cada mes terrestre. - me hizo un gesto de despedida como el que hacen los japoneses cuando saludan (también hizo eso cuando me saludó). En vez de tener que volver hasta el hangar caminando, me vi rodeado de un aura azul y, en cuestión de segundos, fui teletransportado hasta el interior de mi nave. — Qué loco... - comenté, sorprendido. Viéndome en el interior de mi nave, me senté y tomé el mando. — Acabo de detectar que fuiste teletransportado por el líder Zeruadano. - comentó Samus, sabiendo con quién estuve. — ¿Cómo lo sabes? — Cuando Anthony manejó la nave, me informó de que el presidente Keaton le dijo eso. — Ah... Okey. — Y en cuanto a la invasión que la Federación está realizando, el almirante Dane nos mantendrá al tanto. — De acuerdo. Vámonos. Salí de la nave nodriza del Consejo de Andrómeda (que, en cuanto salí de ella, saltó al hiperespacio de manera similar a como lo hago yo y regresó a su galaxia de origen), dejando el Planeta pirata en manos de la séptima flota (que, de acuerdo a un informe del almirante Dane, permanecería vigilando constantemente el planeta), y regresé a la Tierra. Fue un día en el que estuve prisionero, pero de la que al menos logré salir ileso. Tuve mucha suerte de que no me hubiesen hecho nada... |
Extra: El escape
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En algún lugar de la galaxia, en la prisión federal RX 338, se encontraba el general pirata Weavel, que fue atrapado por Helio en conjunto con las Fuerzas de la Federación en Crossex, Jasdam. Antes de seguir, hay que hacer una pequeña descripción. A pesar de tener el aspecto de un enorme asteroide, la prisión cuenta con avanzados sistemas de seguridad, como torretas Mk XII Hydra y torretas Mk XIII Doblehydra (incluso contaba con atmósfera que, por cierto, era respirable. Además, había ciclos de día y noche, como en cualquier planeta que rotara). Había 100 bloques separados dedicados para los maleantes de cada planeta. La prisión era bastante grande. Al igual que las antiguas prisiones terrestres, los guardias intentaban tratar a los presos de una manera decente (o mejor dicho, "intentaban", ya que nunca faltaban los abusivos, sobre todo los humanos). Al igual que en las antiguas prisiones terrestres, había baño, comedor y sala de vigilancia (además de sensores de seguridad, o sea cámaras), además de las obvias celdas, que no pueden faltar, protegidas por un campo de fuerza azul. Ahora sí, volvamos a la historia. Precisamente el prisionero Weavel se encontraba encerrado dentro de una celda situada dentro del bloque 1. Estaba sentado en su cama, con la mirada fija en el suelo, pensando en cómo fue capturado por un simple muchachito humano. — << Sigo sin creérmelo... ¿Cómo es posible que un simple humano me haya capturado? ¡Es inaudito! >> - pensaba. De repente, se sintió un temblor en todo el lugar. Todos los prisioneros y guardias lo sintieron, incluyendo a Weavel. — ¡A todas las unidades: se ha detectado una flota invasora en las cercanías de la prisión! ¡Asuman sus puestos de combate! ¡Repito: asuman sus puestos de combate!- se escuchó a través de megafonía en toda la prisión. Saltaron las alarmas en toda la base, viéndose reflejado en las luces rojas. Los guardias se prepararon para el combate y corrieron a sus puestos asignados, dejando solos a los prisioneros. ¿Y de quién se trataba? Simple: eran los piratas espaciales, liderados por Ridley. Las torretas Mk XII Hydra y las Mk XIII Doblehydra de la prisión apuntaron (las Doblehydra de manera manual) hacia la nave nodriza pirata y comenzaron a disparar, mientras que de esta salían las naves Zebesianas. Se desató una batalla espacial, y todo para liberar a un simple reo, pero importante para ellos. Algunas de las naves invasoras lograron burlar a las torretas (mientras que otras las destruyeron con disparos) y aterrizar dentro de la prisión. Sus tripulantes descendieron y se enfrentaron a cuanto guardia se pusiera enfrente suyo (que, cabe remarcar, no sólo eran humanos, sino de varias espacies). En cuanto los tuvieron dentro de su rango de fuego, los guardias accionaron sus armas contra los piratas, quienes contraatacaron. Había más bajas piratas que de guardias. Sin embargo, había un elemento clave que ayudó a los piratas debido a que el exterior de la prisión contaba con atmósfera: Ridley, que usaba su aliento cinético en contra de los guardias del exterior, permitiendo a las tropas enemigas adentrarse aún más. Volando alrededor del perímetro de la base, seguía usando su aliento de fuego, buscando a Weavel, que no sabía que se hallaba en el bloque 1 de los 100 que había en la cárcel. Por otra parte, los Zebesianos que se adentraron en la base buscaban a su otro general, finalmente hallándolo dentro de las celdas del bloque 1. Uno de los soldados se comunicó con otro que se encontraba en el techo, el cual le hizo una señal a Ridley, que sobrevolaba el área. El dragón comenzó a cargar su aliento cinético mientras el soldado que le hizo la señal se apartó del camino. Finalmente soltó la bola de fuego, que impactó en el techo y lo destruyó. ya que estaba debilitado por los ataques de las naves. Directamente después de eso, pasó a posarse en el interior de la base, justo enfrente de la celda de Weavel. — Hasta que al fin vienes a rescatarme. - comentó Weavel. — No me culpes. Teníamos problemas en otros planetas, principalmente con los cazarrecompensas de la Federación. — No me digas... ¿Acaso ese tal Helio está relacionado? — Lamento decepcionarte, pero sí, así es. — Lo malo es que estoy encerrado aquí. De lo contrario, iría a cobrar venganza. — Sobre eso no te preocupes. Mis tropas ya se están encargando. — Espero que no me mientas. De lo contrario te mato. — Tan sólo espera. Mientras tanto, en otra parte de la prisión, un grupo de Zebesianos llegó a la sala de vigilancia, desde donde se controlaban cosas como la monitorización de todas las áreas de la prisión (valga la redundancia) y el que los campos de fuerza se mantuviesen activos. En vez de buscar la sala de máquinas para desactivar los generadores de los campos de fuerza (tal y como hizo Helio en el Planeta pirata), los piratas asesinaron a todos los guardias presentes en la sala y desactivaron los campos de fuerza, provocando una fuga masiva de reos en toda la prisión. — Ah, y una cosa más: hemos recuperado tu nave, así que no tienes que agradecérmelo. - terminó, y alzó el vuelo de regreso a la nave nodriza. — Perfecto. Ahora me vengaré de él. - comentó para sí mismo, viendo que Ridley ya se había alejado lo suficiente. Salió al exterior de la prisión, observando el paisaje del asteroide y de la prisión que había sido diezmada por los piratas, además de la fuga de reos que huían en naves federales que robaban. Miró hacia la nave nodriza y recordó lo que le dijo Ridley, por lo que llamó a su nave (que fue robada por los piratas de los almacenes de la policía de Jasdam) y la abordó. Se sentó y dijo... — Ese niño me las va a pagar... - dijo con odio y desprecio, y abandonó el asteroide. |
Cazadores[]
Capítulo 11
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Weavel |
Son pasadas de las 10 de la mañana (¿cuántas veces no he dicho eso ya?). Despierto (normalmente suelo despertarme después de las 10). He decidido dar un salto en el tiempo porque durante estos días no hubo nada de interés mas que el hecho de que fui al programa (ya lo he convertido en una costumbre). Ya estamos en el mes de julio (más específicamente el día 15). Cada vez está más cerca mi cumpleaños y eso me alegra (recuerda: cumplo años el día 22. Cumplo 19). Pero no sólo eso, sino que cada vez también falta menos para el 3 de septiembre, es decir, el cumpleaños de Cinthya (aún recuerdo el día en que la tomé de los hombros y le prometí estar presente en su día especial, que la recibiría). Me pongo el traje Zero (tuve una corazonada) y activé mi armadura. En cuanto lo hice, recibí una nueva transmisión del comandante Malkovich (al menos sabe cuándo llamarme). — ¿Comandante? ¿Qué ocurre? - inicié. — Helio, tenemos una nueva misión para ti. Ven pronto al cuartel general. - me informó. — Espere tantito, comandante. Ahorita voy para allá. Cambio y fuera. - terminé la transmisión, momento en que pasé a hablarle a mi mamá. - Má, creo que hoy no voy a poder llegar a cenar ni a dormir. No es mi culpa, es de la Federación, del comandante. Así que... nos vemos mañana. — Está bien. Pero recuerda tener cuidado. - se despidió (ni mi hermano que estaba en la sala se despidió). Volé rumbo al cuartel general de la Federación en Arcadia. Para resumir, diré que hice el mismo procedimiento que en visitas anteriores y que me guiaron de nueva cuenta al despacho del comandante. En cuanto llegué, pues no hace falta decir que entré. — Hola, Helio. Me gusta que seas puntual. - me saludó. — Es que nunca me gusta llegar tarde. Usted ya lo sabe. - le comenté. - Me comentó que tiene una nueva misión para mí. ¿De qué se trata esta vez? — Se trata de una misión de exploración. Más específicamente de obtener mejoras para ti. — ¿Han encontrado más ya? — En efecto. Ahora toca en el planeta Tallon IV, cercano a Zebes. De hecho, se encuentran en el mismo sistema solar, FS-176. Allí se encuentran unas ruinas Chozo. Investiga en ellas y descubre qué más puedes conseguir. - me indicó los detalles de la misión. - Ah, y una cosa más. ¿Recuerdas a Weavel? Weavel... Ese general pirata que conocí en Talvania y capturé en Jasdam mientras ayudaba a las Fuerzas de la Federación. No puedo olvidarlo. Después de obtener mi traje, fue mi primera misión real (o eso creo. Debería considerarlo mejor). — Sí. Lo recuerdo. ¿Por qué? — Hubo una invasión de piratas espaciales a la prisión de RX 338, donde estaba preso, y fue liberado. Y no sólo él. Se dio una fuga masiva de reos que ahora mismo están siendo buscados debido a su peligrosidad. — ... - no sabía qué decir. — No sabemos a ciencia cierta dónde se puede encontrar Weavel en este momento. Si de casualidad lo encuentras en Tallon IV, ¡tienes que volver a capturarlo! ¿Ha quedado claro? — Sí, señor. — Bien. Entonces puedes retirarte. — Entendido. - terminé, dando por finalizada la informativa. Abandoné el despacho del comandante rumbo al hangar. Durante el trayecto, no podía dejar de pensar que RX 338, una de las prisiones de mayor seguridad en la galaxia (por lo que tengo entendido), había sido atacada con tanta facilidad por los piratas espaciales. En medio de una tormenta de pensamientos, llegué a mi nave. La abordé y me senté. Recibí el archivo de misión, junto con las coordenadas del planeta. — Bueno, Samus, vamos para allá. - dije, aún pensativo. — ¿Ocurre algo? - me preguntó. — No, nada. — No quiero que seas igual de reservado que yo en vida. Anda, dime qué es lo que sucede. — ... Está bien. La prisión RX 338 fue asaltada por los piratas y permitiendo que Weavel escapara. — No te preocupes. Sé que volverás a capturarlo. Aunque sé que es un rival fuerte, tengo la certeza de que podrás hacerle frente. — Gracias. ... Por cierto, sigo pensando en el porqué de que no te hayan transferido a un cuerpo clonado o a uno de androide. — Ya volveremos a hablar de eso después. Por ahora concéntrate en tu misión. — De acuerdo. - con esa última frase mía, puse rumbo a Tallon IV. Ya lejos de la Tierra (y de las colonias espaciales que he olvidado mencionar), abrí un agujero de gusano para acortarme toda la enorme distancia a mi objetivo (ah, sí, y si te preguntas cómo se ve mi nave vista desde el "exterior" del túnel, pues es como una larga línea amarilla que viaja muy rápido). Del otro lado, me topé con un planeta anaranjado y con una cicatriz bastante notoria que se podía ver bien desde el espacio (con esto me refiero a un cráter). Aterricé en la superficie del planeta, cerca de la zona del cráter. El ambiente era tropical, templado, como si me encontrase en medio de África (claro, sólo que sin leones o demás felinos peligrosos). Al igual que en Zebes, había lluvia cayendo, que igual era de agua, pero, a diferencia de la de Zebes, esta no era ácida para nada (menos mal que siempre escaneo los planetas en donde se llevarán a cabo mis misiones antes de aterrizar). Antes de bajar de la nave, decidí conectarme con la computadora de mi nave (no sé por qué no lo hice antes) para mantenerme en contacto con Samus y así poder usar el visor de órdenes como verdaderamente se debía. — ... Y listo. Ya me conecté. Ahora estaremos siempre conectados. No sé por qué no se me ocurrió hacer esto antes. - comenté. — Eso no importa. Ahora podré ir hasta donde estés cuando lo necesites. - me comentó Samus. — << Y se supone que para eso es el visor de órdenes... >> - pensé. - Bueno, me bajo. Ya sabes, estamos conectados. Bajé de la nave. Miré hacia el cielo lluvioso y gris, lo que despertó en mí una sensación de deja-vú, recordándome mi primera misión en Zebes. A pesar de que el ambiente contenía oxígeno (de hecho, el escaneo orbital lo calificó como "rico en oxígeno"), decidí no quitarme el casco por si acaso, ya que podría haber alguna criatura peligrosa. Miré a mis alrededores para ver hacia dónde iría, y me llamó la atención una puerta que se encontraba en una zona alta de la zona de aterrizaje, al norte según salía de la nave, justo enfrente de mí, a un lado de una catarata. — Hmm... Primero veré a dónde me lleva ese camino. Crucé por la zona llena de pasto verde (como en la Tierra) y llegué a la puerta. La abrí y seguí ese camino, llevádome a la zona del cráter. Seguí más, encontrándome con un templo en ruinas y destruido. — Me pregunto qué pasó aquí. - dije, lo que llamó la atención de Samus, quien escuchó eso. — Cuando estaba viva recibí una llamada de auxilio de una fragata pirata que actualmente se encuentra estrellada en las cercanías. Pasaron muchas cosas, pero te puedo resumir que derroté a una criatura monstruosa que se hallaba en la zona denominada "Cráter del impacto". Todo relacionado con una desaparecida sustancia llamada "Phazon". - me explicó. — Phazon... Me informé de eso. Por lo que he leído, esa sustancia azulada tenía la capacidad de aumentar el poder y la agresividad de quien resultara infectado. — Así es. Estás en lo correcto. — Bueno, al menos esa sustancia ya no existe. — Así es. — Y... ¿qué pasó aquí en el templo? — Me enfrenté a Ridley cuando era medio cíborg. — Oh, ya veo. Contemplé las estatuas y tótems del templo mientras la lluvia seguía cayendo. Me acerqué al borde para contemplar el paisaje del enorme cráter que se había formado. Se notaba que algo había impactado allí a una grandísima velocidad. Volví a mirar hacia el cielo lluvioso. — << Tengo suerte de haber sido elegido para formar parte del Proyecto S.A. Con eso he sido capaz de explorar nuevos mundos que originalmente no habría podido explorar jamás. Al menos individualmente. >> - pensaba, mientras las gotas de lluvia caían sobre mi visor, empapándolo. Miré el cielo durante el cielo durante un rato, recordando cosas del pasado (siempre que estoy enfocado en un tema, saco un montón de temas más que no tienen nada que ver con el original). Recordé el día que salvé a Cinthya de los Zebesianos, de las veces que he participado en el programa, del beso que nos dimos (oh, sí... Había olvidado eso. Qué bueno que lo recordé. Sentí una sensación de pasión y felicidad tal que me hizo ese día)... Me sentí lleno de nostalgia. Hasta regresé a la parte techada del templo y desactivé mi traje, observando la lluvia y el paisaje desde la vidriera verdosa (obviamente decidí sentarme para no terminar cansado). Dejé que el ruido de la lluvia cayendo llegara a mis oídos y me relajara de tanto estrés. De hecho, me relajé tanto que me recosté en el piso y estuve a punto de dormirme, pero afortunadamente no fue así. Sólo cerré los ojos y dejé que el ruido me envolviera. Pasó un rato. Al final, sí me quedé dormido. Me desperté de la impresión. Viendo que estaba intacto y que nadie me había hecho nada, me levanté y reactivé mi traje, momento en que recibí una transmisión de Samus. — ¿Helio? ¡Helio! ¿Qué has estado haciendo? - me preguntó Samus, quien al parecer había tratado de comunicarse conmigo mientras tenía la armadura desactivada. — Oh, perdón. No sabía que me llamabas. - me disculpé. — Te has tardado un buen rato. — Perdón. Me puse a recordar cosas. - oculté que me dormí. — Hablando de eso, recuerda que tienes una misión. No quiero sonar como un oficial en jefe, pero tienes que cumplir con tu deber. — Sí, sí, ya sé. Voy de nuevo a donde debía ir. - terminé la transmisión. Volví. Regresé por el camino por el que vine y, al llegar al lugar del aterrizaje, fui por la puerta izquierda según llegué, la que se encontraba a un lado de la nave. Me llevó a una caverna iluminada por unos hongos azules denominados "saturninos". Durante mi camino, me sorprendí por la inmensa cantidad de biodiversidad que habitaba el planeta. No por nada es considerado un paraíso biológico como la Tierra (había desde semilium, sacos de savia, escarabajos y más). Crucé un pequeño cañón, atravesé otro pasillo y llegué a un ascensor inactivo que obvia y lógicamente tuve que activar, esto escaneando un módulo de interfaz. El ascensor se activó y me subí en él. Terminé por arribar a una zona desértica (mejor me hubiera bañado en la lluvia de la otra zona). Llegué a las mencionadas ruinas Chozo. — Uf... Pero qué calor... - me quejé de la temperatura, que superaba los 40° C, pero al menos el traje me protegía del bochorno y eso. Observé mi nave en el cielo, sobrevolando la zona en círculos. — Bien, he logrado hacer un análisis desde aquí. He detectado una mejora en el interior de las ruinas. Te transfiero las coordenadas. Ve por ella. - me comunicó Samus, y regresó a la jungla. Avancé por la escotilla que comunicaba la entrada a las ruinas con la plaza principal de las mismas. Observé mi mapa para ver dónde se encontraba la mejora, topándome con que se encontraba en una zona llamada "cámara solar". Me hallaba algo lejos. Miré que tenía que subir por la puerta que se hallaba sobre mí, a la derecha, así que subí y me topé con avispones gigantes y sus nidos. Esquivé a las denominadas avispas guerreras y proseguí. En el pasillo interior usé la morfosfera para esquivar tanto a insectos llamados "escarbas" y las raíces de árboles que obstruían el paso. Llegué a una fuente con insectos luminiscentes llamados "plazmite" y me fijé que el suelo estaba lleno de agua. Atravesé la puerta de la pared izquierda, lo que me llevó a un pasillo sin techo, permitiéndome contemplar el cielo soleado y amarillo. Me fijé tanto en eso que no me percaté de unos seres llamados "shriekbat". En cuanto me vieron, todos se lanzaron hacia mí, pero pude esquivarlos con la defensa sensorial. Seguí mi camino. Llegué a una sala con un enorme árbol (yo pensé que la gravedad del planeta, que es mayor que la terrestre, impediría tales alturas, pero veo que me equivoqué). Trepé por la habitación teniendo cuidado de no caer, escaneando cuatro símbolos rúnicos para desbloquear una puerta especial que estaba arriba. Me encontré con un bloque de algo llamado arenisca, así que puse una bomba, revelando un acceso por el que pasé como morfosfera. Atravesé un par de pasillos más (con malas hierbas venenosas y enredaderas guadaña de por medio). Finalmente llegué a la cámara solar. Era una gran habitación en forma de domo, con el techo derrumbado mayormente. Debajo de los escalones de la salida opuesta a la que llegué, se encontraba una estatua Chozo con una esfera de objeto. Crucé por encima de la flor para llegar a ella más rápidamente, ya que me daba flojera rodear toda la sala (aunque igual podría haberlo hecho rodando como morfosfera). Llegué a las cercanías de la estatua y disparé a la esfera. Luego de retirar las capas de piedra con un disparo, reveló una esfera con un par de anillos que lo rodeaban en forma de "X". Lo toqué. Mi traje se vio envuelto en un resplandor. Luego del mismo, me acerqué al agua que se encontraba cerca de la flor gigante. Observé los cambios que sufrió mi armadura: el tono pasó de un tono amarillo a uno naranja en los brazos y piernas, 2 enormes hombreras aparecieron (con un círculo de luz verde de ambos lados), la placa pectoral pasó a tener forma triangular y con un par de "arcos" que remplazaron a la figura en forma de ">". También apareció un ovalo de luz en la lateral de cada pierna, del lado izquierdo en la pierna izquierda y así en la otra. — "Traje climático obtenido." - salió un mensaje en mi dispositivo de realidad aumentada. — Guau... - dije, observando mi nuevo aspecto. — Veo que has conseguido el Traje climático. - observó Samus desde mi DRA. — Traje climático, ¿eh? Interesante... — Helio, detecto otra mejora cerca de la zona principal. Se encuentra en la "Cúpula en ruinas". Te paso la ubicación. Como no tenía un mapa descargado (se supone que Samus había pasado a la Federación todos los mapas de todas las regiones que había explorado), fui por la puerta de enfrente. Atravesé un pasillo algo largo y llegué a una sala vertical por la que caí. Abajo vi que había criaturas llamadas oculus y más avispas guerreras con sus nidos. Rápidamente salí corriendo de allí. Me encontré con un ascensor inactivo que llevaba a otra zona, pero no lo activé, ya que sentí que no era necesario. Fui por la puerta de la izquierda y, luego de cruzar varias habitaciones, regresé a la plaza principal por una cornisa. Di un salto (no sin antes sentir la adrenalina) y bajé. Fui corriendo hacia la cúpula en ruinas. Allí vi, sobre unos escalones, otra estatua con otra esfera. Hice lo mismo que antes, revelando una bota con una cobertura alta en forma triangular y un ala a los lados. La toqué y recibí un mensaje en mi DRA. — "Supersalto obtenido." Miré mis pies, mirando que poseían la cobertura triangular y un par de salientes, uno en cada lado, haciendo homenaje a la bota. — Helio, detecto que una nave se encuentra cerca de tu posición. Ten cuidado. - me advirtió Samus. — Recibido. - contesté. Regresé a la plaza principal. Presentí algo (no sé si sea por el ADN Chozo que tengo que posea una especie de "sexto sentido"), así que miré al cielo. Vi suspendida en el aire una nave, una nave que anteriormente había visto en Talvania y en Jasdam. Es la nave de Weavel. ¿Pero cómo era posible? — << No me digas que... >> - pensé, cuando giraba lentamente para mirar hacia atrás. Lo vi, es él, me apunta con su arma. — Nos vemos de nuevo, cazarrecompensas Helio. Y te veo... diferente. - me dijo a modo de saludo, pero no amistoso, mientras observaba mi nueva apariencia. — ¡¿Tú otra vez?! ¿No se suponía que estabas en prisión? - le dije, apuntándole yo con mi cañón. — Dale las gracias a mi buen amigo Ridley, que fue a mi rescate. — << Maldita sea... Ese dragón me las va a pagar algún día... >> - pensé. — Ahora no te permitiré que me vuelvas a enviar a ese lugar. ¡Te haré pagar por lo que hiciste en Jasdam! ¡Prepárate! - me dijo, preparando su guadaña. — ¡Hmph! ¡Aquí vamos! - dije yo ahora, comenzando a cargar mi rayo de hielo. La ocasión anterior que lo vi no tuve la oportunidad de escanearlo, pero ahora sí, así que no aproveché y lo escaneé. Descubrí que su arma afín se llamaba "Destruktor" y que poseía una forma alternativa, como yo (en mi caso la morfosfera), llamada "Semitorreta". Con esto en mente, comenzó la batalla. Lo primero que se me ocurrió fue convertirme en morfosfera y depositar una bomba de energía, pero Weavel fue muy rápido. Corrió hacia mí y usó su guadaña para arrojarme hacia arriba, por lo que detoné la bomba en el aire, así que salió ileso. Aún en el aire, disparé un misil que impactó en él. Weavel empezó a disparar su Destruktor para dañarme, acertándome antes de que pudiera esquivarlo. Por lo que decía el escaneo, poseía un pequeño reactor nuclear para energizarla, por lo que el daño era considerable. Sin embargo, el traje climático aumentó mi defensa considerablemente. Las ondas expansivas de los proyectiles del Destruktor me hacían retroceder, por lo que me convertí en morfosfera para evitarlos. Rodé por la arena hasta acercarme a él y depositar algunas bombas para aturdirlo, lográndolo. Hecho esto, regresé a mi forma normal rápidamente y le disparé un súper misil a quemarropa, haciendo que volara hacia un árbol denominado "árbol Cyrlic" (del mismo tipo que el otro que encontré antes de obtener el traje climático). Chocó contra la corteza del árbol y cayó al piso. En cuestión de segundos se levantó, sacó su guadaña e intentó acuchillarme, pero lo esquivé con la defensa sensorial y devolví el ataque con un contragolpe para desorientarlo. Desorientado, le disparé otro misil que lo tumbó. Molesto, este volvió a dispararme pero falló, por lo que dejó de enfocarse en mí y prefirió atacar los alrededores (creo que tomaré eso como un berrinche). — ¡Oye! ¡No destruyas estas ruinas! ¡Son lo único que queda de los Chozo! - le grité, molesto. Seguro que Samus se habría enojado también. — Si eso te molesta, entonces con gusto lo haré. - lo dijo gustoso, mientras seguía disparando su Destruktor. Me enojé bastante por el daño que ese maldito estaba haciendo a una zona arquitectónica antigua (la Federación ha dejado claro el proteger las ruinas de cualquier civilización del pasado), así que cargué mi cañón y disparé un súper misil que le dio en la espalda. La explosión resultante lo dañó y lo lanzó contra la pared. En cuanto se recuperó, se dio la vuelta, quedando mirando fijamente hacia mí. — Es hora de dividirse. - dijo. El cuerpo de Weavel se separó en dos. Había pasado a ser la Semitorreta. La parte del torso, los brazos y la cabeza se dirigió hacia mí con la guadaña desenvainada, mientras que la parte de las piernas se puso de rodillas y emergió de ella una pequeña torreta desde la que disparaba el Destruktor. Esquivé los ataques de la parte superior con la defensa sensorial y, en un descuido, le propiné una patada que la mandó a volar. Por su parte, la parte inferior disparaba continuamente el arma afín, casi acertándome dado que contaba con mira automática y yo me movía rápido. Una parte del árbol quedó dañado y una columna derribada, por lo que una estructura en forma de techo cayó, bloqueando el acceso hacia la cúpula en ruinas (aunque igual podía limpiar el acceso, pero estaba demasiado ocupado como para hacerlo). — ¡Ay, no! - exclamé, molesto por el derrumbe. Mientras me mantenía distraído por el reciente evento, la parte superior volvió a la carga lanzándose sobre mí (literalmente), por lo que ambos caímos al piso. Forcejeé para quitármelo de encima y lo alejé con unos cuantos misiles. Además, disparé un rayo de hielo cargado a la parte inferior para que ya no disparara el Destruktor. Viendo los problemas que le causaba, Weavel decidió regresar a su forma original. Volvió a ensamblar sus mitades (rompió el hielo de la torreta con sus manos) y se puso de pie, por lo que se acercó corriendo hacia mí, dándome un fuerte golpe que me tumbó en la arena y mirando al cielo. Comandó remotamente su nave para que bajara, y así pasó. — Nos volveremos a ver. - se despidió de mí mientras subía a su nave. — No, no, no. ¡Eso no! - grité, momento en que activé mi rayo enganche para atraparlo. Logré engancharme de su pierna izquierda, así que de un jalón lo hice caer al piso, donde quedó tendido. Cargué mi rayo de hielo para inmovilizarlo. Además, llamé a mi nave para que atacara a la de Weavel. Mi vehículo llegó rápido y estuvo a punto de atacar a la nave de Weavel con misiles, pero esta última contraatacó. Ambas naves comenzaron a luchar mientras nosotros, los dueños, observábamos desde tierra. Después de una batalla algo extendida, Samus dañó la nave de Weavel, que terminó por dejar de atacar y comenzar a repararse. También disparé una vez más a su usuario para asegurarme de que no se moviera. — Samus, contacta con la Federación. Diles que ya tengo a... - decía, cuando recibí una patada que me hizo caer al suelo. Weavel se había liberado de su prisión (bastante rápido, de hecho) y me tiró al suelo e intentó acuchillarme con su guadaña. Esquivé el ataque en el piso con la defensa sensorial y cargué un súper misil que disparé a quemarropa. Ya cansado de recibir tanto misil (yo no, él), empleó su Destruktor contra mí, que no pude evitar. Caí al suelo, agotado (además, ya contaba con poca energía, a pesar de la mejora en la defensa. Todo esto producto de los ataques de Weavel y de su arma afín, que sí que causa daño). — Hasta la vista, cazarrecompensas de la Federación. Ya nos veremos en otra ocasión. - se despidió, abordando su nave y abandonando el planeta. — N-no... No te lo permitiré... - dije, algo cansado. A duras penas logré ponerme de pie. Llamé a mi nave para que aterrizara. Abordé y rápidamente tomé el mando para salir del planeta también. Ya había cumplido con lo que iba a hacer a ese lugar. — ¡Rápido, Helio! ¡He logrado rastrear a Weavel! ¡Vamos! - me indicó Samus. Logré alcanzarlo cerca de la órbita de Zebes. Al llegar ahí, a la órbita baja del planeta, preparé mis armas para derribarlo y hacer que se estrellara. — Je, je. ¡No escaparás esta vez! - exclamé, confiado. En eso, recibí una transmisión desconocida. La abrí y resultó que era él. Vi su rostro (o bueno, de los hombros para arriba) en el monitor. — ¿Crees que estoy solo en esto? Pues te equivocas. Mira quiénes están aquí. - me dijo. Miré hacia el frente (porque la nave estaba enfocada hacia abajo) y observé que, frente a mis ojos, se encontraba la nave nodriza pirata, acompañada de decenas de naves Zebesianas. No digo nada. — << Ay, mamá... >> - pienso. — Hasta luego. - se despidió, adentrándose en la nave nodriza y cortando la transmisión. Toda la flota pirata partió rumbo a alguna ubicación desconocida. Ni siquiera pude rastrearlos. Me levanté de mi asiento y caí de rodillas al piso. — Ay, ay, ay... Sabía que esto no terminaría bien. - suspiro porque volvió a huir, al igual que en Talvania. Me quedé suspendido sobre la órbita de Zebes, observándolo junto con sus lunas. No sabía qué hacer. Pensaba que si le decía al comandante que Weavel había escapado, se enojaría conmigo, ya que todas mis misiones hasta ahora habían sido exitosas. Había roto mi racha. — Helio, ¿ocurre algo? - me preguntó Samus. — Sí. Weavel acaba de escapar y no sabemos a dónde. Me siento como un inepto por haberlo dejado ir tan fácil. - solté lo que pensaba. — Oye, no tienes por qué sentirte así. Recuerda que toda la flota de Ridley apareció de la nada para ayudarlo a huir. Habría sido muy difícil salir de esa situación. - la IA trató de consolarme, pero no funcionó. — ¡¿Y eso qué?! Podría haberme arriesgado, ¡pero no lo hice! ¡Actué como un estúpido y no hice nada! - me alteré. — ... ¿Y qué piensas hacer ahora? — Por el momento no tengo de otra que volver al cuartel general de la Federación y decirle al comandante Malkovich que Weavel escapó. Es lo único que puedo hacer ahora, si es que no prefiero esconderme como un cobarde. - en este momento, estoy comenzando a sacar mi verdadero yo. — Si piensas que es lo correcto, pues hazlo. — Gracias por motivarme. - contesté, molesto, y puse rumbo a la Tierra. De vuelta en Arcadia, fui de inmediato al despacho del comandante, pero mi mente seguía invadida de pensamientos negativos, como imágenes de mi superior reprimiéndome o incluso sustituyéndome por otro de los elegidos del Proyecto S.A. Todos estos pensamientos provocaron que me llenara de miedo, lo que hizo que el traje comenzara a fallar y a desvanecerse. Sin embargo, antes de entrar al despacho del comandante, logré calmarme y mantener mi traje activo. Con esto, entré. — Hola, Helio. ¿Cómo te fue en Tallon IV? - me saludó, desconociendo mi estado interno. — Señor, conseguí un par de mejoras, como podrá ver a simple vista, pero perdí a mi objetivo. En verdad lo lamento. - dije, aún decepcionado de mí mismo por lo pasado recientemente. — Descuida. No pasa nada. Ya lo atraparemos en otra ocasión. - trató el comandante de consolarme, igual que Samus, pero tampoco sirvió de mucho. — ¡¿Cómo que no pasa nada?! ¡Me ganó el miedo al ver a toda una flota pirata y me quedé ahí como imbécil observando cómo mi objetivo se escapaba frente a mis narices! ¡¿Eso no es nada?! - dije, completamente alterado. — Cálmate, Helio. Claramente ese acontecimiento te ha alterado. Relájate un poco. — ¡¿Cómo voy a relajarme viendo lo que pasó?! ¡Si usted hubiera estado en mi lugar, se sentiría de la misma manera! — ... Aunque no lo creas, he pasado por situaciones que me han dejado en un estado similar al tuyo. — ¿Ah, sí? ¿Cómo cuál? — ¿No te he contado que tuve un hermano menor llamado Ian? - me preguntó, llamando mi interés. — ... No... - contesté. — Pasa. Te contaré la historia. - me dijo, ya que yo siempre me quedaba en la puerta. El comandante me contó que tenía un hermano menor llamado Ian, pero que murió en una misión de rescate en la que también participaron el propio comandante, una joven Samus y Anthony Higgs. Todos iban a bordo del acorazado Vixin IV de operaciones especiales del ejército de la Federación, e iban en ayuda de una lanzadera "Lusitania" que tenía problemas con su unidad propulsora. Él, Samus, Anthony y 3 operadores estaban en la sala de comando del Vixin IV, mientras que Ian en la unidad. De repente, la unidad se sobrecaleentó demasiado, por lo que Samus se ofreció para ir a rescatarlo, pero el comandante no quiso. Al final, la Lusitania se desacopló de la unidad, que acabó por explotar con Ian dentro. Además, me comentó que fue por eso que Samus se hizo cazarrecompensas. — ... Esa explosión terminó por arrebatarme a mi hermano. Y desde entonces, ya no se utilizan unidades propulsoras por considerarse riesgosas y peligrosas, siendo sustituidas por otras más eficientes y sin potencial de explotar. - terminó, dejándome impresionado. Otra vez me había quedado impactado (y eso que no habían pasado ni 2 horas desde lo que pasó en la órbita de Zebes). No podía creer que el comandante había perdido a su hermano (y a Samus, que terminó por volverse la legendaria cazarrecompensas que todos conocieron) de una manera tan repentina, y que tuvo que sacrificarlo por el bien del Vixin IV y la Lusitania (iban 300 personas a bordo de ella, sumadas a las del acorazado). — Como verás, yo he pasado por situaciones muy difíciles a lo largo de mi vida como oficial en jefe. He visto perecer a cientos de soldados en su lucha contra los piratas espaciales, me he visto en la necesidad de tomar duras decisiones, siempre teniendo que cargar con una enorme carga sobre mis hombros. - me dijo. Ahora me sentía peor. No sólo sentía que se me había ido algo que debía hacer, sino que ahora empiezo a compararme con alguien que ha vivido experiencias peores a las que he vivido hasta ahora. Todo esto combinado provocó que mi traje comenzara a mostrar las mismas fallas que antes, es decir, que comenzara a desvanecerse. No estaba concentrado en mantenerlo activo. Samus me lo dijo: debo mantener mis emociones controladas y estar concentrado para poder mantener la armadura activa, cosa que no estaba pasando. Empezó a invadirme la culpa. El comandante Malkovich se dio cuenta de todo esto. — Helio, ¿te sientes bien? - me preguntó, tratando de saber mi estado. — Claro que no. Me siento mal. No de salud, sino por dentro. Y ya sabe por qué. Tenía un solo objetivo y fallé en cumplirlo. ¿Cómo no voy a sentirme culpable? - declaré, algo más calmado, pero sintiéndome igual. — Mira, sé que te sientes muy mal, pero creo que será mejor que te relajes y te controles. — ... De acuerdo. Lo intentaré. - dije, entre suspiros, para intentar controlarme. Seguí respirando (con el casco desactivado para evitar sentirme presionado. No soy claustrofóbico, por cierto) hasta que al fin logré calmarme. Con esto hecho, volví a activar mi casco. — Qué bueno que ya estás relajado. - me felicitó el comandante. - Mira, para que te sientas mejor, te enviaré tu paga por haber obtenido esas 2 mejoras. Lo de capturar a Weavel era sólo un objetivo secundario. — ... Está bien. - contesté. — Bueno, por ahora puedes retirarte. Ah, y no olvides pasarte por el laboratorio de la doctora Madeline Bergman por si tiene algo nuevo para ti. — ... Sí. De acuerdo. Con eso, me despedí del comandante y salí de su despacho. Pensativo, llegué al laboratorio de la doctora. — Oh, hola Helio. Acabo de crear un nuevo tanque de energía para ti, además de 5 nuevos tanques de misiles. - me dijo. — Ya era hora. Uno no me va a servir de mucho. - comenté. Ahora con 299 unidades de energía y 35 misiles (espero que muy pronto la doctora me tenga más, porque me hacen falta más misiles), regresé a mi nave, ya completamente relajado, pero cabizbajo. Obviamente Samus no dejó pasar esta oportunidad para preguntarme qué pasaba. — ¿Ya lograste calmarte? Estuviste muy alterado en la reunión del comandante. — Creo que ya no hace falta que pregunte cómo sabes eso... - dije, ya que recordé que la había conectado con mi DRA. — ¿Y bien? — Sí, ya. Estoy más calmado. — Mira, cuando estaba viva tuve varios encuentros con Weavel, y en varios de ellos logró escapar, pero no por eso me puse tal y como te has puesto tú. — ¿Más comparaciones? Lo que faltaba... — No, no estoy comparando. Lo que trato de decir es que no tienes por qué sentirte mal por algo tan trivial. Además, puedes volver a capturarlo en otra ocasión. — ... Sí... Creo que tienes razón. - contesté, ya sin tantos pensamientos negativos en mi cabeza. — Perfecto. Entonces vámonos. Sé que quieres descansar, ya que lo hiciste en Tallon IV. - con esta última frase de Samus, puse rumbo a Monterrey. Volví a mi casa. Era de tarde (más específicamente las 6:15 p.m.), así que vi lo que quedaba del programa Acábatelo (esta vez no me alcanzaba tiempo para ir allí a verlo en persona, y menos en mi estado de ánimo actual). En cierto momento, observé que fueron a un corte comercial, y pensé en llamarle a Cinthya para hablar con ella, pero recordé que me dijo que suele dejar su móvil en el camerino, así que no lo hice, no hasta después de las 7, que terminó el programa. Le llamé. — ¿Bueno? Hola, Cinthya. Soy yo. - inicié. — ¡Ah, hola Helio! ¿Cómo te va? - dijo ella. — No tan bien. Primero me fue mal en una misión, y ahora siento que te estoy interrumpiendo en algo importante. - dije, ya desanimado nuevamente (ya me había quitado la armadura y el traje Zero y cambiado por ropa cómoda). — Bueno, no puedo negar que sí. Me interrumpiste justo cuando me estoy arreglando. — Entonces me doy la vuelta para no ver nada. - dije, avergonzado, ya que podía verla, y seguimos platicando. — ¿Cómo que te fue mal en una misión? Si me habías dicho que todas tus misiones terminaban cumplidas con éxito... — Se suponía que así era hasta ahora, pero uno de los objetivos era capturar a un general de los piratas espaciales, y se me escapó. — ¿Cómo fue que se te escapó? - me preguntó mientras se cambiaba el atuendo de meserita a su ropa normal. — Convocó a toda una flota enemiga y se fue con ellos a no sé dónde. — Bueno, todos tenemos días difíciles, pero... — ¿Qué tiene que ver el tener un día difícil con fallar una misión parcialmente? ¿Eh? — Bueno..., sé que no es una buena comparación, pero... — Olvídalo. Creo que ya sé que es algo sin importancia. - comenté. - ... ¿Ya puedo voltear? — Sí, ya. - con esto, volteé, y la vi con ropa normal. — Ay... - suspiré. - Ojalá que ese pensamiento se me quite cuando llegue mi cumpleaños o el tuyo, porque sino tendré que ir a buscarme un psicólogo. — No te preocupes. Seguro que todo pasará. — Sí... Eso espero. — Bueno, tengo que irme. Voy a salir a ver si ya llegó mi papá. — Entiendo. Nos vemos después. Tal vez vaya a visitarte uno de estos días, je, je. — Lo esperaré. Bye. — Bye. - me despedí, y terminé la llamada. Luego de eso cené, jugué videojuegos y me acosté. Y así terminó mi día. Obtuve algo, pero a la vez perdí a mi ojetivo. Digamos que fue como una misión "equilibrada", aunque no me sentía satisfecho. Sentía que había fallado. Fallado enormemente. |
Capítulo 12
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Sylux |
Despierto. Ya es día 22 de julio, domingo. ¡Es mi cumpleaños (por cierto, ¿recuerdas que en el capítulo anterior le dije a mi mamá que no iba a llegar a cenar ni a dormir? Bueno, pues obviamente me equivoqué)! Ha pasado una semana desde la misión en Tallon IV y el escape de Weavel. Ya logré calmarme del todo y entré en razón, pensando en lo que me dijeron Samus, el comandante y Cinthya (hablé con ella "fuera de cámara" para que alguien me consolara), y llegué a la obvia conclusión de que podré volver a capturarlo otro día. Bajo de mi cuarto al comedor, donde me felicita mi mamá (mi hermano, por su parte...). Me abraza, pero como de costumbre, yo no lo correspondo (o sea, que no lo doy). Vuelvo a tener otra corazonada, así que me pongo el traje Zero y activo mi traje. Como me lo esperaba, y como ya me lo veía venir (en serio, creo que ese ADN Chozo me ha dotado de un sexto sentido), recibí una transmisión del comandante Malkovich. — Helio, necesitamos que vengas de inmediato al cuartel general. Tenemos una nueva misión para ti. - me informó. — ¡¿Qué?! ¡¿Tiene que ser ahorita?! ¡Pero si es mi cumpleaños...! - exclamé, algo molesto porque me llamaban el mero día de mi cumpleaños. — Lo lamento, pero ya sabes que tienes que cumplir con tu deber. — ... - suspiré. - ... Sí, ya sé. — Te espero acá. - me dijo, y finalizó la transmisión. Pasé a voltear a ver a mi mamá. — En verdad no me gusta esto, pero las cosas se posponen hasta que regrese. - dije, momento en el que salí de mi casa así, sin despedirme ni nada. No quería perder nada de tiempo, así que rápidamente abordé mi nave y me senté. — Creo que actuaste de una manera algo grosera hace unos momentos. - se comunicó Samus conmigo, quien vio todo (como ya sabes) desde mi DRA. — Pues no es mi culpa que me hayan llamado cuando menos lo esperaba. - contesté, sonando algo indiferente. — Por cierto, feliz cumpleaños. - me dijo mi IA compañera para tratar de animarme. — Sólo me lo dices porque te lo dije. - comenté, molesto. — Qué difícil eres de animar... — Como sea, ya vámonos. - puse en marcha la nave hacia Arcadia. Ya en el cuartel, no pedí ayuda esta vez para llegar al despacho del comandante. Fui directamente hacia allá caminando solo, sin que ningún soldado del ejército de la Federación se ofreciese a guiarme. Iba molesto, pero aun así podía mantener el traje activo. Solamente estaba concentrado en escuchar el informe e ir a hacer lo que tenga que hacer para poder regresar a mi casa y celebrar mi cumpleaños número 19. Llegué al despacho del comandante y entré sin dudar. — Hola Helio. Me alegra que... - decía, cuando lo interrumpí. — ¿Me podría qué es lo que tengo que hacer ahora? Porque si no lo sabía, es mi cumpleaños. - dije, yendo directo al grano. Se notaba mi frustración en mi tono de voz. — Lo sé, y te felicito por ello, pero recuerda que trabajas para la Federación, y la Federación nunca descansa. Sabes que los piratas espaciales siempre están causando problemas, o tal vez haya alguna otra amenaza que deba ser eliminada. — Hmm... - suspiré. - ¿Pues ya qué? - me resigné. — Ven. Acompáñame. Ambos fuimos a una sala de reuniones, donde había un proyector holográfico. Allí se encontraba la doctora Madeline Bergman, ya preparada para algo, esperándonos. — Eh... ¿Qué va a pasar ahora? - pregunté, ya que no sabía nada de lo que pasaba. — Está relacionado con tu próxima misión. - me comentó el comandante. Pasó a ver a la doctora. - Doctora, por favor. — Entendido. - dijo la doctora. La doctora actuvó el holoproyector, mostrando a un sujeto que portaba una armadura en color azul eléctrico con franjas verdes. Su brazo derecho acababa en un cañón, donde noté un círculo también verdoso. — Este cazarrecompensas es Sylux, Sylux Wandleff. Al igual que Weavel, se encontraba en la prisión de RX 338 y escapó durante el ataque de los piratas espaciales a la prisión. — ¿Tienen alguna idea de dónde podría estar? - pregunté. — Creemos que podría estar en su planeta natal, Cylosis, así que tu objetivo principal es capturarlo y entregarlo a la Federación para llevarlo de vuelta a una celda. ¿Ha quedado claro? — Sí, señor. — Entonces ve. Ah, y una cosa más: recuerda ir antes al laboratorio de la doctora Madeline Bergman por si tiene algo nuevo para ti. Acompáñala. — Lo haré. - dije, y salí del despacho en compañía de la mujer. Acompañé a la doctora a su laboratorio, donde observé que tenía un tanque morado. Antes de que pudiese preguntar, ella me dijo todo. — Mira, creé este nuevo tanque. Se llama tanque de recuperación. Con esto, la cantidad de energía que recuperes con la concentración aumentará. - me explicó la doctora. — Vaya, pues gracias. - dije, sosteniendo el tanque, envolviéndome en un brillo morado y asimilándolo. — También he creado más tanques de misiles y uno más de energía. — Perfecto. Ahora con 35 misiles y tres tanques de energía (sumando uno de recuperación), regresé a mi nave. Comprobé que me habían llegado las coordenadas de Cylosis. Puse rumbo hacia allá (en serio, qué bueno que puedo generar agujeros de gusano, porque así puedo llegar de inmediato a cualquier planeta del que tenga las coordenadas). Llegué, observando desde el espacio un planeta helado, aunque con agua en la superficie (lógico, tomando en cuenta que Cylosis orbita una enana roja). Tenía una luna a su alrededor. Bajé y aterricé en la superficie. Dejé mi nave en medio de una zona rocosa, en un pequeño cañón donde el suelo estaba cubierto de nieve (y el cielo estaba nublado..., de nuevo). Comencé a caminar por los alrededores, con el cañón alzado, por si me lo topaba. No dudaría en usar mis misiles en caso de que apareciera. De un momento a otro, noté que mi energía estaba siendo misteriosamente drenada. Mis tanques de energía comenzaban a vaciarse. — ¿Pero qué está...? - me pregunté a mí mismo en voz alta. Miré hacia mis alrededores para ver qué pasaba, para descubrir por qué mi energía se drenaba sin parar, sin que yo supiera cómo ni por qué. Mi energía cada vez se drenaba más rápido, hasta llegar a niveles muy bajos. Tuve que concentrarme para regenerar mi energía, notando que (además de que el primer tanque estaba rodeado por un borde azul en mi DRA) regeneró no sólo las 99 unidades de siempre, sino también el primer tanque de energía. — Hey... - dije en voz alta. Sin embargo, no todo estaba ganado, pues mi energía seguía bajando. Miré rápidamente hacia la parte superior de las pequeñas montañas a ver si encontraba la fuente, y así fue. Desde una cornisa, observé a alguien. Era él, Sylux Wandleff, que me estaba disparando con un rayo azul continuo. — ¡Hey! ¡Tú! - le grité, lanzándole un misil que logró esquivar dando un salto. En el aire, se transformó en una pequeña forma consistente en una esfera verdosa rodeada por 2 barras azules unidas por sus extremos mediante rayos. Esta se cargó de energía y se abalanzó hacia mí, pero fui rápido y utilicé la defensa sensorial para esquivar ese golpe fulminante. Volvió a su forma normal (¿acaso se transformó en energía, igual que yo con la morfosfera?) Quedamos cara a cara, separados por varios metros. Nos quedamos mirando fijamente. — Mira, maldito, por tu culpa no me están festejando por mi cumpleaños en la Tierra, así que te capturaré rápido y volveré para celebrar. ¿Te ha quedado claro? - le dije, amenazante. — No me digas... Trabajas para la Federación Galáctica, ¿no? - dijo. — Sí. ¿Y eso qué tiene que ver? — Tú y la Federación deben desaparecer. Cualquiera que siga el legado de Samus Aran es mi enemigo. — ¿Ah, sí? Eso ya lo veremos. - dije, preparando mis misiles. Y empezó la batalla. Lo primero que hice fue lo mismo que con Weavel: escanearlo para saber más de él. Descubrí que su especie era "desconocida" (ya que no se le ha visto el rostro jamás), su arma afín (es decir, el rayo azul de antes) se llama "Neutrinarm", que posee una nave llamada "Delano 7" y que su forma alterna (la que vi antes) se llamaba "Mandíbula". Tanto su armadura como su arma y vehículo personal fueron robados de un laboratorio de la Federación, y que además todo eran prototipos. Además, este individuo estuvo en un incidente con Metroides, por lo que Samus Aran decidió entregarlo a la Federación, quien lo encerró en RX 338. Luego de escanearlo, lo enfoqué con mi retícula y disparé un misil. Este lo esquivó y volvió a usar su arma de neutrinos. Me alejé de él para que dichas partículas no me afectaran y disparé mi rayo de hielo. Lo congelé y disparé un súper misil, pero Sylux se transformó en la Mandíbula (no sé por qué se llama "Mandíbula", si no tiene nada de animal) para esquivar el proyectil cargado, que impactó en una de las paredes de piedra del cañón, provocando que nieve de la parte superior cayera en la zona. La forma alternativa volvió a cargarse de energía y se lanzó de nuevo contra mí, y todos los ataques pude esquivarlos, ya sea con la defensa sensorial o con la morfosfera. Dejaba bombas para atontarlo y obligarlo a volver a su otra forma, y lo logré. Hecho esto, comencé a cargar energía para detonar una bomba de energía. Sin embargo, Sylux fue rápido y usó su Neutrinarm para drenar mi energía. Esto me obligó a cambiar de forma y disparar otro súper misil, que le dio de lleno. A pesar del golpe directo, mi enemigo logró ponerse de pie. — << ¿Cómo es que pueden recibir impactos de súper misiles sin salir algo lastimados? >> - pensé. Oprimió unos botones en el círculo verde de su cañón, por lo que una nave con los mismos colores que su traje y en forma de "X" (además de que la identifiqué como un caza clase "Delta") apareció en el cielo. Era la Delano 7, la nave que había robado junto con todo su equipo. — Oh, no. - exclamé, viendo que la batalla se pondría más difícil. La nave desplegó un cañón desde su casco que comenzó a disparar contra mí. Esquivé los ataques con piruetas y volteretas. Volví a analizar la nave, y descubrí que había una manera de detener los disparos, y era disparando directo al casco de la nave. Ignoré momentáneamente a mi atacante y disparé un súper misil hacia su vehículo. Con el impacto, el cañón sufrió una falla que le impidió seguir disparando, dejándola fuera de combate. — ¿Samus? - me comuniqué con mi IA. — Sé qué hacer. Sólo envía la orden. - me respondió. Utilicé mi visor de órdenes para que mi nave atacara a la Delano 7. Sylux, por su parte, volvió a emplear su "panel de órdenes" para ordenarle a su nave que entrara en "modo de combate", mientras que Samus se encargaba de la mía y atacaba. Por otro lado, los dueños de ambas naves seguíamos batallando en el suelo. Wandleff seguía usando el Neutrinarm para drenar mi energía (como si fuese un Metroide, ahora que lo pienso), lo que empezó a fastidiarme. — ¡Oye, no seas un bebito miedosito! ¡Emplea otras cosas! - le grité, molesto de que usara la misma arma siempre. — De acuerdo. Como tú digas. - me dijo, y pasó a su forma alternativa. Iba flotando. Traté de enfocarlo, pero se movía rápido. Dejó tres bombas eléctricas alrededor de mí en forma de triángulo. Las bombas se unieron entre sí por medio de rayos, encerrándome en un triángulo de electricidad que me provocó bastante daño. Salí rápidamente de ese triángulo y me convertí en morfosfera para estar igualados. Comencé a cargar para detonar una bomba de energía, pero noté que Sylux regresó a su forma normal, así que hice lo mismo y disparé la carga acumulada en forma de un rayo de hielo. Luego de eso, regresé a la morfosfera para detonar una bomba de energía, y justo cuando iba a soltar la bomba, logró liberarse de su prisión de hielo para ponerse a salvo. Detoné la bomba y Sylux se salvó dando un salto hacia el suelo. Luego de la explosión, comprobé que seguía igual. — Mierda... Como el medidor de carga tardaría en vaciar la barra de las bombas, volví a emplear el rayo de hielo para tratar de congelarlo y abatirlo con misiles. Lo congelé y le disparé misiles hasta que se vació mi contador. La mayoría de los misiles los recibió, mientras que otros los esquivó escondiéndose detrás de rocas o de paredes del mismo material. — ¡Hey! ¡Te dije que no seas miedoso! - exclamé, molesto porque se estaba escondiendo. Me concentré y recargué mis misiles. Corrí hasta él y utilicé mi rayo enganche para sujetarlo de una pierna y azotarlo contra el piso para, posteriormente, arrojarlo contra una de las paredes del cañón, haciendo que cayera nieve en grandes cantidades sobre él (en pocas palabras, lo enterré en la nieve). Creí que ya había ganado, sin embargo, Sylux era persistente, así que salió de entre el montón de nieve convertido en la Mandíbula y cargado de energía. Se arrojó nuevamente contra mí. — De acuerdo, ya fue suficiente. - comento, y cargué mi rayo. Disparé un súper misil, lanzándolo contra una pared de roca. Esto lo obligó a volver a su forma normal. Cayó al suelo, apoyado en las rocas sobre las que cayó. Noté que las luces de su armadura pasaron de un verde neón a un tono anaranjado. Ya lo había dejado en niveles bajos de energía. Ni siquiera podía usar su Neutrinarm por lo cansado que estaba. Estaba completamente agotado. Cargué mi rayo de hielo para inmovilizarlo. Para asegurarme de que no se moviera, le disparé otra vez. — Listo. Ya no podrás moverte. - dije, satisfecho por haber ganado la batalla. - Ahora, ¿al menos me puedes decir por qué odias a la Federación? O también, ¿por qué me odias a mí? ¿Tan sólo por traer esta armadura como la de Samus Aran? — Para la segunda pregunta..., te diré que... sí. Pensé que eras Samus Aran. Sólo por eso... Y a la primera..., porque... la Federación es corrupta. - dijo, algo cansado por el impacto de antes y por el hielo. — ¿Qué? ¿A qué te refieres? - exclamé, sorprendido. — La Federación ha hecho toda clase de cosas abominables contra varias civilizaciones. ¿Acaso no has oído hablar de los Elfos o los Simios? — Sí... ¿Por? — Los Elfos fueron culpados de haber provocado la Guerra de Especies, cuando en realidad ellos no tuvieron la culpa de nada. Esos fueron los piratas espaciales, quienes los incriminaron y se hicieron pasar por ellos. Esto provocó que la Federación los rechazara en muchas cosas; mientras que, por su parte, los Simios eran discriminados y tratados como seres inferiores, siendo comúnmente comparados con otras especies más avanzadas e inteligente antes de que fueran parte de la Federación a sugerencia de los Chozo. — ... ¿No será que estás tratando de convencerme para que no te detenga? - le dije, apuntándole con mi cañón. — Claro que no. ¿Acaso no me crees? — Eres un enemigo de la Federación. ¿Cómo voy a creerte? - comenté, aún sin creerle. Creía que sólo me estaba engañando. — Créeme, te estoy diciendo la verdad. — ¿Y ese incidente del pasado en el que usaste Metroides? — Me vi obligado en la necesidad de hacerlo para acabar con la gente corrupta que hay en la Federación. Por si no lo notaste, todos los corruptos federales son humanos. — ... ¿Y? — No importa que hayan avanzado moral y socialmente en su planeta de origen, los humanos que nacieron fuera de la Tierra siguen siendo igual de deshonestos, estafadores y corruptos. Están sedientos de poder, de dinero y de riquezas. Por eso hay colonias humanas que han quedado sumidas en la miseria, porque sus gobernadores prefieren emplear los fondos para ellos mismos que para la gente que los necesita. Eso fue lo que pasó precisamente aquí, en Cylosis, con mi gente. — ¿Qué? No podía creerlo. Un enemigo de la Federación que odia bastante a la organización me está contando sus motivos con toda la sinceridad del mundo. ¿Le creeré o no? Eso depende de lo que haga después (yo no, él). Seguí escuchando su historia. — ... Así que dices que la Federación ha discriminado a tu gente. ¿Cómo puedes garantizármelo? — Tengo varios archivos que puedo transferirte para que tú mismo compruebes lo que digo. — ... ¿No tienen virus? — Para nada. Tuve que filtrar todos los sistemas de seguridad de los ordenadores de la Federación de los que tuve que descargarlos. — ... Está bien. - dije. - Samus, para el ataque. Me transfirió varios archivos que fui a ver a mi nave. La llamé para que aterrizara. En todo el trayecto, no dejaba de mirar a Sylux. De hecho, recorrí todo el trayecto caminando al revés. — No te quitaré la vista de encima. - le dije, apuntándole fijamente con el cañón, con la mira fijada sobre él. — No te preocupes. Aquí me quedaré. - me dijo, sin mostrar ya ningún signo de agresividad. Proseguí a subirme a la nave. Una vez allí, pasé los archivos a la computadora de la nave (mejor verlos en mayor tamaño que compactadas en el traje, ¿no?). En ellos veía imágenes de marines de la Federación sometiendo a Simios y Elfos por igual, tratándolos como los antiguos humanos trataban a la gente de color. En otras se veía también a marines atacando a los Elfos indiscriminadamente. Vi otras imágenes más, y en todas las especies inferiores eran discriminadas por la Federación. Sin embargo, lo que decía Sylux es cierto, pues los que hacían todos esos actos eran humanos, solamente humanos. Los golpeaban, los pateaban y los apaleaban entre varios. En la Tierra dejó de existir el racismo desde hace siglos; sin embargo, fuera de ella, todavía quedan rastros de él. Eso es algo que me lastima de ser humano. — Samus, ¿estás viendo todo esto? - le pregunté a mi IA, quien también también veía todas las imágenes. — Sí. ¿Quién diría que la Federación sería capaz de cosas así? Tal parece que no es completamente como la pintan. — Espera. ¿Quién es este señor? - dije, viendo una imagen en específico. Agrandé la imagen de alguien en particular. Era la imagen del que parecía ser un coronel, con un uniforme militar blanco con cuello negro, botas negras y una gorra negra con el símbolo de la Federación. — Samus, ¿no sabes quién es? — De acuerdo a la base de datos de la Federación, se trata del coronel Brendan O' Sullivan, del ejército de la Federación. — Bueno, parece que tenemos a un sospechoso. No sólo había imágenes, también videos. ¿Y de qué trataban? De lo mismo: soldados humanos abusando de varias especies, como de una especie de abejas grandes inteligentes. — ¿Quién diría que la Federación podría llegar a ser tan cruel? - exclamé, sorprendido por todo lo que había visto. — Todo gobierno cuenta con cosas ocultas. - comentó Samus. — Muy bien. Ya tuve suficiente. - dije, levantándome de mi asiento tras ver un video de más marines humanos abusando de una especie que poseía 3 ojos en su cabeza. Bajé de la nave, sólo para descubrir que, efectivamente, Sylux seguía ahí, de pie. Ni siquiera había llamado a la Delano 7 para hacer nada. — ¿Ves? Te dije que aquí me quedaría. - me dijo. — ... Vale, ya estoy comenzando a confiar en ti. - dije, aunque todavía no convencido del todo. — ¿Sabes? Vi una imagen de un coronel. La IA de mi nave me dijo que era... — Es el coronel Brendan O' Sullivan. Él forma parte del círculo corrupto de la Federación. — ¿De veras? ¿Pues qué ha hecho? — Está relacionado con el control de armas biológicas, algo estrictamente prohibido por la propia Federación. Se le involucró con un programa militar de Metroides en una estación espacial en donde los hacían resistentes al frío. ¿Ves que puede haber abusos dentro de una misma organización? — ... - no sabía qué decir. — Y volviendo con lo que la Federación hizo con mi gente, puedo demostrártelo. — ¿Cómo? — Si quieres, vamos a mi ciudad natal, Telenia. — ¿Ah, sí? — Puedo llevarte. — ... De acuerdo. Yo regresé a mi nave, mientras que él llamó a la suya para abordarla y hacer lo mismo. Él me guió en el vuelo hacia la dichosa ciudad de Telenia. Sólo por si de repente volteaba a dispararme, traía las armas preparadas (en serio que no confío de él..., ni de nadie). Luego de algunos minutos volando, donde sobrevolamos un bosque lleno de árboles con follaje gris (el color de las hojas de una planta dependerá del tipo de estrella que tenga el planeta), llegamos a la ciudad, que mostraba una estética diferente a todas las ciudades que he visto hasta ahora. — No lo entiendo... Todo esto se ve normal. ¿Por qué me has traído aquí? - pregunté, confundido. — Ahora todo está normal, pero hace unos años no fue así. Te pasaré otro archivo. - me respondió, transfiriéndome otro video. Reproduje el video. En ella se veía cómo una flota de la Federación atacaba sin razón aparente la ciudad, sin importarles que estos no les hubiesen hecho nada. — Abuso de poder... y de autoridad... - dije, impactado, viendo el video. — Creo que Adam no sabe de esto. - me dijo Samus. — ¿Crees que debamos mostrarle todo esto? — Es lo correcto. Muéstrale todos los archivos cuando vayas a verlo. — Pero ¿y si pregunta de dónde saqué todo? — Invéntate que se había descargado los archivos de manera ilegal, pero pudiste recuperarlos. — Eso me suena... raro. — Es lo único que se me ocurre. — Parece algo rebuscado. — ¿Y bien? ¿Qué opinas? - me preguntó Sylux en una transmisión en video, donde lo veía todavía con el casco puesto (¿acaso no se lo quita nunca frente a alguien, como yo?). — En serio, sigo sin poder creerme nada. — Puedo demostrártelo de otra manera. — ¿Cómo? — Ven. Bajemos a la ciudad. Ambos descendimos a las afueras de Telenia, atracando las naves en un aparcado de nieve. Después de eso, descendimos. — ¿Qué es lo que tenemos que hacer ahora? - le pregunté. — Sólo acompáñame. - me dijo. Comenzamos a caminar hasta adentrarnos en la ciudad. Dentro de lo que se considera normal, Telenia lo era, con rascacielos (aunque algo diferentes en diseño a los humanos), plazas, vehículos voladores, robots y demás. Básicamente era como una ciudad humana. Mientras caminábamos, noté que todos se me quedaban viendo. ¿Será que la leyenda de Samus Aran realmente se ha dejado escuchar en toda la galaxia? ¿O acaso será por otra cosa? Llegamos a una plaza, la principal de hecho, y Sylux se detuvo en seco. Yo hice lo mismo al verlo. — ... ¿Ahora qué? - le pregunté. — Apúntame con tu cañón. Hice lo que me pidió. Comencé a cargar mi rayo de hielo para hacer ver como si fuera a atacarlo. En eso, toda la gente de los alrededores se paralizó del miedo. Se me ocurrió apuntarle a la gente para ver cómo reaccionaba, y era justamente la que esperaba: terror absoluto. Se quedaban petrificados. — Hey, tampoco exageres. - me susurró Sylux. Anulé la carga de mi rayo. Volví a mirar a los habitantes de la ciudad. Seguían aterrados. En verdad creían que era Samus Aran y venía en nombre de la Federación Galáctica. Viendo esta necesidad, me vi obligado a explicarles todo. — A ver, ciudadanos de Telenia, tengo que decirles algo: no soy Samus Aran. Samus Aran falleció hace tiempo. Además, ella era diestra. Como verán, yo soy zurdo, además de ser un hombre. - les explicaba, mostrándoles mi cañón en el brazo izquierdo. - Me llamo Helio, ¿comprenden? Helio. — ¿Y cómo podemos creerte? - me preguntó un señor Cylosiano. Recordé los datos del planeta que recibí al escanearlo, donde decía que tenía campo magnético y oxígeno (la cantidad suficiente para un humano), así que desmaterialicé mi casco para revelar mi rostro ante el pueblo de Cylosis. — ¿Ven? Soy humano, pero no soy Samus Aran. Ni siquiera soy de su familia. Con esta revelación mía, parecía que las cosas se habían aliviado, pero no. Volví a activar mi casco. — ¿Y vienes en nombre de la Federación Galáctica? - me preguntó alguien más. Tuve que mentir en este caso. — Para nada. Vine aquí porque pensé que encontraría cosas de interés o algo así, pero me encontré a este sujeto. — ¿Hablas del gran Sylux Wandleff? - me dijo una señora que iba acompañada de su hija. — ¿Grande? ¿Acaso es un héroe o algo? - pregunté, sorprendido porque Sylux no me había contado nada de eso. — Él prometió traer el "poder supremo" de la galaxia Tetra para evitar que nuestra gente y otras más sigan sufriendo a manos de la cruel Federación. - me contó la mujer, haciendo que pasara a ver a Sylux. — Sylux, ¿por qué no me lo dijiste? O mejor dicho, ¿por qué no se lo dijiste a Samus? — Por el simple hecho de que ella trabajaba para la Federación. Y pensé que si se lo decía, le contaría a los altos mandos, los cuales lanzarían un ataque masivo sobre el planeta, matando a cientos de personas. - me explicó. Ahora sí que no podía creerlo. El despiadado Sylux Wandleff resultó ser alguien bondadoso y comprensivo que sólo luchaba por el bienestar de su gente y de otras especies acabando con la corrupción presente en la Federación Galáctica. Realmente me iba a costar mucho asimilarlo. Abandonamos la plaza principal de Telenia, pero para ahorrarnos el tener que caminar todo el camino de regreso, decidimos llamar a nuestras naves. Una vez las abordamos, decidimos volver al mismo cañón donde nos enfrentamos. Alli hablamos un poco. — Bueno..., creo que me has hecho ver las cosas de otra manera. - dije. — Así es. Y... creo que ya no hace falta que me presente. Soy Sylux Wandleff, de los Cylosianos. - dijo, presentándose formalmente, saludando como los japoneses, con la mano enfrente y el cañón atrás. Sylux se quitó el casco, revelando su rostro: es idéntico al de un humano, pero con ojos que le hacen parecer un asiático y ojos de color escarlata. — Vaya... - me asombro un poquito. - Sabes, antes no confiaba en ti porque pensé que estabas mintiendo, hasta pensé en dispararte por la espalda en algún momento sólo por si me traicionabas. Pero ahora que veo todo lo que me has enseñado, puedo afirmar sin duda alguna que no es así. — Es lo que traté de decirte, pero al principio pensé que venías a abatirme. — Pero no sé qué decirle a la Federación para que te dejen en paz. — Simplemente diles que me diste muerte. — ¿Decirles que te maté? La verdad, no sé si vaya a funcionar... — Tus órdenes fueron arrestarme, ¿no? ¿Por qué no decirles que me mataste accidentalmente? — ... Vale, podría funcionar. Entonces se presentó un silencio. Había llegado el momento del adiós. Me di la vuelta hacia mi nave para abordarla. — ¿Qué piensas hacer a partir de ahora? - le pregunté, volteando a verlo. — Lo mismo que antes: acabar con los corruptos de la Federación, principalmente a ese coronel. — Y... ¿qué piensas del comandante Adam Malkovich? — Él sí es una buena persona. Él forma parte de las personas correctas, como ese almirante Dane, que sólo quiere erradicar a los piratas espaciales por razones justificadas. — Muy bien. Entonces... espero que volvamos a vernos luego. — Lo mismo digo yo, pero mejor vengo yo para evitar despertar sospechas. — De acuerdo. — Hasta luego. - se despidió con la mano. — ¡Nos vemos! - yo hice lo mismo. Abordé mi nave y abandoné Cylosis. En la órbita del planeta, hablé con Samus sobre todo lo que había pasado. — Viste todo, ¿verdad, Samus? - le pregunté. — Así es. No puedo creer lo que Sylux dijo. Nunca me especificó por qué odiaba tanto a la Federación, pero parece ser que es cierto: los Cylosianos fueron discriminados por la Federación al igual que los Simios y los Elfos. — ¿Y qué le diré al comandante? — Pues yo te recomendaría lo mismo que él te dijo: decirle que lograste matarlo. — Mmm... Pues si no hay de otra... - dicho esto por mi parte, puse rumbo al cuartel de la Federación. Abandoné la órbita de Cylosis y regresé a la Tierra. De vuelta en Arcadia, en el cuartel general, puse rumbo al despacho del comandante Malkovich. Mientras caminaba hacia allá, no pude evitar ponerme nervioso. Dejar a un posible criminal vivo (que parece que ya se arrepintió) que seguramente me estuviera mintiendo me ponía apaniqueado. Sin embargo, me quité el casco y comencé a respirar para calmarme. Volví a pensar en la honestidad con la que Sylux me contó todo, además de los archivos que me había pasado (y que ya tenía en el traje para mostrárselos al comandante). Finalmente llegué a su despacho, donde me recibió como siempre, sólo que ahora vi que estaba firmando unos documentos. — ¡Oh! Perdón, señor. Creo que interrumpí algo. - dije, apenado. — No, para nada. Son sólo unos documentos. - me dijo. — Señor, vengo de regreso de Cylosis. He cumplido con mi objetivo... al menos en cierta medida. — ¿A qué te refieres? — ... Verá, lo que pasa es que me enfrenté a Sylux en un combate a muerte y, pues, lo maté. - mentí. — Oh... — Y eso no es todo. Descubrí que había hackeado unos ordenadores de no sé dónde y descargado algunos archivos que ya pude ver. No sé si debería verlos, señor. — Tengo que verlo. Ahora que el objetivo está muerto, necesito saber qué era lo que tenía guardado. — Tengo que advertirle que son videos e imágenes algo... fuertes. — Recuerda que ya te dije que he vivido por cosas muy feas. Puedo soportarlo. — De acuerdo. Entonces... vayamos a donde fuimos hace rato. - dije, sonando como si yo diera la orden. Se sintió... raro. — Bien. Vamos. - terminó el comandante. Volvimos a la misma sala de conferencias, donde esta vez ya no se encontraba la doctora Bergman. Transferí las imágenes y videos a la computadora del holoproyector, tal y como Samus me dijo que hiciera. El comandante vio todos los archivos, y su reacción fue la misma que la mía: no podía creer lo que veía, estaba atónito, sorprendido, impactado. Al igual que yo, él también creía que la Federación Galáctica era una organización pacifista, pero resultó ser que también tiene su lado oscuro. — In-increíble... - dijo, todavía en su estado de shock. — Creo que cometieron un error al encerrarlo en RX 338, señor. Tal parece que no era tan malo después de todo. - dije, — Ese hombre... es el coronel Brendan O' Sullivan. Recuerdo que estuvo involucrado con un proyecto de armas biológicas en una estación espacial llamada "Nave Botella", que buscaba recrear las condiciones del planeta Zebes. — ¿Y cómo sabe todo eso, señor? — Todos los archivos fueron desclasificados luego de una misión en la que participé personalmente. Fue donde conocí a la doctora Bergman. Luego de ese incidente, el coronel simplemente desapareció y nadie lo ha vuelto a ver. — ¿Y no sabe el lugar exacto adonde podría haber escapado? — Me temo que no. Pero volviendo con todo esto..., no puedo creer todas las cosas que se me ocultaron. Y creo que el presidente Keaton tampoco sabe de todo esto. Será mejor que se lo notifique. En este momento sentía que debía decir la verdad, que estaba mal que mintiera. Era una sensación que me consumía por dentro. Así que no aguanté más y lo solté, a pesar de que Sylux y Samus me dijeron que comentara que este estaba muerto. — ... Señor, tengo algo que decirle. - en este momento, cerré el puño y continué. - Sylux en realidad no está muerto. — ¿Qué? — Sé que mis órdenes eran recapturarlo, pero batallamos, y él me explicó sus motivos para odiar a la Federación y a Samus, y ahora comprendo que lo hace no porque sea discriminatoria, sino porque muestra señales de corrupción, tal como los antiguos gobiernos. También me llevó a su ciudad, donde descubrí que todos le tenían miedo a Samus Aran, y eso se reflejó cuando me veían o cuando fingimos que íbamos a combatir y le apunté con mi cañón. Como verá, Sylux tenía motivos justificables para hacer lo que hizo, y la razón por la que fue a la galaxia Tetra fue para convertirse en un protector de su gente. Luego de toda esa explicación de mi parte, no sé cómo reaccionaría el comandante. Creí que se enfadaría conmigo por dejar a Sylux con vida. Creí que me remplazaría por otro elegido del proyecto. Creí que me gritaría que me fuera de ahí, pero no, no pasó nada. El comandante pasó a verme. — Helio, a pesar de que no cumpliste con el propósito de tu misión, quiero felicitarte. - me dijo, sorprendiéndome. — ¿Felicitarme? ¿En serio? ¿Por qué? — Porque encontraste a alguien que puede ayudarnos a descifrar más cosas ocultas que nos puedan ayudar. — Ah, sí. Sobre eso... — ¿Qué pasa? — Él todavía desconfía de la Federación por el trato que recibió de parte del coronel Sullivan. — Por eso iré a hablar personalmente con él. — Ah, sí. Recuerdo que me dijo que confiaba en usted. — ¿De veras? Pues entonces eso nos facilitará las cosas. — Y... ¿me dará la recompensa de mi misión? - pregunté, sonando avaricioso. — No debería dártela porque no cumpliste con tu propósito, pero viendo toda la información que me has traído, además de los datos extra, con gusto te la daré. Felicidades, Helio. Has hecho un buen trabajo. - me felicitó. Recibí el mensaje de la transferencia de créditos a mi cuenta personal federal. — Y... ¿qué pasará ahora, comandante? — Iré al planeta Cylosis para hablar con Sylux y hacer que se una a la Federación. Tú puedes retirarte. Ya has terminado. — De acuerdo, señor. - respondí, y proseguí a marcharme. Me dirigí al hangar. Me sentía desahogado por haber liberado todo lo que tenía que soltar, además de satisfecho. Subí a mi nave y tomé los controles. — Bueno, Samus, hora de volver a casa. - dije, sonando feliz. — Así es..., cumpleañero. — Por cierto, le dije todo al comandante. — ¡¿Qué?! ¿Y qué dijo? — Irá a Cylosis a hablar con Sylux para detener al coronel. — Esperemos que las cosas salgan bien. Por lo pronto, vámonos. - terminé, emprendiendo el vuelo a Monterrey. Era de tarde, así que todavía tenía tiempo para celebrarme. Cuando atraqué mi nave y bajé, noté que había más aeromóviles estacionados cerca de mi casa, por lo que comencé a sospechar algo (aunque no algo malo, así que no tuve que alzar mi cañón). Entré a mi casa, y fui recibido por toda mi familia (tanto del lado paterno como del materno) con un grito de "¡Felicidades!". Luego de eso, pasó el tiempo y todo, hasta que llegó la hora del pastel, donde comí uno de chocolate con trozos de barras del mismo encima (en resumen, delicioso). Todos se fueron y les agradecí a mi familia por haber organizado todo mientras me fui. Al final, respondí a todas las felicitaciones que me hicieron en mis redes sociales (y cuando digo todas, son TODAS), me puse ropa cómoda, me lavé los dientes y me acosté en mi cama (creo que es costumbre que terminé los capítulos conmigo durmiendo en mi cama). Había sido un día fenomenal. |
Capítulo 13
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Noxus |
En estos momentos me encuentro en el cuartel general de la Federación. Son pasadas de mediodía. Han pasado unos días luego de mi misión en Cylosis y lo ocurrido con Sylux (por cierto, me contacté con el comandante durante estos días para saber cómo le fue con el Cylosiano, y dijo que este aceptó gustosamente sólo porque era alguien confiable dentro de la Federación). Ahora mismo me encuentro en camino al despacho del comandante Malkovich. Me encuentro bastante concentrado. En eso, llegué al lugar. Fui recibido por mi oficial en jefe. — Hola, Helio. - me saludó. — ¿A dónde quiere que vaya esta vez? No quiero sonar como enojado, pero al menos esta vez no estaba haciendo nada importante. - comenté. — Al planeta Vho. Queremos que los Vhozon se conviertan en nuestros aliados para hacer frente a los piratas espaciales con ayuda de sus armas congelantes. — ¿Y por qué? Porque nuestras pistolas de hielo se verían beneficiadas con la ayuda del plasma ultrafrío que utilizan. — Plasma ultrafrío, ¿eh? — Así es. Su temperatura se acerca al 0 absoluto. — Oh. ¿Y son pacifistas o algo? — En efecto. De hecho, han contribuido a la sociedad galáctica sin tener que formar parte de la Federación. — Ah... Ya veo por qué quiere que formen una alianza. — Claro. Bueno, te pasaré las coordenadas. Cuando llegues a tu nave, ya las tendrás recibidas. Ahora ve. Regresé de vuelta a mi nave. Cuando abordé y me senté, vi que las coordenadas ya me habían llegado, tal y como me dijo el comandante. — Hey..., estos días hemos estado cargados de misiones, ¿no, Samus? - le pregunté a mi IA. — Así es. Bastante, diría yo. Más que cuando estaba viva. — Bueno, vayamos a Vho. - dije, poniendo rumbo al planeta. Puse rumbo a Vho. En cuanto atravesé el agujero de gusano, me encontré con otro planeta helado (de color blanco) que orbitaba otra enana roja. Básicamente era otro Cylosis. Analicé los datos sobre el planeta (ya sabes, como el campo magnético, la atracción gravitatoria y otros), y seguidamente bajé. Aterricé en la zona nocturna del planeta, en un campo lleno de enormes estructuras de hielo que se erizaban hacia arriba, donde se apreciaba el cielo estrellado iluminado por auroras boreales (tal parece que la estrella es algo activa después de todo). — A ver si me topo a alguien por aquí. - dije. — Helio, no creo que esta zona sea la más adecuada para aterrizar. Hubieras buscado algún poblado Vhozon. - me comentó Samus respecto a la zona de aterrizaje. — Nah, quiero echar suerte. - volví a decir, y bajé de la nave. Al igual que pasaba en Cylosis, el piso estaba cubierto de nieve, además de hielo, bajo el cual vi agua con peces nadando en ella (de hecho, me sorprende que el hielo pueda soportar el enorme peso de mi nave). Caminé a lo largo del campo de hielo nevado, en busca de un Vhozon. Como no vi a nadie en el campo, se me ocurrió mirar hacia arriba (no para contemplar el cielo, sino para intentar encontrar a alguien). Lo había logrado. Encima de uno de los pilares de hielo (similar a como Lucario es encontrado en el modo historia de Super Smash Bros. Brawl) se encontraba un individuo Vhozon, de piel morada, con una cabeza ovalada con 4 pequeños ojos azules. Su cuerpo era pequeño en comparación con sus piernas, que poseen dos articulaciones y acababan en piernas con un tacón (y no hablo de los que usan las mujeres para verse más altas). Este se percató de mi presencia y dio un salto para quedar a unos metros de mí. Dio algunos pasos y quedó enfrente mío. — ¿Se podría saber quién eres? - le pregunté, en busca de una respuesta. — Soy Noxus, guerrero Vhozon. - me respondió. - ¿Qué es lo que quieres? — Vengo en nombre de la Federación Galáctica. Necesito a alguien que me guíe hasta el gobierno local para hablar con él o los dirigentes. - expliqué mis motivos por los cuales estaba ahí. — Lo entiendo, pero no puedo permitírtelo tan fácil. — ¿Por qué? — Nuestro código de honor dice que confiaremos en un "no-Vhozon" si este logra vencernos en una batalla. — << ¿Código de honor? ¿Qué son acaso? ¿Depredadores? >> - pensé, recordando a los mencionados cazadores ficticios. - ¿Qué? ¿Por qué siempre tengo que recurrir a los enfrentamientos? — Así son las cosas, amigo mío. Y ahora, ¡prepárate! — Oh, bueno... - comenté, y preparé mi cañón. - << Lo que me faltaba..., otro creído... >> - pensé de nuevo. Y empezó la pelea, no sin antes que yo haga lo mismo que con Weavel y Sylux: analizarlo. Cosas descubiertas: su arma afín, el Judicator (lo que tiene que ver con el plasma ultrafrío) y su forma alterna, la Guadaña (nada que ver con las guadañas láser de los piratas). Antes de continuar, diré que el Judicator lo obtiene por medio de un entrenamiento inscrito en un códice, y que los que lleguen al nivel 5 obtienen dicha arma. Ahora sí, volvamos a la acción. Como era un organismo adaptado al frío, el rayo de hielo no me iba a servir de mucho, así que opté por optar los misiles. Cargué mi arma y disparé un súper misil que casi le da, y digo casi porque logró esquivarlo (vaya, pero qué explicación). Rápidamente adoptó una forma en la que encoge sus piernas en su cuerpo, pone sus brazos rodeando el pecho y empieza a girar como una peonza reduciendo su tamaño corporal. Era la Guadaña. — Auch. - solté, viendo el proceso que hizo. Empezó a girar y usó un brazo como látigo. Lo hacía rápido, lo que me dificultaba esquivar. Forzosamente me convertí en morfosfera y comencé a depositar bombas para dañarlo. En cierto momento pensé en usar una bomba de energía, así que comencé a cargar energía para soltarla en una bomba. La solté, pero Noxus fue rápido y se alejó girando del radio de la explosión, por lo que quedó a salvó. Yo, por mi parte, me harté de todos los golpes que me proporcionaba como Guadaña y lo enganché para arrojarlo nuevamente contra otra estructura de hielo, provocando fisuras en su estructura (más específicamente en la zona de la colisión). Noxus salió del agujero y comenzó a disparar el Judicator contra mí. Esquivé todos los disparos. En un determinado momento, mi oponente cargó su cañón y disparó 3 rayos fríos contra mí, congelándome instantáneamente. — ¡Ah, mierda! - exclamé, y comencé a liberarme del hielo. Noxus volvió a su forma de Guadaña y comenzó a girar rápidamente para intentar provocarme daño. Afortunadamente logré liberarme de mi prisión congelada a tiempo y lo esquivé. Disparé un súper misil que le impactó parcialmente, obligándolo a regresar a su forma normal. Disparé otro y le di de lleno, tumbándolo al suelo. — ¡Ja! - dije, victorioso. Sin embargo, Noxus volvió a levantarse, un poco herido por el impacto del misil. Volvió a su método de ataque. Cargó su Judicator y lo disparó contra mí, congelándome otra vez. — ¡Ah, pues! ¡¿Otra vez?! - dije, molesto. Mi enemigo volvió a transformarse en su forma alternativa y se dirigió hacia mí. Sin embargo, me libré del hielo extendiendo el brazo como si fuese a golpear a alguien. Ya harto de este procedimiento, esperé a que se acercara bastante y le di una fuerte patada. Esto lo hizo arrastrar algo de nieve hasta detenerse. Como consecuencia, adoptó de nuevo su forma normal y me disparó con el Judicator una vez más. El impacto me dio de lleno (no sé qué me está pasando, que no estoy esquivando nada. ¿Será por la nieve?), congelándome. Noxus aprovechó para acercarse caminando hacia mí y tumbarme con un golpe. — Veo que no eres un oponente digno. Me retiro. - dijo, alejándose del campo de batalla. — N-no... - susurré, y logré levantarme. Hice un procedimiento similar al que tuve en mi enfrentamiento con Weavel en Tallon IV: utilicé mi rayo enganche para atraparlo de su pierna derecha, así que comencé a dar vueltas con él enganchado (o debería decir "amarrado") y lo arrojé contra una de las enormes columnas de hielo cercanas. Por lo que vi, funcionó. En cuanto se recuperó, volvió a apuntarme y a disparar con su arma de plasma ultrafrío, que era mejor que esquivara porque sino acabaría congelado... de nuevo. Sabía que podía ser inútil, pero aun así probé mi rayo de hielo, y efectivamente, no le hizo gran cosa, ni siquiera lo congeló (el escaneo indicó que poseía una piel muy resistente al frío, y aun así lo hice. Genial, Helio...). Como no sirvió, activé otra vez mi rayo enganche para atraerlo hacia mí y propinarle una patada. Mientras estaba en el suelo, me abalancé sobre él, propiciándole golpes y patadas (no quise darle cabezazos porque pensé podría romper el casco). Creyendo que le había hecho bastante daño, me alejé de él con un salto impulsándome en él. Por lo visto, sí funcionó. Se levantó a duras penas (ya que también lo golpeé con el cañón, con contragolpes y todo, hasta tiros a quemarropa). No conforme con eso, volví a usar mi rayo enganche sobre él para azotarlo contra el piso una y otra vez hasta que vi que en verdad estaba sufriendo, así que rematé azotándolo aún más fuerte, tanto que hasta rompió el hielo y se sumergió en el agua helada. — Ups. - dije, acercándome al agujero en el hielo. Creo que me pasé. - Samus, ¿viste eso? — Sí. Creo que te pasaste. - me comentó Samus. — No importa. Ya verás que ahorita sale. Mientras contemplaba el agua, observé que (después de algunos segundos) de ella salió Noxus dando un enorme salto. Cuando aterrizó, noté que ya estaba exhausto (supongo que había peces carnívoros allá abajo). Sabía que ya había llegado la hora de acabar con esto. — Es hora de acabar con esto. - comenté, y comencé a cargar mi arma, y finalmente lancé un misil cargado. El súper misil lo impactó de lleno, dejándolo tirado boca arriba en el suelo. Me acerqué a él para asegurarme si no lo había matado (ya que le di una golpiza bastante seria, y eso que me quedé corto describiéndola), y por suerte no. Le ofrecí mi mano para ayudarlo a levantarse. — Uf... Vaya... Realmente eres fuerte, con la habilidad digna de un Vhozon... - comentó, exhausto. — Listo. Ya te vencí. ¿Ya confías en mí? - le dije, esperanzado de que me dijera que sí. — Así es. - me respondió, aliviándome. - Y dime, ¿cómo te llamas? — Me llamo Helio. Helio Cabrales. — Helio Cabrales... No olvidaré ese nombre. ¿Y qué necesitas en este planeta? — Me ordenaron el hacer que los Vhozon formen una alianza con la Federación Galáctica para hacer frente a los piratas espaciales. Me dijeron que sus armas Judicator podrían ser de utilidad. — No entiendo los motivos. Los Vhozon hemos contribuido enormemente a la galaxia sin tener que formar parte de la Federación. En cierta manera se nos ha comparado con los Chozo por el hecho de ser pacifistas. — << Pero eres un presumido... >> - pensé. - ¿Al menos puedes llevarme a donde se encuentra el o los gobernantes? — Sin embargo, no puedo negar el hecho de que los piratas espaciales sí que son una piedra en el zapato. Si por mí fuera aceptaba, pero yo no soy el gobernante. — Entonces, si hablo con el gobierno de Vho, ¿cabría la posibilidad de que acepten lo que digo? — Claro. Puedo guiarte hasta Cryosia. — ¿Cryosia? - pregunté. — Allí se encuentra la sede del gobernante Vhozon. Si no quieres que te deje atrás, entonces sígueme. - dijo, tras lo que se alejó caminando y saltó hacia una parte más baja del campo (ya que estábamos en una zona elevada), donde se encontraba escondida su nave, también de color morado con luces turquesas. — Ah, qué tramposo. - comenté, por lo que volví corriendo a mi nave (aunque mejor la hubiera llamado con el visor de órdenes). En cuanto encendí la nave, alcancé a Noxus y fuimos volando hasta la ciudad llamada Cryosia. Fueron algunos minutos donde atravesamos un mar congelado. Al otro lado, a las orillas del mismo, se encontraba la referida urbe, y al acercarme, noté que se apreciaban edificios hechos con hielo (o al menos eso se aparentaba). Había edificios rectangulares, cuadrados y con forma de domo. — Vaya... Pero qué vista. - decía, contemplando la ciudad, cuyo cielo estaba bañado por las estrellas y auroras boreales. — Mira, es allí. Allí se encuentra el gobernante. - me dijo, dirigiéndose hacia un enorme edificio en forma de domo (similar al cuartel general de la Federación en la Tierra). Lo seguí. Aterrizamos en un hangar que, al igual que los edificios, estaba hecho de hielo. En cuanto bajé, fui recibido por 2 guardias Vohzon que me apuntaron con sus cañones. Yo estaba por hacer lo mismo (a pesar de que sabía que mi rayo de hielo era inútil contra ellos), pero Noxus intervino. — Calma. Viene conmigo. - dijo, por lo que dejaron de apuntarme. Ambos caminamos por el complejo, donde se apreciaban monitores y luces con iluminación turquesa. Eran los colores dominantes, junto con el violeta. El edificio era menos grande que el cuartel general, así que no tuve mayor inconveniente. Además, con la compañía de Noxus, no podía perderme. Mientras tanto, yo seguía en mis pensamientos para no aburrirme. Finalmente llegamos a la sala del gobernante, detrás de un enorme portón (si te preguntas cuál es el símbolo de los Vhozon, es una esfera rodeada por una línea que lo hacía parecer una llave). Era una sala redonda, en la que se hallaba un Vhozon en un trono de hielo sobre una serie de escalones del mismo material (en serio que a los Vhozon les gusta el hielo, como los Phrygisianos). — Helio, él es el gobernante Kella, dirigente de este sector de Vho. - me explicó Noxus. — ¿Ah, sí? - le pregunté. — Acércate, muchacho. No te voy a hacer daño. - me dijo el gobernante, invitándome a acercarme. — Bueno, ya oíste. El gobernante te llama. Yo te esperaré aquí. - me dijo mi acompañante, que se quedó en la entrada de la sala. Comencé a acercarme lentamente al gobernante, que no se movía de su asiento. Esperaba pacientemente a que me acercara. El miedo comenzó a apoderarse de mí. — Preséntate. Los modales son importantes. - me dijo. — Oh, eh... Hola, señor. Me llamo Helio Cabrales. Verá, lo que pasa es que... es que... - dije, saludando como hacen los japoneses, pero manteniéndome mirando hacia abajo. — Habla, muchacho. No pierdas tiempo. Noxus no intervino. Era sólo entre el gobernante y yo. Tenía que seguir con la discusión. — ... Bueno, lo que decía es que... vengo de parte de la Federación Galáctica. - continué. — ¿Y? ¿Qué más? Habla más. - me dijo. No sabía si lo estaba impacientando. — Venía a decir que si... que si los Vhozon no podían forjar una alianza con la Federación para enfrentar a los piratas espaciales. Creemos que sus Judicator podrían ayudar mucho en la lucha contra ellos. — Tengo que reconocer que dicho gobierno no nos ha sido de fiar en los últimos años... Ha habido incidentes que nos han hecho dudar, tanto a mí como a los otros gobernantes de Vho, incidentes oscuros... — Oh, ya veo. — ... Sin embargo, también diré que estamos dispuestos a colaborar con la Federación Galáctica. Los piratas espaciales también nos han provocado problemas, así que aceptaremos gustosamente el trabajar con el gobierno federal. — ¡Ah! ¡Perfecto! ¡Gracias! - contesté, contento. Esa respuesta me llenó de felicidad. Por lo menos tenía una agradable respuesta para llevarle al comandante. En eso, se me vino una pregunta a la mente: ¿los Vhozon habrían enviado a Noxus a la galaxia Tetra con el mismo objetivo que Sylux? Podría ser que sí, o tal vez lo haya hecho por su cuenta. No podía quedarme con la duda, así que la solté. — Disculpe, gobernante Kella. Quería hacerle una pregunta: ¿envió usted a Noxus a la galaxia Tetra? — Efectivamente. Los demás gobernantes y yo nos pusimos de acuerdo para ver quién sería enviado a dicha galaxia. Hicimos un análisis para comprobar quién debía de ser el más indicado para tal labor, y de entre todos los elegidos, Noxus fue el ganador. Cuando estuvo en el sector Alímbico para conseguir la fuente del poder con tal de traerlo a Vho y esconderla de malhechores, se puso en contacto con varios cazarrecompensas, entre ellos la legendaria Samus Aran, alguien del imperio Kriken y un general pirata que hemos identificado como "Weavel". — << Weavel... >> - pensé. El nombre de ese pirata retumbó en mi cabeza. Juro que lo volveré a atrapar algún día. — Al final descubrió que la fuente del poder era una farsa. Tan sólo fue una mentira dicha por una criatura alienígena llamada "Gorea" para que le liberaran de su prisión. — << Sylux nunca me dijo de esa criatura... ¿Será que no quiso avisarme de un peligro que podría presentarse en esta galaxia? >> - pensé. - Vale, gobernante, ya no hace falta más explicación. No quiero sonar grosero, pero ya entendí. — Oh, vale. Entiendo. Después de esa respuesta mía, se formó un silencio incómodo en la sala. Para romper el hielo (y eso que lo hice literalmente con Noxus hace rato), decidí proseguir con el tema. — Bueno, entonces, para resumir... ¿habrá alianza con la Federación Galáctica? — Así es. - me respondió el gobernante Kella. — Pero... ¿no tendrá que hablar antes con los otros gobernantes Vhozon? — Así es. Tenemos que ponernos de acuerdo. — ... Bueno, creo que eso sería todo. Gracias por su tiempo. - le agradecí su tiempo al gobernante. — Seguro. Ahora, puedes irte. - dijo, y me dispuse a salir de la habitación. No salí solo. Noxus me acompañó en la salida. — Vaya... Realmente te pusiste nervioso. - dijo él. — ¿Y eso que me hablas como si fuese tu amigo? - le pregunté, confundido. — Como me venciste, toda rivalidad que pudiese tener contigo queda anulada. Ah, y sobre el código de honor..., fue sólo una invención mía. — ¿Qué? - exclamé. — Es que quería saber si eras un oponente mío. Y vaya que no me equivoqué. — Pues me lo hubieras dicho desde el principio. — No, gracias. Ahora ya sabes cómo soy. Mientras salíamos del edificio, hablamos sobre la historia que contó el gobernante Kella sobre la fuente del poder. — ¿Entonces te enviaron a ti después de una especie de sorteo? - pregunté. — Pues... podría decirse que sí. Los gobernantes de Vho tuvieron que acudir a un comité para reunirse y decidir quién sería el enviado a la galaxia Tetra. — ¿Hacen eso siempre? ¿O un gobernante puede decidir solo? — Cuando se refiere a cosas importantes, siempre se convoca a una reunión. Bueno, como decía, por medio de ordenadores y programas avanzados se hizo una lista de los mejores guerreros Vhozon, se compararon sus estadísticas de combate y todo, y resultó que de entre todos los 2766, yo fui el escogido. — Vaya, pues qué suerte. A mí me pasó algo similar. — ¿Ah, sí? ¿Cómo? — Tiene que ver con un programa de la Federación Galáctica llamado "Proyecto S.A.". Fueron 5 los elegidos, entre los cuales me encontraba yo, y adivina, ¡yo fui el ganador! — Guau... ¿Quién diría que tendríamos algo en común? — Sí, ya sé. En eso, salimos del edificio. — Bueno, ¿qué quieres hacer ahora? - me preguntó Noxus. — ¿Qué? - exclamé. ¿Por qué ahora me trataba tan gentilmente? No lo sabía, así que se lo pregunté. - Oye, ¿por qué ahora me tratas así? — Porque ahora somos amigos. — ¿Amigos? ¿Tan sólo porque te gané en una batalla? — Sí. Así es. Y ahora, déjame llevarte a un lugar donde seguramente habrá algo que te guste. Ven, sígueme. - dijo, abordando su nave y emprendiendo el vuelo. Yo hice lo mismo. Ambos volamos a través de la ciudad de Cryosia, aunque por fortuna no fue mucho tiempo. Me llevó a un lugar donde había más Vhozon (al menos no se me quedaron viendo como los Cylosianos, porque me sentía incómodo). No sabía qué clase de lugar era ese. — Uh... Noxus, ¿me puedes decir qué lugar es este? - le pregunté. — ¿No conoces los restaurantes? — Sí... ¿Qué con eso? — Pues este lugar es uno de esos. Créeme, aunque no seas un Vhozon, en este lugar sirven un pescado que seguramente te recordará a los que puede haber en tu planeta. — Ah. Y sí, en la Tierra hay una gran variedad de peces. - concluí. Con esa duda resuelta, entramos al restaurante donde, según me contó Noxus después, sirven un pez llamado Sekkura (es una palabra esdrújula, así que no es difícil imaginarse dónde debería ir el acento). Se trataba de un pez de color rojo (similar al salmón), con dientes afilados y enormes ojos amarillos (bastante diferente a los que vi bajo el hielo durante mi batalla contra Noxus). — Uh... ¿No podría llevármelo a mi nave y probarlo allí? - le pregunté a mi acompañante. — Relájate. En este planeta hay oxígeno en la atmósfera, así que puedes quitarte ese casco. — ... Oh, sí. Tienes razón. - dije, recordando los datos del planeta al escanearlo. Por lo que he visto, la luz solar puede interactuar con el hielo para separar el oxígeno del hidrógeno (o al menos eso he leído), aunque bueno, el restaurante era un lugar cerrado, así que tal vez crearían una mini-atmósfera respirable para humanos. Confié en Noxus y me quité el casco, descubriendo que sí podía respirar. Como vi que los demás Vhozon (incluyendo a Noxus) se comían los peces con las manos, pues no tuve de otra que hacer lo mismo. Aunque pensé que estaría frío o algo, lo escaneé antes de quitarme el casco, revelando que estaba caliente. Hecho esto, le di una mordida y... — ¡No... puede... ser...! ¡Está delicioso! - le dije a Noxus, sorprendido por el sabor, por lo que le di otra mordida. — Sorprendido, ¿verdad? Ese es el sabor del pez Sekkura asado. Es muy famoso en Vho, y de hecho, uno de las cosas por las que reconocen a los Vhozon fuera de aquí. - me contó mi compañero, mientras masticaba. — Y hablando de comida, deberías de ir a la Tierra. Hay muchos restaurantes y una gran variedad de platillos que seguro te encantarán. Entre ellos también se incluyen pescados. — En cuanto se haga el pacto con la Federación, es probable que me veas por allá uno de estos días. — Qué bien. - exclamé, alegre. Nos comimos toda la carne del pescado hasta dejar los huesos. Después, quería saber en dónde se pagaba la cuenta, o si había que pedirla. — Oye, ¿sabes si aquí aceptan segurus? - le pregunté a Noxus, ya que quería pagar. — Aquí no necesitamos dinero. No se emplea. - me respondió. — ¿Ah, no? - pregunté, sorprendido. — Es sólo una forma de controlar a los demás mediante jerarquización de clases. — << Vaya... Creí que sólo los humanos de la Tierra habían llegado a ese grado de consciencia... >> - pensé. Salimos del restaurante. — Bueno, ¿a dónde quieres ir ahora? - volvió a preguntarme. — Eh... ¿Me permites? Tengo que hablar con alguien. - me dijo, caminando hacia mi nave. — Claro. No hay problema. Caminé, pero luego corrí (y no es porque tuviera miedo de algo). Entré en mi nave y me puse a hablar con Samus. — Samus, ¿puedes creer todo esto? - le pregunté. — No me esperaba que los Vhozon fueran así de gentiles. Cuando conocí a Noxus, me dijo que sólo buscaba la fuente del poder para guardarla con el fin de que los malhechores no la obtuvieran. El mismo objetivo que la Federación me encomendó. - me contestó. — Bueno, tú estuviste con los Chozo de viva. Seguro que es lo mismo. — Podría ser. — Bueno, será mejor que baje. Creo que ya se está desesperando. - dije, momento en el que tomé el ascensor y salí al exterior. Allí estaba Noxus, esperándome, tal y como Sylux en Cylosis. — Si te preguntas con quién fui a hablar, pues... no sé si debería decirlo... - dije. — Puedes contarme lo que sea. - me comentó, inspirándome confianza. — ... Bueno. Estaba hablando con Samus Aran. — ¿Samus Aran? ¿Sigue con vida? — La verdad no. Murió hace tiempo. — ¿Qué? ¿En serio? — ¿Acaso los Vhozon no se enteraron? — Recuerda que no pertenecemos todavía a la Federación, así que no contamos con dichos canales de televisión. O quién sabe, tal vez yo no me enteré. — << Vaya... Pero qué explicación tan... lógica... >> - pensé. — Bueno, como te dije, ¿a dónde quieres ir? — No sé... ¿A dar una vuelta, tal vez? - propuse. — Vale. Me parece bien. Ambos abordamos nuestras naves (ah, y le di mi frecuencia para poder estar en contacto) y nos fuimos a dar una vuelta por el planeta. Abandonamos Cryosia y volamos a lo largo de campos congelados. Atravesamos un océano helado, topándonos con otra ciudad. — Esta ciudad es Frigia. Como ves, al igual que Cryosia, es una ciudad costera, aunque a diferencia de la otra, obviamente se encuentra a las orillas de un océano. - me explicó Noxus. Y así nos dimos una vuelta alrededor de todo el globo, explorando lugares como los polos (que, de hecho, aterricé en el polo norte, razón por la que vi las auroras. Qué hermosas vistas...). Al final, como en Cylosis (creo que estoy haciendo demasiadas comparaciones con lo que pasó allí), había llegado el momento de despedirme e ir de regreso al cuartel general, así que tuve que despedirme de Noxus. Lo hicimos en el lugar en el que empezó todo: el polo norte de Vho. — Bueno, me tengo que ir. Fue un placer que me hayas llevado a tantos lugares. Ah, y perdón por lo de la golpiza de hace rato. - dije, agradeciéndole el tour por Vho y disculpándome por la paliza que recibió por mi parte cuando llegué. — No importa. Era parte de lo que tenías que hacer. Era parte de tu deber - me respondió, quitándome la carga de los golpes. — Oh. Muy bien. Gracias por perdonarme. Me has quitado una gran carga de encima. — Y recuerda: la próxima vez será un combate amistoso, cuerpo a cuerpo, sin rayos ni misiles. — De acuerdo. — Bien, me retiro. Nos vemos luego. - se despidió Noxus, yéndose a su nave y despegando hacia algún lado, probablemente a Cryosia. — Eh... Sí, adiós. - me despedí, ahora que ya se había ido. Ahora que se podría decir que tengo otro amigo cazarrecompensas (aparte de Sylux, Sailor V y los otros), volví a la Tierra. La tarde ya había caído en Arcadia, así que las estrellas ya empezaban a asomarse. Sin perder tiempo (y no es que tuviera prisa, es sólo que ya quería regresar a mi casa), fui directo al cuartel general de la Federación. Una vez adentro, me encaminé hacia el despacho del comandante Malkovich. Lo encontré allí. — Señor, le traigo buenas noticias. Los Vhozon aceptaron formar una alianza con la Federación. - le dije con gusto. — Excelente, Helio. Como siempre, no podía esperar menos de ti. Te transferiré créditos a tu cuenta personal privada. - me felicitó mi superior. — Y bueno, ¿nada más que quiera ordenarme o algo? — Por el momento no. Puedes retirarte. — Gracias. ... Oiga, ¿no sería mejor que le indique por transmisión si ya terminé una misión? — Si así lo prefieres, puedes hacerlo. — De acuerdo. Así lo haré. Nos vemos luego, comandante. — Hasta luego, Helio. - se despidió, y me fui. Ya era de noche, así que no podía ir a ver a Cinthya (en realidad sí podía, pero no sabía si su papá le daría permiso), por lo que regresé a mi ciudad. En esta ocasión, en vez de ir directamente a mi casa, cambié de opinión a última hora y decidí ir a un restaurante yo solo, no tenía ganas de comer con nadie (además, eran pasadas de las 8:30 p.m.). Me comuniqué con mi mamá para decirle (no directamente) que iba a cenar solo. — Má, voy a llegar más tarde. Ya estoy en la ciudad, pero estoy ocupado en algo. Procuro no llegar tarde. De veras. Ah, y cuando llegue, no voy a querer cenar. Al rato nos vemos. - le dije. Desmaterialicé mi armadura, dejando mi traje Zero y rematerializando mi mochila que siempre llevo (nunca la suelto, aunque me sude la espalda). Me puse una playera de cuello de tortuga roja con rayas azules, pantalón de mezclilla y tenis azules con suela blanca. En cuanto al lugar adonde iba, era un restaurante de lujo. Se encontraba en el distrito de San Pedro (yo no vivo en el mero distrito central de Monterrey, sino en el de Apodaca). Se llamaba "Los Generales Buffets". — Buenas noches. Bienvenido a Los Generales Buffets. ¿Cuántos vienen? - me preguntó la recepcionista. — Vengo yo solo. - respondí. — De acuerdo. Veré si hay mesas disponibles. - dijo, tras lo cual esperé unos cuantos segundos. - Listo. Hay mesas disponibles. Por favor, pasa a la mesa 12. — Claro. Gracias. Si te lo preguntas, en esta ocasión los chefs son robots. Cené pizza, carne asada, lasagna y refresco. A eso le sumé algo de cabrito y muslos de pollo sin hueso (recuerda que ahora toda la carne animal es producida en laboratorio). Simplemente delicioso. Cuando terminé de comer, usé mi móvil para transferir los créditos para pagar la comida. Posteriormente regresé a mi nave para volver volando a mi casa. Tardé bastante en el restaurante (¿o no me fijé en qué hora era? Creo que habrá sido por eso último). Llegué como a eso de las 10 de la noche, pasadas de esa hora. Cuando llegué a mi casa, fui recibido por mi mamá, ya que mi hermano estaba en su cuarto con su móvil y mi papá ya estaba dormido (porque entra temprano a trabajar). — ¿Dónde estabas? Me tenías preocupada. - me dijo, siendo que lo que me dijo estaba completamente justificado, ya que estuve como 3 horas — Má, dije que iba a llegar tarde, aunque no esperaba que las cosas se demorarían tanto. - contesté, sin ganas de querer responder con la verdad. — Lo sé, pero quisiera saber dónde estabas. Sabes que no le diré a tu padre. — ... Bueno, lo diré. Fui a un restaurante. - finalmente cedí y dije la verdad. — ¿Y por qué no nos llevaste? Ya sabes que tu padre siempre quiere carne asada. — Es que... sentí la necesidad de estar solo. — ¿Por qué? — Es que... no sé si sea por el hecho de que trabajo para la Federación Galáctica, pero... últimamente siento que me están presionando demasiado con tantas misiones. — Bueno, si te sientes presionado, ¿por qué no renuncias? — No quiero. Fui seleccionado de entre otros pocos, y me siento honrado de ello. Si renunciara, entonces obviamente me remplazarían por alguien más. Y no sé si alguien podría tener un avance tan extendido como el mío. — Calma, calma. No tienes por qué pensar de esa forma. - me dijo, abrazándome. Como ya sabes, yo ni respondí. - Bueno, ahora vete a tu cuarto a dormir. — Claro. Buenas noches. - me despedí por esa noche, y subí a mi cuarto. Claro que no me dormí directamente, sino que prendí la televisión y me puse a ver un canal de la Federación. Hablaban del trato con los Vhozon. — ... En otras noticias, le informo que esta tarde, con la intervención de un usuario, se ha llegado a un acuerdo con la pacífica raza de los Vhozon para tratar con la amenaza que suponen los piratas espaciales. - decían en el noticiero. — Bueno, por lo menos me mencionaron indirectamente. - comenté, alegre, viendo que hablaron de mí como "un usuario". Vi la televisión un rato más (le cambié de canal, y le puse de vuelta a Multimedios, donde pasaban un programa obviamente nocturno), y cuando me aburrí de ver el programa, me levanté para lavarme los dientes (ya me había puesto mi pijama) y me acosté, y me dormí. Otra vez fue un día genial en cuanto a mis deberes. |
Extra: Los planes
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Fragmento escrito por Weavel: Últimamente hemos estado investigando sobre el nuevo cazarrecompensas de la Federación, aquel que me atrapó en Jasdam, llamado Helio, ahora apodado "el nuevo Cazador". Y la verdad, hemos aprendido mucho... Para empezar, descubrimos la ciudad en la que vivía, llamada "Monterrey", en una de las enormes masas de tierra del planeta. No sé qué significado puede tener ese nombre, pero no importa. Lo que importa es que sabemos dónde vive, lo que puede servirnos para futuras invasiones. Igualmente sabemos que, oficialmente, sí es un cazarrecompensas de la Federación, y no uno independiente como pensábamos, tal y como lo era Samus Aran, que era contratada, que no era directamente de la Federación. Asimismo, se descubrió que el gobierno federal ha hecho una alianza con los Vhozon, o mejor dicho, que estos ya forman parte de la Federación con tal de hacernos frente. Genial... Ahora tendremos que enfrentarnos a armas de plasma ultrafrío... Sin embargo, parece haber un halo de esperanza para nosotros, y es que lo mejor de todo esto es que también hemos descubierto algo que seguramente le dolerá a quien será nuestra nueva mayor amenaza, no física, sino emocionalmente (o bueno, puede que le afecte un tanto de ambas). Algunos soldados que hemos enviado al planeta natal de los humanos y han vuelto para contarlo siguieron al nuevo Cazador (claramente equipados con tecnología de invisibilidad para, por obvias razones, evitar detectados) y descubrieron algo interesante: parece sentir atracción hacia una chica que vive en la misma urbe que él, una que suele portar un atuendo verde. Y aquí es adonde quiero llegar. Lo que pretendemos hacer es secuestrar a la chica para atraer al nuevo Cazador hacia una trampa. Lo haré yo mismo en compañía de algunos soldados. La llevaremos a Urtraghus y haremos caer a Helio directo en nuestras miras, justo en nuestro territorio. También nos aseguraremos, o más bien, me aseguraré de que Ridley se encuentre presente. También lo acompañaré para hacerle frente. Si no se puede, me encargaré yo solo de todo. Je, je... Será una dulce venganza... En cuanto a las acciones que he descrito anteriormente, aún no tenemos prevista una fecha para llevarlas a cabo. Podría ser en unos cuantos ciclos, quién sabe. Pero lo que sí sabemos es que será pronto, y también sé es que ese mocoso me pagará tanto la captura en Jasdam como la golpiza que me propinó en Tallon IV. ... Bueno, será mejor que no me deje llevar por esos sentimientos. Debería concentrarme mejor en los próximos ataques que haremos, que se efectuarán en contra de varias de las colonias que poseen los humanos. Sé que las más cercanas a su planeta están tan protegidas como Norion o Daiban, y eso me consta, pero vale la pena arriesgarnos. ¡Someteremos a esos débiles humanos! Ya tenemos hasta ahora varios objetivos, siendo uno de ellos el planeta Jigrad, ya asaltado anteriormente pero terminando en fracaso. También se encuentra Aliehs III para dificultarles la construcción de sus naves, o igualmente Titus, debido a su ubicación y otros factores. Hay tantas colonias por atacar, tantas posibilidades, tantos humanos por esclavizar. En cuanto a los problemas, admito que no estamos libres de ellos. Además de la Federación, se encuentran los Kriken y los ya mencionados Vhozon, que ahora se han fusionado con nuestro principal enemigo. Y eso sin mencionar al equivalente de la Federación proveniente de la galaxia vecina que ellos llaman "Andrómeda". Sea como sea, tenemos muchos enemigos con los cuales tenemos que lidiar. Si queremos conseguir nuestro objetivo de someter a la galaxia a nuestros pies. Y por si fuera poco, reparar y construir todas las naves y cazas de combate no es algo que se vaya a hacer de un día para otro. Se requiere de tiempo, dedicación y recursos, sobre todo tiempo. Y no hay suficientes tropas como para realizar dichas labores. Es por eso que los nuevos ataques se han pospuesto hasta nuevo aviso. Sin embargo, a mí no se me ha negado nada, y eso es algo que me agrada bastante. Tengo la libertad de hacer lo que yo quiera, lo que se me dé la regalada gana. Siendo así, me encargaré de algunas misiones en cubierto, para seguir recabando información, tanto de la Federación Galáctica como del miserable de Helio (ahora tengo un nuevo nombre que no se me irá de la cabeza). Descubriré cómo se llaman los miembros de su familia, la ubicación exacta dentro de la urbe en la cual vive, todo. En cuanto a asuntos personales se refiere, si no pude vengarme de Samus Aran cuando estaba viva (y esto lo digo por ese combate que tuvimos en una zona desértica, en la que sólo se salvaron mi cerebro y médula espinal. En serio, temenda paliza que me llevé. No puedo olvidarla), ahora me desquitaré con este nuevo muchachito que ya me ha causado problemas apenas lo conozco (aunque, de todas formas, Samus Aran hizo lo mismo cuando nos conocimos). Alguien debe pagar la factura de esa maldita cazarrecompensas, y además tengo una deuda pendiente con él, así que será un combo doble. Ese sujeto ya me las pagará en cuanto lo vuelva a ver. Sí... Lo hará... |
Capítulo 14
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Trace |
En estos momentos han pasado unos pocos días desde lo pasado anteriormente con Noxus en Vho (ya quiero que llegue el 3 de septiembre para celebrar el cumpleaños de Cinthya). Por otra parte, me he puesto en contacto con Sylux, que me dijo que también trabaja bajo órdenes del comandante Malkovich (ya somos 2. Genial), lo que abre la posibilidad de que colaboremos juntos en un futuro, tal y como pasó con Sailor V (con todas las misiones que me han asignado, no he tenido tiempo de hablar con Mina. Me pregunto qué estará haciendo). Además, en este tiempo (que no he narrado) me asignaron la misión de volver a Zebes para obtener más mejoras, y vaya que pasó (cuántas cosas que han ocurrido "fuera de cámaras" y no las he contado, je, je). Obtuve 2 dentro de los corredores subterráneos del planeta: una con la que podía correr más rápido, llamada "Aceleración", y un rayo morado con estela y ondas rosadas llamado "Rayo de ondas". Bueno, como sea, si te preguntas qué hago ahora, pues me llamaron para ir al cuartel general de la Federación (¿cuándo no?). Ya me despedí de mi familia antes de salir (ya sabes, mi mamá es quien me desea buena suerte, mientras que mi hermano anda en lo suyo con su novia y mi papá está trabajando. No sé en dónde estará ahora. Creo que oí que dijo que iría a Alfa Centauri). Como siempre, sigo el camino de costumbre hacia el despacho del comandante. — Hola, Helio. Qué bueno que estás aquí. Me agrada tu puntualidad. - me saludó mi oficial en jefe, volviéndose ya una costumbre el escuchar tal saludo. Parece que ya me acostumbré, sí, señor. — << Deberían darme un bonus de puntualidad por llegar temprano siempre. >> - pensé. - Bueno, ya estoy aquí. ¿A dónde quiere que vaya ahora? - pregunté. — Antes que nada, creo que a estas alturas ya deberías haber escuchado del imperio Kriken, ¿no? — Sí, así es. Esos rojizos y puntiagudos. ¿Por qué? — Porque hemos detectado a un cazarrecompensas Kriken dentro de nuestro territorio. Se encuentra dentro del sistema de la estrella Egenoid. — Mmm... Conque Egenoid, ¿eh? - dije, pensativo. — Así es. Necesitamos que le brindes apoyo a los marines de la estrella Egenoid para atraparlo. — ¿Y por qué no se encargan de él los marines? ¿Acaso no pueden ellos solos? — La verdad es que las autoridades de la estrella Egenoid no me han querido decir, y no sé el porqué. Hasta ahora no se ha perdido el contacto con ellos, aparentemente. Sospechamos que podrían haber sido asesinados. Es por eso que te mando a ti, para que averigues qué está pasando. — << Mínimo deberían enviarme junto a Sailor V, para así ir acompañado... >> - volví a pensar. — Bueno, te pasaré las coordenadas de la estrella Egenoid y de tu objetivo. Buena suerte. Me di la vuelta y me dispuse a irme. Sin embargo, el comandante me dirigió unas palabras más. — ¡Ah! Helio, quisiera que supieras algo. - me dijo, haciendo que volteé a verlo. - Las próximas veces que nos veamos, que sea en la sala de reuniones de antes. Allí te daré los detalles precisos de tu misión. — De acuerdo. — Bien, ahora sí puedes retirarte. — Entendido, señor. - dije, y me marché de allí rumbo al hangar. Como siempre, llegué a la nave y noté que me habían llegado las coordenadas. Puse rumbo hacia mi objetivo, que estaba algo lejos, pero con el generador de agujeros de gusanos (gracias, tecnología Chozo) no me toma ni un minuto en llegar. Llegué al sistema de la estrella Egenoid, una enana naranja rodeada por 7 planetas (como pasaba con Trappist-1, sólo que allí hay una enana roja en vez de naranja), con 3 de ellos en la zona habitable. Las coordenadas me llevaban al cuarto planeta, Egenoid e. Lo analicé para obtener sus datos (mmm... Creo que el estar conectado a la base de datos federal me da acceso a todos los datos planetarios, así que debería pensar en si dejar de hacerlo o no). Cuando me acerqué al planeta, fui interceptado por una flota de la Federación, la número 12 para ser exacto. — Se encuentra entrando en territorio de la Federación Galáctica. Por favor, identifíquese. - me dijo un operador a través del comunicador de mi nave. — Emm... ¿Acaso no les dijeron que vendría? — Espera, déjame comprobar. ... Listo. Sí, eres Helio Cabrales. Vienes bajo órdenes del comandante Adam Malkovich. — Oigan, ¿alguien me puede decir qué está pasando? — La verdad es que ni nosotros sabemos lo que ocurre allá abajo. De repente perdimos contacto con el personal de la base en tierra. — ¿Y por qué no bajan a averiguarlo? — Nos dieron la orden de permanecer en órbita alrededor de Egenoid e hasta que nos informase de algún inconveniente. — << Eso suena como la excusa perfecta para enviarme solo. >> - pensé. - ¿Y acaso no saben que hay un Kriken allá abajo? — ¡¿Qué?! ¡¿Un Kriken?! — Nah, olvídenlo. Me encargaré de él yo solo. - terminé, y bajé al planeta. — ¡Espera! - me dijo el operador, pero no lo escuché y proseguí mi camino. Mientras me dirigía a la base federal de Egenoid e, a medida que atravesaba la atmósfera, alcancé a observar un paisaje similar al terrestre, con lagos, valles, montañas y demás, y sobre todo, había agua en estado líquido, además de nubes y hasta hielo en la cima de los picos elevados más altos. Pero lo que más destacaba era la vegetación, que poseía una tonalidad anaranjada (recuerda que el color de la vegetación depende de la iluminación y del tipo de estrella). Bueno, como sea, aterricé afuera del complejo federal, una estructura con 3 torres acomodadas en forma triangular con campos de tiro, naves Hygieia (que, extrañamente, se encontraban en buen estado) y, obviamente, zonas de aterrizaje con sus respectivas balizas. Yo aterricé en la zona de aterrizaje 3. — Presiento que aquí me encontraré a alguien. Deséame suerte. - dije, tomando el ascensor y bajando de la nave. — ¡Pero Helio...! - trató de detenerme Samus, pero no pudo. Bajé de la nave, observando los árboles con hojas naranjas (y que por cierto su tronco era muy alto, y no por la gravedad) y la cercana base. Al igual que hiciese en los otros planetas, alcé mi cañón, caminé lentamente con la mirada puesta hacia el frente y me adentré en el interior de la base (afortunadamente la entrada estaba disponible para entrar. Vaya...). En el interior se mostraban los indicios de una batalla que había ocurrido hace no mucho, con las paredes llenas de agujeros, ventanas rotas, cadáveres de soldados desperdigados por el suelo, atravesados del cráneo y con un orificio circular que permitía ver el otro lado (ah, y si te lo preguntas, la armadura de estos marines es naranja con visor rojizo. La verdad, desconozco la razón del cambio de color entre divisiones de marines. Por ejemplo, los marines de demolición poseen armaduras marrones y luces y visores de color amarillo. No lo entiendo), además de luces auxiliares de color rojo, ya que algunas fueron destruidas. Seguí atravesando los pasillos de la base, pasando por varios pisos y cruzando varias zonas de interés. — Bueno, ya puedo dar por muerto a todo el personal de la base. - comenté. — No des eso por sentado. Quizás haya algún sobreviviente. - me dijo Samus por comunicación. — Bueno, pero ya sabes cómo soy. — Debes dejar a un lado esa actitud tan pesimista. — Podría ser... Nadie me ha dicho que lo haga, así que ¡nah! Seguí así, avanzando por el interior de la base, hasta que escuché un grito de ayuda, seguido de sonidos de varios disparos, tanto seguidos como de una especie de francotirador. — ¡Por favor! ¡Que alguien me ayude! - se escuchó una voz masculina en las cercanías, o bueno, mejor dicho, a lo lejos. Comencé a rastrear el origen del grito. Corrí por todas partes, atravesando salas de reuniones, comedores, salas de ocio y hasta baños, hasta que al fin di con el origen: la zona del jardín central, el área de recreo de los soldados (o bueno, una de las varias zonas con dicho fin). Allí se encontraba uno tirado, suplicando misericordia a alguien que venía buscando, encontrándome con un sujeto de piel roja, forma insectoide (aunque no tanto), extremidades puntiagudas y una cabeza flotante con un círculo también rojo. Su brazo derecho terminaba en un cañón orgánico. Era el Kriken que buscaba, sin duda alguna. — ¡Hey! ¡Tú! ¡Deja en paz a ese hombre! - le grité, alzando mi cañón y cargando mi rayo de ondas. — Oblígame. - dijo, disparando un potente láser rojo y atravesando la cabeza del marine indefenso. — ¡HIJO DE PERRA! - grité a todo pulmón, y contraataqué con un súper misil en respuesta a lo que hizo. Este esquivó el misil de un salto. Ya recobrada la calma (en la que volví a respirar mientras mi adversario volvía al suelo y me apuntaba con su cañón), tuve la osadía de preguntarle... — ¿Y tú quién eres? - le pregunté, señalándole con la mano, en busca de una respuesta. — Me llamo Trace. Provengo del glorioso imperio Kriken. He sido enviado aquí para colonizar este planeta. - se identificó mi adversario como "Trace". — Bueno, con eso y con lo que has hecho en esta base tengo más que suficientes pruebas para comprobar que eres una amenaza. ¡Prepárate! - dije, preparando mis misiles. — Bien. ¡Prepárate para ser aniquilado! Cuando empezó la batalla, procedí a escanearlo rápidamente, al igual que Weavel, Sylux y Noxus. Cosas que descubrí: su arma afín, el Imperialist (el láser rojo rapidísimo con el que mató al marine de antes, y seguramente a todos los demás) y su forma alterna, el Triskelion. Lo primero que hice fue dispararle un misil, pero él se transformó en su forma alterna, parecida a una araña (por sus extremidades) y lo esquivó (mmm... ¿Soy yo o siempre inicio las batallas con misiles? Creo que ya mejor cambio esa norma). Rápidamente cambié al rayo de ondas y disparé en repetidas ocasiones, pero el Triskelion era demasiado rápido. Probé con un disparo cargado, y le atiné parcialmente, ya que se congeló de una de sus patas, efecto producido por la combinación con el rayo de hielo. Hecho esto, utilicé el rayo enganche para arrojarlo contra una pared (técnica muy empleada contra otros cazarrecompensas, menos con Sailor V). A pesar del daño, Trace logró reincorporarse y atacar con su Imperialist, que muy apenas pude esquivar con mi defensa sensorial. Aun así, volví a atacar con un súper misil que le dio de lleno. — ¡Ja! ¡Tómala! - dije, victorioso. Pero Trace estaba lejos de rendirse. A pesar de la explosión de gran calor (no tanto comparado con el producido por una bomba de energía), el Kriken logró reincorporarse como si nada y atacar nuevamente con su rayo rojo. Como el láser era muy rápido, esta vez no lo pude esquivar, reduciéndome una cantidad considerable de energía (al menos no me dio en la cabeza, porque me habría bajado más energía de la barra). Ya harto, utilicé una bomba de energía para intentar vaporizarlo, pero no funcionó. Volví a ser golpeado por el láser. Como quedé aturdido por el golpe del Imperialist, perdí de vista a Trace. Lo buscaba por todos lados, pero no lo hallé. Incluso miré hacia los pasillos de arriba del jardín central, pero nada. Mi retícula no detectaba nada. En eso, fui embestido por atrás por el Triskelion, que me había aplicado un golpe salto con su pata trasera de las 3 que tenía. — ¡Ah, mierda! - exclamé. Apunté rápidamente al Triskelion y lo enfoqué, comenzando a disparar desenfrenadamente mi rayo de ondas para tratar de provocarle daño. Debido a su rapidez, esquivó todos los disparos, y se lanzó nuevamente contra mí, pero esta vez de frente. Me lo quité de encima con una patada y traté de enfocarlo, pero se movió tan rápido que lo perdí de vista nuevamente. Otra vez me encontraba mirando a mi alrededor, esperando a que hiciese algún movimiento para dispararle. Un disparo del Imperialist me llegó de la nada, de algún lugar de los alrededores. Lo esquivé. Unos segundos después, vuelvo a recibir otro disparo, y lo esquivo de nuevo. No sabía de dónde venían todos esos disparos, así que no tuve de otra que mirar a mis alrededores para tratar de encontrar a mi tirador. Me la pasaba dando vueltas para tratar de localizarlo. En eso, por el rabillo del ojo, alcancé a divisar que apareció de la nada para disparar. ¡Se hacía invisible si se quedaba quieto! — ¡Ajá! ¡Ya te vi! - grité, disparando un súper misil. Trace se movió rápidamente y el misil impactó en la pared. Luego de eso, lo perdí de vista. No sabía a dónde se había ido. Mi nave se posó sobre la nave, no sé para qué. — Helio, tenemos problemas. Ha escapado de la base. - me informó Samus. — ¿Qué? Bueno, no hay problema. Iré tras él. Salí rápidamente de la base (que por cierto no he mencionado cómo se llama. Su nombre es "Tri-Alone") y puse en práctica (o sea, la demuestro ahora) la otra mejora que obtuve en Zebes: la aceleración. Acumulé energía en los propulsores que poseía en la espalda, y luego me envolví en un halo de energía azul. Además, y como es obvio, mi velocidad se vio incrementada conseiderablemente (lo bueno de todo es que la armadura me permite moverme muy rápido, porque de lo contrario acabaría muy cansado, o mejor dicho, no podría moverme tanto). Rápidamente le pedí a Samus que rastreara la zona en busca de Trace, y lo encontró. Iba desplazándose con rapidez hacia el este, aunque no tanto como yo. Para apoyarme, llamé a mi nave para perseguirlo a través de la montaña (ah, y por cierto, derribaba cuanto árbol se pusiera en mi camino). En cierto momento de la persecución, salté hacia arriba con el supersalto para subirme a mi nave y alcanzarlo aún más rápido. Cuando por fin lo vi, acercándose a una cueva, bajé y volví a correr. En cuanto lo tuve a mi alcance, me arrojé hacia él cargado de energía, dando un gran salto horizontal (según Samus, esta habilidad secundaria se llama "Técnica cometa"). Lo embestí con mucha fuerza y ambos chocamos la pared de entrada de la cueva. Entramos en un combate cuerpo a cuerpo, pero en el suelo. Él trataba de encajarme sus partes puntiagudas, mientras que yo atacaba con contragolpes y puñetazos. Después de darle un golpe en la cara, me levanté rápidamente y activé mi rayo enganche para aferrarlo y azotarlo contra el piso varias veces. Lo azoté una y otra vez, tal y como lo hice con Noxus (aunque no llegué al extremo de quebrar ninguna capa de hielo). Cuando vi que lo había azotado lo suficiente, lo acerqué a mí y le propiné un rodillazo que lo aturdió. Hecho esto, lo volví a azotar con fuerza contra el piso. Lo arrojé algo lejos de donde estábamos, y lo dejé algo malherido, así que no tuve ningún problema con acercarme caminando. — ¡Ríndete! ¡Te he vencido! - le dije, acercándome lentamente a él y apuntándole con mi cañón. — ¡Jamás! ¡Nunca me rendiré ante un humano, y menos ante el sucesor de Samus Aran! - me exclamó, molesto por su derrota, y porque le había dado caza, además de los azotones. — Sabes, ya me acostumbré a que la gente me llame así. Y ahora, te daré tiempo para que me digas por qué no debo volarte la cabeza. - volví a decir, comenzando a cargar mi rayo. — Porque... ¿tú crees que quiero hacer esto? — ... ¿Qué? - dije. — El dictador del imperio Kriken nos obliga a conquistar nuevos mundos con el fin de expandir nuestros límites y fronteras. Digamos que es como un "rito del pasaje". — ¿Qué? - aún no podía creérmelo. — Cuando llegamos al periodo de madurez, o como los tuyos lo llaman, "adolescencia", somos enviados al espacio con tal de buscar nuevos mundos para invadirlos y conquistarlos. Somos enviados completamente solos, sin grupos ni nada. Yo me encuentro ahora mismo en ese proceso, debido al fracaso que tuve anteriormente. — ... No te creo. — ¿No me crees? — Se supone que fuiste enviado a la galaxia Tetra para obtener la fuente del poder. — Lo hice bajo órdenes del dictador. — ¿Ah, sí? — Tengo pruebas para demostrártelo. — ... A ver, quiero ver. - dije, para asegurarme. En eso, una nave en forma de punta de flecha, de color rojo oscuro con negro, apareció en el cielo y descendió a ras de piso. — Ven. Acompáñame. - me dijo, ya levantado, invitándome a subir a su nave. — Mmm... Está bien. - accedí, no muy convencido, pero con mi cañón preparado por si acaso. El interior era algo compacto, pero bastante grande como para permitirme entrar, además de Trace. Allí vi que el interior compartía los mismos colores que el exterior, además de muchos botones, 3 ventanales acomodados en forma de ">" hacia abajo y una especie de agujero para insertar el cañón orgánico (no quiero imaginarme si hay algo adentro que te pique o te inserte agujas. Brr...). Con su brazo izquierdo, Trace oprimió unos botones que desplegaron unas imágenes holográficas (todas en color rojo). En ellas se mostraban imágenes de cientos de Kriken siguiendo las órdenes de uno de rango mayor, el supuesto dictador (en cierta manera, me recordaba a la antigua Corea del Norte). En otras se apreciaban tropas Kriken conquistando un planeta, y en otra se veía claramente al dictador, sentado en un trono. — Ese es el dictador del imperio Kriken, Ymptos VI. Toda su familia se ha dedicado a desarrollar armamento militar y a conquistar el espacio, independientemente de si tenemos que encargarnos de cualquier civilización incauta. — << Mmm... Esto refuerza lo que pensé: el imperio Kriken es como la antigua Corea del Norte. >> - pensé. Trace oprimió otros botones de su panel. Se desplegaron imágenes de naves (que él identificó como "cazas de combate Kriken") como en la que estábamos. Algunas surcaban el espacio, otras entraban en la atmósfera de algún planeta y otras de varios Kriken sometiendo a miembros de una especie desconocida. — Este es el rito del pasaje. Somos enviados al espacio en busca de mundos para conquistar. En caso de encontrar uno, una armada entera es enviada desde el mundo natal hasta el mundo conquistado. — ¿El mundo natal? - pregunté. Las imágenes cambiaron a las de un planeta con apariencia rojiza, similar al planeta pirata, aunque no mecanizado e industrializado (te vuelvo a recordar que el color de las plantas varía dependiendo del tipo de estrella). — Este es mi planeta de origen, Kriken Prime. De allí provengo yo y todos los demás que hemos sido obligados a pasar el rito. — ¿Acaso no han pensado en deshacerse del dictador? Se ve que es una especie de demonio para ustedes. — ¡No se puede! Muchos ya lo han intentado pero han fallado. Comencé a pensar en todos los Kriken que seguramente estarían pasando por lo mismo que Trace, y todo por un dictador, al igual que como pasase hace siglos en Corea del Norte. En vez de expandirse como cualquier civilización, prefieren hacerlo junto al desarrollo de armas. Me gustaría hacerles un favor a todos los Kriken y a Trace matando al tal Ymptos VI, a ver si así los libero de una tortura. Con toda la explicación dada, bajé de la nave y me puse a pensar. En eso, los bordes de mi visor se tornaron verdes, y encima escuché el sonido de un disparo, así que utilicé la defensa sensorial y esquivé el proyectil, que impactó en un árbol y lo atravesó. Era el Imperialist. — ¡Lo sabía! ¡Sabía que me engañabas! - dije, cambiando la configuración de mi cañón a la de misiles. Él también me apuntaba. — No es eso. Es sólo que..., si alguien se interpone en mi camino, debo eliminarlo... ¡Todos deben ser sometidos ante el increíble poder del imperio Kriken, a pesar de que no quiero! ¡NO QUIERO! - me dijo, y lo dijo de tal manera que parecía que en verdad no quería hacerlo. Me pregunto si todos los Kriken que son enviados al espacio sienten lo mismo. — ¿Ya puedes dejar de actuar como un engreído y contarme toda la verdad? Sé que me estás mintiendo, y eso que no tengo instalado un detector de mentiras. — ¡Te he contado todo lo que sé! ¡Todo! En eso, recibí una transmisión de alguien de la doceava flota. — ¿Cómo va todo? ¿Actuamos ya? - me dijo el mismo operador de antes. — Calma. Tengo todo bajo control. - le respondí. Trace vio todo esto, así que siguió apuntándome con su cañón. — ¡¿Con quién hablabas?! - me preguntó, ya alterado. — Cálmate. Tienes que relajarte. Para que veas que yo tampoco miento, hablé con la Federación Galáctica. No me han ordenado capturarte, sino que sólo que han querido saber cómo va la situación. Y ya les dije que todo está controlado, así que no te preocupes. — ¡Mientes! ¡Contactaste con ellos para capturarme! — << Mierda... ¿Cómo es que sabe mi objetivo? >> - seguía pensando. - Mira, aunque me mandaron con ese objetivo, ahora que me has explicado todo esto, no pienso entregarte a la Federación. — ... ¿Ah, no? — No. Simplemente dejaré que te vayas. No tienes por qué colonizar un planeta de la Federación. Simplemente puedes conquistar un mundo que el gobierno federal no haya investigado por considerarlo demasiado lejano. Llamé a mi nave para retirarme, no sin antes notificarle al Kriken lo que iba a hacer antes. — No voy a atacarte. Sólo me voy a retirar. Pero primero tengo que hacer algo. — Eso espero. - me dijo, aún apuntándome. Me comuniqué con la doceava flota para decirles que todo había sido controlado. — Señores, la cosa ya fue controlada. No hace falta que acudan a ayudarme. - les dije, pasando a hablar con Trace. - ¿Ves? Ya me hice cargo de todo. Ahora puedes irte sin que la flota te persiga. Claro, tendrás que irte por otra zona si no quieres ser detectado. Como su nave había quedado algo alejada, y ya para irse, Trace llamó a su vehículo remotamente para abandonar el planeta. — Bueno, ya todo ha quedado aclarado. Ha llegado el momento de retirarme. Nos vemos. Viendo que ya todo estaba solucionado y había hecho las paces con él (me gusta terminar bien las cosas, es decir, por las buenas), me di la vuelta para regresar a mi nave. En eso, recibí un disparo del Imperialist en la nuca, dejándome con muy poca energía (si de por si la batalla me redujo bastante mi medidor). Caí al piso, casi inconsciente. Mientras, Trace pasaba a un lado mío, caminando tranquilamente. — Gracias por escucharme. Y perdón por el disparo, pero no quiero que me veas. Ahora, esperemos no toparnos en otra ocasión. Al menos hasta que haya conquistado un planeta. - dijo, despidiéndose, abordando su nave y volando al espacio. Debido a todo esto, acabé por perder el conocimiento. Me desmayé. Para cuando desperté (con los bordes del visor brillando en rojo, al igual que las demás luces de mi traje), observé a varios marines locales observándome. Ellos estaban de pie alrededor de mí. Me levanté poco a poco, pero estaba algo debilitado, así que me ayudaron. — ¿Te encuentras bien? - me preguntó uno de los marines. — S-sí... Estoy bien... - respondí. — Se ve que te atacaron por la espalda. - dijo otro. — << Vaya... No me digas... >> - pensé. - ¿Y qué ha pasado con el Kriken? — Lo encontramos abandonando el planeta, pero desafortunadamente logró escapar. Tal parece que lo asustaste. — << Bueno, al menos ya me explicó por qué. Ojalá que encuentre un planeta que conquistar, fuera del territorio de la Federación. >> - volví a pensar. - Sí... Lo hice... De acuerdo, ya lo atraparemos después. De eso estoy seguro... tal vez. - dije, y me dirigí a mi nave (aparte de que me recuperé concentrándome) mientras los marines iban a la base "Tri-Alone" a revisar los daños. Otra vez no sentía que fuese una misión exitosa como ha pasado antes. Sentía que había fallado nuevamente, al igual que pasase con Sylux (aunque bueno, de esa misión conseguí un nuevo amigo, de esos que ocupo porque no tengo, como Sailor V). Con eso, regresé al cuartel general en la Tierra para informarle al comandante personalmente de la misión (a pesar de que dije que ya no quería hacerlo de esa manera, preferí seguir haciéndolo). En cuanto llegué, el pánico volvió a apoderarse de mí. Estaba temeroso de lo que me pudiese decir, ya que una vez observé cómo le gritaba a un soldado por alguna razón que no supe. No quiero que pase eso conmigo. Volví a encontrarme frente a la puerta de su despacho. Estaba entre entrar o no. Finalmente apreté el puño derecho y accedí. Allí se encontraba el comandante, contemplando el atardecer acompañado de varios edificios. — Oh, hola, Helio. Tu llegada fue inesperada. - me saludó, aunque eso no quitaba mi estado de nervios. — Señor, tenía una duda respecto a la misión que me encomendó. - dije, y a partir de aquí, parecía que mi ritmo cardíaco iba en aumento. — Adelante. Dímela. — ¿El objetivo era aprehenderlo, capturarlo o eliminarlo? Porque... — ¿Porque...? — Porque... se me fue. — ¿Qué? — ¡Perdón, señor! ¡Perdón! ¡Es sólo que... me explicó por qué estaba ahí, y confié en él! ¡Y me disparó por la espalda! ¡Por favor, no me castigue! ¡Hice lo mejor que pude, de verdad! ¡Por favor, no me reprenda! - dije, completamente aterrado por lo que podría pasar... de nuevo. — Así que no ayudaste a los marines de la estrella Egenoid con el Kriken. — ... Ah, sí. Bueno, los ayudé a deshacernos de él. Lo ahuyentamos, así que no creo que vuelva a causar problemas. — Bueno, eso cumple con el objetivo de la misión, que era ayudar a los marines con la amenaza. — ¿Ah, sí...? — Por supuesto. Te enviaré la paga a tu cuenta personal. — De acuerdo... Gracias, señor... - dije, extrañado. — Puedes retirarte. — Entendido, señor. - terminé, y salí de la habitación. Mientras caminaba hacia el hangar, se me hacía extraño que el comandante no me hubiese regañado. Pensaba que, por no haber eliminado a Trace, me gritaría justo como al soldado de la otra vez. Todo esto me hacía pensar. ¿Estaría haciendo mal las cosas dejando a mis adversarios con vida? Sylux y Trace son un ejemplo de que poseo algo de misericordia, a pesar de que eran rivales. ¿En verdad estaré haciendo las cosas bien? A medida que me acercaba al hangar, ese pensamiento no me dejaba en paz. Cuando llegué a mi nave, y antes de partir hacia mi casa, me dispuse a hablar con Samus. — Samus, viste todo eso, ¿verdad? - le pregunté a mi IA, quien siempre está al pendiente de lo que me pasa. — Así es. - me respondió. — ¿Te crees que el comandante no me haya regañado? — Normalmente reprende a quien sea que no obedezca las órdenes, pero... en este caso, fue diferente. — ¿A que sí? — Sí. A mí también se me hizo extraño que no te haya reprendido por eso. Cuando estaba viva, como nunca le mentí ni nada, nunca llegó a reprenderme, ni siquiera cuando emprendí mi misión zero. — ¿En serio? Pues vaya... Será mejor no preguntarle, por si acaso. — Así es. — Bueno, te dejo. Voy a bajar. — De acuerdo. Descendí de la nave y entré en mi casa (ah, y por cierto, ya se construyó un espacio para mi nave, una especie de cochera, al igual que hizo Sailor V). Aún era de tarde, así que llegué a tiempo para comer (y, claro, ver ya tú sabes qué programa). Hecho eso, me senté en el sillón de la sala (bueno, es que en realidad tengo varios) y me comuniqué con alguien de mi lista de contactos, así que escogí a Sailor V (espero no estarla fastidiando a cada rato). — Hola, Mina. - saludé. — ¿Helio? ¡Qué sorpresa! ¿Qué tal? - me respondió. — Pues acabo de completar una misión que me encomendó el comandante Malkovich. ¿Qué hay de tu lado? — Yo estoy desocupada en mi casa. Artemis está aquí conmigo. — ¿Artemis? Hablas del gato, ¿verdad? — Sí, así es. — ¿La Federación no te ha mandado a algún lado? Ya dije de dónde vengo. — Cierto. ¿Y a qué planeta fuiste? — ¿Conoces la estrella Egenoid? — Sí. — Bueno, pues fui a Egenoid e y ahuyenté a un Kriken. — ¿Un Kriken? Hace mucho que no me he topado a uno de esos. — ¿Te los has topado? — Sí. Son un verdadero dolor de cabeza, en especial si van en grupos. — Yo tuve la suerte de que nada más me tocara enfrentarme a uno. Se llamaba Trace. — Trace, ¿eh? — Sí, así se llamaba. ¿Sabías que el imperio Kriken se rige por un dictador? — ¿Un dictador? Creía que se regían por emperadores, como en las antiguas dinastías de Bryyo. — Yo me imaginaba algo más o menos similar, pero ya sabes cómo son las cosas en el universo: siempre pueden cambiar de una forma que no te imaginas. — Sí, ya lo sé. — Y... ¿no tienes planes o algo? — Voy a juntarme con algunas amigas. Además, Armand y Catherine están aquí, en mi casa. — ¿Qué? Vaya, entonces lo lamento. No sabía que tenías visita. — No pasa nada. Ellos comprenden. — Uf, menos mal. — Mira, tengo que desconectarme, ya que mis amigas ya van a llegar. Pero no te preocupes, podemos hablar luego, ¿vale? — De acuerdo. — Bien, entonces nos vemos. ¡Adióoos! — Adiós. - dije, y se cortó la comunicación. Ay, Sailor V... Una gran amiga... Me pregunto si haríamos buena pareja... de cazarrecompensas (hasta ahí, porque sólo la veo como una amiga, a pesar de que ya la he vissto y he de admitir que es linda). Mientras pensaba en cosas así, como en mis demás amigos cazarrecompensas, me fijé en que el tiempo seguía transcurriendo. Ya eran las 8 de la noche. — << Vaya, me la pasé todo este tiempo pensando. >> - pensé. Como había llegado alrededor de las 4:30 de la tarde a mi casa, ya era la hora de cenar. La verdad es que no hubo nada interesante, sólo vimos el Telediario nocturno y ya. Pasó el tiempo y todos se fueron a dormir, incluyéndome. Sin embargo, a las 11:30, me desperté, me puse el traje Zero y abordé mi nave, aunque no para despegar, sino para hablar con Samus (que, a pesar de no contar como una persona, ya que es una inteligencia artificial, es la gente con la que más confío). — Helio, ¿qué haces despierto a estas horas? - me preguntó, obviamente extrañada. — Es que... quería hablar con alguien. - le dije, algo apenado. — ¿Y por qué no hablaste con tu madre? — Es que... no le tengo mucha confianza. Siento que podría contarle a las vecinas. — En verdad que no confías en nadie, ¿eh? — Sí... — Bueno..., ¿de qué quieres hablar? — De las misiones que he tenido últimamente, concretamente la de los cazarrecompensas. — ¿Qué tiene de malo? Has cumplido con ellas satisfactoriamente. — Yo no me siento así. Con Sylux y Trace, siento que he fallado. — ¿Fallado? Yo no lo creo. Si fuera así, el comandante Malkovich te lo habría dicho. — Lo sé, lo sé, pero... aun así, no me siento satisfecho. — En verdad que eres complicado... — Todos lo somos. Hasta tú, que ya no eres una persona. — En eso tienes razón. — ... — Bueno, tan sólo piensa que has cumplido bien con tus misiones. Eso es todo. Yo hacía eso. — Tú, pero yo... Ambos somos diferentes. Tenemos diferentes formas de pensar. — Así es. — Hmm... - suspiré. - Bueno, gracias por haber hablado conmigo. — No fue nada. Recuerda que conmigo tienes a alguien con quien puedes hablar. En serio, recuérdalo. — ... Sí, lo haré. Gracias. - me despedí, y bajé. Con esa plática, con la que me sentí algo mejor, bajé de mi nave, volví a ponerme mi pijama y me dormí. Esos pensamientos no se me fueron de la cabeza, por lo que no pude dormir bien. Aun así, terminé por caer dormido. |
Capítulo 15
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Spire |
Hoy es el comienzo de un nuevo día y de un nuevo comienzo para dar pie a nuevas misiones que deben ser completadas con éxito (Modo Poeta activado, je, je). Me levanté de la cama, la tendí y la acomodé, bajé al comedor y desayuné mientras veía Vivalavi (en serio que ese tal Ángel Castro es todo un castroso con el pobre de Miguel Díaz). Cuando terminó el programa, me puse el traje Zero y abordé mi nave, donde recibí una transmisión del comandante. — Helio, necesito que vengas. Tengo una nueva misión para ti. - decía. Como era obvio, puse rumbo al cuartel en Arcadia. Aterricé en un hangar e hice el recorrido de siempre. Esta vez fui a la sala que el comandante me dijo, en la que les instruían a los soldados del ejército lo que debían hacer en sus misiones. — Oh... Vaya... - dije, asombrado por la sala. — Sorprendente, ¿verdad? — Bueno, tengo que admitir que sí. — Ahora, vayamos con los informes. - dijo, pasando a mostrar imágenes de un planeta geológicamente activo y, aparentemente, donde escaseaba el carbono (el material del que están hechos todos los seres vivos de la Tierra). — Este es Mondreus, un planeta volcánico altamente activo. - me informó mi comandante. — Mondreus... - repetí. — Según los pocos reportes de exploradores que han sido enviados allí, se han encontrado ruinas pertenecientes a una antigua civilización, aunque no se ha podido determinar si se trata de los Chozo o de alguna otra. Tu misión es ir y averiguar de qué especie son esas ruinas. — Entendido. — Además, se ha detectado cierta "actividad sospechosa" procedente de ese planeta. Podría tratarse de piratas espaciales. Tu otro objetivo es tratar de averiguar de quién se trata. — De acuerdo. — ¿Alguna objeción? — No, ninguna. — Bien. Entonces ve. - dijo, y la reunión finalizó, con los hologramas apagándose. Caminé lentamente hacia la puerta de salida. Estaba pensando en las recientes misiones que había tenido. Todas habían sido de exploración. Todas, sin excepción. Y en la mayoría me he encontrado con cazarrecompensas de múltiples especies, véase a Weavel, Sylux, Noxus y Trace. Con uno tengo una rivalidad, 2 son mis amigos y con el último... no sabría qué decir. Quiero decir, ya he encontrado muchas mejoras y me parezco mucho en armamento a Samus Aran, pero sentía que no sería capaz de superar lo que ella dejó (de hecho, nadie lo logrará jamás. Ni yo ni ningún otro cazarrecompensas que pueda llevar las iniciales S y A). Estaba dándole muchas vueltas al asunto, así que me detuve enfrente de la salida y volteé para mirar al comandante, quien al parecer había notado mi estado. — Señor, tengo que decirle algo. - dije, algo tímido. — Dime. - me dijo, serio. — Verá: lo que pasa es que muchas de las misiones que me ha encomendado últimamente han sido muy repetitivas, ya que sólo se basan en explorar planetas. ¿No podría asignarme otras, como atacar bases piratas o rescatar rehenes de terroristas en las colonias exteriores? - le expliqué. — Ese trabajo le pertenece a las fuerzas armadas de la Federación. Además, también se ha solicitado la ayuda de varios cazarrecompensas para tales labores. ¿Acaso tienes algún problema? - me respondió. — N-no, señor. Tan sólo quería comentarlo. - dije, asustado porque pensé que podría reprenderme. — ... Bien. Entonces puedes puedes retirarte. Tras salir de la sala de conferencias, suspiré y miré mi cañón mientras lo levantaba levemente. Pensaba en lo que acababa de pasar. En serio que soy un miedoso. Después de eso, observé la palma de mi mano y luego el círculo luminoso que tenía en la parte de atrás, y volví a suspirar mientras cerraba el puño. Cabizbajo, tomé el camino de vuelta al hangar. Cuando abordé mi nave, Samus notó claramente ese cambio en mi forma de estar, así que no dudó en preguntarme (¿quién diría que la consciencia de una persona muerta digitalizada en un ordenador sería más comprensiva que la propia persona que fue en vida?). — ¿Ocurre algo? - me preguntó. — No... Nada... - dije, desanimado. — No te creo. Sé que algo te afectó. ¿Qué es? — Que nada. De veras. — Sigo sin creerte. Ya te dije que puedes confiar en mí para hablar de lo que quieras. — ... Bueno. Lo que pasa es que... quería quejarme con el comandante. — ¿De qué? — De mis misiones. Últimamente todas han tratado de lo mismo: de explorar. Explorar y nada más. Claro, he conocido a nuevos cazarrecompensas y obtenido nuevas habilidades, pero... siento que he caído en una monotonía repetitiva. — ¿Y por qué no le dijiste? Lo hubieras hecho y él lo habría comprendido. A pesar de que es algo duro, he notado que es algo más flexible contigo. Deduzco que es porque le recuerdas a mí cuando estaba en el ejército de la Federación. — ¿Tú lo crees? — Sí. Aunque, a diferencia de ti, yo a veces era rebelde y me salía con la mía. — Recuerda que todos somos diferentes. Tú eras callada y solitaria, mientras que yo soy pesimista y negativo. — Ya te he dicho que cambies esa actitud. Un protector de la galaxia no debe de pensar de esa manera. — << Protector de la galaxia... >> - repetí mentalmente esas palabras. — Bueno, será mejor que no pierdas más tiempo y te encamines a Mondreus, que luego Adam se va a enojar. — Puf... - suspiré. - Sí... - dije, y me puse en camino. Ya sabes cómo funcionan mis viajes, ¿para qué repetirlo? Me alejo de la Tierra hasta una distancia considerable (lejos de todos los sistemas de defensa y estaciones espaciales) y activé el generador de agujeros de gusano. Atravesé el hiperespacio y llegué a mi destino, topándome con lo mismo que había visto en la informativa del comandante: un planeta volcánico. Volví a escanear el planeta para saber su composición atmosférica y demás cosas, y me fijé en que no había nada de oxígeno (lo que me complicaría las cosas si se me rompe el visor, ya que lo que más abunda es el dióxido de carbono). Atravesé la atmósfera (que por cierto me fijé que hacía calor, demasiado, pero mi nave podía soportarlo, además de que poseo el traje climático) y, mientras descendía, observé las ruinas de una antigua ciudad. — Allí están las ruinas de las que habló el comandante. - confirmé, y me dirigí hacia allá. Aterricé cerca de la ciudad. Antes de descender, observé el paisaje volcánico a través del cristal de la nave. — Por ningún motivo te quites el casco, Helio. La atmósfera de este planeta no contiene nada de oxígeno. - me advirtió Samus, hecho que ya sabía. — Entendido. Lo tomaré en cuenta. - confirmé la advertencia, y me retiré. Bajé de la nave y comencé a caminar por el paisaje, observando algunos ríos de lava que era mejor no pisar. Seguí caminando hasta toparme con las dichosas ruinas, pero de inmediato percibí que no eran ruinas Chozo, sino de alguien más. ¿De quién? No lo sé. Me dispuse a investigar dichas ruinas. La mayoría de los edificios eran pirámides como las de Teotihuacán (se nota que las pirámides son comunes entre las civilizaciones antiguas), con algunos otros parecidos a las antiguas estructuras griegas. Me comuniqué con Samus. — Samus, ¿estás viendo esto? - le pregunté. — Sí, es increíble. - me respondió. — ¿Acaso no visitaste este planeta en vida? — No, la verdad no. Continué caminando hasta terminar en medio de una explanada, donde pensé que, por ser un planeta volcánico. Sin embargo, estaba muy alejado de la realidad. A medida que avanzaba más, acabé topándome con alguien muy corpulento, con sus hombros y espalda llenos de espinas anaranjadas. Sus brazos también poseen espinas: uno de ellos acaba en un cañón, mientras que el otro acaba en una esferota. Cabeza pequeña y con 2 cuernos, 2 ojos naranjas y una hendidura de aspecto metálico que posiblemente sea su boca. — Oh, emm... - solté, lo que llamó su atención. — Piensas destruir estas ruinas, ¿no? - me dijo, amenazante. — ¡¿Qué?! ¡No! ¡Yo no...! - dije, sorprendido, ya que no pretendía hacer nada. Tan sólo exploraba, como siempre. — ¡Eso no te lo permitiré! - dijo, y convirtió en una bola de roca con picos, y se puso a rodar. De manera inesperada, empezó una batalla. Antes de echarme a correr para evitar ser aplastado, hice lo de siempre (para no tener que repetir lo mismo) y descubrí varias cosas, como que era un Diamont, una raza presuntamente extinta; su arma afín, el Magmaul, un arma hipercaliente; y su forma alterna, la Avalancha, que era la misma bola rocosa que mencioné. En cuanto a la Avalancha, esta venía rodando hacia mí a gran velocidad, por lo que tuve que correr y, al ver que la tenía muy cerca, esquivarla. — ¡Hey, hey, hey! Cálmate. No pienso hacerte nada a ti ni a estas ruinas, y menos con ese mazote que traes por mano. - le dije, intentando tranquilizarlo, aunque se veía que no funcionaba para nada. Se detuvo a una distancia considerable y me disparó con su arma de hidrógeno hiperestático, lanzando sus proyectiles en trayectoria parabólica y produciendo una gran onda expansiva con cada uno (tal y como si fuese un lanzagranadas, de la misma forma que el Imperialist era como un rifle de francotirador). Me refugié detrás de unas rocas y disparé unos cuantos misiles (ah, y no lo he mencionado hasta ahora, pero para recargar los misiles tengo que mover el cañón de manera similar a una escopeta), pero el Diamont los esquivó y éstos terminaron por impactar en varios pilares de piedra, derrumbándolos y destruyéndolos. Esto terminó por derribar una de las estructuras parecidas a las griegas. — << ¡Tsssss! Ya valió... >> - pensé, viendo lo que pasaría a partir de ahora. — ¡NO! ¡Pagarás por eso, maldito! - dijo, y volvió a rodar hacia mí. — << Ay, no... >> - pensé. - ¡Perdón, fue un accidente! - exclamé. La bola con picos rodó rápidamente en mi dirección, con la intención de aplastarme. — ¡No, no, no, no, no! - dije, tratando de hacer que se detuviera, pero no funcionó, así que lo esquivé con la defensa sensorial. El Diamont seguía rodando, tratando de embestirme. — ¡Oye, cálmate ya! ¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no pienso hacerte nada?! - exclamé, ya enojado. Como no me hacía caso, cargué mi rayo de ondas para congelarlo y hacer que dejara de rodar, lográndolo. Hecho esto, disparé un súper misil para intentar dejarlo fuera de combate. Lo aturdí momentáneamente e hice que volviera a su forma normal, pero aún no era suficiente. — << Mierda... Su "piel" de piedra es muy resistente... >> - pensé. Se levantó y disparó sus proyectiles de magma otra vez, esquivándolos todos. Disparé mi rayo cargado y también lo esquivó, que impactó en un débil pilar, lo que avivó más su enojo. — << Ya me está cargando la... >> - seguía pensando. Le disparaba con rayos normales para tratar de frenarlo, pero la bola con picos desplegó un par de orbes de roca. Intenté esquivarla, pero pasó sobre mí, provocándome bastante daño (por el peso y por el golpe de la espada de fuego, los trozos que orbitaban la Avalancha). El ataque me costó una gran parte de un tanque de energía. — A... Auch... - solté, adolorido. El Diamont se detuvo bruscamente, regresó a su forma normal y comenzó a disparar el Magmaul. Yo, en el suelo, contraataqué con el rayo de ondas. Las colisiones entre rayos provocaban explosiones en el aire. Mientras seguía tendido en el suelo, se me ocurrió algo, y era detonar una bomba de energía cerca de él para vaporizarlo. Me convertí en morfosfera y rodé rápidamente hacia él, cargué energía y solté la bomba. La explosión resultante, debió acabar con él, pero para mi sorpresa, se encontraba completito. — ¡¿Pero qué mierda?! - exclamé, sorprendido tras volver a mi forma normal. — Deberías de saberlo. Los Diamont podemos soportar temperaturas muy extremas, como la de esa bombita que acabas de soltar. - me comentó, moviendo su mazo y dándome un golpe, mandándome a volar a un río de lava. Caí a la lava. Pensé que sería consumido, pero resultó ser que la armadura me protegía del peligroso material, pero a costa de mi energía, que se estaba reduciendo rápidamente, junto a una pequeña alarma y un sonido que representaba mis latidos, que sonaban demasiado rápido. Me apresuré a salir de ahí, a pesar de la viscosidad. Logré salir, aunque con menos de 2 tanques de energía. Cuando regresé a tierra, no encontré al Diamont, pero me asusté mucho al verlo justo a un lado mío (de hecho, mi corazón palpitó al verlo). Me dio un brutal golpazo con su mazo y salí volando por los aires. Aterricé bruscamente en el suelo. El golpe me había restado mucha energía. Y para sumarle más puntos, el Diamont disparó su arma de fuego contra mí, sin que pudiera moverme de donde estaba. Siguió así hasta dejar mi energía en niveles bajos, donde comencé a sentirme cansado y a jadear. Continuó hasta dejarme entre 0 y una unidad de energía, es decir, al borde de la muerte. Afortunadamente se detuvo, aunque yo estaba moribundo, respirando muy agitadamente. — ¡Eso es lo que les pasa a los que se atrevan a destruir las ruinas de la civilización Diamont! - gritó mi agresor. Observé la parte trasera de mi mano, que brillaba en rojo en vez de verde. Todas las luces de mi traje brillaban en rojo, y el Diamont amenazaba con azotarme con otra lluvia de disparos hasta carbonizarme. Me convertí en morfosfera para esconderme. En lo que mi enemigo me encontraba, aproveché para concentrarme y recuperar mi energía y misiles. Ya recuperado, me puse manos a la obra. Salí de mi escondite y le apunté con mi cañón para dispararle un súper misil. Este impacto llamó su atención. Como lo tenía lejos, comencé a correr para activar la aceleración y taclearlo a alta velocidad. Me detuve algo lejos y disparé otro súper misil. Repetí el mismo proceso de la aceleración, sólo que esta vez alcanzó a agarrarme, lo que me sorprendió, y me arrojó bastante lejos (en serio, los Diamont tienen una gran fuerza física, y es más que obvio que es por su composición rocosa). Regresó a su forma de Avalancha y se puso a rodar contra mí, así que me levanté y me eché a correr. Afortunadamente, estaba algo lejos de mí, así que pude activar la aceleración y utilizar la técnica cometa contra él. Como ambos íbamos a gran velocidad, el impacto fue tremendo. Su fuerza de rodaje sucumbió frente a mi impulso, arrastrándolo una cantidad considerable de metros. Yo, por mi parte, me apoyé sobre una pierna, apoyando la otra en el suelo y utilizando la mano para tratar de frenar. Como vi que había quedado aparentemente inconsciente, traté de escapar, así que corrí en dirección opuesta. Miré hacia atrás, sólo para toparme con que el Diamont se había levantado, por lo que me apresuré. Me encontré con una pared con salientes de las que me podía sujetar y otras más extensas en las que podía pararme. Volví a mirar hacia atrás, contemplando con horror cómo la Avalancha se aproximaba a gran velocidad. Comencé a subir la pared, utilizando el supersalto para darme ventaja en escalar las salientes, ya que el muro de piedra era muy alto. Cuando ya iba a la mitad, miré hacia abajo, y descubrí (con horror de nuevo) que la Avalancha estaba escalando el muro. — ¡Oh, ¿qué?! - exclamé, sorprendido por la capacidad de la Avalancha de subir paredes. Me apresuré en subir la pared con el supersalto e intentar seguir huyendo del Diamont, pero este era rápido escalando rodando, así que no le tomaría mucho tiempo en darme alcance. Alcancé a subir hasta el tope de la pared de piedra, pero el Diamont se encontraba demasiado cerca, así que provoqué una avalancha disparando un súper misil contra la parte de abajo de donde me encontraba, desatando una estampida de rocas que retrocedieron el avance de mi contrincante al derribarlo y hacerlo caer. Corrí y llamé a mi nave con tal de escapar de allí, pero no pude, ya que mi transporte fue impactado por un proyectil de magma, forzándolo a retirarse. — Lo lamento, Helio. No puedo recogerte si hay peligro. Además, no quiero poner en jaque la integridad de la nave. - dijo Samus, retirándose del lugar. Sentí unos pasos pesados detrás de mí. Miré a mis espaldas, sólo para ver que mi perseguidor había logrado subir. — ¡¿Ya quieres dejarme en paz?! - le grité, ya harto de tener que huir. — Tengo que destruir a quien sea que trate de destruir estas ruinas. - dijo. — ¡Ya te dije que no pretendo destruir estas ruinas! ¡Solamente venía a explorar! ¡Nada más! — Te creeré si logras vencerme en esta batalla. - dijo, y comenzó a caminar hacia mí. Obviamente mi fuerza física no era nada comparada con la de alguien hecho de roca, así que opté por usar mis súper misiles para tratar de frenarlo, y lo conseguí, tumbándolo. Una vez tumbado en el suelo, seguí usando dichos proyectiles hasta que se vació mi contador. Rápidamente me concentré y le apunté con mi cañón, cargando mi rayo de ondas y disparándole de lleno. Hice esto hasta que creo que le cambié un tono a los cristales que tenía, ya que vi que se apagaron un poco. — ¡Cálmate, Helio! ¡Te estás excediendo! - me dijo Samus, mientras que yo seguía torturando al Diamont. — Ahh... - suspiré. - Bien... - dije, y dejé de disparar, alejándome de él (aunque aún apuntándole). El Diamont se levantó débilmente. Los cristales que posee brillaban de un tono naranja apagado, y parecía que fueran a apagarse. También vi que no podía mantener muy bien el equilibrio. — ¿Ahora sí me vas a escuchar? - le pregunté, cansado de tanto huir y ver que la batalla aparentemente había terminado al fin. — Ahh... Ahh... - exhalaba, cansado. - Sí... Te escucho... — Mira, yo no vengo a destruir estas ruinas ni nada por el estilo. Sólo venía a investigar de quién pertenecían estas ruinas y una supuesta actividad sospechosa, y creo que resultaste siendo tú. — ¿Yo...? Pero si sólo estoy aquí para averiguar el destino de mi pueblo... — ¿Ah, sí? — Sí... — ¿No sabes qué fue lo que le pasó a los tuyos? — No, para nada. — ¿Y por qué te encuentras solo en estas ruinas? — Porque me encomendé la misión de ser el protector del legado de los Diamont. — << Protector del legado... Igual que ser un protector de la galaxia... >> - pensé. — No quiero que la llama de mi pueblo se extinga. Por eso he pasado la mayor parte de mi vida aquí, solo, sin conocer a nadie externo a Mondreus. — << Vaya... Y yo que pensaba que era solitario... >> - volví a pensar. - Vaya... Qué triste. — Ya me he acostumbrado a la soledad. — << ¿Por qué tengo que encontrar similitudes conmigo con cada cazarrecompensas con el que me encuentro? >> - seguía pensando. — En fin, que mejor vuelvo a mi base. Allí permaneceré hasta que mi fin llegue. Comenzó a caminar alejándose. Pensé en sus palabras, en que ha estado solo toda su vida en este planeta. Eso me llegó a lo profundo, ya que yo también me sentía solo, a pesar de contar con una familia que me apoyaba (en parte) y una inteligencia artificial con la que puedo confiar, pero honestamente todavía no me acostumbro. — Espera. — ¿Ahora qué? — ¿Te gustaría trabajar para la Federación Galáctica? Tal vez ellos te ayuden a averiguar dónde está tu pueblo. — ... Muy bien. Acepto. - aceptó, luego de pensarlo un poco. Tras aceptar, se dio la vuelta y se dirigió hacia un río de lava. Obviamente no sabía qué es lo que haría, así que no dudé en preguntárselo. — ¿Qué vas a hacer? — Esos disparos fríos que me efectuaste disminuyeron mi temperatura corporal. Habría tenido mayores problemas si hubieras continuado. Voy a recuperar algo de calor. - respondió. Se sumergió en la lava ardiente, donde vi que cerró los ojos (no reconocí si se quedó de pie o se sentó. Creo que sí se quedó parado). Luego de unos pocos minutos, vi que mostró señales de actividad nuevamente. Salió completamente recuperado de los maltratos de la batalla, con el color de sus cristales de vuelta a su tono de antes. — ¿Ya te encuentras mejor? - le pregunté. — Sí. Mejor. - me respondió, ya repuesto. Se dirigió a su vehículo, una nave de apariencia rocosa, como él, con tonos marrones y cristales anaranjados, añadiendo más sal al parecido con su dueño. — Ah, y por cierto, creo que no me he presentado. Me llamo Spire. - dijo, antes de abordar su nave. — Spire, ¿eh? Muy bien. - dije, e hice lo mismo. Ambos abordamos nuestras naves (ah, y claro, también lo agregué a mi lista de contactos para comunicarme con él cuando quiera), abandonamos Mondreus y nos dirigimos hacia el cuartel general, aunque no sabía si podría respirar oxígeno (o sea, si sería igual que los marcianos subterráneos, que respiran dióxido de carbono). — Sabes, no sé si puedas tolerar la atmósfera de la Tierra. - le cuestioné a través de comunicación. — Soy un organismo anaeróbico, así que no dependo de oxígeno ni nada. — Oh... Ya veo. Bien, prosigamos. - dije. - << ¿Entonces cómo le hizo para exhalar hace rato? >> - pensé. Activé el generador de agujeros de gusano para abrir el atajo cósmico. Lo cruzamos. Nos acercamos a la Tierra y bla, bla, bla. Ambas naves atravesaron la atmósfera y guié a mi acompañante Diamont al cuartel general en Arcadia. Menos mal que me comprendía a la primera (me pregunto cómo le hará para pensar, ya que dudo que tenga un cerebro de piedra. Seguro que procesa la información de forma diferente). Una vez allí, mientras sobrevolábamos la ciudad, vi que se sorprendió al ver la arquitectura humana moderna (aunque bueno, la arquitectura del pasado no era nada envidiable). — Guau... - dijo por comunicación. — ¿Te sorprende esta vista? - le pregunté, viendo que estaba sorprendido por los diseños de los edificios. — Así es. Jamás había visto algo así en Mondreus. — Y eso que no has visto todas las ciudades humanas. La variedad arquitectónica es tremenda. Además, me dijiste que nunca saliste de tu planeta, así que es natural que te sorprenda algo diferente. Llegamos al cuartel general, donde antes que nada le hicieron una revisión a Spire para asegurarse de que no trajese nada peligroso, y claramente salió negativo en eso. Caminamos por los pasillos del cuartel, donde fue inevitable que la gente que transitaba por ahí se nos quedara mirando (bueno, no exactamente a mí, sino a mi compañero. Tal parece que nunca han visto a un Diamont). Total, le di las indicaciones para llegar al despacho del comandante Malkovich. Al final, ambos llegamos, aunque bueno, para evitarme problemas (soy bastante precavido... o debería decir pesimista), yo entré primero. — Espera aquí. Iré a hablar con el comandante primero. - le dije a Spire, y entré. — Está bien. - me respondió antes de que se cerrara la puerta. Allí adentro se encontraba el comandante, sentado en su escritorio, firmando unos documentos como ha pasado en varias ocasiones anteriores. — Hola, Helio. ¿Cómo te fue en tu misión? - me preguntó al verme, dejando de firmar los documentos. — Señor, descubrí que las ruinas provienen de una raza aparentemente extinta llamada "Diamont". Y hablando de eso, tengo una pequeña sorpresa. - dije. - Spire. - le ordené a mi acompañante que entrara. Mi compañero de viaje pasó a través de la puerta de entrada, pero tuvo que agacharse para poder entrar. El comandante no pudo evitar sorprenderse, al igual que todos los transeúntes cuando veníamos antes. — Señor, él es Spire. Es un Diamont. Me lo encontré en Mondreus. Él era el responsable de la "actividad sospechosa". Me comentó que está dispuesto a trabajar para la Federación Galáctica, pero con tal de poder saber del paradero de su pueblo. — Bueno, pues si es así, no hay ningún problema. - dijo. Se acercó a quien me estuviese acompañando. - Conque te llamas Spire, ¿eh? — ... - Spire no dijo nada. Aunque era posible que no le fuera a entender. En vez de eso, volteó a verme, y yo le hice la seña de que no sabía. — Sabes, no nos vendría nada mal algo de fuerza bruta. - continuó, algo que hizo que Spire voltease a verme nuevamente. — Dile que acepto trabajar con él. - me dijo Spire, ya que no disponía de un traductor como yo. — Dice que acepta. - dije, haciendo de traductor. — Perfecto. - dijo el comandante. - Entonces te daremos un traductor para que podamos comunicarnos. — Excelente. - dijo el Diamont, aunque mi superior no le entendió. — Bueno, Helio, has cumplido con tu misión. Transferiré la paga a tu cuenta. — De acuerdo. Gracias. Con su permiso. - le dije al comandante, y pasé a dirigirme a Spire. - Spire, vámonos. — Okey. - respondió, y ambos volvimos al hangar. — Spire, antes de que te vayas, toma esto. Es un comunicador. Con él podré contactar contigo cuando sea necesario. Además, trae un traductor incluido. - le ofreció el comandante un traductor a Spire, quien lo aceptó y se lo colocó. - ¿Y bien? ¿Me entiendes? — Alto y claro, señor. - dijo Spire, contento de poder entender al comandante (ahora estoy repitiendo mucho esas palabras). — Bueno, nos vemos luego, comandante. - me despedí finalmente de mi oficial en jefe, y ahora sí, nos fuimos de su despacho. Nos dirigimos al hangar. Durante el camino, podimos hablar normalmente, ya que me había quitado el casco para que me reconociera la próxima vez que nos viéramos y yo no lo trajera puesto. Hablábamos de lo intensa que fue la batalla en Mondreus, de lo contento que estaba él por trabajar para la Federación Galáctica y, sobre todo, de que tal podría por fin dar con el paradero de su pueblo. — ¿Entonces él es uno de los más altos rangos dentro de la Federación Galáctica? Vaya, ¿quién lo diría? — Sabes, en eso te pareces a mí. Te emocionas cuando conoces a gente nueva, aunque bueno, yo soy algo más... reservado. — ¿Sabes? Quisiera conocer más de tu planeta. — ¿Ah, sí? Bueno, puedo darte un tour a lo largo de la Tierra. — ¿De veras estás dispuesto a eso? — Por supuesto. Estoy disponible. Como ya tenía tiempo libre debido a que ya había hecho el informe al comandante (estoy reconsiderando el decírselo a distancia, en vez de tener que venir hasta acá. Qué flojera), decidí que era hora de darle un tour a mi compañero por el planeta (menos mal que ya lo hice mi amigo, al igual que Sylux y Noxus. Aún no sé qué decir con respecto a Trace). Antes que nada, regresamos finalmente al hangar en donde dejamos nuestras naves. Seguidamente, cuando abandonamos el cuartel general y nos encontrábamos sobrevolando la ciudad, me preguntó... — ¿A dónde iremos? — Ya lo verás. - le dije, y aceleré. Él me siguió. Debido a la velocidad de las naves actuales (y no sólo me refiero a las usadas por los cazarrecompensas, ¿eh?), recorrer todo el globo no sería un problema. Primero que nada, lo llevé a conocer un paisaje que sería letal para él: la Antártida, con sus cientos de secretos y hasta bases militares (como en el Ártico). Después lo llevé a un lugar agradable para él: el monte Mauna Kea, en Hawái, donde se encuentra el volcán en actividad. De hecho, cuando fuimos, el volcán estaba activo, así que Spire aprovechó para zambullirse en la lava, donde me describió que era como estar en Mondreus, aunque con oxígeno y unna atmósfera. Luego cruzamos todo el océano Pacífico (al menos no había huracanes). Lo llevé a conocer cientos de ciudades, sobrevolándolas, como Dubái, la ciudad de México, Madrid, Shangái y demás. Al final, se me ocurrió llevarlo a Monterrey, porque tenía una idea: quería presentárselo a Cinthya a ver qué pasaba. Le comuniqué la idea. — Spire, te propongo algo. Te llevaré a mi ciudad natal para que conozcas a alguien que es muy especial para mí. - le dije. — ¿Especial? Vale, acepto. - aceptó la propuesta, y aceleré para ser seguido por él. Spire ya estaba impresionado por todas las cosas que había visto en la Tierra, pero seguro que ver a Cinthya lo haría sorprenderse más (sé que ya he hartado por hablar demasiado de ella, pero tú, querido lector, sabes bien el porqué, y no hace falta que lo mencione, o más bien, me da pena decirlo). Llegamos a las instalaciones del canal. Como eran las 6:45 p.m. y ella tardaría más o menos una hora en salir, decidimos quedarnos a platicar afuera, por lo que bajamos de nuestras naves. Hablamos por un largo rato. — ¿Y? ¿Qué te ha parecido la Tierra? - le pregunté. — Fenomenal. Nunca pensé que encontraría un mundo tan diferente a Mondreus en muchos aspectos, pero similar en otros tantos. - me respondió. — Me alegro por ti. — Gracias. Mientras hablábamos, observé que varios miembros del elenco salían, como Manuel Padilla (conocido localmente como "Snuppy" o "Snoopy". No me preguntes por qué. Lo desconozco) o Carlos Rafael (conocido localmente como "Ruso"). En cierto momento, ya por ahí de las 7:30 p.m., recibí un mensaje de notificación. — Helio, detecto a Cinthya. Está a punto de salir. Será mejor que estés alerta. - me advirtió Samus. — Spire, ve a esconderte. Cuando yo te hable, tú sales y te presentas ante ella. Es una mujer, por si te lo preguntas. — De acuerdo. Estaré esperando. - me respondió, y se fue a esconder a la vuelta de la esquina. Esperé un pequeño momento a que mi objetivo saliera y, luego de unos segundos, una de las 2 puertas de acceso al personal del canal se abrió, dejando salir a Cinthya (no sé si llamarla así o por su apodo, "Uvita". Todos la llaman así). Era hora de actuar. — Emm, hola. - le saludé, y volteó a verme. — Ah, hola. No esperaba verte. - me dijo, sorprendida. — Ya sabes que a veces puedo venir a visitarte en cuanto menos te lo esperes, je, je. Se armó un silencio incómodo en el ambiente. Ya no se me ocurría nada. Me había quedado en blanco. — ... Bueno, ¿ya no tienes nada que decirme? Recuerda que no tengo tanto tiempo. - me recordó. — ... - no sabía qué decir. — Bien, me retiro. Fue un gusto verte. - se despidió, y empezó a alejarse de mí. Estaba desperdiciando la oportunidad. Apreté fuertemente mi puño derecho y solté esas palabras que quería decir. — ... Cinthya, quiero presentarte a alguien. — ¿Ah, sí? Pues adelante. Quiero conocerlo. - me dijo, dándose la vuelta y quedando frente a frente conmigo. — Perfecto. ¡Spire! - le hablé a mi acompañante, que salió al descubierto. Salió de la esquina en donde se escondía. Al verlo, Cinthya al principio se asustó al contemplar a semejante mastodonte (no se me ocurrió otra palabra para describirlo), pero viendo que se trataba de algo relacionado conmigo, se tranquilizó. — Entonces... ¿él es el tal Spire? - me dijo, apuntándole temblorosamente por el mazo que traía por mano izquierda. — Sí. Proviene de un planeta volcánico. Como verás, está hecho de roca. - le expliqué. — Es un gusto conocerla, señorita. - se presentó ante ella, mostrando sus modales (a pesar de ser un Diamont, lo hace bastante bien). — Eh... El placer es mío. - respondió ella, algo asustada todavía. — ¿Así que ella es la persona que dices que es especial para ti? Tengo que reconocer que, a pesar de que no es una Diamont, es muy bonita. — Oh, emm..., gracias. - agradeció ella, sonrojada (y ya sabes cómo se pone cuando digo que se sonroja. Así es, se pone roja de todo el cuerpo, o bueno, la mayoría. ... Nah, sí es de todo, aunque el tono rojizo de la piel se nota más en uas partes que en otras). — << Bueno, al menos no soy el único que lo piensa. >> - pensé, sonriendo (aunque el visor era opaco y no dejaba ver mi rostro. Lo opaqué para que no se viera). Al igual que como me ha pasado en varias ocasiones (por no decir todas), el encuentro no duraría mucho, ya que, como sabes, ella debe irse a su casa. — Bueno, me tengo que ir. Nos vemos luego. Bye. - se despidió, y se fue al aeromóvil de su papá para retirarse (que creo que veía a Spire con malos ojos. ¿Será por su apariencia? ¿O por su mazo?). Mientras veía cómo ella se iba, escuché pasos detrás de mí. Era Spire, que había llamado a su nave, ya estacionada enfrente de él. — ¿A dónde vas? - le pregunté, atónito. — Voy de regreso a Mondreus. - me respondió, sorprendiéndome. — ¿Qué? ¿Por qué? — ¿No lo recuerdas? Te dije que soy el protector del legado de los Diamont. Tengo que permanecer en las ruinas para evitar que alguien las destruya. De hecho, alguien podría aberlo hecho mientras estuve ausente. — Oh... Ya veo. — Pero no te preocupes. Ese jefe tuyo puede contactarme cuando quiera y así podremos unir fuerzas. — Cierto... No me acordaba. — Bueno, ya me tengo que ir, que sin tu ayuda, el viaje a Mondreus será algo larguito, je, je. — Si quieres te ayudo. — Vale. Te agradecería la ayuda. — Llamé a mi nave y ambos salimos del planeta. Algo lejos de la Luna, disparé un rayo para abrir un agujero de gusano hacia Mondreus. — Bueno, ha llegado el momento de la despedida. - dijo Spire. — Sí... Así es... - dije, desmotivado. — Recuerda, nos veremos pronto, así que arriba ese ánimo. — De acuerdo. Entonces... - dije, activando el generador y disparando el rayo. - ... nos vemos. — Nos vemos. - se despidió, y atravesó el portal. El agujero se cerró en cuanto la nave rocosa lo atravesó. Me quedé contemplando el lugar donde se abrió el agujero de gusano, en la inmensidad del espacio. — Helio... - comentó Samus. — Nos volveremos a ver. Nos volveremos a ver... - le dije, y regresamos al planeta. Hice lo mismo que Spire: regresar a mi casa, donde fui recibido por mi mamá con un abrazo y un beso. Mi hermano no estaba y mi papá estaba cenando. Como no tenía de otra (y aparte ya quería comer), también me dispuse a cenar, donde les conté todo lo que me había pasado en mi misión en Mondreus. Lo dije todo con lujo de detalle. — ¿Entonces te encontraste con un sujeto hecho de piedra? - preguntó mi papá, que no se lo creía. — Sí, ya lo dije. ¿Tengo que volver a repetirlo? - dije, ya que no me gusta repetir las cosas. Y así siguió la plática, hasta que dieron las 8:30 de la noche, momento en el que llegó mi hermano de quién sabe dónde (no quiso decirme en dónde estaba). Y bueno, el resto de la noche se pasó como nada, ya que me quedé viendo un programa nocturno de Multimedios (ya me envicié con ese canal). Como ya es costumbre, terminaré este capítulo de mi historia diciendo que me fui a mi cama a jugar videojuegos en una consola portátil hasta que me di cuenta de que eran pasadas de medianoche, casi la una de la madrugada, y me dormí. ¿Qué puedo resumir de este día? Viajé a Mondreus, tuve un encuentro con alguien nuevo (que acabó en una batalla que al parecer creo que gané) y lo hice mi amigo. Vaya, un factor común últimamente. Quién sabe si se repita con el próximo... |
Capítulo 16
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Kanden |
Me despierto y me levanto de la cama (ya sabes, lo que todos solemos hacer). Siento que el mes de agosto pasa muy lento, ya que no pasa del día 10, es más, no pasa del día 5. Cuando acomodé mi cama y miré por mi ventana para contemplar el cielo, bajé al comedor y me senté a almorzar mientras veía el programa de Vivalavi. Cuando terminó y empezó el Telediario del mediodía, regresé a mi cuarto, me quité la pijama y me puse el traje Zero. Cuando volví a bajar, mi mamá me vio con el traje puesto y me dijo... — ¿No te cansas de ponerte ese traje? - me preguntó, viendo que siempre me lo pongo (claro que también lo lavo, y me sorprende que no se rompa y que siga funcionando). — A fuerza tengo que ponérmelo. Es esencial para activar mi armadura. No tengo que volver a explicarlo. Hasta el comandante ya lo explicó. - le respondí. En cuanto terminé de decir eso, proseguí a activar mi traje climático. Como ya te habrás de imaginar, recibí una transmisión del comandante Malkovich. — Helio, solicito de tu presencia en el cuartel general. Tienes una nueva misión asignada. - me dijo. — Entendido. Voy para allá. - le respondí, tras lo que la llamada finalizó y pasé a mirar a mi mamá. - Bueno, má, tengo que irme. Ya tengo que hacer algo. — Muy bien. Ve con cuidado. - me despidió. Salí de mi casa y abordé mi nave. Mientras viajaba a la ciudad de Arcadia, iba sumido en mis pensamientos. ¿Qué tan diferente sería esta misión respecto a las anteriores? ¿Sería igual? ¿O distinta? ¿Me encontraría a otro cazarrecompensas? En cuanto llegué al cuartel, hice la rutina habitual de caminar a través de sus pasillos hasta llegar a la sala de informativas (si antes me quejaba de la monotonía de mis misiones, ahora tendré que hacerlo de mi rutina diaria cada vez que me hablan). Allí estaba el comandante, esperándome. — Hola, Helio. Qué bueno que llegas. - me dijo a secas. — << Sí, sí, ya llegué. ¿Ahora qué? >> - pensé. - ¿Ahora qué es lo que tengo que hacer? Digo, no es que tengo algo más importante que hacer, porque no lo tengo. - dije. — La misión de hoy te llevará al planeta Septus. - me dijo, mostrando ahora las imágenes y el holograma de un planeta rocoso con atmósfera de color verde, aparentemente irrespirable para los humanos (como dije, al menos eso se aparenta), con una luna pequeña y con muchas formaciones rocosas. - Durante los últimos días, se ha visto a una criatura humanoide merodear por este planeta sin rumbo fijo. — ¿Ah, sí? - pregunté. — Sospechamos que podría tratarse de un arma biológica o algo parecido. No sabemos quién podría haberla creado, pero lo más probable es que se trate de un arma pirata. — ¿Y los piratas siempre tienen que ser los principales sospechosos? ¿No podrían ser también los Kriken o algo más? ¿Alguien externo? - dije, ya que los piratas espaciales siempre son los principales sospechosos para todo. Para TODO. — Tenemos una ligera sospecha, que no sabemos si podía ser así, pero es lo que creemos: los Enoema. — ¿Enoema? — Tal parece que los Enoema son originarios de Septus. Sin embargo, sabemos que no son muy inteligentes, ya que no llegan ni a civilización interplanetaria. — Y... ¿a dónde quiere llegar con esto? — Creemos que han convertido a uno de ellos en un arma biológica. Necesito que vayas a ese mundo y averigues todo. - me informó, haciendo que me sintiese extrañamente similar a Perry el ornitorrinco. — De acuerdo. ¿Hay algo más? — Por el momento no. Por ahora, puedes retirarte. Como siempre, te pasaré las coordenadas. Buena suerte. - me deseó el comandante, y otra vez, los hologramas y las imágenes desaparecieron. Viendo cómo han sido mis últimas misiones hasta ahora (al menos la mayoría. Excluyo la de Zebes que no narré, en la que obtuve la aceleración y el rayo de ondas), lo más probable es que me tope a un cazarrecompensas con el que me voy a enfrentar para que luego ocurra una de dos: o lo hago mi amigo o se convierte en mi enemigo. Una de dos. Pensaba en eso mientras me dirigía al hangar, y era muy, pero que muy posible que pasara eso. Ha pasado unas cuantas veces (para ser específico unas cinco) y no dudo en que se repita. En fin, que llegué al hangar y abordé mi nave. — Samus, ¿ya te llegaron las coordenadas? - le pregunté a mi IA compañera. — Ya sabes que sí. Pongámonos en marcha. - dijo, tras lo cual puse en marcha la nave hacia el espacio. Ya sabes lo que hago tras recibir las coordenadas (pero de todas formas lo sigo repitiendo. Qué fastidioso, ¿no crees?): alejarme de la Tierra hasta una distancia considerable para abrir un agujero de gusano y llegar al planeta de destino en un parpadeo. En este caso, llegué a Septus, un planeta rocoso con atmósfera verdosa (recuerda que escaneo los planetas antes de aterrizar), algo de agua en la superficie y un campo magnético considerable (en el campo de Venus y Marte, hubo que crear uno artificial antes de poder volver a activar el natural por medio de láseres que empleaban la luz del Sol que llegaban al núcleo). Atravesé su atmósfera y me di cuenta del paisaje que mostraba tal mundo extraterrestre. Aunque parecía un mundo de basalto volcánico como el antiguo Venus, no era así. Había agua en abundancia fluyendo a través de su superficie, tanto a través de ríos y lagos como pequeñas corrientes que cruzaban las rocas, además de pequeñas charcas. A medida que recorría la superficie oscura (de color, no por la hora local ni nada más), observaba algo extraño. De hecho, no sabía que eso estaba ahí. Era una aldea algo primitiva. Detuve mi nave en el aire y bajé en el elevador para tener una vista más clara de los habitantes del pequeño pueblo. Me sostuve del elevador para no caerme. Enfoqué la aldea con el zoom de mi visor y comencé a indagar. Descubrí a organismos bípedos, de piel color verde-amarillenta (aunque resaltaba más el amarillo) con partes negras, cuatro ojos y una boca redonda. — Sí, definitivamente esos deben ser los Enoema. - concluí al observar la aldea. — Creo que Adam se ha de haber equivocado respecto a ellos. Tal parece que sí son inteligentes, ya que también los he visto y he detectado varios instrumentos y herramientas básicos. - me comunicó Samus. Volví al asiento de piloto. Pasé por alto esa aldea y continué mi camino. Pasé por una cascada, uno de los pocos cuerpos de agua fluyentes que vi. Atravesé también una cordillera. Alcancé a avistar igualmente otra aldea, sólo que aquí las cosas se tornaron hacia otro lado. — Helio, detecto a la criatura que Adam mencionó. Se encuentra por aquí abajo. - me indicó Samus. — Bueno, será mejor que aterrice aquí. - dije, comenzando a descender. Aterricé en un lugar lejano a la aldea para no alarmar a los Enoema. Bajé de la nave preparado, con el cañón alzado (verso sin esfuerzo). Me basaba en el radar para caminar por el entorno. — Samus, ¿has podido volver a detectar a la criatura? - le pregunté a mi IA. — Sí. Se encuentra en camino a una cueva. Será mejor que te des prisa, porque esa cueva está algo lejos. - me indicó. — Bien, entonces volveré a usar esta mejora que tanto me gusta. - dije, comenzando a correr para activar la aceleración. A pesar de lo irregular del terreno, pude acelerar sin ningún problema. Al final, mientras corría a toda velocidad, alcancé a vislumbrar la entrada a una cueva. Esperé hasta esperar casi en la entrada para dejar de correr, pero en vez de frenar, decidí utilizar la técnica cometa para acercarme por medio de un gran salto largo. Ya cerca, volví a tener precaución. Mientras me acercaba, escuché unos pasos adentrándose hacia el fondo de la formación natural. Observé el oscuro interior desde afuera. — ¿Qué estará pasando aquí? - me pregunté en voz alta, y me adentré en la cueva. Caminé a través de la caverna. Como todo estaba oscuro, tuve que valerme de mi rayo cargado para brindarme un poco de iluminación en aquel ambiente (creo que debería descargarme una aplicación de visor de infrarrojos para ver en la oscuridad, o uno de visión nocturna, no sé). Adentro había Shriekbats (que tuve que evitar haciéndome a un lado o hacia atrás) y otros organismos insectoides de gran tamaño, como Zoomers y Limers (los últimos los vi en Zebes durante mi última expedición allí, mientras que Samus me dijo que los Shriekbats viven en Tallon IV y en muchos otros planetas, pero no los vi cuando visité Tallon). Luego de más o menos quince minutos, en los que lidié más que nada con los Shriekbats, atravesé la cueva y, al salir de vuelta al exterior (y eso que era una cueva muy corta, pero laberíntica), me encontré con una edificación sospechosa. Era un laboratorio, aunque tenía una pinta un tanto... siniestra. — Samus, ¿no tienes conocimiento de este laboratorio? — No hay registros en la red de la Federación. Seguramente es un laboratorio clandestino. Antes de avanzar más, me fijé en algo extraño, para lo cual utilicé el zoom que me brindaba el visor: ¡el edificio tenía el emblema de la Federación Galáctica! ¿Cómo era posible? — ¡¿Qué?! ¡¿Un laboratorio de la Federación?! - exclamé, sorprendido. — Bueno, tal parece que Sylux tenía razón: la Federación no se salva de la corrupción. - dijo Samus, viendo todo a través de mi DRA. — Bien, voy a entrar. Veré qué es lo que hay dentro. - dije, y me acerqué a la instalación. Al contrario de lo que esperaba, la puerta de entrada estaba abierta, con las luces verdes (en los diseños humanos hay dos tipos de puertas: las rectangulares, que se usan en la Tierra y otros lugares como estaciones espaciales; y las circulares, que se usan en acorazados espaciales, como cruceros espaciales clase Olimpo y bases militares como el Sector Zero de Norion), así que entré sin ningún problema. Al igual que la base Tri-Alone en Egenoid e, había oscuridad en la base (bueno, al menos en Tri-Alone había ventanas y más iluminación. Aquí de plano estaba todo oscuro), con luces rojas iluminando tenuemente un ambiente desolador. Igualmente había cosas como tanques de contención rotos, con experimentos en forma de seres vivos tirados en el suelo, sin vida. Todas esas criaturas casi hacen que se me revuelva el estómago, por lo que me llevé la mano al vientre, ya que algunas eran realmente asquerosas (en serio, en verdad no me apetece describirlas). Dejé esa zona atrás y me encontré con una zona de recreación, con máquinas expendedoras rotas y todo su contenido en el suelo, junto con el cristal que lo contenía. Seguí avanzando. Me encontré en una zona con decenas de cadáveres de científicos. Me acerqué a inspeccionar algunos de los cuerpos para asegurarme si había algún sobreviviente, pero no fue así. — ¿Ves esto, Samus? - le pregunté a mi compañera. — Por supuesto. No sé si decir que se lo merecen. Después de todo, trabajaban en un laboratorio clandestino de la Federación. - dijo. — Pero es extraño ver a tantos científicos muertos. ¿Qué los habrá matado? — Tal vez tenga que ver con los pasos que escuchaste al acercarte a la cueva. — Tienes razón. Y, quién sabe, tal vez la criatura se encuentre aquí. Bueno, voy a seguir avanzando. - dije, y proseguí. Continué por mi camino a través de ese laboratorio siniestro. Si te toparas conmigo en medio de aquella oscuridad, seguro te asustarías, ya que las luces de mi armadura serían lo que más resalte. En fin. Me topé con una sala de máquinas. Había muchos ordenadores, así que me acerqué a uno y lo hackeé para intentar saber algunas cosas. Abrí un archivo que reveló un nombre sospechoso. — "Proyecto de armas biológicas 'Enoema'"... Mmm... Esto es sospechoso. - comenté, viendo lo que decía el ordenador. Seguí leyendo lo que decía el documento. Descubrí que el objetivo del proyecto era conseguir a un supersoldado invencible, capaz de hacer frente a todo (similar al Capitán América), para lo cual emplearon a un espécimen Enoema. Lo modificaron genéticamente incorporándole el ADN de varias criaturas adaptadas a entornos hostiles, además de que le crearon un arma específicamente para él, incluyendo una forma alternativa. Pasé a otro ordenador y descubrí que el sujeto de prueba fue llamado "Kanden". — Mmm... Conque Kanden, ¿eh? - dije en voz alta. Pensé que se trataba de un posible pirata (después de todo, y a pesar de lo que dije antes durante la reunión con el comandante Malkovich, los piratas siempre son los principales sospechosos), pero resultó que no era así. Era un Enoema, pero con la diferencia de que su brazo derecho acababa en un cañón. Estaba dándome la espalda, observando detenidamente un ordenador. — ¡Hey, tú! ¡Las manos arriba! - le avisé, apuntándole. Me hizo caso. Levantó su mano y su cañón, pero con lo que no conté es que comenzó a cargar energía en su cañón, por lo que giró rápidamente hacia mí y disparé una esfera amarilla de electricidad que me impactó en el casco, provocándome interferencias y estática en el visor. — ¡Eh! ¡Tramposo! ¡Tramposo! - exclamé, molesto. No pude ver nada, tan sólo escuchar unos pasos que daban indicios de que estaba huyendo. Le siguió el sonido de una puerta abriéndose y cerrándose. Para cuando recuperé la visión, el Enoema había desaparecido. No. Huyó. — ¡Helio, será mejor que lo alcances! - me dijo Samus, obviando lo que debía hacer. — Vaya, no me digas. - dije, y corrí hacia la puerta. Comencé a perseguirlo, corriendo a través de distintas salas con más experimentos (pero sus tanques no estaban rotos como los que vi antes). Lastimosamente no había pasillos ni corredores rectos por mucho tiempo, así que no podía usar la aceleración para atraparlo más rápido. Sin embargo, eso no impidió que lo encontrara en una sala llena de ordenadores (aunque no fuese una estación espacial, esa habitación podría ser considerada como la "sala de control"). — ¡Alto ahí! ¡Ya no corras! - le dije, amenazante. — Hmph. No eres tan fácil de ahuyentar. — ¡Te llevaré ante la Federación Galáctica para que te interroguen para saber qué tienes que ver con este laboratorio! Pero primero necesito saber si tú eres el tal Kanden, ¡así que respóndeme! — Oblígame. - dijo, disparándome con su arma eléctrica otra vez y aprovechando el momento para interactuar con una terminal de datos. Cuando recuperé la visión otra vez, vi que estaba a punto de oprimir un botón del teclado de la terminal. Estaba por iniciar algo. — ¡¿Qué crees que haces?! - le grité, apuntándole con el cañón. — Esto. - dijo, oprimiendo el botón y provocando que saltaran las alarmas en el complejo. — "Secuencia de autodestrucción activada. Detonación en un minuto. Evacuen inmediatamente." - se oyó por una megafonía con voz femenina. — ¡Oh, oh! ¡Este lugar va a explotar! - dije en voz alta. — ¡Helio, sal de ahí enseguida! - me advirtió Samus, a lo que le hice caso. Dejé atrás al que aparentemente era Kanden. Para lograr salvarme de la inminente explosión, utilicé la aceleración para correr más rápido y, de paso, destruir algunos muros (ahora que sí podía). Salí de las instalaciones cuando faltaban cinco segundos para la detonación, así que utilicé la técnica cometa para alejarme con un gran salto largo, acercándome demasiado a la cueva por la que ingresé y descubrí el lugar. Pasaron esos cinco segundos y el laboratorio se vio envuelto en varias explosiones en diferentes secciones hasta ser envuelto por una mayor, que lo envolvió por completo y lo destruyó, dejando tras de sí una ardiente extensión de fuego. Contemplé el espectáculo desde lejos. Creí que todo eso debió acabar con el Enoema, pero no fue así. Con asombro, lo vi salir caminando hacia afuera de las llamas, sin ninguna lesión ni nada. Estaba intacto. — << ¡¿Pero qué...?! ¡Se supone que debería estar muerto como todos los científicos! >> - pensé. — Ten cuidado, Helio. No sabemos a qué clase de experimentos ha estado expuesto este sujeto. - me dijo Samus. Quedó como a diez metros de distancia de mí. No dudé en apuntarle, y se notaba mi nerviosismo ya que mi cañón y mi mano temblaban debido a su aparente invencibilidad (tal y como decía el ordenador). Aun así, no debía dejarme llevar por un documento, así que dejé mis nervios a un lado y le apunté con firmeza. — Ahora sí, respóndeme... ¿Tú eres el tal Kanden? - le pregunté, apuntándole. — ¿Y eso a ti qué te importa? ¡Claro que lo soy, mocoso! Eso fue sólo para que te quedaras en paz. - me respondió, demostrando sus malos modales. Seguro que los cambios genéticos le dieron esa personalidad. — Uy, qué grosero. Tendré que darte una lección de educación. - le dije, cargando mi cañón (y no preparando mis misiles. Qué sorpresa). — Muy bien... Que así sea. - me dijo, apuntándome también. Antes de iniciar si quiera la batalla, lo analicé para buscar sus posibles puntos débiles. Descubrí su arma afín: el Voltric (es decir, el arma eléctrica con la que me había atacado antes, en el laboratorio ya destruido); y su forma alternativa: la Acularva (que creo que es lo que le permitió escapar). En cuanto terminé de leer rápidamente la entrada del banco de datos, le apunté y le disparé un rayo cargado. Lo congelé y le disparé un súper misil. A pesar de lo potente del impacto, observé que, al igual que con Spire, logró resistir. ... ¿O lo habrá esquivado de una forma que no vi? Digo esto porque cuando se había movido de posición rápidamente. — << ¿Pero cómo...? >> - pensé. Le apunté y disparé un misil, pero contemplé cómo Kanden se transformaba en una criatura insectoide, con cuerpo segmentado, un ojo amarillo en su cabeza y otros más a lo largo de su cuerpo. Era la Acularva. Esta criatura se arrastró rápidamente hacia mí mientras esquivaba los misiles que le disparaba. Cuando me tuvo cerca, soltó bombas formadas por un círculo negro con un ojo amarillo y una punta afilada desde su cola. Las bombas comenzaron a perseguirme, así que tuve que correr mientras les disparaba para hacerlas explotar. Sin embargo, eso no impedía que la Acularva regenerara rápidamente estas bombas desde el aguijón de su cola. Como estaba en su forma alternativa, yo también lo hice y me convertí en morfosfera y detonaba bombas. Cuando las bombas larva fueron eliminadas, comencé a cargar energía para detonar una bomba de energía y acabar con él. Aun así, ignoré la rapidez de mi enemigo en su forma alterna y se alejó de la explosión. Kanden regresó a la normalidad y me disparaba con su Voltric, pero yo seguía en morfosfera y esquivaba los disparos. Me alejé bastante de él para mantenerme a salvo de los disparos eléctricos y regresé a la normalidad para disparar nuevamente mi rayo de ondas con efecto congelante para inmovilizarlo. Lo logré. El rayo dio de lleno e inmovilizó a Kanden, congelando su cañón e impidió que continuase disparando. Hecho esto, corrí para acelerar y lo embestí a alta velocidad. Me agaché para acumular la energía de la corrida y miré rápidamente hacia Kanden, que se estaba levantando. Me arrojé hacia él con la técnica cometa, embistiéndolo otra vez cuando ya se había levantado. — Maldita sea... No me rendiré... ¡No dejaré que un mocoso como tú me venza! - gritó, corriendo hacia donde se encontraban todavía las llamas, pero las atravesó y siguió. Lo perseguí. Volví a acelerar para alcanzarlo cuanto antes. Entonces, al cruzar las llamas y seguir adelante una cantidad considerable de metros (al parecer se convirtió en Acularva cuando cruzó el muro de fuego) me encontré con otra cueva, pero ahí, al igual que la anterior, no se veía nada. Sin embargo, en cuanto me acerqué, escuché el sonido de algo acercándose. Apunté hacia el interior con mi cañón y me preparé. Lo que salió me impactó: una nave amarilla con secciones negras. — ¡¿Pero cómo es que tiene una nave personal?! - exclamé, sorprendido. — No está registrada en la base de datos de la Federación. Tampoco parece tener un origen federal. ¡Tal parece que es una nave Enoema! - dijo Samus. — ¡Pero se supone que los Enoema no son tan inteligentes como para fabricar naves espaciales! — Tal parece que lo fueron en un pasado, tal y como le ocurrió a una civilización de reptiles en el planeta Bryyo llamada "Reptilicus". — Entonces involucionaron de vuelta a un estado tribal... - deduje. — Eso parece. — Bueno, ya documentaremos la historia de los Enoema después. Por el momento debemos encargarnos de este tipo. - dije, concentrándome de nuevo en la batalla. Disparé hacia la nave con tiros normales, los cuales no le hacían ningún daño. Esta, en respuesta, soltó bombas que cubrieron toda el área en la que me encontraba. En cuestión de segundos, todas las bombas explotaron, provocándome mucho daño, pero no al borde de la muerte como lo hizo Spire en Mondreus (si antes hacía comparaciones del planeta de Sylux con el de Noxus, ahora lo haré con las batallas). Cuando la nube de humo se disipó, observé que Kanden estaba escapando. Apresurado en querer seguirle el paso, llamé a mi nave con el visor de órdenes para no tener que volver hasta el camino que llevaba a la primera cueva. Para atrasarlo un poco, Samus le atacó con unos misiles que le impactaron cerca de la cabina, haciendo que echara chispas y humo. Aprovechando esta distracción, Samus acudió rápidamente a mi llamada y abordé mi nave, con lo que comenzó la persecución. Ambos sobrevolamos el paisaje del planeta. Él me atacaba con bombas y misiles, mientras que yo respondía esquivando todo eso y atacando con los propios misiles de mi nave, que hacían bastante daño. Al final acabé por derribarlo, haciéndolo caer cerca de una aldea Enoema. No sabía si la nave se autorrepararía, ya que no se me ocurrió escanearla, pero no importaba. Bajé de mi nave y corrí rápidamente hacia Kanden, que huyó hacia la aldea, herido. Lo encontré en medio de la villa, en las cercanías de una fogata (bueno, tal parece que sí hay oxígeno en la atmósfera. Creo que no revisé los datos muy bien...). Se agarraba el hombro derecho con su mano. — ¡Este es tu fin! - le dije, comenzando a cargar mi rayo de ondas. Él, por su parte, sólo se limitó a mirarme. Sin embargo, algo inesperado ocurrió, y es que los habitantes de la aldea salieron de sus casas, vieron a su semejante en malas condiciones y, considerándome como una amenaza no solamente para él, sino para ellos, comenzaron a atacarme, no con armas láser ni nada, sino con piedras. — ¡Ja! ¡Tienes desventaja! ¡No podrás contra todos nosotros! - me dijo, burlándose al ser tantos contra mí. — << Mierda... No quiero matarlos a todos, pero si no hay de otra... >> - pensaba en lo que tenía que hacer, ya que no quería matar a toda la aldea. Viendo todas las pedradas que recibía, decidí retroceder un poco. Sin embargo, ellos continuaron con su ataque. Querían verme lejos, muy lejos. No sabía qué hacer. — Samus, ayúdame. Me he quedado en blanco. - le comuniqué a mi IA. — Si dudas en qué hacer, estoy aquí para ayudarte. - dijo Samus, apareciendo mi nave de donde la había dejado y preparando sus armas. Esto provocó que todos los aldeanos corrieran a esconderse. — ¡No, Samus! ¡No los mates! - le grité, ya que pensé que realmente mataría a todos los Enoema, pero afortunadamente no fue así. Solamente los asustó. — Samus... Ese nombre no puedo olvidarlo. Me impidió el obtener el poder máximo... - comentó Kanden, pensativo y enojado. — ¿Tú también? ¿Pues cuántos fueron? - me quejé, viendo que todos los cazarrecompensas que había conocido en estos días estaban relacionados con el dichoso "poder máximo". — Así que ella en la nave. Bien, entonces tendré que derribarla. - dijo, cargando su cañón y disparando su Voltric hacia mi nave. Al parecer, el Voltric no era tan efectivo contra mi nave como lo parecía ser el Magmaul (aunque bueno, esta arma dependía de su calor, y no quiero imaginarme cómo es que un proyectil te impacta sin protección. Seguramente quedaría incinerado), así que Samus desplegó el rayo de plasma retráctil, apuntó hacia el Enoema, cargó y comenzó a disparar como una ametralladora. — Samus, ten cuidado con esa aldea. No quiero que nada salga herido o muerto. - le comuniqué. — Entendido. - me respondió. Los disparos de plasma comenzaron a alcanzar a Kanden, por lo que este comenzó a correr. El Enoema corría entre las diferentes edificaciones de la aldea , pero Samus se detenía cuando se hallaba detrás de una casa y proseguía cuando salía de la parte de atrás. De esta manera, no mataba a ningún otro Enoema. Intentando ahuyentar a Samus, Kanden disparaba su Voltric, que no hacía gran cosa. Mientras tanto, yo aprovechaba para acercarme sigilosamente a él y atraparlo con mi rayo enganche. Me escabullí a través de las casas rupestres y me acerqué a el por la espalda, y me arrojé a él y ambos caímos al piso. En el suelo, comenzamos un combate cuerpo a cuerpo. Yo le di un golpe en la cara, mientras que él trató de romperme el cristal del visor también con un puñetazo. Comencé a cargar mi rayo mientras él hacía lo mismo. Él disparó primero, por lo que mi visión se llenó de estática y disparé mi rayo cargado contra mi nave sin querer, lo que la obligó a retirarse. Aprovechando esto, Kanden me quitó de encima de él con una patada usando sus dos piernas. Cuando me puse de pie, fui recibido por disparos eléctricos del Voltric. En respuesta, contraataqué con disparos normales, y ambos esquivábamos los disparos del otro. Seguimos así durante un par de minutos, esquivando y disparando, hasta que Kanden decidió darle punto final al asunto y se transformó en Acularva. Se acercó rápidamente hacia mí y dejó más bombas de su aguijón que comenzaron a perseguirme, y les disparé tiros normales que las destruyeron. Alcancé a vislumbrar la Acularva, así que cargué un súper misil y se lo disparé, pero no conté con el hecho de que mi enemigo dejó una de sus bombas debajo suyo, la cual explotó debajo de él y lo impulsó hacia arriba, justo a tiempo para salvarlo del impacto del misil. — << Mmm... Debería probar esa técnica de salto bomba... >> - pensé. Pensé en la última opción que me quedaba: volver a usar una bomba de energía, así que me convertí en morfosfera y comencé a cargar energía. Sin embargo, Kanden se acercó rápidamente hacia mí, regresó a la normalidad y me agarró mientras acumulaba energía. Entonces me arrojó lejos justo cuando iba a soltar la bomba. Evité soltarla y regresé rodando hacia donde estaba Kanden, quien intentó hacer lo mismo de antes, pero no pudo porque ahora sí pude detonar la bomba. Sin embargo, logró escapar del radio de la explosión con un salto. Volví a mi forma normal, y observé cómo mi agresor corría agresivamente hacia mí. Me tacleó y me disparó el Voltric cargado directo a la cara, bajándome energía (al igual que con todos los ataques de esta batalla) y nublando mi visión nuevamente. Escuché pasos alejándose rápidamente. Estaba huyendo de nuevo. Seguidamente oí el ruido de una nave. En cuanto logré reincorporarme y recuperar mi visión, lo vi en su nave abandonando el planeta. No me podía quedar atrás, así que llamé a mi nave para intentar darle caza. Para cuando salí al espacio, ya no lo encontré. — Samus, ¿puedes rastrearlo? - le pregunté a mi compañera si podía hacerme ese favor. Mmm... Me siento como el narrador de Peppa Pig. — Lo lamento, Helio. Lo hemos perdido. - me dijo, decepcionada. — ¿Qué? Oh, vaya... Otra misión fallida... ¿Qué le diré al comandante? - pregunté, alterado. — Ya lo has hecho antes y no te ha dicho nada malo. Lo sé porque lo he visto todo a través de tu visor. Si le dices que fallaste, seguramente lo entenderá. Después de todo,ya te he contado que yo a veces fallaba misiones en el ejército de la Federación, aunque en mi caso sí me reprendía. — Sabes, eso no me ayuda mucho... — Al menos intento apoyarte. — Eso ya lo sé, y te lo agradezco, pero... ¿y si esta vez me regaña en verdad? — Ya te lo dije, le recuerdas a mí cuando estaba en mis tiempos en el ejército. Encontré esa debilidad en él en ocasiones pasadas. — Así que... ¿qué le digo? — Sólo dile que Kanden escapó, pero que descubriste un laboratorio clandestino. Además, creo que descargaste los datos de esos ordenadores, ¿no? — Tengo la fortuna de que sí lo hice. Lo realicé por si acaso lo necesitaba. - dije, recordando que descargué los documentos (pero no lo narré). Con eso, regresé a la Tierra para informarle al comandante (sí, creo que mejor voy a decírselo en persona. Ahora que lo recuerdo, los informes de misiones deben ser en persona y no a distancia). En cuanto atravesé el agujero de gusano y avisté la Tierra, me detuve. — Helio, ¿qué ocurre? - me preguntó Samus. — Sigo pensando en que fallé. - le pregunté, desilusionado. — Ya deja de pensa en esas cosas. Estoy segura de que no te pasará nada. Después de todo, en todas las ocasiones, sin excepción, el comandante no te ha hecho ninguna clase de represión. — Ay... - suspiré. - Bueno, si así lo dices..., entonces proseguiré. - dije, y puse el rumbo al planeta. Ya en el cuartel general, iba más calmado por lo que me había contado Samus. Después de todo, tenía razón. Nunca había sido reprendido por el comandante ni una sola vez, ni siquiera cuando había fallado alguna misión. Eso me animó un poco y me dio un poco de confianza en que, quizás, esta vez sería igual. Mientras pensaba en ello, llegué al despacho del comandante Makovich, a quien vi observando una foto que creo que no he visto. — Ah, hola, Helio. Veo que ya cumpliste tu misión. - me saludó, dejando a un lado el recuadro de la foto. — Sí... Eso podría decirse. - dije, haciéndolo dudar. — ¿A qué te refieres? — Bueno, descubrí a la supuesta arma biológica. Era un Enoema. — Y... ¿qué más? — Pues me enfrenté a él, pero logró escapar. Sin embargo, para compensarlo, también tengo que decir que descubrí un laboratorio clandestino, y no era de los piratas espaciales, ¡sino de la misma Federación Galáctica! — ¿Un laboratorio ilegal de la Federación? — Así es, señor. Tengo imágenes y documentos digitales que hacen referencia a un proyecto de armas biológicas. Si quiere, se lo puedo enseñar todo en la otra sala. — Por supuesto. Quiero saberlo todo. El comandante abandonó su asiento y salió de la habitación, creyendo que lo seguiría, pero primero entré a la sala (porque me quedé en la entrada) para ver la foto. La tomé y la aprecié. Estaba enmarcada en un marco marrón de madera. En ella veía a un sujeto, al parecer el hermano del comandante, abrazando a una confundida y joven Samus, mientras el mismo comandante leía unos documentos y volteaba con una cara de "¿Qué están haciendo?". En eso, no noté que llegó el comandante a ver por qué no lo seguía. — Helio, ¿qué estás haciendo? - me preguntó, tomándome por sorpresa y asustándome. — ¡Ah! ¡Perdón, señor! ¡Lo que pasa es que... es que...! - dije, poniendo temerosamente la foto en su lugar. — Veo que te llamó la atención la fotografía de mi hermano y Samus. - comentó, entrando nuevamente en la sala. — Entonces... ¿ese es su hermano? - le pregunté, mostrándole la foto. — Sí. Es el único recuerdo que me queda de él. Y ahora que Samus ha muerto, también de ella. - dijo, sonando nostálgico. — Vaya... Y... ¿quién la tomó? — Fue Anthony Higgs. La tomó justo antes de la misión que le costaría la vida. - dijo mientras sostenía la foto, ya que se la había dado. Se veía y oía triste al decir eso, algo atípico considerando su constante seriedad. Decidí cambiar de tema. — Bueno, señor, creo que será mejor que vayamos allá para mostrarle lo que descubrí en Septus. — Tienes razón. Vamos. - dijo, dejando la foto en su lugar y poniendo rumbo conmigo a la otra sala. Se nota que le tenía un cariño especial a esa foto. Volvimos a la sala de reuniones (no en donde me indica los detalles de mis misiones, sino la otra, en donde nos reunimos con la doctora Madeline Bergman), donde transferí toda la información e imágenes al holoproyector. Allí, el comandante se enteró de todo, de Kanden, del labotatorio, del estado tribal de los Enoema, de todo. — ¿Ya vio? - le dije. — Vaya... No se me ocurre qué decir. - contestó. — << Pues así estoy yo en muchas ocasiones. >> - pensé. - Tal parece que los Enoema no son tan retrasados como usted pensaba, ¿verdad? — Lo que más me ha sorprendido de todos tus descubrimientos ha sido el laboratorio. No esperaba un laboratorio de la Federación que no estuviese registrado. Tal parece que hay gente a la que tendremos que interrogar. — ¿Sylux no ha recolectado información? — Así es, y tenemos más sospechosos, aparte del coronel Brendan O' Sullivan. Sin embargo, eso será tarea para él. Tú encárgate de las misiones que yo te encomiende, ¿de acuerdo? — Emm... ¿De acuerdo...? - dije, sospechando que eso contaba como un regaño. — Muy bien. Ahora enviaré toda esta información a la doctora Madeline Bergman para que la analice a detalle. Mientras tanto, puedes retirarte. Transferiré la paga a tu cuenta como siempre. — ¿De veras? — Sí, de veras. — Y... ¿no está molesto de que el Enoema haya escapado? — Eso no importa. Ya tendrás otra oportunidad de acabarlo después. — De acuerdo. Entonces... nos vemos luego. - dije, despidiéndome del comandante y haciendo un gesto de despedida con la mano. — Hasta pronto, Helio. - se despidió el comandante. Volví al hangar y a mi casa. Llegué justo a tiempo para ver algo del programa de Cinthya. Luego cené y llegó la noche. La noche pasó y llegó la hora de irme a dormir, así que me quité el traje Zero (en realidad, lo hice desde que llegué) y me puse la pijama. Me lavé los dientes, me acosté y abracé mi oso de peluche. Me puse a reflexionar sobre lo que pasó hoy. Aún sigo sin ver a Sailor V (y sí, extraño verla, y no porque me guste, ya te lo dije, la considero una amiga y nada más) ni a otros cazarrecompensas amigos míos (aunque eso no tiene nada que ver con lo que sucedió), viajé a otro planeta (en verdad me gusta explorar cada cuerpo celeste que encuentre, y mejor si se puede a pie) y lo principal, descubrí el pasado (algo así) de una especie, descubrí un laboratorio clandestino de la Federación y, lo más relevente e importante, ya hice otro enemigo más: un Enoema que es aparentemente invencible. Ay, Dios... |
Capítulo 17
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Weavel. Parte 2 |
Comienzo a despertar. Siento un leve dolor de cabeza, por lo que me llevo una mano a la misma. Me levanto poco a poco apoyándome en la pared. Estaba confundida. No sabía en dónde me encontraba. El piso y las paredes eran metálicos, con iluminación naranja. Empecé a recordar todo lo que sucedió. Había terminado el programa y todo el público se había ido, pero el productor nos citó a todos para contarnos algo importante. Después de eso, la mayoría se fue al camerino, menos yo, que estaba tomando un refresco. En eso, de la nada apareció el mismo tipo de piratas espaciales que invadió el planeta hace meses. Además de ellos, venía uno con armadura verde y visor redondo que conformaba toda su cara, además de asomarse un mechón de aparantemente cabello desde atrás de su casco. — ¿Qu-qué quieren de mí? - pregunté aterrorizada. Sólo recibí rugidos y gruñidos, además de palabras en un idioma que desconocía. Estaba muy asustada, así que comencé a gritar por ayuda. No tenía nada con qué defenderme. El resto de mis compañeros me escuchó y acudió en mi auxilio. Salieron del camerino y contemplaron que me tenían acorralada. Todos corrieron gritando hacia los invasores, que les apuntaron con sus armas y, por ende, retrocedieron. Y en cuanto a mí, el que parecía ser el líder (el de la armadura) me dio un fuerte golpe en la cabeza que me hizo caer al piso. — ¡UVITA! - gritó el señor Bezares, impotente por no poder hacer nada, ya que los soldados enemigos les estaban apuntando. Entonces el tipo me cargó como si fuese un saco y me sacó del estudio mientras yo, con mis pocas fuerzas, veía de reojo a mis compañeros de trabajo y extendía mi mano pidiendo ayuda para finalmente terminar perdiendo el conocimiento. Eso es todo lo que puedo recordar. En cuanto salí de mis pensamientos, volví a sentir la necesidad de preguntar algo, aunque fuera baja la posibilidad de que alguien me contestara..., o me entendiera. — ¡Hey! ¡HEY! ¡Que alguien me diga donde estoy! - grité, estando pegada al campo de fuerza. Miré hacia el exterior de la celda. Había más en un pasillo que se extendía hacia los lados, todas con campos de fuerza rojos y un panel en forma de mano de tres ojos con la que podría interactuar para tratar de escapar situado a un lado de los campos, pero no podía usarlos. No podía salir. — ¡Sáquenme de aquí! ¡Les digo que me saquen de aquí! Por favor... Sáquenme de aquí... - decía, golpeando el campo de fuerza mientras caía al suelo poco a poco y cambiando mi tono de voz de uno de desesperación a uno de tristeza y desilusión. Rodeé mis piernas con mis brazos y comencé a llorar. No tenía ningún medio para comunicarme con nadie, ni con el elenco ni con mi familia, ni siquiera con Helio, ya que todas mis cosas las dejé en el camerino del estudio del programa. Únicamente me quedé con mi vestuario de meserita. Sólo me quedaba esperar a que Helio se enterase de algún modo y me rescatase. Sé que es algo disparatado, pero es lo único en lo que podría pensar para escapar. Lloraba, lloraba porque pensaba que no volvería a ver a mi familia. A mis padres, a mis hermanas, a mi sobrinito... Recordar las caras de todos mis conocidos sólo provocaba que derrame más lágrimas. Recordaba también los momentos felices que había vivido, como mi cumpleaños pasado, en el que fui celebrada en el programa (a pesar de que ocurrió con dos días de diferencia, ya que también me celebraron en mi casa) y me visitó toda mi familia. Ahora falta un mes para volver a festejarme y cumplir 23 años, pero... no sé si pueda salir viva de esto. No lo sabía. Sólo lloraba. Lloraba y lloraba hasta que me calmé. Controlé mi respiración y sequé mis lágrimas. Dejé que transcurriera el tiempo. Pasó un rato después de que dejé de llorar. Aún permanecía con las piernas envueltas por mis brazos. Estaba cabizbaja, con la cabeza recostada en mis propias piernas, con una expresión de tristeza profunda en mi cara, pero me encontraba pensativa, recordando todo lo feliz que me había pasado. Intentaba no caer en un cuadro de depresión (que, aunque no la padezco, podría surgirme si me sigue ocurriendo esta clase de cosas). De repente, de la puerta del lado izquierdo del pasillo entran dos de los llamados piratas espaciales. Estos eran diferentes a los que me capturaron. Mis secuestradores tenían pinzas de crustáceo en lugar de manos, algo de músculos pero delgados y una cabeza puntiaguda con tres ojos. Estos, por otra parte, poseían músculos un poco más pronunciados y un tono de piel gris, manos con tres dedos y una cabeza con boca llena de afilados dientes que contaba con, al parecer, seis ojos pequeños (en comparación con el otro tipo de piratas). Sin embargo, no venían solos. Con ellos venía el mismo sujeto que me noqueó y me trajo aquí. — ¡Tú...! ¡¿Dónde estamos?! ¡¿Por qué me trajiste aquí?! ¡¿Qué quieres de mí?! - le interrogué, furiosa, aunque era más que obvio que no entendería la respuesta. Me respondió, aunque evidentemente no le entendí. Sólo palabras en un idioma del que no sabía nada y algunos rugidos y gruñidos. Y enseguida este le ordenó (o al menos eso entendí) a los otros dos que vigilaran mi celda. Ellos respondieron con gruñidos y palabras indescifrables. Él se fue, mientras que ellos permanecieron conmigo, vigilándome. En cuanto el líder se fue, mis vigilantes voltearon a observarme y, aunque no les entendiera en cuanto a lenguaje, comprendí que se estaban burlando de mí. No tenía de otra que escuchar sus burlas. Me dieron ganas de golpearlos, pero no podía, además de que podrían lastimarme y hasta matarme con esas armas que traían. Me resigné y volví a sentarme en el suelo. No sé cuánto tiempo pasó desde entonces. Debido a que no portaba mi móvil, me era difícil saber la hora, y más en un planeta extraterrestre. ¡Los horarios serían distintos! Además, de vez en cuando volteaba al pasillo donde, además de mis vigilantes, pasaban más piratas similares, ya fuera con una armadura verde o amarilla, incluso piratas muy delgados. Junto a ellos iban robots terrestres (de cuatro patas) y aéreos (con dos cañones). Todos los transeúntes se me quedaban viendo raro, como si fuese algo que nunca hubieran visto. Según me contó Helio, se toparon con Samus Aran (quien ahora es su inteligencia artificial compañera) en muchas ocasiones, y en todas fracasaban debido al inmenso poder de la cazarrecompensas. La verdad es que Samus Aran casi no ofrecía entrevistas, y en una ocasión muy especial que fue al Telediario del mediodía con la licenciada María Julia Lafuente, contó muchas de sus anécdotas. Normalmente estoy ocupada en mis cosas, pero tuve la dicha de ver la entrevista que le hizo Abelardo Luzanía y, desde entonces, al igual que muchas personas a lo largo de la galaxia, siento admiración por ella, a pesar de que ya no se encuentra con vida. Estuve pensando en eso durante un largo rato. De repente, una explosión sacudió el lugar. Los guardias se sorprendieron junto conmigo. Me levanté de mi posición y me pegué al campo de fuerza para tener una mejor visión. Observé cómo accionaban sus armas contra algo o alguien que no veía muy bien quién era por la nube de humo y polvo que se formó en el lado izquierdo del pasillo (antes de la explosión, escuché cómo la puerta se abría). En eso, los dos fueron eliminados por rayos morados cargados que me recordaban mucho a algo, o mejor dicho, a alguien. Entonces, la figura misteriosa se acercó a mí corriendo. Por fortuna mía, se trataba de Helio, y vi que llegó para rescatarme (tal parece que esa posibilidad que veía poco probable se cumplió). — ¡Cinthya! ¿Qué ha pasado aquí? - me preguntó. — Me secuestraron justo después de que terminó el programa y me hicieron prisionera. Por favor, sácame de aquí. - le contesté, ansiosa. — Eso no importa. Ya estoy aquí para sacarte de esto. - me dijo, interactuando con el panel de mano de mi celda y abriéndola. En cuanto el campo de fuerza se desactivó, me acerqué a él y le di un abrazo muy fuerte, a la vez que salían lágrimas de mis ojos nuevamente, pero me aguanté las ganas de llorar profundamente y me controlé. — ¡Gracias...! ¡Gracias por salvarme! - le agradecí por haberme salvado de nuevo. Recordé que me dijo que no le gustan los abrazos, así que lo solté y me disculpé por ello, pero entonces ocurrió algo que no me esperaba: él me abrazó a mí. Estaba sorprendida, ya que me había dicho en persona que no le gustaba tener contacto físico con otras personas, pero que conmigo... era diferente. — No es nada. - me respondió, abrazándome. Ese abrazo fue algo largo, pero lo disfruté. Él me abrazó intensamente (no hablo de brusquedad o de fuerza, hablo de sentimiento), acompañado del sonido de la sirena de alarma del lugar. Durante el tiempo que duró, me sentía aliviada, segura, me sentía... protegida. Mientras recibía el abrazo, llegaron piratas espaciales de ambos lados. Sabiendo que yo podía morir fácilmente a manos de ellos, Helio disparó su rayo contra los del lado izquierdo, que era el camino hacia donde, según me dijo él, se encontraba su nave (o sea, que debíamos seguir en línea recta en esa dirección). El impacto del rayo mató a los piratas débiles, pero otros permanecían en pie. En respuesta, Helio disparó un misil que los destruyó. Creo que me dijo que se llamaba "súper misil". — ¡Vámonos de aquí! - me exclamó, por lo que me tomó de la mano y ambos salimos corriendo. Mientras huíamos de la sección del planeta que él me comentó que se llama "Prisión", él disparaba a toda clase de piratas con rayos y misiles. Lo que más me impresionaba era su determinación por sacarme de ahí, incluso a costa de su propia vida. — Sabes, tengo una mejora con la que puedo correr más rápido, pero no puedo usarla porque estás aquí conmigo. Te dejaría atrás. En esta ocasión prefiero arriesgarme a morir. - me comentó mientras corríamos. — Creo que podrías abrir camino para mí, je, je. - dije entre risas. — ¿Estás loca? No pienso dejarte sola con todos estos locos. - dijo, sorprendiéndome. De verdad se preocupaba por mí, y mucho. Seguimos corriendo, a pesar de que llevaba puestos tacones, hasta llegar a una zona libre de piratas. Era un elevador. Lo tomamos (ya que, al parecer, Helio lo había activado antes) y este comenzó a descender. — Lo malo es que no vi estas zonas antes. Por lo menos no en persona, sólo en el mapa. - dijo. El elevador terminó su recorrido descendente, permitiéndonos seguir. Como parecía que ya no había más enemigos persiguiéndonos, fuimos caminando, pero él con su cañón alzado por si aparecía alguno de la nada. Luego de atravesar algunos pasillos, llegamos a la zona de aterrizaje, en donde se encontraba su nave atracada. — Sabes, es un alivio que haya descubierto la zona de aterrizaje de esta zona mientras exploraba cuando yo fui secuestrado. - me comentaba. — ¿A ti también te pasó lo mismo? - le pregunté, ya que no me había dicho eso. — Así es, y al igual que a ti, me rescataron. — ¿Ah, sí? ¿Quién lo hizo? — Unos amigos cazarrecompensas. — Oh, ya veo. Nos acercamos a la zona de aterrizaje, donde se hallaba el transporte personal de Helio, Sin embargo, nos detuvimos en seco al encontrarnos al mismo sujeto que me había traído a este planeta, quien cayó del techo y aterrizó enfrente de nosotros. — ¡Tú otra vez! ¡¿Qué es lo que quieres?! ¡¿Por qué lo hiciste?! - le gritó él, enojado. Como yo no podía entender al pirata, sólo me quedaba deducir lo que discutían gracias a los comentarios de Helio. — ¡¿Qué?! ¡¿Sólo por eso?! ¡Estás loco! — << ¿De qué estarán hablando? ¿Acaso de mí? >> - pensé. — ¡Si piensas que dejaré que te salgas con la tuya, estás muy equivocado! - dijo, y apuntó al otro con su cañón. Me puso a un lado mientras batallaban. Desde detrás de unos contenedores, observé cómo se enfrentaban a disparos. Helio utilizaba su rayo aquirido más recientemente, que él llamaba "Rayo de ondas", mientras que el otro empleaba un arma que disparaba glóbulos verdes con onda expansiva. — ¡Cinthya, refúgiate en mi nave! ¡Esto se va a poner feo! - me ordenó mientras esquivaba un proyectil enemigo. Le hice caso sin chistar. Me dirigí corriendo hacia su nave. Sin embargo, el enemigo posó su mirada en mí (y no hablo de una mirada pervertida, sino de una siniestra, a pesar de que no le puedo ver los ojos), dijo algo que no pude entender y me disparó. Obviamente grité y esperé lo peor. — ¡No si puedo evitarlo! - dijo Helio, arrojándose y recibiendo el disparo en mi lugar. El pirata apreció todo. Me acerqué a él para ver si no se había lastimado. — ¡¿Estás bien?! - le pregunté, preocupada. — Sí, estoy bien. - me dijo, y se puso de pie. - ¿Qué estás esperando? ¡Escóndete! Volví a obedecerlo. Abordé su nave a través del elevador que tiene en la parte de abajo. Me senté en uno de los dos asientos (para ser más precisa, el derecho) que tenía detrás del de piloto. Sin embargo, aún seguía inquieta, y es que quería ver cómo terminaba la batalla. Veía todo a través del cristal de la ventana. Miraba con detenimiento cada movimiento realizado por los contrincantes. Veía que Helio sí que sabía defenderse, a pesar de que me contó que muy apenas sabía cómo mantenerse bajo control y lo sorprendente que fue aprender a manejarla a tan sólo unos meses de haberla adquirido. En cierto momento, vi que el pirata de verde se partió en dos (y no hablo de que haya sido degollado, sino que separó su cuerpo) y comenzó a atacar a mi salvador (vaya..., me sentí extraña al decir eso. ¿Será porque tengo mucho que deberle?). La mitad inferior (las piernas, que estaban de rodillas) disparaba con una torreta integrada que atacaba con la misma arma de rayo que vi, mientras que la superior (del torso para arriba) atacaba con una guadaña láser que tenía en el brazo derecho. Observé cómo Helio alejó a la mitad superior con una patada y congeló la torreta de la inferior con un tiro cargado de su cañón. Seguidamente, se convirtió en esa esfera que ya me ha mostrado y comenzó a rodar. La pelea seguía siendo intensa. La mitad superior del cuerpo del pirata trataba de abordar la nave para intentar matarme. Sin embargo, Helio la detenía por medio del que usó para ayudarme a saltar los bloques, que me dijo que se llama "Rayo enganche" (me cuenta todo lo relacionado a lo que le pasa. Qué considerado). Por su parte, la otra mitad se liberó del hielo que envolvía su torreta y volvió a disparar. para aturdir y dañar a ambas partes, Helio empleaba pequeños explosivos llamados "Bombas" que usaba como bolita. En determinado momento, vi que empezaba a brillar más y más, hasta que dejó una bomba que dejó una gran explosión. Aun así, el pirata se salvó del estallido y unió sus mitades. Enseguida, sacó una hoja láser desde su brazo derecho. Además, de la puerta y el techo aparecieron piratas de todo tipo, de los mismos que vi cuando corríamos. Todos comenzaron a disparar contra Helio, que esquivaba los disparaba los disparos y contraatacaba con rayos y misiles. De repente, se vio rodeado de decenas de ellos, incluido el de armadura verde. De un momento a otro, todos se abalanzaron encima de él, cubriéndolo por completo. Yo estaba espantada. — ¡Oh, no! ¡Helio! - grité, asustada. — No puedes ir a ayudarlo. Me dijo que quería hacerlo todo por su cuenta. - me comentó una voz digitalizada. Era femenina. — Samus Aran... - pude reconocerla. — No te preocupes. Él puede hacerlo. Volví a mirar hacia donde estaban los piratas. Unos segundos después, una explosión igual a la de antes acabó con todos, menos con mi secuestrador. Vi de nuevo esa bolita en medio de ese radio de calor que quedó atrás. — ¡Ah! ¡Helio! - exclamé, sorprendida y contenta de ver que seguía con vida. Cargó su cañón y disparó un misil contra el pirata sobrante, impactándolo y tumbándolo. Aprovechó esta oportunidad para abordar la nave corriendo. — Ah... Ah... - jadeaba. - Listo. Vámonos de aquí. - dijo, tomando su lugar en el asiento de piloto y encendiendo la propulsión de la nave. Salimos de la base pirata y abandonamos el planeta, que vi que era de color rojizo con varias manchas amarillas (que supuse eran las secciones y las rutas de algún transporte). Miré hacia el planeta, y vi que varios escuadrones de naves piratas nos estaban disparando láseres rojos. — ¡Nos atacan! - le dije, alarmada. — No por mucho tiempo. - dijo, confiado, y oprimió unos botones que dispararon un rayo. Ese rayo acabó por abrir una brecha en el espacio, que la nave atravesó para salvarnos de esas naves piratas. Ya lejos de la amenaza alienígena (y a tan sólo unos millones de kilómetros de la Tierra), Helio volteó a verme desde su asiento. — ¿Cómo te sientes? - me preguntó. Esa simple respuesta me bastó para desestabilizarme emocionalmente y comenzar a llorar... de nuevo. Y es que no podía creer que me hubiesen separado de mis amigos, de mis compañeros, de mi familia tan repentinamente. Y ahora ya no sólo tengo que lidiar con el casi haber sido asesinada por alienígenas con pinzas de crustáceo (llamados Zebesianos), sino también que fui aprisionada por ellos. Tendré que ir con Mónica Contreras en caso de que todo esto me siga pasando (y si te preguntas por qué, es porque ella es psicóloga). — Tienes todo el derecho de llorar. Después de todo, fuiste raptada por los piratas espaciales y su líder Weavel. - dijo de nuevo, revelándome el nombre de mi secuestrador. — ¿W-Weavel? ¿Así se llama el que me golpeó? - pregunté, con la voz temblorosa y derramando lágrimas. — Sí, así se llama. Ya me enfrenté con él una vez en otro planeta. Es un verdadero dolor de cabeza. Mmm... Debería enfrentarlo junto a Sailor V. — ¿Sailor V? ¿Quién es Sailor V? — Es otra amiga mía. Vive en Venus. — ¿Venus? — Así es. Deberías de conocerla. Es muy buena onda. Con esta plática, dirigió su nave rumbo al planeta con tranquilidad. No hubo necesidad de acelerar ni nada. No había nunguna amenaza considerable. — Sabes, me enteré de tu secuestro por medio del productor del programa. Lo tengo de contacto. Me contó que terminó de hablar con todos ustedes sobre algo importante, y que tú te quedaste atrás. En eso, los piratas te tendieron una emboscada. Ellos intentaron hacer algo, pero les apuntaron y tuvieron que desistir. Me dijeron que atacaron también las instalaciones del canal durante su partida. Al final salieron del edificio para terminar observando una nave grisácea y otras verdes. A ti te subieron ya inconsciente a la nave gris. - continuó con la conversación. — Y... ¿qué pasó con ellos? - pregunté. — Ahora mismo te están esperando en tu casa junto a toda tu familia. — Oh... Qué amables... - dije, conmovida de que se hayan tomado la molestia de ir hasta mi casa. — Sí, ya sé. Y aparte me dijeron que me pagarían con créditos si te rescataba. — ¿Qué? — Nah, es broma. Lo hice sin recibir la orden de parte de la Federación. Esto quiere decir que fue una misión personal. — Oh. - dije, sorprendida. Al final atravesamos la atmósfera y volamos de regreso a la ciudad de Monterrey. Me llevó personalmente hasta mi casa. Atracamos. Al bajar por el elevador, él primero y yo después, observé a mi familia reunida junto a mis compañeros del programa, todos juntos para recibirme con los brazos abiertos. — ¡Bienvenida, Cinthya! - dijeron todos al mismo tiempo. Esa sorpresa me tocó la fibra más sensible, por lo que volví a llorar (vaya, esta vez he estado muy chillona) y corrí hacia ellos, a pesar de que portaba zapatos de tacón. Todos me abrazaron, de manera similar a como el elenco de Acábatelo lo hicimos con el seño Bezares en el aniversario número 12 del programa, celebrado hace tan sólo unos meses atrás, en marzo. (Nota del autor: El abrazo que se menciona arriba ocurre en este video. Dura del minuto 9:16 al 9:47, que es cuando deja de verse.) — ¡Los extrañé! ¡Los extrañé a todos! - decía entre lágrimas. Lloraba a cántaros. Todos me decían cosas como "Te extrañamos mucho.", "Pensábamos que jamás te volveríamos a ver." y hasta "Creímos que habías muerto." Algunos incluso se pusieron a llorar como yo, tal es el caso de mi mamá (mi papá siempre ha mostrado ser algo serio) o varios de mis compañeros. Mientras tanto, Helio observaba todo desde una posición cercana a su nave, con la mano puesta en su cintura. Ahora que no poseía el visor opaco, se le veía en la cara un gesto de satisfacción por lo que había hecho, y sin pedir nada a cambio. Sólo lo hizo por mí, y nada más por mí. Todo esto me conmueve de tal manera que no sé cómo describirlo. Esa sensación de gratitud... La misma que siente el productor hacia él por haberme salvado de los piratas espaciales hace meses... Creo... que yo también estoy agradecida con él por todo lo que ha hecho por mí. Luego de unos cuantos minutos (quizás por el calor corporal que todos producían), el abrazó se disipó y todos dejaron de envolverme. Además, Helio se acercó lentamente para decir algo. — Ten. Aquí están tus cosas. - me comentó, trayendo en su mano mi mochila con mi ropa y mis cosas que no pude recuperar. Todos se quedaron hablando otros cuantos minutos sobre lo que podría haberme sucedido, hasta que Helio se decidió en contarles todo con lujo de detalle. Contó cómo fue todo el rescate, mi liberación, la huida, su combate contra... Weavel y nuestra escapada del "planeta pirata". — ... Y es así como ocurrió todo, gente. Como verán, vivimos algo demasiado intenso, pero sobre todo ella, que la secuestraron en un abrir y cerrar de ojos. - comentaba. — Bueno, lo reconozco: alguien ha vivido cosas más intensas que yo, que todos nosotros. - dijo Gaby, impactada. — Tan sólo esperemos que no vuelva a ocurrir. - dijo mi mamá, preocupada por la probabilidad de que lo que me ocurrió vuelva a suceder. — Señor, ¿cree que esos extraterrestres vuelvan a atacar? - le preguntó Ruly al señor Bezares. — Es posible, Ruly, pero aquí tenemos a nuestro amigo para que nos defienda. - comentó el señor, sonando muy seguro de sus palabras, de que Helio nos ayudaría cada que los piratas nos invadieran. — Yo... creo que así será. ¿Verdad, Helio? - le pregunté a él, un poquito triste pero ya mejor. — Eh... Sí, claro. Yo me encargaré de que no les pase nada. Aunque claro, también pueden contar con la Federación. — Pero la Federación es diferente de ti. - le dije, sosteniendo su brazo derecho. — Sí, ya sé, pero... — Por favor, prométeme que así lo harás. Por favor... - dije, a punto de llorar otra vez. — Ah... - suspiró. - Está bien. Lo haré. — Gracias. - agradecí, feliz. — Bueno, ya me tengo que ir. Me regreso a mi casa. Fue un placer haber ayudado. - dijo, momento en que comenzó a caminar hacia su nave. Sin embargo, yo lo detuve sosteniéndolo de un brazo. - ¿Pero qué? ¿Qué pasa? — ¡Espera! ¡No te vayas! - le dije, todavía con lágrimas en los ojos. — Pero... es que había quedado con mi mamá de que iba a regresar temprano. ¿Para qué más me quieres? Ya te rescaté. — Es que... quiero que te quedes. — ¿Para? — Para festejar. — ¿Festejar qué? ¿El que te haya rescatado? — Así es. Todos los aquí presentes queremos darte las gracias por haber rescatado a nuestra hija. - comentó mi papá, acercándose a él desde atrás y poniéndole una mano en el hombro (y eso que sus hombreras son muy grandes, del porte de su cabeza). — ¿En serio? Bueno, eso cambia las cosas. Dejen que informe a mi mamá que llegaré algo tarde. No quiero que nadie me vea, así que lo haré en mi nave. No crean que me iré, sólo voy a informar. Ahorita vuelvo. - dijo, abordando su nave. Tardó tan sólo un par de minutos en comunicar lo que sea que haya tenido que decir. Pasados esos minutos, descendió de la nave y volvió a reunirse con nosotros. — Listo. Ya terminé. Ahora sí, ¿qué sigue? - preguntó. Como el Sol se estaba poniendo, decidimos hacer una pequeña fiesta. Para comer, Helio y mi papá fueron a comprar carne de res (si no lo recuerdas, la carne actual se fabrica en laboratorio) asada, además de algunos refrescos para acompañar. Esto lo hicieron en la nave de Helio. La reunión duró como tres horas, y terminó a las diez de la noche. Durante ese tiempo, varios hablaron con Helio, incluyendo al productor del programa (que, por cierto, llevaba al hijo que tuvo con la "Wera" Sosa, que también se llamaba Raúl, y tenía dos años), el señor Bezares, mi papá, mi hermana mayor y mi mamá. Además, Helio también contó cosas sobre sus otras misiones con la Federación Galáctica. Hasta hicieron competencias para ver quién bebía refresco más rápido. Ocurrió entre mi papá, Helio, Alex Sotelo, "Ruso" y George (que ya sabes que se llama Jorge Alfredo). Ganó Helio. Después de la competencia de tomar refresco, vino la hora del karaoke, donde varios se pusieron a cantar. En lo particular, al señor Bezares le gusta mucho un grupo del siglo XX conocido como los "Beatles", así que ponían canciones de esas cada vez que le tocaba. Mientras eso pasaba, yo discutía con mis compañeras de Acábatelo. — Oye, y... ¿acaso te gusta? - me preguntó Gabriela, curiosa. — ¡¿Qué?! ¡No, para nada! - respondí, exclamando y sonrojada (y ya sabes cómo me pongo cuando me apeno). - Es sólo que... se sacrifica tanto por mí... que ya no sé qué sentir al respecto. — ¡Vamos, amiga! Sabes que puedes confiar en nosotras. No diremos nada. ¡Anda, cuéntanos! - dijo la "Wera" Sosa. — Miren, no es que me sienta atraída hacia él. Solamente trato de decir que... es muy valiente. — ¿Valiente en qué sentido? - preguntó Marina Sotelo. — En que me dijo que hasta daría su vida por mí. — ¿En serio? Oh... Qué lindo... - dijo Barbie. — Amiga, yo huelo a romance. - opinó Valeria. — Yo también. - dijo Jessica. — Ustedes lo ven así, pero yo no lo creo. Yo creo que sólo podemos llegar a ser amigos. — Uvita, pon atención. ¿Acaso no te fijaste bien en que dijo que arriesgaría su vida sólo por ti? Eso es algo que sólo los enamorados harían. — También los que buscan rescatar a sus seres queridos. — Pero es que tú no lo ves. Él está enamorado de ti. - seguía insistiendo Gaby, ya que ella tampoco tiene novio. — Así es como ustedes lo ven, pero yo no. — Mira, Uvita, no quiero sonar igual que Gabriela, pero mi novio también ha dicho esa clase de cosas. - dijo de nuevo Jessi. - De veras, no te miento. — Pero es que... ¿y si no es así? ¿Y si sólo me ve como una amiga? — No tienes por qué ponerte así. Aunque no lo parezco, mi esposo y yo nos seguimos viendo como amigos. Bueno, todavía como novios, pero es parecido. - dijo nuevamente la "Wera". — ... Bueno, si ustedes lo dicen..., voy a preguntarle. Me levanté y fui hasta donde estaba Helio, que estaba platicando con el señor Bezares. — Oye, disculpa, ¿puedo preguntarte algo? - le pregunté, haciendo que volteara a verme. — Sí, claro. - respondió afirmativamente. - Señor, ahorita le seguimos. — Claro que así, amigo mío. - dijo el señor Bezares, y se retiró para hablar con mi papá. — ¿Y bien? ¿Qué querías decirme? — Es que... quería saber si... si... — Vamos, no tengas miedo, pregunta. — Muy bien. Quería saber si... ¿acaso te gusto? ¿Tienes algún tipo de interés hacia mí? - finalmente solté. — Aunque tenía el visor transparente y se le podía ver el rostro, rápidamente este lo opacó y al parecer se alteró, ya que no sabía qué decir. — Eh... Eh... ¿Cuál fue la pregunta? - preguntó, alterado. — Que si te gusto o algo por el estilo. - respondí, determinada. — Bueno..., lo que pasa es que..., eh... Vaya, ¿cómo puedo explicarlo? — ¿Qué cosa? — Señor Bezares, ¿de qué me hablaba? - se salió del tema, volviendo con el señor Mario, que pasó a hablar con el productor del programa. Me quedé desconcertada. No quiso responder a mi pregunta porque..., bueno, ¿qué sé yo? Resignada a que no conseguiría nada, regresé con mis compañeras (y si te lo preguntas, todos los del elenco se habían cambiado. Yo era la única que aún portaba el vestuario del programa). — ¿Ven? No quiso decirme nada. — Es que ya sabes cómo son los hombres. Nunca dicen las cosas a la primera. - dijo Gaby, quien es la que más habla tanto en el programa como en las reuniones. — Sí. Mi esposo hizo lo mismo antes de que fuéramos novios. - dijo la "Wera" Sosa. — Y mi novio igual. - dijo Jessica. — Puf... - suspiré. - Pues bueno, ya veremos con el tiempo qué ocurre. - dije, todavía resignada. Llegaron las diez de la noche y todos comenzaron a retirarse. La mayoría de los presentes (como Gabriela o Jessica) traía su propio aeromóvil, y los que no, pues los llevaban. Por su parte, Helio se dirigía a su nave para irse también, pero volví a detenerlo, sosteniéndolo del brazo. — No quiero sonar grosero, pero... ¿se puede saber qué quieres ahora? - me preguntó, ya que tenía algo de prisa. — Es que... en verdad quiero darte las gracias por haberme rescatado de esos malnacidos. - comenté. — Como ya he dicho antes, no es nada. Simplemente quise hacerlo porque... porque... — ¿Porque...? - quería saber el porqué. — No, nada. No es nada. — Anda, dime. — Ya te dije que no es nada. Y si me disculpas, ahora soy yo el que debe despedirse. Espero que mi mamá no se enoje porque llegué algo tarde, pero seguro que, en cuanto vea las fotos en las redes sociales, entenderá por qué tardé tanto. — Está bien. Si tú lo dices... — Y una cosa más antes de que me vaya. ¿Recuerdas que tenía una sorpresa para ti en tu cumpleaños? — Sí. ¿Por qué? — Bueno, ya no aguanto, así que te lo diré. Lo que pretendo hacer es que todos formen un pasillo enfrente del telón y yo me encuentre al final de él para recibirte. Si no puedo estar presente, te avisaré y dejaré que pongan al señor Bezares. — Mmm... Muy bien. — Uf, qué bueno que lo solté. Ya sabes que no soy bueno guardando cosas. - dijo. Luego volteó a su nave y después a verme a mí. - ... Bueno, ya me voy. — Sí, está bien. Bye. - me despedí. — Nos vemos. Y así se fue el que me salvó de los piratas espaciales, junto con todos mis compañeros de Acábatelo. Sólo quedamos mi familia y yo, así que nos metimos a la casa, no sin antes recoger (ahora ya no se usa el plástico, por si te lo preguntas). Al entrar a mi casa, yo fui la última. — Bien, ¿qué vamos a...? - preguntaba, cuando volví a recibir otro abrazo, esta vez de mi familia completa. Me tomaron por sorpresa. - Oigan, ¿qué está...? — Pensábamos que ya no volveríamos a verte. Ya hemos visto lo que esos piratas espaciales han hecho con gente de otros planetas, así que pensamos que podrían hacerte lo mismo, y no lo queríamos. - dijo mi mamá. — Cinthya, sabes que te quiero mucho y, al igual que con tus otras hermanas, si algo te llegara a pasar, yo... yo... - comentaba mi papá, cuando inesperadamente comenzó a llorar, algo que no suele verse mucho en él. — Ay, papá... - le dije, abrazándolo para consolarlo. — Esperemos que ese muchachito esté siempre aquí para salvarnos, sobre todo a ti, hija mía. - dijo mi mamá. — Ya dijo que lo haría, y confío en su palabra. - comenté de nuevo, segura de las palabras de Helio. — No quiero sonar como metiche, pero escuché sin querer algo de la conversación que tuviste con tus compañeras. - dijo mi hermana mayor. — Y... ¿qué oíste? — Que tal vez se gustan, pero no se hablan. - con esas palabras suyas, volví a sonrojarme. — N-no... Eso no... Lo que pasa es que Gabriela sacó ese tema y todas le seguimos la corriente. Incluso intenté preguntarle a él, pero se hizo de la vista gorda y esquivó la plática. — Creo que concuerdo con ellas. Parece que le gustas. — Yo opino lo mismo. - dijo mi hermana menor, que cargaba a mi sobrino. — Bueno, sea como sea, le debemos mucho a ese muchacho. La próxima vez que lo vea, hablaré con él sobre... cosas de hombres. - dijo mi papá, ya mejor. — Puf... - suspiré. Finalmente me quité el vestuario de meserita y me puse ropa cómoda. También guardamos toda la comida sobrante para el día siguiente. Llegó la hora de dormir y me acosté. Revisé brevemente mis redes sociales para ver todas mis notificaciones. Luego de eso, pensé en lo que me dijo Helio, "Simplemente quise hacerlo porque... porque...". ¿Qué querría decir con eso? Seguí con esos pensamientos hasta que me dormí. Fue un día muy movido. |
Capítulo 18
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Trabajo en equipo |
Me despierto. Lo primero que hago es checar mi móvil para revisar la hora. Eran las 10:47 a.m. Sólo han pasado unas horas (concretamente las de la madrugada) desde que rescaté a Cinthya del Planeta pirata. Ese Weavel nunca sabe cuándo parar... A ver si me da un respiro. Como ya lo he hecho una costumbre (creo que podría decirse que hasta monótona, igual que mis misiones y mi recorrido en el cuartel general de la Federación), me quité la ropa y me puse el traje Zero, claro, no sin antes desayunar un cereal de chocolate (como el cereal Nesquik, para que te hagas una idea). Seguidamente activé mi armadura. Entonces me recosté en el sillón y me puse a buscar cosas en la Cosmonet (claro que podía usar mi móvil, pero lo había dejado en otro lugar). Estaba en eso cuando recibí la diaria transmisión del comandante Malkovich (la verdad es que ya ni me sorprende, ya que, cada vez que me pongo la armadura, siempre recibo una transmisión, siempre). — Helio, necesito que vengas urgentemente al cuartel general. Se trata de una nueva misión. — ¿Para qué? - pregunté. — Te lo diré cuando vengas. ¡Ahora ven! - me ordenó, sonando estricto (ahora sí) y finalizando la transmisión. Cuando terminó la transmisión, dije... — Ay... Quiero descansar más... - exclamé, cansado. — Te escuché. - dijo Samus, conectándose conmigo. — ¡Hey, no me husmees! - me quejé. — No es mi culpa. Como inteligencia artificial, soy omnipresente. — Vaya... Eso asusta. — Anda, no seas flojo. ¡En marcha! - me dijo mi IA, por lo que me levanté del sillón y salí de mi casa (y me despedí de mi mamá... y de mi hermano). Me puse rumbo al cuartel general de la Federación por enésima vez (no es que ya me aburra, es sólo que ya se volvió toda una costumbre). Lo demás ya te lo sabes. Mientras me dirigía a la sala de informativas, pensaba en lo que me había dicho Samus, de que el comandante no me reprendía porque le recordaba a ella en sus tiempos en el ejército de la Federación, lo cual podría tener algo de sentido... y también no, porque soy hombre, pero bueno. Con esos pensamientos a flote, llegué a la referida sala, donde ya me esperaba el comandante. Fui recibido como siempre. — Hola, Helio. En verdad me gusta que seas puntual. - me saludó, felicitándome por mi puntualidad. — Listo, señor. Ya me tiene aquí. ¿Ahora qué? ¿Cuál es mi próxima misión? - pregunté. — Como te dije hace rato, antes de que vinieras, necesitaba tu presencia con urgencia, ya que un planeta colonia de la Federación se encuentra bajo ataque. Se trata de Jigrad. - dijo, manipulando una máquina y mostrando la proyección de un pequeño planeta con superficie rocosa y pequeños lagos. — ¿Ese es Jigrad, señor? — Por supuesto. En estos momentos se encuentra bajo ataque por parte de los piratas espaciales. El ejército de la Federación ya se encuentra haciéndoles frente, pero creo que necesitarán algo más de ayuda. Por eso quiero enviarte. — Y... ¿eso es todo? ¿Sólo voy a brindar apoyo y ya? — Pero no estarás solo. Te acompañará Sailor V. — << Hasta que al fin... Ya era hora... >> - pensé. — Además, también recibirás ayuda de Sylux y otros más. — ¿Quiere decir que será algo así como un equipo de cazarrecompensas? — En efecto. Creemos que si trabajan en equipo, las probabilidades de éxito serán mayores. Y también creo que esto podría ayudar a aumentar un poco tu confianza. — De hecho, yo pienso lo mismo. Además, me gusta trabajar en equipo, aunque mis expedientes digan lo contrario. — Espero que tengas mucha suerte en esta misión, porque me han llegado informes de que un general pirata está liderando la invasión. — Nah, no importa. ¡Yo puedo con todo! ... Creo. — Bueno, ya no pierdas más el tiempo. Ve. ¿Alguna objeción? — No, señor. — Perfecto. Ahora, ¡en marcha! Tu equipo te está esperando en la zona de los hangares. Me hizo mucha ilusión esa palabra, "equipo". A pesar de que prefiero estar solo (en la mayoría de las ocasiones), siempre me gusta trabajar en equipo, no por nada ayudé a Cinthya a intentar superar su miedo junto a sus otras compañeras, además de la ocasión en que trabajé junto a Rundas, Ghor y Gandrayda en Elysia, o cuando ayudé en el Sector Zero de Norion junto a Sailor V. Ay... En fin, que continué mi camino hacia la zona de hangares, pero no fui directamente a ese en el que se encontraba la nave. En el pasillo que daba acceso a todos los hangares, di vueltas preguntando si habían visto a algunos cazarrecompensas, y me dijeron que por el hangar 56. Fui para allá. Allí estaban todos mis amigos cazarrecompensas, incluyendo a uno que no conocía, uno con armadura negra y unas partes blancas. — ¡Mina! ¡Muchachos! - hago esta "abreviatura" para no nombrarlos a todos (qué flojera...). Y tú, eh... ¿Y tú eres...? - le pregunto al último, cuya identidad desconocía. — Oh, disculpa. Me presento. Me llamo Mamoru Chiba. Puedes llamarme Tuxedo Mask. - se presentó, aunque mejor lo llamaré Mamoru. — ¿Tuxedo... Mask...? De acuerdo. — Muy bien. Como tú quieras. — Bueno, pongámonos en marcha. Que cada quién vaya a su nave. — ¡Sí! - dijeron todos, a lo que cada quién corrió en una dirección diferente, incluyéndome. Regresé al hangar en donde dejé mi nave y la abordé. — No pasan ni 24 horas desde mi última misión y ya tengo que hacer otra. ¿Acaso quieren estresarme? - me quejé mientras me sentaba en mi respectivo lugar de piloto. - Aunque bueno, la de ayer fue personal. — Bueno, eso es algo que podría esperarse trabajando con la Federación. — Otra vez no me estás ayudando... — Sabes que intento hacer que te sientas mejor. — Pues no lo consigues. Ah... En fin... Vámonos. - suspiré, y puse en marcha la nave. Afuera del cuartel, ya sobrevolando la ciudad, me reuní con todos los que me acompañarían en esta misión, y con curiosidad observé la nave de Mamoru: verde con cristal rojo (como con la de Sailor V), con forma de rosa roja, con todo y pétalos (en este caso los "pétalos" vendrían siendo los propulsores o algo así). Todos juntos fuimos al espacio y, con las coordenadas fijadas en mi computadora, abrí el agujero de gusano que nos llevaría hacia Jigrad (que por cierto, de acuerdo con lo que vi en los datos de la informativa del comandante, está bastante lejos, en el extremo de la galaxia). Todos lo atravesamos y vislumbramos el planeta, tal y como lo vi en la proyección que me mostró el comandante. Nuestra pequeña flotilla de naves se dirigió al planeta (que por cierto, su sol es una enana roja, y por fortuna bastante inactiva en cuanto a llamaradas solares, además de que el planeta cuenta con campo magnético), donde se estaba librando una batalla en la superficie, más específicamente cerca de la capital y en sus alrededores. Cuando descendimos, vislumbré de nuevo la nave nodriza pirata (otra costumbre añadida a la lista). — ¿Por qué siempre tengo que ver esa enorme nave morada? - pregunté a los demás. — No lo sé. Tal vez sea coincidencia. - dijo Mamoru (sí, ya lo agregué a mis contactos también). — Bueno, ¡distribúyanse! - ordené (vaya, normalmente sólo sigo órdenes, no las doy), y la flotilla se separó. Iré por partes. Como somos muchos, esto tomará un rato. Primero iré conmigo. Después de ordenar a los demás que se distribuyeran a lo largo del perímetro de la metrópoli, a mí me tocó ayudar en un pequeño pueblo costero, a las orillas de uno de los grandes lagos de dicho mundo, algo lejos del objetivo principal de los piratas, pero no exento del ataque. Atraqué mi nave cerca del pueblo y, cuando bajé, la comandé para que atacara a cualquier nave enemiga que pasara volando. — Samus, te dejo con libertad de hacer lo que quieras. - le dije a mi IA, escribiendo la orden en el teclado de mi cañón. — Muy bien. - dijo, y emprendió el vuelo. Utilicé la aceleración para llegar corriendo rápidamente hacia la zona principal del conflicto. Entonces, ya en el pueblo, apunté a unos cuantos Zebesianos que estaban por matar a algunas personas con los cañones encontrados dentro de sus pinzas y disparé mi rayo de ondas cargado contra ellos. Los congeló y los dejó a mercéd de mis misiles. Otro escuadrón de piratas se dio cuenta de esto y se acercó a mí con rapidez, pero yo corrí hacia ellos y los derrumbé al lanzarme encima de ellos. Ya en el suelo, les volé la cabeza a cada uno con un disparo a quemarropa. — ¡Ja! ¿Eso es todo lo que tienen? - dije, burlándome. En eso vi cómo un transporte Hygieia llegaba volando y desembarcaba a un buen número de soldados. La nave despegó para disparar con sus cañones de plasma en contra de los piratas, mientras que los soldados sacaron sus pistolas congelantes y rifles de asalto. Entre todos empezamos a congelar y a partir a los enemigos que llegaban en pedazos de hielo. Y como ya dije, yo acompañaba con mis rayos cargados y mis misiles y súper misiles (y obviamente, cuando se me terminaba la munición, le pedía a los soldados que me cubrieran para concentrarme y recuperar lo perdido). — ¡Je! ¡Tomen eso! - volví a burlarme. De repente vimos que una gran cantidad de piratas se acercaban desde atrás para ayudar a sus compañeros. Inmediatamente pensé que habría muchas bajas si los confrontábamos directamente, así que dije... — Retrocedan. Yo me encargo de ellos. - les ordené, y accedieron. Se me ocurrió una idea brillante pero arriesgada: situarme en medio de toda esa horda enemiga y depositar una bomba de energía para llevármelos a todos al carajo. Después de pensarlo algunos segundos (en los que pensé si era algo arriesgado o no), decidí ponerlo en marcha. Corrí con la aceleración hacia la enorme cantidad de piratas y disparé un rayo cargado para abrirme un espacio. Rápidamente usé la técnica cometa para saltar hacia ese espacio. Terminé en medio de la avenida rodeado de Zebesianos y, en cuanto tuve la oportunidad, me convertí en morfosfera (no sin antes recibir una lluvia de disparos que tuve que esquivar) y deposité la bomba. La explosión se llevó a todos los Zebesianos al olvido. En cuanto se disipó la nube de polvo, alcé la mano hacia los soldados de la Federación en señal de victoria. No obstante, la celebración duró poco, pues de la nada aparecieron más de ellos, todos en la misma dirección hacia la que corría antes. — Bueno, a continuar con la masacre. - dije, y volví con los disparos. Ahora es el turno de Sailor V. Cuando sobrevolaba una ciudad aledaña, salió eyectada de su nave (y no porque fuera a chocar con algo), no sin antes ordenarle a Artemis lo mismo que yo a Samus, para caer en medio de una avenida llena de aeromóviles abandonados, obviamente debido a la sorpresiva invasión. En cuanto aterrizó con fuerza, observó en los alrededores en busca de algún Zebesiano, pero no encontró nada, lo que le pareció sospechoso. En cuanto dio unos pasos, decenas de piratas aparecieron desde dentro de los edificios y la tenían en la mira. — Ay, no... - comentó. Todos los Zebesianos abrieron fuego en contra de Mina, quien se vio obligada a esconderse detrás de uno de los vehículos vacíos para resguardarse. Preparó su rayo creciente para comenzar a disparar en contra de sus enemigos, y se asomó por uno de los lados hacia la "zona de guerra" y disparó a un Zebesiano que estaba distraído. Los demás vieron esto y respondieron. Se volvió un caos. Muchos contra una era injusto, pero no había de otra. Sin embargo, en ese momento llegó un batallón del ejército de la Federación a ayudarla. Este abrió fuego cuando el que estaba al mano dio la orden. La guerrilla se tornó en torno a la Federación. — ¡Se tardaron! - exclamó Mina, molesta. — Perdón. Es que estábamos ocupados. - se disculpó un soldado en nombre de todo el pelotón, más específicamente el líder. Sailor V prefirió permanecer en su escondite y continuar disparando su rayo creciente desde ahí. La cantidad de enemigos escondidos disminuía constantemente, ya fuese por los ataques de la Federación (y la posterior intromisión de esta en los edificios para verificar si quedaban sobrevivientes) o por de la nave comandada por Artemis. Y hablando de "él" (recuerda que es una IA), Sailor V se comunicó para ver cómo iban las cosas. — Artemis, ¿cómo vas? - le preguntó. — Muy bien, Minako. Hasta ahora he derribado más de veinte naves enemigas. Creo que este es mi día de suerte. - contestó. — Perfecto. Sigue así. — Está bien. - terminó la conversación, y Mina decidió abrirse paso junto a los soldados. Rundas, por su parte, la tenía fácil. Sólo tenía que congelar a los piratas y romperlos en pedazos con trozos duros de hielo. Además, empleaba su habilidad de crioquinesis para crear una tabla del mismo material para volar alrededor de la zona en la que le tocó atracar, una zona despoblada pero cerca de una ciudad, ajena a la capital o a los otros poblados mencionados antes. Desde el aire, lanzaba bolas de hielo y evadía los ataques piratas (esto último le resultaba bastante, pero bastante sencillo). De vez en cuando caía al suelo dando una voltereta y creaba una onda de hielo que congelaba a todos los cercanos, esto para que terminaran rompiéndose en pedazos segundos después. — Creía que estos piratas eran más duros de pelar. - decía, viendo que los piratas caían tan fácil. Ghor hacía uso de su armadura de combate para atacar a distancia o lacerar y matar a corta con ayuda de las empalaciones que hacía, que luego usaba a los piratas empalados para arrojarlos contra otros. Y viendo la personalidad agresiva (y quizá hasta podría decirse psicópata) y grosera de Ghor mientras va montado en su vehículo personal, digamos que también decía algunas palabrotas que mejor omitiré para que esta historia no sea catalogada como "+18" (no me culpes). Gandrayda se transformaba en criaturas fuertes para hacer frente a los piratas, como por ejemplo un Tauriano (que ya sabes que son muy fuertes). De hecho, adoptaba la forma de varios de nosotros, como Ramko, Zampda o yo (¿yo? ¿Por qué yo? ¿Será por todas mis mejoras? Yo digo que sí). Con esto es que se alzaba con la victoria sobre los piratas. — Vaya, piratitas, ¿eso es todo lo que tienen? - les dijo a los que llegaban, sonando desafiante y coqueta a la vez. Seguidamente se transformó en uno de ellos y comenzó a disparar. Esta vez le toca a Zampda. Su potente cañón le permitía disparar sus característicos rayos rojos que provocaban bastante daño. Además, su enorme fuerza le daba ventaja cuando le tocaba enfrentarse a los piratas cuerpo a cuerpo. Simplemente los hacía puré ya fuera con su puño o con su cañón, que era igual de duro que el mío (supongo que estarán hechos de un material similar). También daba enormes saltos hacia las naves piratas que pasaban volando muy cerca del suelo y, una vez sujeta a ellas, volvía a usar su cañón para perforar el blindaje y llegar al piloto y matarlo. Esto hacía que las naves terminaran por estrellarse (y claro, ella se soltaba antes del choque). Contemplaba las llamas producto de los choques. — Hmm. Vaya. - comentaba respecto a lo que hacía. Y ahora Ramko. Como tenía imitaciones fieles de mis rayos (menos uno, que seguro obtendré más adelante), sumado a que podía cargar sus pistolas, además de su gran fuerza y resistente piel, bueno..., ¿qué puedo decir? Básicamente era una máquina de matar imparable, y disfrutaba haciéndolo. — ¡Ja, ja, ja! ¡Tomen eso, malditos piratas! - decía, gustoso por acabar con tanto pirata, ya fuera con sus pistolas o con sus brazos. De hecho, agarró a uno de ellos y le apretó la cabeza con todas sus manos hasta destrozarla y hacerla puré, derramando su cerebro y demás fluidos por el suelo (nunca pensé que llegaría a tanto con eso de matar piratas por diversión. Ni siquiera Rundas llegaría a tanto). Otros que estaban ahí cerca observaron esta escena y salieron corriendo, pero el Tauriano dio un gran salto y aterrizó encima de ellos con fuerza, matándolos debido a su peso. — ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Jamás me había divertido tanto! - gritó, alegre. Sylux era un oponente formidable, a pesar de que no lo pareciera. Para atacar a las tropas enemigas, hacía uso tanto de su Neutrinarm (o sea, el rayo azul con el que absorbe la energía del oponente, tal y como hizo conmigo) como de las bombas eléctricas de su Mandíbula. Mientras lo hacía, vio a un grupo de Zebesianos amenazando con matar a civiles dentro de un edificio, así que corrió hacia la construcción y subió hasta el piso 8, donde los cinco piratas amenazaban a una familia de cuatro integrantes: madre, padre, niño mayor y niña pequeña. — Ah, no. ¡Eso no! - dijo, y empleó su golpe fulminante para atacarlos, saliendo disparados tanto él como los piratas hacia afuera del edificio y cayendo encima de la calle, muertos todos menos el Cylosiano. Cuando se puso de pie, observó que, en una intersección de cuatro avenidas, había un par de batallones del ejército de la Federación combatiendo a una gran cantidad de piratas espaciales (y cuando digo muchos, es que eran muchos). — Y aquí vienen más... - dijo, a lo que se aventuró solo a enfrentarse a ese montón y ayudar a los federales. Llegó corriendo y dio otro golpe fulminante contra los enemigos, acabando con muchos de ellos y dañando la autopista. Como quedaban más, llamó a su Delano 7 para que atacara con sus misiles, además de que los federales seguían disparando continuamente. Esto redujo la cantidad de enemigos considerablemente. Siguió ayudando a los soldados con los enemigos presentes en la autopista. Noxus congelaba a todos con su Judicator. Básicamente era lo mismo que Rundas, pero con la diferencia de que él no volaba, sino que usaba su Guadaña y su ataque giratorio. Con esa combinación rompía a los enemigos en pedazos. Cuando había muchos enemigos cerca, cargaba su rayo y disparaba esos tres rayos congelantes con los que paralizó a muchos, para después volverlos a despedazar en trocitos con ayuda de su ataque giratorio (ya lo dije dos veces). — << Debo reconocer que la batalla contra Helio en Vho fue más desafiante que esto. >> - pensó. Un pirata detrás de otro se acercaba disparando hacia él, pero Noxus llamó a su nave para deshacerse de todos ellos. El vehículo venía equipado con misiles de hielo (de forma similar a los misiles de mi nave). Comandó el lanzamiento de dichos misiles, y estos impactaron en las hordas enemigas, creando explosiones heladas (para que te lo imagines, es como el Difusor de hielo de Metroid Prime) y congelando a los piratas. Con ayuda de su Guadaña se encargó de acabar con todos y romperlos en pedazos. — Todavía sigo pensando eso. - dijo, y continuó con la batalla. Por otro lado, Spire no tenía mucho problema. Con su enorme fuerza (comparable a la de los compañeros de Mina) hacía machacado de pirata o destruía cualquier nave Zebesiana con unos cuantos golpes. También hacía uso de su Magmaul para incendiar a los invasores y reducirlos a cenizas (si estuviera en su lugar, cargaría el arma para quemarlos más rápido y ver si tienen una muerte agonizante. ... Vaya, pero qué sádico soné). Aplastaba al instante a cualquiera que se le acercara. Y a los que estaban lejos, pues utilizaba la Avalancha para llegar hasta ellos con rapidez y aplastarlos. — Vaya, esto es fácil. - comentó respecto a lo que le tocaba hacer. Un pirata se le acercó por detrás y tenía la intención de atacarlo por detrás, pero Spire se dio cuenta de esto y le propició un golpe con su "mazo-mano" que, aparte de romperle la acara, lo mandó a volar y derribó a otros que estaban atrás como si fuesen una pila de bolos. — Oh... - dijo, sorprendido por su movimiento. Vio que venían más, así que se convirtió en Avalancha y se aventó rodando hacia ellos. Y por último, Mamoru. Él empleaba un arma que hacía de bastón (pero no para caminar) para noquear a los piratas o romperles la columna y las vértebras (y también los electrificaba, debido a que el bastón contaba con un generador eléctrico con el que podía dar poderosas descargas). Atacaba a los piratas a distancia corta debido a su arma, así que debía ser precavido con lo que hacía. Estuvo a punto de ser emboscado por uno de ellos mientras enfrentaba a otro, pero logró darse cuenta a tiempo y le propició una patada que lo tiró al piso. Mientras estaba ahí, le dio un bastonazo que le rompió las vértebras de la columna, interrumpiendo la conexión entre su cerebro y lo demás (ya sabes, cosas científicas). Seguidamente otro se le acercó, pero le dio un descarga eléctrica que terminó matándolo. — << Mmm... Siempre supe que este desafío sería así de complicado. >> - pensó. Más de ellos se le acercaron por detrás, así que se dio la vuelta y corrió con una de las puntas de su bastón apuntando hacia adelante. Comenzó a correr y a electrocutar a todo pirata que estuviera enfrente (ahora que lo pienso, quienes más sufren en este momento son los pobres piratas, pero bueno, son los enemigos de la Federación, así que mejor no digo eso). Dejó de hacerlo y contempló a sus espaldas, observando un camino de piratas tirados en el suelo. — Mientras no entiendan que van por el mal camino, seguirá habiendo muertes. - dijo. Cuando terminé de hacer lo que hacía, me puse en contacto con todos para ver cómo les iba. — A todos: informen de su estado. - dije, sintiéndome como Fox McCloud, de Star Fox. — Yo estoy bien. Una unidad me está ayudando. - me informó Sailor V. — ¿Qué te puedo decir? Esto es facilísimo. - dijo Rundas. — Mira, condenado, sólo te diré que estos estúpidos no sirven ni como carne de cañón. - me respondió Ghor, sonando grosero por su efecto secundario de la armadura. — Muy bien, chiquitín. - dijo Gandrayda. — Por mí va todo bien. - dijo Zampda. — ¡Excelente! - dijo Ramko. — No tengo ningún problema con esto, siendo sincero. - dijo Sylux. — No te mentiré: esto es fácil, aunque parece que es por el arma que tengo. - dijo Noxus. — Con mi fuerza caen rendidos. Hasta podría decir lo mismo que el de cuatro brazos. - me contestó Spire. — Admito que pensé que sería así de difícil. - dijo Mamoru. — Muy bien a todos. Ahora, ¡reunámonos! - comandé (en serio me está dando ilusión esto de dirigir a otros). Cada uno dejó que el ejército se hiciera cargo de cada batallita en la que ayudaban y prosiguieron a reunirse conmigo (mmm... No sé si compararnos con los Vengadores. Creo que mejor no). Llamé a mi nave para reunirme con ellos. Una vez reunidas todas nuestras naves, y en pleno vuelo, decidí que el siguiente paso era atacar la nave nodriza pirata, aquella que trajo problemas en la Tierra meses atrás. — Perfecto. Ahora, ¡ataquemos esa nave! - dije, por lo que todos nos dirigimos a atacar la nave nodriza. Claro que no iba a ser fácil. A medida que nos acercábamos, fuimos recibidos por naves Zebesianas, que empezaron a atacarnos sin piedad. Todos comenzamos a atacar con lo que teníamos a nuestra disposición en nuestras naves. Muchas naves enemigas fueron derribadas, pero las nuestras también resultaron dañadas. Tenía la opción de apoyarme en el elevador y atacar desde ahí (como cuando perseguí a Weavel en Crossex, Jasdam), pero no podía debido a todas las maniobras que tenía que realizar, además del riesgo de que fuese alcanzado por un láser. — ¡Rápido, distribúyanse para no recibir más daño! - ordené de nuevo, hecho en el que todos, obviamente, estuvieron de acuerdo. Nos separamos de nuevo para cubrir más terreno alrededor de la nodriza. Una vez en cada punto, todos comenzaron a disparar a discreción (claro, la nave desplegó sus torretas automáticas y lanzó misiles perseguidores que tuvimos que destruir antes). Yo usé mis misiles, torretas de rayo de poder gemelo y rayo de plasma retráctil; Mina con su ametralladora de plasma; Noxus con sus misiles de hielo y así. Entre todos logramos causar gran daño, mas no logramos derribarla. En respuesta, esta lanzó más naves para cazarnos. Todos sin excepción tuvimos que dejar de atacar para volver a esquivar. Viendo que ya no podíamos volver a acercarnos (ya que sacó sus torretas automáticas, y las naves enemigas nos pisaban los talones), volvimos al suelo, yendo esta vez a la capital, a la zona central. En cuanto aterrizamos, nos pusimos todos juntos para resguardarnos las espaldas. En eso, escuchamos todos un rugido, un rugido que pude reconocer. — << Ay, no... >> - pensé. Miré al cielo y sí, se trataba de Ridley. Venía volando en dirección hacia donde nos encontrábamos. Le apunté al dragón (junto con todos mis compañeros), el cual aterrizó con brusquedad enfrente de nosotros. Su mirada seguía mostrando ese desdén de sed de sangre y muerte. Transmitía miedo, aunque lograba sobrellevarlo (al igual que los demás). — ¡Oye, tú! ¡Ya dame un descanso! - le dije, aunque no se tratara de Weavel, a quien esperaba de nuevo en esta ocasión (aunque no creo que se fuera a presentar, debido a los daños que le hice con la bomba de energía de ayer). — ¿Y si no lo hago qué me vas a hacer? ¿Matarme? Eso no importa, porque si lo haces, tarde o temprano regresaré. ¡Regresaré! - me dijo, burlándose. — Grrr... - gruñí, enojado. — Y en cuanto a tus compañeros y a ti, ¡prepárense! - gritó, iniciando la batalla. Se lanzó en contra de mí, intentando agarrarme. Lo esquivé. Como no lo logró, siguió volando alrededor de la arena de batalla (donde desgraciadamente no había ningún otro soldado cerca, sólo nosotros). Cargué mi rayo y le disparé en las alas, intentando congelarlas. Desgraciadamente repelió el ataque con su aliento cinético. Mis compañeros no se quedaron de brazos cruzados y comenzaron a disparar. Bueno, todos menos Tuxedo Mask, ya que no le veía un arma con la que pudiese disparar, ya que creo que su bastón no tenía esa capacidad, era un arma cuerpo a cuerpo. Ridley siguió esquivando todos los ataques y recibiendo algunos varios. Sin embargo, los pocos proyectiles que recibía, ya fuese de mi rayo de ondas, el rayo creciente de Sailos V o los disparos de hielo de Rundas, no bastaban para derribarlo, así que accedí a hablarle al único sin un arma de rayo (o eso aparentaba), que era Mamoru (¿o debería decirle Darien? Eso ya lo veré). — Bueno, Tuxedo Mask, muéstranos qué es lo que sabes hacer. - le dije. — Muy bien. - dijo, apuntando con su mano hacia el enemigo y cargando energía en ella. - ¡Tuxedo la Smoking Bomba! - gritó, disparando un poderoso rayo blanco. El disparo impactó de lleno en Ridley, quien pareció retroceder. El dragón se alejó volando. Al parecer sí que le hizo daño. — ¡Ja, ja! ¡Bien hecho, Mamoru! - felicité a mi compañero de armadura negra. — No hay de qué. - respondió formalmente. Miré al cielo y observé que Ridley venía volando en dirección hacia nosotros (probablemente querría hacer algo malvado conmigo, igual que Weavel). — ¡Todos ataquen! - ordené, y disparé desenfrenadamente mi rayo de ondas. Todos mis compañeros cazarrecompensas me siguieron al ataque. No hace falta que describa de nuevo las armas de cada uno. A pesar de recibir una combinación de magma, plasma ultrafrío, energía y demás, siguió su rumbo y aterrizó con brusquedad en el suelo. — ¡De nuevo! - grité. Todos disparamos a discreción y a quemarropa. Su piel en verdad era resistente. Entonces optó por usar su cola como arma. Dio un ataque circular que todos esquivamos saltando. Pasó a dirigirse a uno de nosotros en específico, más concretamente Sailor V, así que preparó la punta filosa de su extremidad y atacó. — ¡Mina, cuidado! - le grité, diciéndole que se agachara. Se dio cuenta y dio un salto, esquivando el coletazo. Alzó las alas y comenzó a volar, pero Mina y yo lo agarramos de la cola con el rayo enganche y la cadena de Venus. Además, Ramko se nos unió agarrando la cola con todos sus brazos, al igual que Zampda, que también decidió hacer uso de su fuerza. Entre los cuatro, logramos tirarlo al suelo. — ¡Tuxedo Mask, hazlo de nuevo! - le ordené a mi compañero. — Entendido. - dijo, y apuntó su mano abierta hacia Ridley. Antes que nada, lo escaneé y descubrí que su mano contaba con un micro-generador de partículas. - ¡Tuxedo la Smoking Bomba! Con Ridley sujeto (aquí me incluyo, a pesar de que escaneé a Mamoru), el disparo energético le impactó de lleno, y más en el rostro, ocasionándole mucho daño. En eso, un transporte Hygieia llegó y sacó sus cañones de plasma para disparar. Lo hizo. Varios disparos impactaron en Ridley, causándole quemaduras en la piel y arrancándole varios pedazos de la misma. Como consecuencia, el dragón soltaba varios alaridos y rugidos de dolor que se oían desde bastante lejos (incluso los Zebesianos se taparon los oídos). — ¡AH! ¡Me las pagarán! ¡Nos volveremos a ver! - gritó, alzando el vuelo para esquivar los disparos de plasma. Un escuadrón de soldados de la Federación se unió a nosotros y disparó sus armas para intentar acertarle, junto al transporte Hygieia cercano que le disparó plasma antes. Nadie logró atinarle. Al final, el dragón logró darse a la fuga, malherido y soltando sangre verde. Las tropas Zebesianas hicieron lo mismo y comenzaron a retirarse. Las naves piratas se dirigieron volando hacia la nave nodriza. En cuanto nos quedamos solos, dije... — ¡Victoria, señores! - grité, alegre, alzando mi cañón en señal de victoria. Los demás hicieron lo mismo. Ahora que los piratas se habían retirado, era hora de limpiar. Como pensé que el comandante me daría una paga extra si me quedaba a ayudar, decidí quedarme a eso, además de que les ordené a mis compañeros que hicieran lo mismo. Todos accedieron sin poner poner un "pero" (creo que habrán pensado lo mismo que yo). Esta vez decidimos ayudar en la capital de Jigrad, que también resultó afectada por los ataques de los piratas (aunque no lo haya mencionado, y también en menor medida a comparación de los otros poblados). No me volveré a enfocar en cada uno de mis compañeros, ya que todos hacían lo mismo: recoger escombros, buscar sobrevivientes, ayudar a los heridos, etc. Yo me encontraba haciendo lo primero con ayuda de una soldado. — Gracias por haberte quedado a ayudar en mi planeta. - comentó ella mientras levantábamos un trozo de escombro enorme, debajo del cual había una mujer atrapada. La misma salió de debajo, nos agradeció con un abrazo y se fue. — ¿Tu... planeta...? - pregunté, confundido. — Así es. Soy originaria de aquí. — ¿Y tú cómo te llamas? - le pregunté. — Me llamo Damara. Damara Higgins. — Y dime, ¿qué fue de tu vida aquí? — Samus Aran me salvó cuando esa misma rama de piratas espaciales invadió Jigrad cuando tenía doce años. Actualmente tengo veinte. - me comentó respecto a su vida y su edad. — Veinte, ¿eh? Déjame decirte que me llevas un año de ventaja. - dije. — Me inscribí en la academia de la Federación en Daiban después de que me marché de aquí. Posteriormente serví y sirvo ahora en el ejército de la Federación vigilando esta parte de la galaxia. — ¿El ejército vigila esta zona? Yo pensé que le tocaba a la infantería de marines. ¿O acaso eso lo deciden los gobernadores de la Federación de cada sector? Bueno, la verdad es que eso no lo sé. Nos quedamos un rato más a limpiar. Luego de eso, dejamos el resto en manos de Damara y el ejército y volvimos al cuartel general de la Federación (no describiré lo que hago para eso. Ya lo sabes y me da flojera reescribirlo). Caminamos por los pasillos (conmigo al frente) hasta llegar al despacho del comandante. Fuimos recibidos por el mismo. — Bien hecho, muchachos. Me informaron de que decidieron quedarse a ayudar a los afectados por el ataque. - nos saludó estando de buenas (o sea, sonando como feliz). — Así es, señor. Decidimos quedarnos a colaborar con el ejército sin recibir nada a cambio. - dije. - << Aun así, espero una paga extra por eso. >> - pensé. — Y por eso es que les daré una paga extra, por haberse quedado a ayudar y ser solidarios. - dijo, cumpliendo con lo que ya tenía pensado que haría. — Y... ¿eso sería todo? — Así es. No quería hacerlos perder más su tiempo, así que ya pueden retirarse. — Vaya, pues... gracias. Y... nos vemos en otra ocasión. - me despedí en nombre de todos, y salimos de la oficina. Ya afuera, mientras caminábamos hacia los hangares, tenía algo de curiosidad respecto a mi nuevo colega que es Tuxedo Mask. Quería saber más cosas sobre él (ya el escaneo que le hice fue sólo para su armadura), así que le saqué el tema. — Bueno, Mamoru, quisiera saber algo más sobre ti. - le dije a mi compañero de armadura negra, que recordaba a un smoking, por cierto. — Seguro. No tengo problemas. - respondió. — ¿De dónde eres? - pregunté. — Provengo de la Luna. - me respondió de nuevo. — De la Luna, ¿eh? Hasta ahora no conocía a nadie que hubiese nacido en la Luna. — Pues déjame decirte que yo nací allá, amigo mío. Desde donde vivo tengo espectaculares vistas de la Tierra. — Vaya... Ya me lo imagino. Y dime, ¿desde cuándo eres cazarrecompensas? — Desde que tenía 17 años. Actualmente tengo 23. — << Vaya... Le gana en edad a Cinthya. Me pregunto si ya los cumplió. >> - pensé. Escaneé a Mamoru para saber datos suyos. Aparte de su estatura (es mayor que yo) y el color de sus ojos (son azules), descubrí que cumplió años muy recientemente, más específicamente el día 3 de agosto (justamente el día de hoy. ¿Quién lo diría?). Me sorprendía el hecho de que fuera cazarrecompensas desde que era menor de edad. — Oye, y... ¿por qué decidiste trabajar para la Federación? — Porque... no quiero que la gente pase por lo mismo que yo. — ¿A qué te refieres? — ... Perdí a mis padres por un ataque de los piratas espaciales cuando era un niño. También perdí la memoria por un tiempo, pero afortunadamente logré recuperarla. Todo con ayuda de una gema que un escuadrón de las Fuerzas Especiales de la Federación posee, conocida como el "Cristal de plata". - me contó parte de su historia. — ¿Cristal de plata? Creo que buscaré a esa unidad algún día para saber más sobre esa gema. — No te lo recomiendo. Esa piedra tiene el poder suficiente para destruir un planeta entero. — ¡¿Un planeta entero?! Vaya... - exclamé, sorprendido. Después de esa plática, llegó el momento de separarnos, al menos por ahora. Reuní a todos mis compañeros para hablar con ellos. — Bueno, gente, ha llegado el momento de que cada quién vaya por su cuenta por un tiempo, al menos hasta que nos vuelvan a llamar en equipo. Y eso... eso no me gusta. - dije, sonando triste porque todos nos separaríamos. — No te pongas triste. Ya verás que pronto nos vuelven a contratar para trabajar juntos. - trató de animarme Mina, y lo logró en cierta medida, ya que tenía razón. — Así es. A pesar de que apenas nos conocemos, ya que nos vimos aquí apenas hace unas horas, estoy seguro de que nos veremos pronto. - dijo Mamoru. — Coincido con él. - comentó Sylux, apuntándole con el índice. — Bueno, ha llegado la hora de que nos retiremos. - dijo Noxus, no queriendo sonar como que quisiera irse de una vez, sino porque ya era la hora de despedirse. — Así es. - dijo Spire. - Hasta pronto. — Adiós... a todos. - me despedí, haciendo un gesto con la mano. Todos se fueron de nuevo hacia los hangares para regresar a sus naves y volver a sus respectivos planetas (o lunas, en el caso de Rundas y Tuxedo Mask). Fui corriendo hacia el ventanal del pasillo y observé todas las naves de mis compañeros volando hacia el espacio. Sabía que algún día volveríamos a trabajar todos juntos para hacer frente al mal. Algún día... |
Capítulo 19
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Armstrong Houston |
Despierto. Estamos a día 6 de agosto. Lunes. Ahora sí han pasado unos días desde lo ocurrido en Jigrad (más específicamente unos tres). Como de costumbre, despierto y acomodo mi cama (ya que no lo he mencionado, pero yo no tengo un robot de trabajo como Sailor V para que haga las cosas que yo no quiero hacer por flojera. Aunque... debería hacerlo ya que tengo la suficiente lana para tal cosa). Posteriormente bajo al comedor con mi móvil en la mano (tampoco dije la hora a la que me desperté, que fue a las 9:47 a.m.). Mi mamá aún no hacía de almorzar, así que esperé un ratito a que lo hiciera (debería aprender a cocinar). Mientras tanto, miré en la televisión el Telediario matutino. Cuando terminó (que fue a las 10:00 a.m.), empezó Vivalavi, y ahí es cuando mi mamá ahora sí empieza a hacer de almorzar. Después de que terminó el programa y empezó el Telediario del mediodía, me puse el traje Zero (y apagué la televisión) y activé mi armadura (por lo menos mi mamá comprende por qué tengo que ponérmela cada día). En eso, me decido a contactar con Samus porque quería a alguien con quién hablar (a pesar de que tengo a mi mamá y a mi hermano cerca de mí. Qué aislado estoy...). — Hola, Samus. ¿Qué cuentas, eh? — Nada interesante. Sólo espero a que Adam te llame para que nos pongamos en marcha. — ¿Nada más esperas eso? Pero qué aburrida eres. — Eso es todo lo que puedo hacer. Aunque debo reconocer que yo fui de esas personas que rara vez obedecía las órdenes de alguien. — ¿Y por qué te limitas a esperar? ¿Por qué simplemente no eres tal y como eras en vida? — ¿Cuántas veces tengo que decirte que no puedo porque ya no tengo cuerpo? — Pero el ya no tener cuerpo no debe de ser un impedimento. Puedes navegar libremente por la Cosmonet y decirme alguna cosa que te hayas encontrado. — No pienso robar datos personales de nadie. — ¡No, no! No hablo de eso. De lo que hablo es que... - decía, cuando recibí la típica transmisión del comandante. - Espera, Samus, que ya habló el jefe. — Aquí espero. - dijo, estando pendiente de lo que me dijera el comandante. Cambié de frecuencia. — Helio, necesito que vengas. Se trata de... - decía mi oficial en jefe, cuando lo interrumpí algo groseramente. — Sí, sí, una nueva misión. Ya me lo sé. - dije tajantemente. — De hecho, es eso y que voy a mostrarte a un nuevo compañero. — ¿Un nuevo compañero? - repetí. - << ¿Otro más...? ¿Pues cuántos otros? >> — Así es. Por favor no pierdas tiempo. Ven. Cambio y fuera. - dijo, y terminó la transmisión. Volví a comunicarme con Samus. - Creo que ya oíste, ¿verdad? — Por supuesto. Voy a encender la nave. Me despedí de mi familia y abordé mi nave para volar a Arcadia. Una vez que llegué al cuartel general, fui directo a la sala de informativa, sin pensar en nada. — Listo. Ya estoy aquí. - dije, introduciéndome. — Ah, hola, Helio. - dijo, algo sorprendido porque llegué así, de repente, sin avisar. — Y bueno, ¿a dónde voy a ir? - pregunté. Al igual que en mis otras misiones, el comandante interactuó con la máquina para que el proyector mostrara la imagen del planeta al que iba a ir, en este caso de uno de color morado con atmósfera rosada. — Este es el Nido. - me dijo el nombre del planeta al que iba a ir, causándome algo de confusión debido a la misma razón. — ¿Nido? ¿Y por qué lo llamaron así? - pregunté. — Esto fue porque, al explorarlo, nos dimos cuenta de que este mundo era, por decirlo de alguna manera, un "nido" en cuanto a biosferas se refiere. - me explicó. — Y... ¿qué es lo que tengo que hacer, entonces? — Tal parece que los piratas están relacionados con algo que hemos detectado. Una exploración reciente de parte de la Policía Federal detectó presencia pirata en este planeta. — << Por lo que veo, seguro que me toparé a alguien allá o me enviarán acompañado. Una de dos. >> - pensé. - Oiga, ¿y cómo será la cosa? ¿Acaso piensa enviarme solo o con compañía? Porque si es con compañía, prefiero ir con Sailor V. — No, no se trata de Sailor V. Esta vez se trata de alguien nuevo. — ¿Alguien nuevo? — Así es. — Bueno, sea quien sea, preséntemelo. Tengo ganas de conocerlo. — Muy bien. - dijo, pasando a voltear a otra parte. - Señor Houston, entre, por favor. — << ¿Houston? >> Una persona entró por la otra puerta de la sala. Llevaba puesta una versión más robusta de mi armadura, con color azul como predominante y un casco con visor negro. Se quitó el casco y reveló ser un hombre de mediana edad, de tez blanca y abundante barba (y por cierto, era pelirrojo). — Helio, él es Armstrong Houston. Él será tu compañero en esta misión. - me presentó a mi nuevo ayudante (mmm... Ayudante... Qué raro sonó eso... Creo que no fue la manera más apropiada de nombrarlo). — Mmm... Conque Armstrong Houston, ¿eh? - le pregunté, mirándolo fijamente (y eso que me superaba en altura). — A pesar de que no eres Samus Aran, he sido notificado de todas tus acciones. Lo has hecho muy bien para el poco tiempo que llevas con ese traje legendario. Es un gusto conocerte en persona. - me dijo, presentándose y ofreciéndome su mano para estrecharla. Le respondí al gesto. — Emm... Gracias. — Como podrás ver, Helio, Armstrong Houston es un gran admirador de Samus Aran, por eso es que porta una armadura similar a la tuya. Por eso pensé que sería una buena idea que te acompañara. — << Bueno, no es por dudar de su palabra, comandante, pero no creo que esa sea la mejor idea... >> - pensé. — Ya verás que juntos haremos un gran equipo. - me dijo de nuevo el señor Houston. — Y bueno, ¿algo más acerca de la misión? — Creemos que los piratas están realizando experimentos con ciertas criaturas que no hemos podido determinar. El deber de ambos es encontrar el laboratorio pirata, averiguar qué criaturas están utilizando en sus experimentos y destruir las instalaciones. ¿Ha quedado claro? — Por mi parte está todo aclarado. - dijo el señor Houston. — ¡Sí, señor! - dije yo. — Bien. ¡Entonces vayan! Entonces fuimos hacia los hangares. A pesar de que yo ya me dirigía hacia mi nave, el señor Houston me detuvo de manera similar a como lo hizo Cinthya días atrás. — Espera. Quiero que veas algo. — Hmm... - suspiré. - Muy bien. Fuimos hasta el hangar 43. Allí estaba la nave de mi compañero cazarrecompensas. Me llevé una tremenda sorpresa al verla. La observé detenidamente, ya que no me lo podía creer. Era muy similar a la mía, sólo que de color azul y cristal de color también de color verde. Me acerque a él para decirle sobre ese detalle (además, tengo que ingresar a mi lista de contactos a cualquiera que sea mi compañero, aunque sea en una misión). — Oiga, ¿por qué su nave se parece bastante a la mía? - le pregunté, con una mezcla entre curiosidad y miedo. Creía que su fanatismo rayaba en lo enfermizo. — Mandé hacerla igual que la de Samus. - me explicó. — ... Bueno, con eso me basta. - dije. - ¿Eso es todo lo que quería mostrarme? — Así es. Sólo quería que supieras qué tan fanático soy. — Bueno, pues debo reconocer que con esa armadura que lleva ya era más que suficiente. — Tuve la suerte de que Samus Aran me vio cuando estaba con vida. — ¿En serio? — Sí. Fue espléndido. — ... Bueno, si eso era todo lo que quería enseñarme, entonces ya me regreso a mi nave para que comencemos con esta misión. — Sí, tienes razón. Anda, ve. Tú me avisas cuando despegues para seguirte. Con esa pequeña "exposición" terminada, regresé a mi nave, donde Samus me comentó que ya había recibido las coordenadas, calculadas desde Zebes a la Tierra (bueno, al menos eso en principio). Me puse manos a la obra y despegué, no sin antes notificarle al señor Houston de que ya había ascendido al cielo (soné como si fuese Jesús, ¿no?) para que me siguiera. Así, nuestras dos naves ascendieron al espacio. — Oye, ¿y cómo te sientes? - me preguntó Samus mientras nos alejábamos de la Tierra. — ¿De qué hablas? - le pregunté. — De que ahora tienes un admirador. — ... Mira, no lo considero mi admirador, sino más bien tuyo. Él te aprecia a ti, no a mí. Además, ¿quién podría apreciarme? — Tu mamá, tu papá, tu familia. Hasta esa muchacha que has salvado de las garras de los piratas hace unos días. Parece que te tiene cierto aprecio. — Dejemos a Cinthya a un lado. ¿Acaso te crees psicóloga? — No, pero como ya te he dicho, sólo trato de ayudarte. — Cinthya me comentó que hay dos psicólogos que ella conoce en el canal: una llamada Mónica y otro llamado Adrián Marcelo. — Si no confías en mí, puedes decirle a ellos dos que te ayuden. No tengo ningún problema. Pero recuerda: no tienes por qué alterarte sólo por eso que te dije. Además, tienes una misión que cumplir, así que ¡vamos a ello! — Ahh... - suspiré. - Tienes razón. Mejor nos ponemos manos a la obra. - concluí, y abrí el agujero de gusano hacia el Nido. Nuestras naves pasaron por el túnel por el que la materia podía pasar gracias a la materia extraña (o materia exótica. Creo que mejor no soy tan explícito en esto). Al otro lado del camino vislumbramos el mismo planeta que vi en la proyección. Analicé el cuerpo celeste y guardé sus datos para posteriores chequeos. Atravesamos la atmósfera y buscamos un buen sitio para aterrizar. Cerca de la superficie, comprendí por qué el comandante había dicho que el planeta era un "nido" de vida (como la Tierra o Tallon IV), y es que era una jungla global, con hojas de color morado (su estrella también era otra enana roja. Ese tipo de estrellas es muy común en el universo) y el suelo cubierto por raíces. También había ríos de agua y otros cuerpos del mismo líquido, y esta era pura y cristalina. Aterrizamos encima de unas raíces que parecían una plataforma de aterrizaje. El tamaño de la "plataforma" era lo bastante grande para que nuestras dos naves cupieran en ella. — Afortunadamente no hay ninguna criatura cerca. - exclamé luego de hacer un análisis del área circundante. — Bien, entonces salgamos. Veamos qué es lo que podemos encontrar. - dijo Armstrong Houston. Bajamos de las naves y comenzamos a caminar en línea recta. Avanzamos durante un rato mientras discutíamos sobre varios temas, entre ellos su fanatismo obsesivo (en serio, no me puedo creer que haya llegado tan lejos como para tener una nave similar a la mía, incluyendo la armadura). Durante el camino, nos encontramos con criaturas que identifiqué como "Griptian", "Ghalmanian" y más, incluyendo de nuevo a los Zoomer (en verdad que estas criaturas habitan en muchos planetas. Por lo menos no viven en la Tierra). Detuvimos nuestra marcha al ver a un Griptian muerto, en un estado momificado. El señor Houston se acercó a verlo más detenidamente y tocó la lateral izquierda de su casco, acto que resultó muy familiar para mí. — Por lo que veo, esta criatura fue atacada por una criatura succionadora de energía. - dijo, provocándome escalofríos en el cuerpo, principalmente en la espalda. ¿Metroides? — ¿Y cómo es que lo sabe, señor? - le pregunté. — Porque mi traje también posee un escáner. Lo desarrollé yo mismo. También creé un sistema de control remoto para mi nave, además de que mandé a crear mi traje y nave en base a los de Samus Aran, o mejor dicho, los que tienes ahora, muchachito. A mi cañón le agregué un generador de partículas y un módulo de carga, mientras que a mi nave le mandé agregar misiles y ametralladoras de rayo. De hecho, estoy pensando añadirle un cañón de plasma trasero. - me explicó. — Vaya... Usted sí que es todo un fan. — Sin embargo, a pesar de que Samus esté muerta, aún sigo siendo su admirador. Y ahora que sé que tú eres su sucesor, parece que también lo soy de ti. Si no te gusta eso, pues puedes decírmelo y hacemos como que no lo dije. — << Mmm... En cierta manera me recuerda a mi enfermiza admiración por Cinthya. Creo que los del programa ya sospechan que me gusta. ... ¿De qué estaba hablando? >> - pensé. - No hay problema. — Sin embargo, el comandante me comentó que Samus sigue viva en cierta manera en la computadora de tu nave. — Hmm, entonces sí está bien informado, señor. Así que, si quiere hablar con ella, sólo debe pedirme abordar mi nave y le dejaré hablar con ella. — Perfecto. Continuamos avanzando, teniendo cuidado de no caer dentro de plantas carnívoras gigantes. Y es que los niveles de oxígeno en la atmósfera superaban a los de la Tierra, al igual que Tallon IV. Durante el resto de nuestra travesía seguíamos encontrando criaturas con la energía drenada, por lo que mis sospechas por Metroides se incrementaban. Por lo pronto, mientras continuábamos caminando a través del camino, platicábamos de algunas cosas. — Cuénteme, ¿desde cuándo es admirador de Samus Aran? - dije. — Desde que terminó su primera misión como cazarrecompensas. Me enteré de que ella sola logró destruir una base pirata en Zebes. - me respondió. — Me enteré de eso a través de un programa de televisión de la Federación. Además, también lo vi en la Cosmonet. Ya ve cómo las cosas virtuales se propagan como un virus. — Lo bueno de estos tiempos es que, con lo avanzada que está la tecnología, puedes recrear desde videojuegos en realidad virtual hasta trajes de cazarrecompensas legendarios. — Bueno, tengo que reconocer eso último. Parecerá que esta armadura es una réplica de la original hecha por la Federación Galáctica, pero la verdad es que no lo es. La obtuve en Zebes tras superar una prueba en unas ruinas Chozo. — Debes de sentirte afortunado de que hayas podido conseguir ese traje. Se creía que sólo alguien como Samus Aran podría ser capaz de portarlo. — De hecho, para portarlo sólo se necesita ADN Chozo, que ya me introdujeron, además de una gran concentración mental y estabilidad emocional. Con eso la armo. Continuamos avanzando, alejándonos cada vez más de nuestros vehículos (claro que podíamos llamarlos para que nos recogieran). Cruzamos por un río, caminamos a través de un sendero lleno de rocas, hasta creo que incluso vislumbramos una jungla (aunque bueno, el planeta entero básicamente era una jungla). De repente, el señor Houston se detiene, y me pone su mano enfrente de mí para que me detenga. — Espera. He detectado algo. — ¿Qué cosa? - pregunté. — Extrañas señales energéticas, además de rastros de una estructura artificial. Parece que se trata de la base de los piratas de la que habló el comandante. — Bueno, ¿entonces qué estamos esperando? ¡Andando! - dije, dando el primer paso. Volvimos a caminar. Seguimos así cuando aparecieron repentinamente unas criaturas, criaturas que se camuflaban como un árbol (tenían su cuerpo acomodado de tal forma que parecían uno). Analicé a una de ellas y descubrí que era un "Groganch". — ¡A correr! - grité, y ambos mandamos a tomar por saco a dichas criaturas. Empezamos a correr, pero de entre los árboles salieron más de ellos (o mejor dicho, se descamuflaban). No había de otra que pelear. Sin embargo, y para no poner en riesgo al señor Houston (aunque de igual manera lo iba a hacer), decidí usar una bomba de energía, claro, no sin antes avisar de que iba a soltar una de esas. — ¡Señor Houston, cúbrase! ¡Voy a usar un explosivo! — ¡Está bien! - dijo, y se escondió detrás de una gran roca. Cargué energía y solté la bomba. La explosión carbonizó a todos los Groganch sin dejar ninguno de ellos. El señor Houston salió de su escondite y contempló cómo pasaba de morfosfera a mi forma normal. — Uf, pero qué explosión. - comentó mi acompañante. — ¿Me creería si le digo que descubrí que ya las tenía incluidas? - le dije. — ¿En serio? ¿Quién lo diría? — Bueno, no importa. Continuemos. — Cierto. Sígueme. - dijo el señor, a lo que tomó la iniciativa y comenzó a avanzar. Yo le seguí por detrás. Volvimos a las mismas: caminar. Después de atravesar una parte frondosa de la jungla (en la que no dejábamos de hablar), vislumbramos a lo lejos una estructura metálica de varios pisos de altura, con forma de una torre. Sí, definitivamente era nuestro objetivo. — ¡Ajá! ¡Encontramos el laboratorio pirata! - exclamó el señor Houston, alegre por haberlo encontrado él (y yo, por mi parte, sólo lo seguí...). — << Ahora mismo me siento como un inútil... >> - pensé. Nos acercamos al laboratorio. Había un par de piratas custodiando la entrada, así que me dispuse a eliminarlos a ambos con un disparo cargado mientras me ocultaba entre las raíces de los árboles. Por fortuna no había robots vigilantes cerca, así que nos ahorramos un poco de tiempo. Sin moros en la costa, nos acercamos a la entrada, sólo para ver que estaba cerrada (y aquí no había un escáner de mano, como en otras ocasiones). Ahora había un ordenador en el que había que introducir una clave o código para poder acceder. Me disponía a hackear el ordenador, pero el señor Armstrong me detuvo poniendo su mano enfrente de mí. — Déjamelo a mí. - me dijo, y tocó el lateral izquierdo de su casco (a diferencia de mí, que lo hago con el derecho por ser zurdo. Creo que esa característica salió por la prueba de las ruinas Chozo de Zebes. Creo que el espejismo detectó que era zurdo). En cuestión de unos segundos, la puerta se desbloqueó, permitiéndonos pasar. — Listo. Ya podemos pasar. - dijo, sonando satisfecho por algo que hizo. — ¿Podría decirme qué fue lo que hizo, señor? - le pregunté. — Fue simple. Todo lo que hice fue hackear la terminal para poder acceder. - me explicó. — ¿Y cómo fue que...? — Recuerda que mi traje posee un escáner. También posee la habilidad de hackear, detalle que olvidé mencionarte antes. — Vaya..., me sigue sorprendiendo cada vez más y más, señor Houston. - dije, sorprendido. — Gracias. — Bueno, ya no perdamos el tiempo. Entremos. — Cierto, tienes razón. - dijo, y ambos entramos al complejo. En cuanto la puerta se abrió, ambos entramos con nuestros cañones alzados. ¿Cómo era el interior? Pues básicamente como la base pirata principal, en el Planeta pirata (o la de Solairon 12, según me contó Sailor V). A simple vista parecía que no había nadie, pero me equivoqué al ver a varios piratas recorriendo un pasillo. Decidimos seguirlos. Sin embargo, les perdimos la vista al llegar a una encrucijada. Sin embargo, vi en la pared una especie de letrero (obviamente holográfico) con lenguaje pirata inscrito (claro que también había en las otras paredes, pero me enfoqué en ese en específico). Lo escaneé para ver qué decía. — Aquí dice "Laboratorio de Metroides 1". Parece que hay más, pero mejor nos enfocamos en destruir este lugar. - comenté. — Tienes razón. Continuemos. - dijo el señor Houston, y me siguió. Seguimos avanzando, encontrándonos con un elevador que nos llevó a un nivel superior. Una vez allí, continuamos caminando, teniendo cuidado de los piratas (como siempre): una enorme estancia llena de decenas de Metroides almacenados en tanques transparentes dentro de los que estas criaturas flotaban. — Lo sabía... - susurré, sabiendo lo que me iba a encontrar. — Por lo que puedo deducir, estas criaturas son la fuente de las emisiones de energía extrañas. - concluyó mi acompañante mayor. — Y bueno, ¿qué hacemos ahora? ¿Destruir este lugar o continuar? - pregunté. Estábamos tan concentrados mirando a los Metroides y pensando en lo que íbamos a hacer que no nos dimos cuenta de que un pirata accedió a la sala, nos vio y de inmediato activó la baliza roja que llevaba en la mano para activar la alarma. Nos dimos cuenta de él muy tarde. — Hijo de... - susurré. La alarma sonó, dejando salir a los Metroides de sus prisiones. El pirata salió corriendo y las entradas se cerraron (no sin antes que yo maldijera a ese condenado pedazo de basura espacial). Volteamos a ver nuevamente a los Metroides liberados. No sabía cómo iba a poder enfrentarme a tanto de ellos (bueno, en realidad sí, pero ¿qué había del señor Houston? Tendría que protegerlo, y lo peor de todo es que no portaba algún arma congelante o misiles). — Houston, tenemos problemas. - dije, alarmado por la cantidad de Metroides (y aparte, me fijé en que acabé sonando como los antiguos astronautas). — No importa. ¡Tú puedes con todo! - me dijo, sonando motivacional. Entonces uno de los Metroides se lanzó en contra de mí. Lo esquivé rápidamente con la defensa sensorial y lo congelé para después destruirlo con un misil. Los demás hicieron lo mismo, lanzándose en plan kamikaze en contra mía, abriendo su boca para succionarme la energía (si alguno se me pegaba, me convertía en morfosfera y depositaba una bomba). Yo esquivaba a cuantos de ellos se me aventaran, los congelaba y los tronaba a misilazos (je, je... A misilazos... Je, je, je...). Y por otra parte, el señor Houston se escondió detrás de unos contenedores puntiagudos (al igual que Cinthya cuando me enfrenté a Weavel en el Planeta pirata. Creo que ahora sí hago muchas comparaciones) y observó la batalla. Yo combatía, mientras él sólo miraba atentamente desde lejos, motivándome. — ¡Vamos, tú puedes! - me animaba, pero no combatía, a pesar de contar con un rayo similar al original que portaba. — ¡Oiga, ¿no piensa ayudarme?! - le grité. — ... Bueno. Está bien. - dijo, disparando su rayo. Debido a que su rayo era comparable a mi rayo normal (y también siendo parecido a las armas básicas de las Fuerzas de la Federación), no hacía tanto daño como mis rayos combinados. Aun así, se esforzaba por hacer algo (creo que soné algo grosero diciendo eso). Entonces fue que cambió su estrategia a usar rayos cargados. Estos sí que hacían más daño y rompían a los Metroides en pedazos (de hecho, hasta yo podría desactivar el rayo de hielo y el de ondas para hacer lo mismo, pero creo que sería un movimiento demasiado arriesgado, así que mejor no lo hago, al menos por ahora). La batalla continuó y parecía que los Metroides no tenían fin, ya que parecía que cada vez llegaban más (sí, definitivamente había más laboratorios con Metroides en otras partes de las instalaciones. Ya estaba convencido). Uno de ellos se lanzó contra el señor Houston. — ¡Cuidado, señor! - le advertí, estirando la mano. Por fortuna, Houston logró apartarse rápidamente del Metroide que se lanzó contra él. Entonces congelé a la criatura voladora desde la distancia y la destruí con un balístico. Me fijé que ya quedaban pocos Metroides, así que se me ocurrió algo que ya había pensado antes (parcialmente. Ya lo leíste arriba): juntarlos a todos, congelarlos con un disparo cargado y desactivar mis rayos obtenidos hasta quedar con mi rayo normal y disparar otro rayo cargado para aprovechar su efecto difusor y destruirlos a todos de una buena vez con otro tiro cargado. Puse esa idea en práctica. Me coloqué enfrente de toda la horda (no se me ocurre otro nombre para mencionarla) de Metroides. — ¡Eh, medusas! ¡Vengan por mí! - les grité a los Metroides, y uno de ellos soltó un gemido, y todos se lanzaron contra mí. Cargué el rayo y disparé. El efecto difusor del rayo de hielo congeló a todos y cada uno de ellos, sin excepción. Entonces, cuando todos cayeron al suelo (algunos de ellos se fragmentaron y rompieron en pedazos al chocar con el piso), cambié mi rayo a su configuración original y volví a cargar para, posteriormente, disparar nuevamente contra las criaturas gelatinosas succionadoras de energía, destruyendo a la mayoría de ellas. Le ordené al señor Houston que me ayudara con los restantes, que eran muy pocos. Los destruimos juntos. En cuanto nos deshicimos de ellos, las salidas se desbloquearon. — ¡Ja, ja! ¡Bien hecho! - me felicitó mi compañero mayor que yo en edad, poniéndome su mano para chocarla (no sé si esa actitud es de chavorruco o algo así). — Eh... Sí, bien hecho. - respondí, tanto a él como a su gesto. Entonces cambié mi rayo al combinado que tenía. — Bueno, las órdenes del comandante eran destruir estas instalaciones, así que será mejor busquemos la sala de control. - instruyó el señor Houston, adelantándose a mí. — << Vaya, no me diga. Eso es lo que iba a decir. >> - pensé. — Creo que debe de haber alguna sala en la que podamos descargar el mapa de este complejo. Vamos. - dijo mi acompañante, tomando la iniciativa nuevamente y caminando hacia adelante, hacia la salida norte. — << Esto está empezando a hartarme... Yo debería de decir eso... Aunque bueno, nunca me ha gustado dirigir, pero con lo que pasó hace poco, tal vez cambie de opinión. >> - pensé de nuevo, caminando detrás de él. Avanzamos a través de los pasillos del laboratorio (y ya no hablo del de Metroides, sino del complejo en general), teniendo cuidado de los piratas y sus robots. Cuando nos topábamos a uno, lo eliminábamos antes de que soltara la alarma y llamara a sus compañeros. Llegamos a una sala de mapas. Ambos lo descargamos. — Ya lo tengo. De acuerdo con el mapa, la sala de control está situada en la cima de este laboratorio, o sea, en el nivel más alto. - comentó el señor Houston. — Bueno, si queremos llegar hasta allá, será mejor que nos pongamos en marcha. - dije, y me dispuse a abandonar la sala. — ¡Espera! ¡Mi radar detecta presencia pirata afuera! Será mejor que esperemos. - me advirtió mi acompañante. Eso me detuvo en seco. — Uf. Qué bueno que me detuvo, señor. Esperamos unos segundos hasta que pasaran los piratas. Me dio tentación de abrir la puerta. — Listo. Ya pasó. - dijo el señor Houston. — ¿Ya pasó? Muy bien. - dije, abriendo la puerta. Efectivamente, no hay moros en la costa. Aun así, salí de la sala de mapas con el cañón apuntando. Sin embargo, de inmediato pensé que era un poquito innecesario. — Ehh... Ups. - solté. — ¿Ves? Te dije que no había nadie. - me comentó mi compañero. — ... Perdón por no confiar. - me disculpé. — No pasa nada. Bien, no perdamos más el tiempo. Continuemos. - con estas palabas de Houston, seguimos el camino de nuestros mapas y continuamos el camino hacia la sala de control. En nuestro recorrido vertical, nos encontramos con una habitación con un elevador en ella. Al entrar en la sala, entramos con nuestros cañones apuntando por si había alguien dentro, pero por fortuna no fue así. Estaba activo, así que no tuvimos ningún problema. Había un panel con todos los pisos señalados (incluyendo el del laboratorio de Metroides en el que estuvimos), así que escogí el que estaba hasta arriba, la cima. Fuimos rumbo hacia allá. Afortunadamente el ascensor era rápido, así que no tardamos tanto en llegar. La puerta por la que entramos se abrió dejando ver un pasillo con la misma iluminación pirata. Avanzamos por él con nuestros cañones alzados. Caminábamos lentamente, observando nuestros radares y estando pendientes de nuestros alrededores, ya que podría haber algún pirata o, por defecto, algún robot cerca. También veía (sólo yo, el señor Houston miraba siempre al frente) hacia el exterior por medio de cristales azules. Las vistas eran en verdad impresionantes. Más adelante, y de acuerdo con mi mapa, estábamos cerca de la sala de control, así que aceleramos el paso. En cuanto llegamos (no había piratas en ella, a pesar de la suma importancia que esta tenía dentro de todo), notamos que era una sala llena de ordenadores y ventanales naranjas que daban al exterior, por donde, por ende, se podía ver el paisaje jungloso del planeta, además del resto de las instalaciones. Sin embargo, no estábamos ahí para admirar los bellos paisajes, sino para provocar la autodestrucción. Antes de hacerlo, me fijé en que uno de los ordenadores estaba encendido y mostrando un documento. Leí el título con ayuda de mi traductor. — Miteralis... Interesante. Descargaré esto. - dije, analizando el ordenador y descargando la información que contenía. — Esta es la computadora que controla el sistema de autodestrucción. Todo lo que tengo que hacer es interactuar con ella y... - dijo el señor Armstrong, analizando la máquina y provocando el salto de las alarmas en cuestión de unos cuantos segundos. - Listo. Ya la activé. Detonará en minuto y medio. — No creo que haga falta volver hasta la entrada. Podemos llamar a nuestras naves. — Tienes razón. Hagámoslo. Mientras esperaba que algún pirata llegara hasta nuestra posición (porque era más que obvio que alguien iba a llegar tarde o temprano), me la pasaba mirando hacia adelante y hacia atrás. Llamé a mi nave con el visor de órdenes junto al señor Houston, que, como me dijo, poseía un sistema de control remoto para su nave instalado. En cuanto estuvieron frente a nosotros, las naves (que tardaron poco más de treinta segundos en llegar, en los cuales nadie llegó, lo cual todavía me seguía pareciendo extraño) dispararon sus misiles en contra de donde se encontraban los ordenadores, causando explosiones y creando un agujero por el cual podíamos salir (el cual era bastante grande). En eso, decenas de piratas llegaron sabiendo que algo había pasado. Todos ellos nos apuntaron. Debido a que no sabía si la armadura de Houston poseía un escudo energético o podía almacenar tanques de energía, decidimos saltar, momento en el que los piratas comenzaron a disparar. — Todavía queda tiempo. Podemos divertirnos un poco. - me dijo el señor Houston. — ... Bueno... - dije, momento en que nos separamos para destruir partes de la base. Ambos usamos misiles para destruir en pedazos grandes trozos de metal, más concretamente maldium. También usamos las ametralladoras de rayo (y yo incluí el rayo de plasma retráctil) para liquidar a las tropas que intentaban huir (sí, sé que era una situación injusta, pero así son las cosas con los piratas). En cuanto quedaron diez segundos, decidí que ya era hora de irnos. — Bueno, ya fue todo. Vámonos. - dije, comunicándoselo al señor Houston, momento en que nos fuimos de ahí (y también vimos cápsulas de escape abandonar lo que quedaba en pie del laboratorio). Nos alejamos del laboratorio, lo suficiente como para contemplar las explosiones que se desataron hasta terminar en una mayor (me recordó a cuando batallaba con Kanden en Septus). En cuanto a las cápsulas de evacuación, pues no podíamos hacer nada por ello. Simplemente nos quedamos quedando cómo los restos del laboratorio ardían en llamas. — ... Y se acabó. - dije. — ¡Woohoo! ¡Así se hace! - gritó el señor Houston, contento por el resultado de la misión. Nos quedamos contemplando el ardor del laboratorio un par de minutos hasta que decidimos marcharnos de regreso a la Tierra. Antes de activar el agujero de gusano, volví a recibir una felicitación de mi compañero, y sí, tengo que reconocer que actué con valentía contra los Metroides, pero... el crédito de la autodestrucción de la base enemiga es de mi compañero, al igual que el haber entrado. No sé si sentirme satisfecho. En fin, que al final activé el generador de agujeros de gusano y ambos regresamos al planeta del que proveníamos (bueno, aún no sé en dónde vive el señor Houston. Tal vez viva en la Luna, como Tuxedo Mask, quién sabe). Nos dirigimos de inmediato al cuartel general de la Federación para dar nuestro informe sobre la misión exitosa. Al terminar, recibimos una felicitación por parte del comandante Malkovich. — Felicitaciones a ambos, en especial a ti, Helio, que nunca me decepcionas. Desde que te conozco no has fallado en ninguna misión. - dijo el comandante, felicitándonos, pero sobre todo a mí (aunque también reconozco que el señor Houston hizo un grandioso trabajo). — No es nada. Ya sabe que siempre puede confiar en mí. - le dije, sonriente (y se veía porque traía el visor transparente). — Bueno, haré la transferencia de créditos a sus cuentas. Disculpen. - dijo de nuevo mi (o debería decir "nuestro") superior, momento en que sacó un ordenador portátil (también cuántico e inteligente, por cierto) para hacer las transferencias a nuestras cuentas (no sabía que el señor Houston tenía una). — Oiga, ¿no siente que esto se ha tornado repetitivo? Yo sí. - le susurré al señor Houston. — No. En mi caso no había sido convocado directamente por el comandante Malkovich. - me respondió, también susurrando. — ¿De qué están hablando? - nos preguntó el comandante, notando que estábamos susurrando. — De nada. No hablábamos de nada. - dije tajantemente. — Mmm... Eso espero. - dijo, no muy convencido. — ... Bien, es todo. Ya he transferido la paga a sus cuentas. Por ahora pueden retirarse. — De acuerdo. Nos vemos luego, comandante. - dije, despidiéndome. — ¡Hasta luego, señor! - se despidió el señor Houston. Como pasó en el capítulo anterior de esta historia, era hora de despedirse. Lo hicimos algo lejos del despacho del comandante. — Bueno, hijo, es momento de que cada quién vaya por su cuenta. - dijo mi nuevo compañero de ahora en adelante. — << Vaya... Se me está adelantando... >> - pensé. - Sí, así es. Pero... antes quisiera saber... ¿en dónde vive? - pregunté, queriendo sacarme esa duda de la cabeza. — Vivo en Nueva York. — ¿Ah, sí? Vaya. - dije. En eso, se me vino algo a la cabeza. - Oiga, eh..., quería decirle algo. Verá, he formado un equipo de cazarrecompensas, entre los cuales hay otros humanos, una Aldebarana, un Tauriano y demás. Me gustaría saber si usted quiere formar parte también de este grupo. — Claro. Además, si así puedo interactuar con Samus de cierta manera, pues adelante. — También tengo un problema. No se me ocurre un nombre para el equipo. ¿Podría darme algunas opciones de nombres? — Hmm... ¿Qué tal "Equipo Estrella"? — Mmm... No. — ¿"Equipo Todopoderoso"? — Tal vez... — ¿"Escuadrón de Cazarrecompensas"? — No. Muy simplón. Seguimos discutiendo varios otros nombres, pero al final no pude decidirme por ninguna propuesta. — Bueno, señor, lamento que no hayamos podido llegar a una conclusión satisfactoria. - dije, decepcionado. — No importa. Ya verás que pronto llegaremos a un nombre sólido, uno que te guste. Sólo tienes que confiar en ti y contactar conmigo y tus otros compañeros para que podamos decidir un nombre. — Nos vemos pronto, muchacho. - me dijo, ofreciéndome su mano para estrecharla, justo como cuando nos conocimos. Respondí al gesto sin la misma incomodidad de antes (soy delicado). — Sí. Nos vemos. - dije. Observé cómo abordaba su nave, la encendía y salía volando del hangar. Al final otro día, otra base pirata destruida (aunque no en muchas haya estado involucrado, ya que Sailor V me comentó que destruyó una en Solairon 12 junto a Zampda y Ramko) y otro cazarrecompensas añadido a mi club. ¿Qué nombre le pondé a mi pequeña organización (iba a decir "de élite", pero recordé que no somos de las Fuerzas Especiales)? ¿Cómo nos irá en el futuro? ¿Se irán añadiendo más miembros conforme pase el tiempo? Como dice el dicho, sólo el tiempo lo dirá. |
Capítulo 20
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Mauk y Kreatz |
En estos momentos me encuentro desayunando cereal y viendo Vivalavi en lo que me llama el comandante. Últimamente he estado discutiendo un nombre para el equipo junto a mis otros compañeros, desde Sailor V hasta Armstrong Houston, pero no hemos llegado a algo. No hemos llegado a nada, pero siento que cada vez estamos cerca de escoger un nombre (en verdad estoy ansioso, aunque no lo parezca). Continué viendo la tele hasta que se acabó el programa y empezó el Telediario del mediodía. Me aburrí de traer ropa convencional, así que me puse el traje Zero. Transcurrió el tiempo. Esta vez pasaron de las dos de la tarde. Activé mi armadura Varia (así también llamo a mi traje climático) y me recosté en el sillón. No recibía ninguna transmisión, lo cual se me hacía extraño, ya que siempre la recibía. — Samus, ¿no se te hace raro que el comandante no me haya llamado? - le pregunté a mi IA, que siempre está al pendiente. — Cálmate. Todo suele llegar a su tiempo. - me respondió, sonando tranquila al respecto. — Pero... ¿y si ya me remplazó? - pregunté, asustado. — ¿Por qué siempre piensas de manera negativa? ¿Cuántas veces te he dicho que dejes hacerlo, de pensar de esa forma? — Perdón, pero es que... no puedo dejar de pensar de pensar de esa manera. - si te lo preguntas, mi mamá ya se había ido a su cuarto. — ¿Cómo de que no? — Es que... desde hace un par de años comencé a sumirme en el pesimismo y la negatividad. Muchos de mis conocidos dicen que lo hice sin razón aparente. — Y ¿por qué? — Todo ocurrió cuando estaba por terminar mis estudios. De repente empecé a pensar que no llegaría a nada, a diferencia de mis otros compañeros. — ... ¿Pero por qué sigues pensando así? ¿Por qué te cuesta pensar de otro modo? — No lo sé. Simplemente no lo sé. — Intenta arreglar esa manera de pensar y ya verás cómo cambian las cosas, ¿vale? — Mmm... Está bien... — Por lo pronto despabílate y ve rumbo al cuartel general. Ya sabes que a Adam le gusta que llegues a tiempo. — Sí, ya sé. Voy para allá. - dije, y me levanté para ir a mi nave. Justamente cuando me levanté del sillón, recibí la tan ansiada transmisión. — Ya era hora. - comenté en voz alta. Sin más tiempo que perder, respondí a la llamada. — ¡Comandante Malkovich! Qué bueno que llama, ya que se me hacía raro que no me llamara. De hecho, ya iba para allá. - dije- — Disculpa si no te llamé antes, Helio, pero es que estaba ocupado con unos asuntos que tenía pendientes. - se disculpó mi oficial en jefe por haber tardado en llegar. Seguidamente continuó. - Bueno, sabes para qué te llamo, ¿no? — No me diga. Nuevos compañeros y una nueva misión, ¿no? - adiviné. — En efecto. Ahora ven rápidamente al cuartel. ¡Rápido! - dijo, cortando la transmisión. Como mi mamá se fue a su cuarto y mi hermano estaba jugando en el suyo, pues tuve que despedirme gritando (y por lo menos no dije groserías, ¿eh?). Abordé mi nave. — Justamente cuando me disponía a ir al cuartel, me llama el comandante. ¿Puedes creerlo? - le dije a Samus. — La verdad es que sí. - me respondió. — Bueno, será mejor que me ponga en marcha. - activé la nave y me puse en camino a Arcadia. Me ahorraré la parte de los caminos del cuartel, que ya se volvió algo repetitivo. Fui directo a la sala de informativa. Allí se encontraba mi superior (no quiero llamarlo jefe porque sonaría como si trabajara para él, aunque bueno, trabajo para la Federación Galáctica, así que da lo mismo), cerca de la pantalla que muestra los datos. — Hola, Helio. Ahora sí que llegaste temprano. - me volvió a felicitar por mi puntualidad. En cierta manera me halagaba, pero por otro lado, ya estaba empezando a hartarme de la misma rutina. — Bueno, usted sabe que a ninguno de los dos le gusta perder el tiempo, así que vayamos directo al grano. - dije. — Me parece perfecto. — Entonces me había comentado en la transmisión que esto se trata de nuevos compañeros, ¿eh? — Como te dije, de eso mismo se trata, además de algo más. — << Ay, pero qué sorpresa... >> - pensé. - Y bueno, ¿quién o quiénes son? - pregunté. — Enseguida te los muestro. Por ahora te mostraré tu próximo objetivo, que era lo otro de lo que te quería hablar. - dijo, interactuando con la máquina y mostrando otro planeta rojizo (aunque no por una sobreindustrialización, como el Planeta pirata). - Este es Kankeh. — ¿Kankeh? - pregunté. — Tiene que ver con su presidente. Fue secuestrado. Creemos que los piratas tienen algo que ver en esto. - me instruyó, mostrándome imágenes del presidente, un individuo vestido de manera formal, con piel naranja y cuatro pequeños ojos, todos de color rosa. — Como siempre... - dije, ya que los piratas, en la mayoría de las ocasiones, son los responsables. — Así es. Y para esta nueva misión, que consiste en una operación de rescate, tienes una nueva compañía, que ahora sí te los voy a mostrar. — Antes de que me los muestre, me acaba de surgir una duda. — Pues cuéntamela. — ¿No sería mejor enviar al ejército o a la policía? ¿O incluso a las Fuerzas Especiales? — Tenemos sospechas de que el presidente de Kankeh podría estar en alguno de estos planetas. - dijo, volviendo a interactuar con la máquina para mostrar varios planetas, entre ellos el Planeta pirata). Podría encontrarse en el Planeta pirata, Zebes, Elysia, Tallon IV, Bryyo y Gronheim. Creemos que las posibilidades apuntan a Gronheim. Si realizamos un asalto, podría haber muchas bajas, en especial por lo poderosos que son los monjes de Gronheim. — << Menos mal que no es de nuevo el Planeta pirata. Ya van dos veces que estoy en ese planeta... Ya estoy empezando a hartarme de ese maldito mundo... >> - pensaba. — Bueno, ya no te hago perder más tiempo. Aquí están tus nuevos compañeros. - me dijo, por lo que la otra puerta de la habitación se abrió, permitiendo entrar a mis compañeros. Mis nuevos compañeros poseían un cuerpo humanoide. Uno de ellos constaba de un mastodonte más alto que yo (creo que menos alto que un Aldebarano), parecido a un gorila y que aparentaba tener gran fuerza (parece que tanto los Aldebaranos como los Taurianos y la especie de este sujeto tienen en común la fuerza física), además de abundante cabello en brazos y piernas, y ojos sin pupilas (pero aun así creo que puede ver); el otro, por su parte, era muy parecido a mí, pero con orejas puntiagudas (también incluyo que trae ropa), además de su piel amarilla y sangre caliente (en cierta medida parecía un Hyliano, de The Legend of Zelda) y ser algo más bajo que yo (pero un poquito). Los escaneé a ambos para saber a qué especies pertenecían. El grandulón era un Simio (y no me refiero a un chango terrestre), mientras que el de las orejas puntiagudas era un Elfo (y tampoco me refiero a esas criaturas mitológicas). — Helio, ellos son Mauk y Kreatz, tus nuevos acompañantes. - me presentó el comandante a mis nuevos compañeros (primero Sailor V, después Rundas, Ghor y Gandrayda, y ahora estos. Vaya...). — Mauk... Kreatz... - dijo Samus a través de mi comunicador, cosa que nadie notó por fortuna, pero sí que desvié la mirada hacia un lado, cosa que tampoco se notó. — Un humano, ¿eh...? Esa armadura me es familar. ¿A ti no, Kreatz? - le preguntó Mauk a Kreatz. — Sí. Es de Samus Aran. Pero... su cañón no está en el mismo lado. - dijo Kreatz, mirándome detenidamente. — ¿Acaso no escucharon que me llamo Helio? - les dije. — Claro que lo escuchamos. Es sólo que queríamos hacer esa comparativa. — << ¿Por qué todos quieren compararme con Samus? ¿Acaso es por la armadura? ¿O es por algo más? >> - pensé. — Bueno, Mauk y Kreatz, seguramente han escuchado todo, ¿no? — Así es, señor. El presidente de Kankeh ha sido secuestrado presuntamente por los piratas espaciales y llevado a Gronhheim. — Y nuestro deber es rescatarlo de las garras de los monjes de Gronheim, que seguramente estarán colaborando con los piratas, ¿o me equivoco? — Las cosas son tal y como las has dicho, Kreatz. La misión de los tres es rescatar al presidente de Kankeh. Si lo hacen, les espera una gran recompensa. — << Creo que debería de invertir lo que gano en más cosas, y no sólo en comida, que luego voy a engordar. >> - pensaba. — ¿Tienen algo que quieran decirme? - nos preguntó el comandante. — No. - respondimos los tres a la vez, provocando que volteáramos a vernos todos. — Bien. ¡Entonces vayan! - con esa última frase suya, acabaron las instrucciones. Nos retiramos hacia los hangares para, ya sabes, ir a las naves y lo que le sigue. En lo que llegábamos, traté de sacar algún tema de conversación (si es que se me ocurría algo interesante). — Oigan, sé que apenas nos acabamos de conocer, pero quería saber si podemos hablar de algo. - comenté con un poquito de nerviosismo. — Sé que estamos en una misión, pero tenemos tiempo para conversar por lo pronto. - dijo Mauk. — Si quieres contarnos de algo, adelante. No te lo impedimos. - dijo ahora Kreatz, por lo que tenía luz verde. — Muy bien. - dije, ya aliviado porque sí podía hablar, y empecé. - Este... ¿Alguna vez han ido al Planeta pirata? — No. — Para nada. — De acuerdo. Y... cuéntenme. ¿Entonces de veras no han ido a ese planeta antes? ¿Ni siquiera para una misión? - pregunté, insistiendo. — La verdad es que no, pero seguro que hay bastantes piratas. - dijo el Simio. — Coincido en esa respuesta con Mauk. Aun así, no creo que tuviésemos algún problema si nos envían allí. Después de todo, somos un equipo. - respondió el Elfo. — << Equipo... >> - esa palabra resonaba en mi cabeza otra vez. — Si te preguntas de dónde conocemos a Samus Aran, es porque hicimos equipo en algún momento. — ¿En verdad? - pregunté, sorprendido. — Así es. Ayudamos a Samus en varias misiones, a pesar de que ella formara parte del ejército y nosotros de la policía. — Nuestra mayor participación fue cuando ayudamos a liberar a los prisioneros Chozo en Zebes de manos de los piratas espaciales. ¿Todavía lo recuerdas, Mauk? — Por supuesto. Samus sufrió de un ataque de ansiedad al ver al líder pirata y decía que la mataran. Recuerdo que los Chozo lograron consolarla y así ella volvió a la normalidad justo a tiempo para poder salvarnos a todos. — Sí... Qué tiempos... Lástima que no se puede viajar en el tiempo... — Eh... De hecho sí se pede, pero la Ley de Protección a la Cronología evita que... - decía yo, cuando me interrumpen. — Sí, sí, sí, ya sé lo que estipula. Sólo me refería a que ya no podemos volver a vivir los eventos que consideramos importantes o relevantes para nosotros. — Si te soy sincero, sentí un poco de lástima por Samus al verla llorar. Qué fortuna que los Chozo estuvieron ahí para confortarla. — Si muy raras veces Samus se dejaba ver tanto en público como en entrevistas, sí tengo que admitir que eso de que Samus llorara me ha sorprendido. Nunca me lo había dicho. Creo que tendré que comentarle sobre eso, a ver si me responde. — ¿De dónde conoces a Samus? — Por si no lo sabían, déjenme decirles que es mi compañera. Aunque bueno, no físicamente. Ahora es una inteligencia artificial. — ¿Y cómo ocurrió eso? — Pues según me han contado, murió en Daiban al ser atravesada por la cola del conocido Ridley al tratar de salvar a un soldado llamado Anthony Higgs. — Anthony Higgs... Ese nombre me suena. Samus hablaba de él constantemente. Decía que era su mejor amigo en el ejército. — Bueno, pues no sé si decir que fue el culpable, pero créanme cuando les digo que nadie en el ejército lo ha declarado culpable ni nada. — ¿No lo llaman culpable por la muerte de su mejor amiga? Me sorprende. Después de esa larga charla (más de lo habitual, se podría decir), llegamos a la zona de los hangares. — Bueno, aquí nos separamos. Nuestras naves están de este lado, y la tuya del otro. - dijo Mauk. — Te estaremos esperando en el espacio. Te pasaremos nuestras frecuencias para que podamos permanecer en contacto. - dijo ahora Kreatz, por lo que ambos me pasaron el número y la identificación de su frecuencia. — Gracias. Ahorita los veo. - dije, y fui corriendo hacia mi nave, que se hallaba en otro hangar. En cuanto abordé mi nave, me invadieron unas tremendas ganas de preguntarle a Samus sobre lo que había pasado cuando vivía, ya que no me había contado muchas cosas hasta ahora (y decían que yo era el reservado...). Además, quería saber el porqué de esa reacción que tuvo cuando el comandante Malkovich mencionó a mis compañeros actuales. Quería saberlo todo, así que no dudé en hacérselo saber. — Samus, ¿estás ahí? - le pregunté (creo que debería darle un poco más de importancia, y no sólo dejarla como una mera IA compañera que solamente habla cuando es necesario). — Sí. ¿Por qué? - me respondió, como si nada. — Me fijé en que mencionaste los nombres de mis nuevos compañeros en cuanto el comandante los presentó. — ¿Y? ¿Qué tiene de malo? — ¿Acaso los conociste en vida? Quiero que me lo cuentes ahora mismo. - sé que soné un poco autoritario, pero es quería saber la verdad. — Sí. Me ayudaron en diversos operativos, como una vieja invasión a Jigrad o un asalto a Zebes por parte de la Federación Galáctica, o lo que te mencionaron ellos. — Pero... ¿no se supone que estabas en el ejército con Anthony? — Hubo veces en que el ejército y la policía colaboraban, y qué decir de la infantería de marines, aunque esa última no participó en dichos eventos. No menciono a las Fuerzas de la Federación por ser de creación algo reciente, ni a las Fuerzas Especiales por ser caso aparte. Como sea, fue en una de esas colaboraciones que los conocí y nos hicimos buenos amigos, hasta hicimos un pequeño escuadrón en donde les incitaba a desobedecer las órdenes directas para un beneficio mayor de la sociedad galáctica. — Vaya... En serio, hay muchas cosas que debes contarme. Y dime, ¿es cierto eso de que lloraste una vez? — Bien, no mentiré, sí ocurrió. Sucedió cuando era joven, en Zebes, durante una misión para rescatar a los Chozo de los piratas espaciales y de la malvada IA Mother Brain, que se había rebelado contra sus creadores. Ridley apareció cuando menos me lo esperaba, provocando que presentara síntomas de TEPT. — ¿TEPT? — Trastorno por estrés postraumático. Deberías de buscar sobre ello en la Cosmonet. — Lo haré. — Como te decía, Mauk y Kreatz lograron crear una distracción en la base para que Ridley se fuera. Posteriormente llegaron y me encontraron sumamente alterada. Entonces ellos y los Chozo se reunieron para consolarme, debido a que ver al dragón espacial provocó que recordara cuando mi colonia natal, K-2L, fue destruida por los Zebesianos, y mis padres terminaran asesinados, siendo en el caso de mi madre justo frente a mí. Entonces pude recuperar mi fuerza de voluntad y reactivar mi traje para ayudar a todos a escapar, debido a que los piratas habían regresado. — Vaya... Hasta que al fin me cuentas algo que desconocía de ti. — Y también te diré otra cosa: ese ADN Chozo que te implantaron no es directamente mío, sino de un Chozo llamado Voz Gris, que fue asesinado por Ridley. — ¿Qué? B-bueno..., eso no lo sabía. Aun así, todavía hay cosas que tienes que contarme, y lo harás cuando tenga tiempo libre. — Seguro. No tengo ningún inconveniente. — Bueno, creo que ya hemos perdido demasiado tiempo. Mauk y Kreatz deben de estar impacientes. - terminé, y arranqué la nave rumbo al espacio. Mientras me dirigía a la órbita terrestre, alcancé a mis compañeros durante el camino, así que me les uní. Observé las naves de ambos. La de Mauk tenía forma de sarcófago (pero sólo la forma) y era café, con cuatro patas con la forma de las de un animal (que se retraen al despegar, justo como las patas engranadas de mi nave) y cristal amarillo (y yo que pensaba que los Simios no eran tan avanzados. Eso es lo que aparentan. Todo por su apariencia); la de Kreatz, por su parte, tenía la forma de un octaedro con cuerpo de color azul celeste, con cristal amarillo, un par de alas, un par de patas para aterrizar y cañones láser debajo de las alas. Como sea, que nos fuimos los tres al espacio juntos y aproveché para saludarlos. — ¡Hey! Ya los alcancé. - les dije a los dos. — ¿Por qué te tardaste? Ya pensábamos que no vendrías. - comentó Mauk al respecto de mi tardanza. — Perdón. Es que estaba platicando con Samus. — Samus, ¿eh? Mándale saludos de nuestra parte. - dijo Kreatz. — Ya escuchaste, Samus. Te mandan saludos. - le dije a mi IA. — Desearía poder estar con vida para participar en esta misión también. - comentó ella, nostálgica y triste. — Ya te dije que podemos crearte un cuerpo bio-sintético, o clonar el tuyo original, o intentar reanimar tu cuerpo. Hay varias opciones, ¿sabes? Aún sigo pensando en por qué no hicieron eso... — Eso no importa. Por ahora, concentrémonos en la misión. — Puf... Pero qué cerrada. - dije, y ya habiéndonos alejado lo suficiente, hice lo de costumbre, disparando el rayo del generador de agujeros de gusano en base a las coordenadas que recibí de Gronheim (que no mencioné esta vez). En cuanto atravesamos el agujero, nos topamos cara a cara con Gronheim, un planeta de color anaranjado con abundantes nubes y un enorme huracán en un lado del planeta (para ser más preciso el lado diurno). Hice el correspondiente análisis para saber más sobre el planeta, descubriendo que sufría de acoplamiento de marea (al igual que otros muchos planetas, pero me enfocaré en otro dentro del territorio de la Federación llamado Bryyo). ¿La razón de esto? Estaba algo cerca de la estrella, otra enana roja más del montón (que por lo menos no suelta llamaradas solares a cada rato, como Próxima Centauri). — De acuerdo con las coordenadas, el presidente de Kankeh se encuentra en la zona del terminador. - dije, refiriéndome a la zona del planeta que se encontraba entre la cara diurna y nocturna (es decir, donde hay atardeceres o amaneceres). — ¿Pues qué estamos esperando? ¡Vamos! - dijo Mauk, tomando la iniciativa (¿cuántas veces no he dicho eso ya?) y adentrándose en la atmósfera, siendo seguido por Kreatz y yo. ¿Qué puedo decir de la superficie? Estaba llena de sierras montañosas, lo que me hizo recordar a mi ciudad de origen, que es Monterrey (por si no lo sabes, Monterrey se ubica en medio de la Sierra Madre Oriental de México). También hbía infinidad de ríos que transportaban gran cantidad de agua. Por su parte, el cielo era naranja, al igual que la apariencia del planeta desde el espacio. Mientras nos dirigíamos hacia las coordenadas, vslumbramos una serie de estructuras que se parecían mucho a los antiguos templos chinos y japoneses. De hecho, las coordenadas daban en una estructura solitaria en medio de una vasta llanura, lejos de lo que parecía ser una cuidad. Aterrizamos relativamente cerca del edificio, pero lo bastante lejos (y sí que era lejos) como para no ser detectados por los posibles radares enemigos. — Deséame suerte, Samus. O mejos dicho, deséanos, je, je. - le dije a Samus. — Suerte. - dijo, sonando algo cortante. — ¿Mmm? ¿Y esa reacción? No me estaba burlando, de veras. Sólo te pedía que me desearas suerte. — No estoy molesta. Es sólo que... quisiera estar en tu lugar. — Ya he dicho que hay varias maneras de que resucites, pero tú no me haces caso. ... Bueno, como sea, yo me bajo. Volveré luego. - terminé, y bajé de la nave. Di algunos pasos. Observé el cielo naranja y contemplé la estrella del mundo en el que me encontraba, que se veía notoriamente más grande que el Sol desde la Tierra. Como aterrizamos juntos (esto suena bastante estúpido, ¿no?), no hubo problema. Noté que podían respirar sin problema alguno, así que no dudé en preguntar si había oxígeno. — El hecho de que ustedes puedan respirar indica que aquí hay oxígeno, ¿no? - pregunté, sin recordar el análisis que le hice al planeta desde el espacio. — ¿Acaso no escaneas los planetas que visitas? Claro que hay oxígeno. - dijo Mauk. — No perdamos el tiempo, muchachos. Quién sabe qué cosas le estén haciendo al presidente de Kankeh... - comentó Kreatz, y caminó. Le seguimos. Avanzamos hasta alejarnos de nuestras naves. Estábamos en una zona entre la ciudad y el edificio solitario, por lo que no había nadie que nos detectara (o al menos eso se aparentaba). Seguimos avanzando hasta que vimos a decenas de individuos caminando, saliendo de la edificación y avanzando hacia naves que parecían de diseño pirata. Acercamos hasta quedar cerca del lugar. Entonces llegamos a estar hasta cierta distancia, en la que pude utilizar el zoom de mi visor para verlos mejor. Observé que llevaban túnicas, por lo que pensé que habíamos encontrado a los monjes. — Oigan, creo que ya encontramos a los monjes. - dije, señalando hacia donde se encontraban los sujetos. — Bien. Ahora sólo falta encontrar al presidente. Mauk, ¿puedes olfatearlo? - le dijo Kreatz a Mauk. — Veré si lo consigo. - dijo Mauk, y olfateó el aire y hasta el suelo, como si fuera un perro. - Sí..., puedo localizarlo. Está dentro de ese edificio. - dijo, señalando hacia el lugar de interés. — Bueno, pongámonos en marcha. - comenté, y avanzamos más. Seguimos avanzando. Al estar muy cerca, nos escondimos detrás de una roca (lo suficientemente grande para que Mauk se escondiera también), y observamos por fin a los monjes de Gronheim: lagartos humanoides de piel grisácea con ojos rojos e iris naranja cubiertos por una túnica naranja con franjas azules (que incluía capucha para cubrirse la cabeza) por la que se les asomaba la cola por detrás. — Así que esos son los dichosos monjes... Pues de monjes no tienen nada. - comenté al ver la apariencia de los monjes, que no eran como me los imaginaba. — ¿Cómo te los imaginabas? - me preguntó Kreatz. — No sé... ¿Como Buda? — ¿Buda? ¿Quién es Buda? — No tenemos tiempo para explicaciones. Tenemos que encontrar al presidente de Kankeh cuanto antes. - nos recordó Mauk. — Cierto. - dijo el Elfo. — Tienes razón. - dije. Esperamos a que no hubiese nadie transitando para que entráramos. ¿Recuerdas que había dos diseños de puertas para los humanos? Bueno, pues las puertas de los monjes también eran rectangulares, pero de mayor tamaño, y acomodadas dos juntas. Tuvimos que esperar a que alguien saliera para ingresar rápidamente antes de que la entrada se cerrara. Una vez adentro, me sorprendí por la cantidad de tecnología que había, a pesar del aspecto algo... arcaico del exterior. Pero no estaba ahí para contemplar la diferencia tecnológica entre la Federación y los monjes, sino para rescatar al presidente, cosa que mis compañeros se tomaron la molestia de recordármelo. — Oye, ¿te sientes bien? - me preguntó Mauk. — Oh, perdón. - me disculpé. — No tenemos tiempo que perder. Mauk está olfateando y buscando al presidente. - me dijo Kreatz, por lo que me volví a concentrar en la misión y los tres proseguimos a continuar con nuestro camino. El Simio que me acompañaba en esta misión poseía un gran sentido del olfato (como los perros), así que llegaríamos al presidente sin ningún problema. Avanzábamos con cuidado, sin ser detectados, porque no quería saber qué clase de poder podían poseer los monjes (aunque aun así me tomé la molestia de escanear a uno para averiguar más sobre ellos). En una ocasión estuvimos a punto de ser descubiertos, pero yo me convertí en morfosfera y mis compañeros se escondieron, ya que ellos no poseían formas alternas (sólo Sylux, Noxus, otros más y yo poseemos eso). Vimos que salieron de un elevador, así que rápidamente nos metimos en él. — ¿Dónde está el presidente? - pregunté a Mauk. — Ya veré lo que me dice mi olfato. Detente en cada piso y me pondré a olfatear para rastrearlo. - respondió él, a lo que accedí y oprimí el botón para subir, no sin antes pensar que eso era demasiado arriesgado. Eran veinte pisos en total, así que nos tardaríamos un poco en encontrar al presidente, además de que estaríamos expuestos a ser descubiertos por los monjes en caso de que nos vieran al abrirse las compuertas del elevador. Cada que subíamos y se abrían las compuertas, yo apuntaba con el cañón, Mauk sacaba las uñas de sus poderosas manos y Kreatz apuntaba con sus manos hacia adelante (ya que, de acuerdo a lo que vi en su escaneo, portaba dos objetos duales capaces de lanzar rayos láser a grandes distancias). Sin embargo, tuvimos la fortuna de que en todos los pisos en los que se abrió el ascensor no había nadie al otro lado, por lo que nos calmamos. — Sabía que las cosas iban a salir bien. - dijo Kreatz, sonando optimista. — En verdad eres positivo... - le dije, algo apesadumbrado. Seguimos subiendo hasta llegar al piso 15, momento en que Mauk logró olfatear mucho mejor. — Espera. Ya no oprimas el botón. - dijo. — Uf, qué bueno. Ya no quería preocuparme por los posibles monjes que estuviesen más arriba. - dije, aliviado. — Parece que es aquí. Síganme. - comentó el Simio, y comenzó a caminar mientras olfateaba (¿acaso habrá olfateado al presidente antes?). Atravesamos varios pasillos, con Mauk al frente. Teníamos que asegurarnos de no ser vistos por ningún monje, ya que no quería armar un broncón. Al igual que el elevador, observamos que un par de monjes salían de una habitación, por lo que pensé que podría haber algo importante. Esperamos a que los lagartos se fueran para que pudiéramos entrar. Al entrar avanzamos, dimos la vuelta en una esquina hacia la izquierda y ahí estaba. Hasta que por fin logramos dar con la celda del señor presidente. Estaba encerrado dentro de un campo de fuerza que prtotegía unos barrotes. El presidente estaba tirado en el suelo, respirando agitadamente. Lo escaneé y descubrí que había sufrido recientemente una descarga eléctrica, seguramente por los monjes que acababan de salir de la habitación hace poco. — ¡Señor presidente! ¡Qué bueno que está bien! - le dije, lo que provocó que volteara a verme (otra frase que he repetido hasta el hartazgo, ¿no crees?). — Oh. ¿Han venido a rescatarme? - preguntó este, asustado y feliz a la vez, pero aún respirando de manera agitada. — Así es, señor. Su pueblo lo necesita. - dijo Kreatz. Escaneé el campo de fuerza, y me di cuenta de que provocaba descargas eléctricas al contacto. Busqué en los alrededores en busca de algún ordenador o terminal para desactivar el campo, pero no. Sin embargo, sí me topé con un escáner de mano, con la forma de la mano idéntica a la de una lagartija, pero mucho mayor, lo suficiente para que la usara (ya sabes, tamaño humanoide). Como ya había visto que podía utilizar los escáneres piratas, pensé que en este caso pasaría lo mismo, así que me arriesgué y puse mi mano sobre el escáner, y afortunadamente funcionó. El campo se desactivó, por lo que sólo quedaba destruir las rejas, pero sin poner en riesgo al presidente. — Listo. Ya lo desactivé. - dije. — Bien, ¡hora de sacarlo de ahí! - dijo Mauk, haciendo un gesto de que estaba a punto de golpear. Entonces se preparó y... Con un poderoso golpe de su mano derecha, Mauk rompió la celda, lo cual permitió salir al presidente. Sin embargo, dicha acción también provocó que las alarmas comenzaran a sonar (y no hablo de la clásica alarma de los piratas, sino de la de los monjes). Levantamos al presidente del suelo y salimos de ahí, pero cuando lo hicimos, llegaron monjes armados con armas parecidas a ametralladoras que poseían partes naranjas. Los monjes comenzaron a soltar rugidos. — ¡Señor presidente, no se separe de nosotros! - le dije, por lo que lo sostuve y todos comenzamos a correr. Los disparos de los monjes nos llovían por todos lados, así que era de vital importancia mantener al presidente a salvo. Para esto, yo me sacrificaba recibiendo todos los disparos. Cuando mi energía llegaba a niveles bajos, intercambiaba el lugar con mis compañeros (claro que me recuperaba concentrándome en lugares donde pudiera esconderme). Mientras avanzábamos a toda velocidad, también contraatacábamos: yo con mi rayo de ondas, Mauk con puñetazos y Kreatz con rayos láser amarillos (parecidos al rayo creciente de Sailor V) que salían de las puntas de sus dedos. Mauk agarró a uno de los monjes y apretó su cabeza con ambas manos con tanta fuerza hasta que esta reventó, dejando caer su cuerpo al piso junto a su cerebro y materia gris. — ¡Aaah! - exclamó el presidente, asustado. — Créame, estoy igual de aterrado que usted. - le dije, compartiendo el mismo sentimiento. Seguimos con nuestro camino. Avanzamos por todo el camino de regreso hasta llegar de vuelta al elevador, donde fuimos recibidos por monjes. Fueron abatidos por mí con ayuda de un rayo cargado. Los cuatro entramos (por suerte el ascensor era lo bastante grande para caber todos) y bajamos hasta la planta baja, donde nos recibieron más lagartos. Justo cuando llegamos, todos nos tenían en la mira (y lo digo porque sus armas poseían mira láser). Se me ocurrió algo. — ¡Mauk, Kreatz, protejan al presidente! ¡Voy a hacer algo! - les indiqué, por lo que ambos protegieron al mandatario y yo me convertí en morfosfera, rodando hacia la bandada contraria. Todo el grupo monje se enfocó en mí, por lo que dispararon sus armas en mi contra, pero yo lograba recibir pocos disparos (además, mis reservas de energía eran altas, por lo que no tenía que preocuparme) y esquivar la mayoría. Una vez en medio de toda la bola, comencé a cargar energía y solté una bomba de energía, eliminando a todos. — Listo. Problema resuelto. - les dije, ya de vuelta en mi forma normal y alcé mi pulgar. — Bien. ¡A movernos! - dijo Mauk, por lo que los tres corrieron hacia la salida, seguidos por mí. Afuera había más monjes esperándonos (por cierto, ya todos se habían quitado la capucha, dejando al descubierto sus rostros con expresión furiosa). Kreatz se encargó de distraerlos esta vez, disparando sus rayos amarillos contra los monjes. — ¡Rápido, rápido! - gritó, distrayendo a los enemigos. Mauk y yo llegamos rápidamente hasta las naves, donde me llevé al presidente a la mía, mientras que Kreatz llegaba corriendo desde la entrada del edificio y abordando su vehículo, por lo que los tres abandonamos rápidamente el planeta. En el espacio, nos percatamos de que una flota de naves enemigas se acercaba hacia nosotros. Rápidamente disparé el rayo de agujeros de gusano para regresar a la Tierra. Los tres cruzamos el portal y este se cerró, poniéndonos a salvo. — Uf... Estuvo cerca, comenté, aliviado de haber salido de ese apuro. — Oh. ¿Y ese planeta azul que se ve al fondo? - me preguntó el presidente con curiosidad, levantándose de su asiento y apuntando a mi mundo de origen con su dedo. — Es la Tierra. Allí se encuentra el cuartel general de la Federación Galáctica. — Conque la Federación Galáctica, ¿eh? Puedes decirles que me lleven de regreso a Kankeh. — De hecho, eso es lo que vamos a hacer. - dije, y aceleré hacia el planeta, sólo para ser acompañado por Mauk y Kreatz. Una vez en el cuartel general, el presidente conoció en persona al comandante Malkovich, y este mandó llamar a un transporte Hygieia para llevar al mandatario hasta su planeta natal. Mauk, Kreatz y yo contemplamos, con el atardecer de fondo, cómo el vehículo aéreo despegaba y partía al espacio, pero antes de irse, el presidente nos dio las gracias a los tres por haberlo salvado, y nos dijo que en su planeta seríamos muy bien recibidos en cuanto fuésemos. Así, otra misión se cumplió. Un rato más tarde, regresamos al cuartel para ver qué decía el comandante. — Felicitaciones, muchachos. El presidente de Kankeh me ha informado de que ya ha llegado a su planeta sano y salvo. Permítanme transferir la paga a sus cuentas. Discúlpenme un momento, por favor. - dijo, haciendo lo mismo que cuando fui con Armstrong Houston. En esta ocasión no susurré nada con mis compañeros, como hice con el señor Houston días atrás. Sólo observamos al comandante hacer la transferencia holográficamente. — Listo. Ya está. La paga ya está en sus cuentas. - dijo de nuevo. — Entonces... ¿ya podemos retirarnos? - pregunté. — Por el momento sí. Nos vemos en otra ocasión. - finalizó el superior, por lo que los tres salimos. Por cierto, Mauk y Kreatz no dijeron nada en todo el rato. Al igual que en un par de ocasiones anteriores (ya sabes, con mis demás compañeros y con Armstrong Houston, que por cierto tiene las mismas iniciales que Anthony Higgs. Curioso, ¿no?), y frente a los ventanales por los que se veía la ciudad de Arcadia (ahora iluminada por las luces de los edificios, debido a que ya había anochecido), sabía que era la hora de decirnos adiós, aunque fuera por un tiempo (lo comprendía perfectamente, y no me sentía tan triste como en ocasiones anteriores). — Créanme cuando les digo que ya he dicho esto como un par de veces en este mismo lugar, pero es momento de que nos separemos. - dije, mirando primero hacia ellos y luego hacia el exterior. — No creas eso. - dijo Kreatz, acercándose a mí y poniendo su mano en mi hombro. — Siempre hay una oportunidad para encontrarnos fuera de las misiones, ¿sabes? - dijo Mauk. — Sí..., tienen razón. No me dejaré llevar por la tristeza. Sé que nos volveremos a ver algún día. — También debes recordar que nos mantendremos en contacto. — Gracias. ... Oigan, por cierto, ahora que los tengo en mis contactos, quería decirles algo. — Adelante. — Verán: últimamente he discutido con otros compañeros cazarrecompensas sobre un posible numbre para el escuadrón que hemos formado, y del que les ofrezco una invitación. — Seguro. - dijo el Simio. — Puedes contar con nosotros. - dijo el Elfo. - Y... ¿aún no deciden un nombre? — No, aún no. Sin embargo, siento que cada vez estoy cerca de elegir uno indicado, uno ideal. — No te preocupes. Ya verás que pronto se llega a una conclusión satisfactoria para todos. — Je, je, gracias. - le agradecí a Kreatz las palabras de aliento. — Bueno, yo ya me retiro a Jamoru. Nos vemos después. - se despidió Mauk, dándose la vuelta y caminando hacia el hangar donde estaba su nave. — Y yo a Salissia, que mi familia seguramente me está esperando. Hasta pronto. - se despidió Kreatz, haciendo lo mismo que el Simio. Me quedé solo en ese pasillo, contemplando cómo mis nuevos compañeros se marchaban. Me puse a pensar en lo que pasó el día de hoy, con ese rescate tan alocado que hubo en Gronheim donde estuvimos rodeados de monjes (por lo que sé, creía que las civilizaciones reptilianas eran comunes en planetas calientes, pues visité uno en el sistema Bermuda llamado "Bion", esto fuera de cámaras, y exploré las ruinas de una antigua civilización con aspecto de reptiles). Creo que no olvidaré la cara de agradecimiento que nos puso el presidente de Kankeh cuando se despidió de nosotros (creo que debería visitar ese planeta... Pediré las coordenadas luego). Me puse a pensar en muchas otras cosas, como el rumbo que había tomado mi vida desde que fui elegido para el Proyecto S.A., además de que ya había decidido un nombre para el escuadrón: el "Equipo H". Ya sabes, H por Helio, je, je. Sí..., Equipo H... |
Inventario
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Rayos[]Rayo de ondas[]Descripción: Esta actualización aumenta la fuerza del rayo, dándole la habilidad de atravesar materiales diáfanos, como el cristal transparente usado en muchos edificios y construcciones. Anotaciones de Helio: Bueno, pues este rayo vuelve a aumentar la fuerza del que tenía originalmente que, en combinación con el rayo de hielo, hace un arma muy poderosa, pero siento que aún falta un rayo más, el rayo definitivo, que presiento que lo obtendré pronto. Además, descubrí por accidente que este rayo puede atravesar el vidrio y, en otras palabras, materiales transparentes. Para quien se lo pregunte, descubrí esta habilidad disparando un rayo cargado hacia un aeromóvil que estaba estacionado a un lado de otro cuyo cristal estaba en medio. El aeromóvil explotó..., y salí corriendo... Trajes[]Traje climático[]Descripción: Este traje aumenta la defensa del escudo energético de la armadura en un 50%. Además, permite la exploración en zonas de calor extremo y hasta en ciertos tipos de ácido. Anotaciones de Helio: Tengo que admitir que ahora sí me veo como Smaus Aran en toda su gloria. Digo, después de todo esta armadura era con la que más se le veía en las notas, en público y demás medios. Pero dejando esos detalles a un lado, lo que no entiendo es la necesidad de agregar dos hombrerotas al traje. No es por nada, pero voy a sentirme gordo..., y muy ancho de arriba. Otros[]Aceleración[]Descripción: Esta mejora acumula la energía cinética producida por el movimiento al correr y lo acumula en los propulsores con el paso del tiempo hasta generar un impulso de velocidad y un halo de energía azul que vuelve al usuario prácticamente invulnerable a la mayoría, sino es que todos los ataques. Con ella se puede realizar una técnica secundaria, conocida como "Técnica cometa", que consiste en acumular energía y después liberarla en un gran salto, ya sea horizontal o vertical. Anotaciones de Helio: Creo que esta habilidad se ha convertido en mi favorita, junto a los súper misiles (y tal vez las bombas de energía). Me encanta sentir esa sensación de velocidad al correr. Es tan... gratificante. Por lo que sé, esta mejora representa la habilidad de los Chozo de correr a altas velocidades, aunque dudo que se hayan visto envueltos en halos azules (uno nunca sabe). Eso sí, cuando hago la Técnica cometa, procuro hacerla hacia cualquier dirección menos hacia arriba. ¡Se siente horrible al caer! ¡No soporto la adrenalina! Por eso prefiero aterrizar mi nave en vez de saltar desde ella en mis misiones (aunque debería usar mis propulsores..., ya que parece que sólo sirven de adorno). Supersalto[]Descripción: Confiere la posibilidad de realizar un salto del doble al triple de alto que de lo normal, gracias a unos pequeños propulsores en las botas del traje. Además, incluye una función en el que la morfosfera puede saltar, llamada "Rotosalto". Anotaciones de Helio: Tengo que reconocer algo: me dan miedo las alturas. Por eso me siento a salvo estando con los pies en la tierra o a bordo de mi nave cuando viajo a otro planeta. También es por eso que no suelo saltar mucho con mi traje puesto o desactivo esa habilidad. Y con respecto a eso del "Rotosalto", pues no lo he probado, aunque puede que sea útil... y extraño el ver a una esfera metálica saltando sin necesidad de poner una bomba abajo, como pasaba con la Acularva de Kanden. |
Extra: Futuros proyectos
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Fragmento narrado por Weavel: Últimamente hemos tenido más problemas con la Federación Galáctica que con el nuevo Cazador, pero eso no quiere decir que no venga con nuevas novedades. Para empezar, una misión de exploración al planeta Bilium, en el mismo sistema planetario que Zebes, confirmó nuestras sospechas: el virus que hemos creado, llamado "Miteralis", ha destruido a todas las formas de vida que habitaban el planeta (aunque, dada su naturaleza gaseosa, no eran tantas). Dado que el virus es inteligente, no fue mucho problema para que este esterilizara todo el dichoso mundo. El hecho de que la Federación haya puesto a Bilium en cuarentena nos da la oportunidad de capturar algunas muestras del virus y usarlas a nuestro favor. El equipo científico hará todo lo posible´por obtener las muestras, así como el gran trabajo que tuvo en el pasado al crearlo. Una idea que se me ha ocurrido es la de infectar a Helio, el nuevo Cazador y mi rival, con el virus, que será modificado para que no sea mortal, para que sirva a nuestra causa de conquistar la galaxia. Claro, para esto se le ha de suministrar de alguna manera, y eso es lo que planeo hacer. Pienso enfrentarme a él de nuevo para infectarlo mediante una muestra que será puesta en mi sable, o bueno, el equpo científico transferirá de alguna manera el virus a mí. Eso sí, trataré de mantener el control. Tengo que reconocer el trabajo arduo que el equipo científico realizó al momento de crear este virus hace años. Utilizaron una cepa bacteriana encontrada en nuestro planeta de origen y la modificaron genéticamente para que se adentrase dentro del ADN del huésped, eliminándolo y causando fallas en todos los órganos vitales, incluyendo la piel. Sin embargo, la modificación que se le hará es que se adhiera a las cadenas de ADN del huésped para, de esta manera, hacer que cambie los patrones de pensamiento del usuario infectado por medio de alteraciones en las transmisiones eléctricas del cerebro. La verdad es que no soy muy bueno en eso de temas científicos, por eso me dedico a ser general de los piratas, junto a Ridley, además de ser cazarrecompensas. Aunque, por lo que me contaron cuando fui a inspeccionar el trabajo, fue que reaccionará conforme al estado de ánimo del usuario, más que nada con el enojo y la ira, así que planeo darle algo más de lata al nuevo Cazador, tanto con Ridley como haciendo algunas cosas, como fingir asesinar a la chica que tanto ama para que se enoje de verdad y libere todo su potencial. Acepto el riesgo de que eso conlleve sacrificar mi vida con tal de hacer del sueño de los piratas espaciales una realidad. Algo que se ha detectado, fuera de todo esto de antes, es que la Federación Galáctica está realizando algo que va en contra de sus propios principios, y está relacionado con lo que llevó al nuevo Cazador a lo que es ahora. Para los novatos, parece que se están creando copias de su armadura, pero no en masa como pensé que pasaría, sino solamente cuatro, además de también cuatro trajes estilizados de color azul, similares a los que traía Samus Aran en vida. ¿Y cómo sé esto? Pues gracias a los espías que tenemos en la Federación. Según los datos, alguien dentro de la Federación ha mandado hacer estas imitaciones, se cree que fue o el vicepresidente federal, Brandon Williams, o el coronel Brendan O' Sullivan. Aún no tengo el dato exacto sobre quié de ellos ordenó hacer tal cosa, pero demuestra una vez más que la Federación Galáctica no es tan benevolente como se pensaba. Incluso hay antecedentes suyos que superan a los nuestros, como la creación de Metroides resistentes al frío, cosa que nosotros intentamos hacer, o algo denominado "técnica de crecimiento acelerado", que permitía acelerar la metamorfosis Metroide de manera exponencial. Ni siquiera nosotros, sus mayores rivales, llegamos a tales cosas, lo cual me ha llevado a pensar que hay gente dentro de esa organización que quiere ver arder el mundo. Hasta puede que el vicepresidente y el coronel trabajen en equipo, uno nunca sabe. Ahora estoy pensando en qué voy a hacer. Lo primero que pienso realizar es ir a fastidiar al nuevo Cazador, pero creo que eso tendrá que esperar, ya que tengo que ir a una junta con el Mando, junto a Ridley. Esas reuniones suelen ser algo... aburridas, pero si quieres sabotear los planes de la Federación y dominar toda la galaxia, forzosamente debes organizarte y trabajar en equipo. Creo que va a tratar sobre el asunto del Miteralis. Es cierto que es peligroso tratar de capturar una muestra del virus sin la protección adecuada (cosa que la Federación ha ignorado por completo, y simplemente puso al planeta en cuarentena, como ya dije antes), pero no creo que haya que hacer reuniones sólo por eso. Habría que hacerlo para cosas más importantes, como el hecho de que nuestras flotas han sido atacadas brutalmente por las de la Federación, reduciendo nuestros números ampliamente. Esto me molesta, ya que así no se podrán realizar asaltos a caravanas espaciales y a estaciones en órbita alrededor de planetas federales. Para el que no sepa, la fabricación de los cazas de combate no es precisamente barata. Al final siempre hay que cortar raciones de alimento para muchas de las tropas, lo cual no sienta para nada bien en nuestro rendimiento. Cada vez que eso pasa, hay negativas de querer hacer las cosas, lo que lleva a muchos a adelgazar y/o a ser degollados. Sin embargo, los que se opongan deben ser castigados. Bueno, será mejor que vaya a esa reunión. Ya veremos cómo se desenvuelven las cosas. |
CONTINUARÁ... en Metroid: A New Story - 2da Temporada.